De cualquier manera, no era el tipo de mujer despampanante y sofisticada que solía atraerlo en el pasado, así que aquel tirón espontáneo contra su bragueta lo hizo reaccionar con molestia.
—¡Te hice una pregunta! —demandó furioso—. ¡Así que más te vale darme una explicación convincente!
Blair lo miró asustada mientras gruesas lágrimas corrían por sus mejillas. Lo había sabido en el último segundo mientras el carro la impactaba, había sabido que aunque tenía los días contados, no quería desperdiciarlos, solo quería estar con su hija todo el tiempo que pudiera.
—Lo lamento... De verdad lo lamento, señor, no fue mi intención... Yo no... Ni siquiera venía viendo por donde caminaba...
—¡Si hay algo que odio es que me hagan pasar por estúpido! —espetó Nate sin tragarse aquella historia—. ¿Cuánto quieres? ¡Sé que si te metiste delante de mi auto a propósito y solo puede haber sido por dinero!
—¡No no… yo a usted no quiero pedirle…! —intentó justificarse pero eso solo hizo que Nate achicara los ojos.
—¿Y si no es a mí a quién? —Por su mente pasó una hipótesis pero se la guardó porque estaba seguro de que la necesitaría para más adelante—. ¡Solo dime tu precio para mantener esto en silencio y mandaré a que te paguen!
—Yo no… no quiero nada —susurró.
Blair temblaba bajo la mirada de aquel hombre y las pocas veces que se atrevía a mirarlo de reojo solo veía la expresión fría y severa de un dios de la venganza. Era horriblemente atractivo, pero también parecía inaccesible y furioso.
—¡Mañana en mi oficina a primera hora! ¡Y no te atrevas a faltar porque tengo tu nombre y tu dirección del pago de Urgencias! —Fue lo único que salió de la boca de Nate mientras metía una mano en su bolsillo y lanzaba una tarjeta de presentación en su regazo.
Luego se dio la vuelta y salió de allí sin mirar atrás.
Blair se cubrió la cara con las manos y dejó salir toda la tensión y todo el miedo en forma de lágrimas. ¿Cómo se le había ocurrido hacer algo como aquello? Un año no era mucho, pero al menos lo pasaría con las personas que amaba. Aun así, todavía le quedaba aquel desasosiego de qué haría para dejar a su hija y a su madre protegidas.
Regresó a casa y abrazó y besó a su pequeña bebé entre lágrimas, prometiéndole que estaría con ella todo el tiempo posible. Luego buscó su ropa menos vieja para la reunión del día siguiente. No quería ir, pero si era honesta tenía un poco de miedo de lo que aquel hombre pudiera hacerle por haber provocado el accidente. Desde demandarla hasta acusarla con la policía y meterla a la cárcel.
La compañía Vanderwood ocupaba todo un enorme edificio en el centro de Nueva York, y cuando ella llegó enseguida la hicieron pasar. Blair estaba preparada para las explicaciones de cómo el mismo dueño le había pedido presentarse. Sin embargo, no tenía idea de que la pasarían directamente al área de Recursos Humanos.
—¿Trajo su expediente laboral? —preguntó la mujer que la atendió.
—¿Eh…? Creo que hay una confusión… yo no vine por…
—Lo sé, pero el señor Vanderwood exigió su expediente laboral —dijo la mujer con sequedad.
Blair pasó saliva y descargó el archivo de su teléfono, agradeciendo que la parte médica aún no se hubiera actualizado.
—¿Carrera universitaria? —preguntó la jefa de recursos humanos abriendo el archivo en su correo.
—No…, no, solo algunos estudios de nivel medio.
—Mmm… Un curso de Gestión de imagen corporativa. No está mal. Tenemos algunos gestores en la empresa y hacen muy buen trabajo. ¿Ha tenido oportunidad de ejercer?
Blair apretó los labios y negó con preocupación.
—No, no he podido, solo soy… solo soy recepcionista.
—Comprendo, entonces espere aquí unos minutos. Voy a pasar su expediente al señor Vanderwood y le diré que ya está aquí.
Blair asintió con angustia, sin saber que en aquel momento y veintiséis seis pisos por encima del suyo, Nate daba vueltas inquieto en su silla ejecutiva hasta que vio entrar a su mejor amigo.
—Ella ya está aquí y yo ya tengo los documentos —aseguró Ranger, que después de algunos años había escalado en su posición como jefe de seguridad de la empresa, y ahora era básicamente el arreglador de todos los líos de Nate—. El contrato de confidencialidad es blindado, solo tienes que hacer que te lo firme y no podrá demandarte, sacarte dinero, o ir a la prensa con esta historia del accidente.
—¡Perfecto! —suspiró Nate—. Una preocupación menos que tengo encima, ¡y ya con las babosadas de mi padre tengo suficiente!
Se mesó los cabellos poniendo los documentos a un lado, y Ranger le dirigió una mirada sarcástica.
—¡Por Dios, eres el único hombre en la tierra al que le molesta el duro contra el muro!
—No te hagas el gracioso, que mi padre lo que quiere es lo que viene después del duro y del muro. Y no hay forma de que le deje claro que no me interesa tener una relación. ¡El viejo quiere un nieto, y punto, porque al parecer esa es la confirmación de que no soy gay!
Ranger se paró frente a él y dio una vuelta bastante dramática.
—A ver, mírame bien, ¿yo te gusto?
—¡Claro que no, no seas payaso!
—Pues entonces yo lo certifico, no eres gay, porque amigo, ¡yo soy un diez absoluto!
Nate tomó uno de los adornos sobre su mesa y se lo lanzó, pero no pudo evitar reírse de aquella ocurrencia.
—Mira, no te compliques, tú tampoco estás despreciable y por la cantidad de dinero correcta, cualquier mujer tendría un hijo contigo —le explicó Ranger—. Solo tienes que asegurarte de encontrar a la chica adecuada a la que puedas encargarle un bebé, una que no pueda darte problemas, una a la que solo tengas que pagarle y decirle adiós. ¡No puede ser tan difícil!
Pero sí lo era, porque la decisión equivocada podía ponerlo en el punto de mira de la prensa y destruir por completo su reputación.
Eso iba a responderle a Ranger cuando tocaron a la puerta con insistencia, y un segundo después su asistente asomó la cabeza.
—Señor, la jefa de Recursos Humanos me dijo que le pasara este expediente.
Él lo recibió y estuvo a punto de hacer una mueca de rechazo cuando de repente algo pareció llamar su atención, abrió el expediente y revisó cada uno de los documentos con el ceño fruncido, mientras Ranger notaba los engranajes de su cabeza girando.
“Una que no pueda darte problemas”, pensó Nate.
—¡Maggie, haz pasar a esta mujer! —le ordenó y pocos minutos después Blair entraba, mientras Ranger salía.
—Señor Vanderwood...
—¡Todavía estoy esperando una explicación razonable! —la interrumpió él con un tono hosco, y ella se quedó en silencio—. Pero como parece que no voy a obtener ninguna de tu parte, voy a soltarte las hipótesis que tengo. ¿Necesitas dinero y creíste que podías sacárselo a un hombre rico, no es así?
Blair pasó saliva, y sus ojos se humedecieron.
—Lo lamento mucho, de verdad no iba a pedirle nada, no debí venir... —murmuró dándose la vuelta, y aquello que parecía un trueno la detuvo.
—¡No te he dicho que puedes irte! —Nate se recostó de nuevo en su silla—. Lo que hiciste ayer… si no ibas a pedirme nada a mí, ¿a quién ibas a pedírselo entonces? —La vio palidecer y supo que había dado en el blanco—. ¡Maldit@ sea, ibas a sacárselo a alguien más! ¿Tienes un seguro de vida? ¿Es eso? —Se levantó de su silla y se acercó a ella con expresión amenazante—. ¿¡Ibas a cargarme una muerte para cobrar un seguro de vida!?
Blair tembló ahogando un gemido y Nate se mesó los cabellos confirmando que esa era la verdad. ¡Aquella debía ser mucha desesperación! Y por más frío que pudiera parecer, era exactamente la clase de desesperación que necesitaba.
Señaló el expediente sobre la mesa y dominó su tono antes de seguir.
—Aquí dice que eres madre soltera. ¿Es correcto?
—Sí... Tengo una bebé de ocho meses.
—¿Sana?
Blair frunció el ceño.
—Sí, mi hija es muy sana. ¿Por qué?
—¿Su padre?
—Señor, no entiendo ¿esto que tiene que ver...?
—¡Solo contesta!, ¿el padre de tu hija?
Blair pasó saliva y respiró profundo.
—Murió antes de que ella naciera, un accidente en el barco donde trabajaba.
—Comprendo...
El silencio se hizo incómodo por un largo segundo mientras Nate miraba con insistencia aquellos documentos.
Todo en él le gritaba que aquella era una completa locura, pero estaba en una encrucijada demasiado difícil, por un lado no quería perder todo por lo que había estado trabajando desde que era muy joven, y por otro no estaba dispuesto a tener ninguna relación verdadera con ninguna mujer. Prefería arriesgarse al escándalo.
—Ni siquiera voy a preguntar qué tan desesperada estás por conseguir dinero, que te hayas lanzado delante de mi coche ya dice suficiente, y no voy a inmiscuirme en tu vida ni en tus motivos, pero tengo una propuesta para ti que quizás lo solucione.
Blair contuvo la respiración, y Nate pudo ver el miedo y la esperanza reflejados en sus ojos.
—¿Una propuesta? ¿Qué... Qué propuesta?
—Ten un bebé para mí, y me aseguraré de que no te falte el dinero por el resto de tu vida.
Si aquel Ferrari rojo la hubiera impactado en pleno pecho en ese momento, probablemente Blair hubiera lucido mucho mejor. Nate observó cada detalle de su reacción, pero todo lo que podía ver en la cara de la muchacha era miedo y confusión mientras ella le devolvía una mirada de absoluta incredulidad.—¿Qué está diciendo…? —balbuceó ahogándose con sus propias palabras—. Que tenga… que tenga un… para usted…?—La explicación es bastante simple…—¡Más le vale! ¿Cómo es eso de que tenga un bebé para usted? ¿Qué le parezco, útero móvil o qué? ¿Usted está drogado?... —exclamó la muchacha espantada—. ¡Oh Dios, perdón…! ¡Estoy tan nerviosa…! ¡Lo siento…!Nate se pasó la mano por el cabello, alisándolo y tratando de pensar muy bien cómo iba a decirle aquello.—Eres una mujer inteligente, debe saber lo que son los vientres subrogados, ¿verdad?Blair pestañeó despacio, encajando el concepto.—Pues sí, pero...—Algo como eso es lo que necesito. Una mujer que acepte tener un hijo para mí. Tú ya tie
—¡Por favor dígame que puedo conseguir algún tipo de ayuda para ellas! ¡Por favor…!Blair estaba a punto de ponerse de rodillas delante de aquella mujer. Se había presentado en aquel centro de ayuda casi al amanecer, porque necesitaba agotar todas sus posibilidades… pero la respuesta había sido tajante:—Lo siento, señora Sagal, pero la única ayuda para la que aplica su madre por su edad es para el internamiento en una residencia, y allí no podría tener a la niña —sentenció la trabajadora social—. De hecho… en el momento que usted falte, Servicios Sociales se verá involucrado y evaluarán la capacidad de su madre para cuidar de la menor. A falta de otro adulto responsable, el Estado se quedará a cargo de ella.—¿El estado? Quiere decir… ¿En un orfanato?La trabajadora social asintió con tristeza, pero no podía mentirle.—Así es. Lo lamento, señora Sagal, pero no creo que su madre sea considerada apta para cuidar de su hija. La menor será llevada a un orfanato y con suerte, será una buen
El contrato parecía simple, pero estaba lleno de palabras que pesaban demasiado en el corazón de Blair. Estaba sentada a un lado de aquella mesa de juntas y Nate estaba sentado del otro lado. Y entre ellos se ubicaban dos testigos: El señor Müller, abogado de confianza y Ranger.—Las cláusulas son muy sencillas —expresó el abogado—. Ambas partes cooperarán para conseguir un embarazo exitoso y luego el señor Vanderwood se quedará con la custodia no solo de su hijo biológico, sino también de la hija mayor de la señora Sagal.El abogado los miró a los dos y cada uno asintió a modo de confirmación antes de que él siguiera.—Durante todo el proceso y para facilitar el mismo, la señora Sagal deberá mudarse a la residencia del señor Vanderwood, donde se dedicará únicamente y por entero a la tarea especificada en el contrato, es decir: a darle un hijo; para lo cual el Señor Vanderwood proveerá las comodidades que la señora Sagal pueda necesitar. ¿Alguna duda hasta aquí?Nate y Blair se miraro
“Si estás decidida, puedes comenzar a intentarlo a partir de mañana”.Las palabras de la doctora resonaban en la cabeza de Blair mientras intentaba tragarse aquel nerviosismo y caminaba hacia la pequeña heladería donde estaba Ranger con su bebé.—¿Todo bien, señora Sagal? —preguntó él al ver que traía la mirada un poco perdida.—Sí... Sí, claro. Pero por favor, no me digas señora Sagal, mi nombre es Blair.—Está bien, Blair, ¿quieres que ya las lleve a casa?Ella lo pensó por un momento y luego negó con la cabeza.—No, de hecho me gustaría visitar a mi madre. ¿Te molestaría dejarnos allá para pasar con ella la tarde? —le preguntó y Ranger esbozó una sonrisa amable.—Para nada, será un placer.Pocos minutos después llegaron a la pequeña casa en las afueras de la ciudad, y Blair sacó a su hija de la camioneta, avisándole que lo llamaría cuando estuviera lista para regresar a la mansión Vanderwood.Pero en lugar de irse, Ranger dio una estratégica vuelta a la manzana y se apostó una call
Aquello era un negocio, solo un negocio, y Nate estaba más que consciente de esto, sin embargo había un componente allí que ni podía fingirse, ni comprarse, ni solucionarse; un componente que tenía que darse de forma natural al menos para él y ese era el deseo.Quizás ella pudiera simplemente abrirse de piernas y soportarlo, pero para él definitivamente tenía que haber al menos una mínima chispa o de lo contrario aquel guerrero sería guerrero muerto sin haber empezado la batalla.Y por más sentimientos contradictorios que eso le provocara, el deseo por aquella mujer no era precisamente un problema. Lo había sabido desde el primer momento en que la había visto llorosa y despeinada en aquella clínica. Había sabido que había chispa y atracción, que era “follable, besable y devorable”, y que podía hacérselo en posiciones que no se habían visto ni en el Kama Sutra.Blair tenía la piel suave y caliente, curvas delicadas y una forma de tener siempre los labios abiertos que le ponía la sangre
El problema era que en aquel momento Nate no tenía tiempo para definir qué era aquello: si posesividad, sentido de pertenencia o instinto protector. Simplemente ver a aquel tipo tocando a Blair lo había sacado de sus casillas.Sentía la frente de la muchacha apoyada en su espalda y la forma inquieta en que sus puños se cerraban sobre la piel de su cazadora, y solo echó un brazo hacia atrás tocando su espalda con un gesto de seguridad.—¡Que ni se te ocurra volver a tocarla! —amenazó al periodista—. ¡Las preguntas son para mí y yo te las responderé cuando lo considere!—Pero ella, ¿quién es...?—¡¿A ti qué te importa?! ¡Puede ser mi mujer o mi chica del café, y aun así tampoco te importaría! —gruñó molesto.La policía trató de alejar a los periodistas tanto como era posible, pero la verdad ese era el menor de los problemas, porque a pesar de las protestas, Nate se mantuvo firme en su decisión.—Quizás si intentáramos levantar los camiones con una grúa —propuso uno de los policías.Pero
Ni uno solo de los teléfonos que había en su oficina, ni una sola de las extensiones dejaban de sonar y Nate quería que la tierra se abriera bajo sus pies y se lo tragara.Aquel probablemente se convertiría en el peor día en la historia de la compañía familiar, sin embargo, cuando su asistente entró en medio de aquel caos, la mujer solo se encogió de hombros con una sonrisa.—Maggie, ¿ya te volviste loca o ya tienes trabajo en otra empresa? —le preguntó Ranger viéndola tan contenta.—¡Es que son buenas llamadas! —exclamó la asistente—. Estamos recibiendo decenas de solicitudes para entrevistas en radio y televisión, pero además no han parado de llamar nuevos inversores para la compañía.—¡¿En serio?! —Nate se echó adelante en el asiento con una expresión de incredulidad.—Así es, yo no sé mucho sobre estas cosas pero creo que deberían revisar las finanzas esas o algo así.Ranger le hizo un gesto apresurándolo y Nate de inmediato se metió en la bolsa de valores para ver qué estaba pasa
La cama era demasiado blanda, la almohada era demasiado esponjosa, el suelo era demasiado duro y él no dormía ahí. En la bañadera no podía dormir porque estaba mojada; en las alfombras dormían los perros, y de pie tampoco se dormía. Así que para ser claros, Nate no logró dormir esa noche, y ni el mejor psicólogo del mundo le hubiera podido sacar el por qué. Su cuerpo estaba completamente exhausto después de aquel clímax, y aun así su cerebro estaba trabajando a toda marcha, como un extraño tocadiscos roto que solo repitiera el mismo fragmento: “Esto es un negocio”.No tenía idea de que en aquel mismo momento el vídeo que lo había salvado de la crisis también estaba teniendo su dosis de malas interpretaciones, junto a decenas de interrogantes: Todas relacionadas con quién era la mujer a la que Nate Vanderwood le daba explicaciones de sus actos, qué tenían que ver el uno con el otro y si eran una de esas parejas que escondían de la prensa su relación.Al día siguiente, y con más café en