—¡No sé de qué demonios te ríes, Nate! —espetó el viejo Rufus, cada vez con más molestia—. ¿Te parece que da risa todo lo que te estoy diciendo? ¡¿Te parece que da risa que todos nuestros amigos y conocidos, e incluso los asociados que tenemos en la compañía, crean que el mayor de mis hijos es gay?! Nate puso los ojos en blanco y suspiró con frustración. —Pues sí me da risa porque ninguna de esa gente me conoce lo suficiente como para decir nada sobre mí. —¡Pues no importa que no te conozcan, Nate! ¡Esa gente también tiene ojos y están viendo lo mismo que yo veo! ¡No tienes novia conocida! ¡Solo te pones trajecitos y corbatitas, solo andas en autos deportivos...! ¿Cuándo fue la última vez que tuviste un rifle de caza en las manos? ¿¡Eh!? ¡Contéstame! ¡Así no fue como yo te crie! Nate bajó de un tirón el vaso de whisky que tenía en la mano y lo empujó hacia su hermano Matthew al otro lado de la barra. —¡Ay, papá, por favor! Uso traje y corbata porque trabajo en Nueva York. Tenemos
Nate se quedó mirándola durante un largo segundo. La mujer frente a él era joven y muy hermosa, aunque si era honesto, no acababa de determinar si aquel aspecto descuidado se debía al accidente que acababan de tener o era algo más permanente.De cualquier manera, no era el tipo de mujer despampanante y sofisticada que solía atraerlo en el pasado, así que aquel tirón espontáneo contra su bragueta lo hizo reaccionar con molestia.—¡Te hice una pregunta! —demandó furioso—. ¡Así que más te vale darme una explicación convincente!Blair lo miró asustada mientras gruesas lágrimas corrían por sus mejillas. Lo había sabido en el último segundo mientras el carro la impactaba, había sabido que aunque tenía los días contados, no quería desperdiciarlos, solo quería estar con su hija todo el tiempo que pudiera.—Lo lamento... De verdad lo lamento, señor, no fue mi intención... Yo no... Ni siquiera venía viendo por donde caminaba...—¡Si hay algo que odio es que me hagan pasar por estúpido! —espetó
Si aquel Ferrari rojo la hubiera impactado en pleno pecho en ese momento, probablemente Blair hubiera lucido mucho mejor. Nate observó cada detalle de su reacción, pero todo lo que podía ver en la cara de la muchacha era miedo y confusión mientras ella le devolvía una mirada de absoluta incredulidad.—¿Qué está diciendo…? —balbuceó ahogándose con sus propias palabras—. Que tenga… que tenga un… para usted…?—La explicación es bastante simple…—¡Más le vale! ¿Cómo es eso de que tenga un bebé para usted? ¿Qué le parezco, útero móvil o qué? ¿Usted está drogado?... —exclamó la muchacha espantada—. ¡Oh Dios, perdón…! ¡Estoy tan nerviosa…! ¡Lo siento…!Nate se pasó la mano por el cabello, alisándolo y tratando de pensar muy bien cómo iba a decirle aquello.—Eres una mujer inteligente, debe saber lo que son los vientres subrogados, ¿verdad?Blair pestañeó despacio, encajando el concepto.—Pues sí, pero...—Algo como eso es lo que necesito. Una mujer que acepte tener un hijo para mí. Tú ya tie
—¡Por favor dígame que puedo conseguir algún tipo de ayuda para ellas! ¡Por favor…!Blair estaba a punto de ponerse de rodillas delante de aquella mujer. Se había presentado en aquel centro de ayuda casi al amanecer, porque necesitaba agotar todas sus posibilidades… pero la respuesta había sido tajante:—Lo siento, señora Sagal, pero la única ayuda para la que aplica su madre por su edad es para el internamiento en una residencia, y allí no podría tener a la niña —sentenció la trabajadora social—. De hecho… en el momento que usted falte, Servicios Sociales se verá involucrado y evaluarán la capacidad de su madre para cuidar de la menor. A falta de otro adulto responsable, el Estado se quedará a cargo de ella.—¿El estado? Quiere decir… ¿En un orfanato?La trabajadora social asintió con tristeza, pero no podía mentirle.—Así es. Lo lamento, señora Sagal, pero no creo que su madre sea considerada apta para cuidar de su hija. La menor será llevada a un orfanato y con suerte, será una buen
El contrato parecía simple, pero estaba lleno de palabras que pesaban demasiado en el corazón de Blair. Estaba sentada a un lado de aquella mesa de juntas y Nate estaba sentado del otro lado. Y entre ellos se ubicaban dos testigos: El señor Müller, abogado de confianza y Ranger.—Las cláusulas son muy sencillas —expresó el abogado—. Ambas partes cooperarán para conseguir un embarazo exitoso y luego el señor Vanderwood se quedará con la custodia no solo de su hijo biológico, sino también de la hija mayor de la señora Sagal.El abogado los miró a los dos y cada uno asintió a modo de confirmación antes de que él siguiera.—Durante todo el proceso y para facilitar el mismo, la señora Sagal deberá mudarse a la residencia del señor Vanderwood, donde se dedicará únicamente y por entero a la tarea especificada en el contrato, es decir: a darle un hijo; para lo cual el Señor Vanderwood proveerá las comodidades que la señora Sagal pueda necesitar. ¿Alguna duda hasta aquí?Nate y Blair se miraro
“Si estás decidida, puedes comenzar a intentarlo a partir de mañana”.Las palabras de la doctora resonaban en la cabeza de Blair mientras intentaba tragarse aquel nerviosismo y caminaba hacia la pequeña heladería donde estaba Ranger con su bebé.—¿Todo bien, señora Sagal? —preguntó él al ver que traía la mirada un poco perdida.—Sí... Sí, claro. Pero por favor, no me digas señora Sagal, mi nombre es Blair.—Está bien, Blair, ¿quieres que ya las lleve a casa?Ella lo pensó por un momento y luego negó con la cabeza.—No, de hecho me gustaría visitar a mi madre. ¿Te molestaría dejarnos allá para pasar con ella la tarde? —le preguntó y Ranger esbozó una sonrisa amable.—Para nada, será un placer.Pocos minutos después llegaron a la pequeña casa en las afueras de la ciudad, y Blair sacó a su hija de la camioneta, avisándole que lo llamaría cuando estuviera lista para regresar a la mansión Vanderwood.Pero en lugar de irse, Ranger dio una estratégica vuelta a la manzana y se apostó una call
Aquello era un negocio, solo un negocio, y Nate estaba más que consciente de esto, sin embargo había un componente allí que ni podía fingirse, ni comprarse, ni solucionarse; un componente que tenía que darse de forma natural al menos para él y ese era el deseo.Quizás ella pudiera simplemente abrirse de piernas y soportarlo, pero para él definitivamente tenía que haber al menos una mínima chispa o de lo contrario aquel guerrero sería guerrero muerto sin haber empezado la batalla.Y por más sentimientos contradictorios que eso le provocara, el deseo por aquella mujer no era precisamente un problema. Lo había sabido desde el primer momento en que la había visto llorosa y despeinada en aquella clínica. Había sabido que había chispa y atracción, que era “follable, besable y devorable”, y que podía hacérselo en posiciones que no se habían visto ni en el Kama Sutra.Blair tenía la piel suave y caliente, curvas delicadas y una forma de tener siempre los labios abiertos que le ponía la sangre
El problema era que en aquel momento Nate no tenía tiempo para definir qué era aquello: si posesividad, sentido de pertenencia o instinto protector. Simplemente ver a aquel tipo tocando a Blair lo había sacado de sus casillas.Sentía la frente de la muchacha apoyada en su espalda y la forma inquieta en que sus puños se cerraban sobre la piel de su cazadora, y solo echó un brazo hacia atrás tocando su espalda con un gesto de seguridad.—¡Que ni se te ocurra volver a tocarla! —amenazó al periodista—. ¡Las preguntas son para mí y yo te las responderé cuando lo considere!—Pero ella, ¿quién es...?—¡¿A ti qué te importa?! ¡Puede ser mi mujer o mi chica del café, y aun así tampoco te importaría! —gruñó molesto.La policía trató de alejar a los periodistas tanto como era posible, pero la verdad ese era el menor de los problemas, porque a pesar de las protestas, Nate se mantuvo firme en su decisión.—Quizás si intentáramos levantar los camiones con una grúa —propuso uno de los policías.Pero