“Si estás decidida, puedes comenzar a intentarlo a partir de mañana”.
Las palabras de la doctora resonaban en la cabeza de Blair mientras intentaba tragarse aquel nerviosismo y caminaba hacia la pequeña heladería donde estaba Ranger con su bebé.
—¿Todo bien, señora Sagal? —preguntó él al ver que traía la mirada un poco perdida.
—Sí... Sí, claro. Pero por favor, no me digas señora Sagal, mi nombre es Blair.
—Está bien, Blair, ¿quieres que ya las lleve a casa?
Ella lo pensó por un momento y luego negó con la cabeza.
—No, de hecho me gustaría visitar a mi madre. ¿Te molestaría dejarnos allá para pasar con ella la tarde? —le preguntó y Ranger esbozó una sonrisa amable.
—Para nada, será un placer.
Pocos minutos después llegaron a la pequeña casa en las afueras de la ciudad, y Blair sacó a su hija de la camioneta, avisándole que lo llamaría cuando estuviera lista para regresar a la mansión Vanderwood.
Pero en lugar de irse, Ranger dio una estratégica vuelta a la manzana y se apostó una calle más atrás, mientras un extraño presentimiento lo hacía vigilar a aquella mujer. Y supo que ese presentimiento era certero en el mismo momento en que la vio salir de la casa sin la niña y tomar un autobús al centro de la ciudad.
La siguió a una distancia prudente como para que ella no se diera cuenta de que estaba siendo vigilada y la vio sacar dinero en un cajero automático. A simple vista no era un acto sospechoso, si no hubiera sido por el hecho de que había preferido evadirlo para hacer aquello. Su primer pensamiento fue que estaba intentando estafar de alguna manera a su amigo, porque él sabía que Nate había tramitado una tarjeta para ella. Sin embargo, el siguiente destino de Blair lo hizo fruncir el ceño con un gesto de incomprensión.
Una compañía de seguros. Una de las más importantes de la ciudad.
Blair estuvo en aquel edificio por alrededor de media hora y luego tomó la misma ruta de autobús de regreso a la casa. Él, por su parte, aguijoneado por ese instinto militar que tenía, se bajó del auto y entró en la Compañía de Seguros, mostrando una de sus tarjetas como de paso y sin dejar que la mujer en la recepción la viera bien.
—Muy buenas tardes, soy el abogado del señor Vanderwood. Vine a corroborar que su esposa haya firmado el seguro de vida que teníamos previsto para él.
La muchacha tecleó rápidamente en su sistema y negó confundida.
—¿Vanderwood?... Lo siento, no tengo ningún seguro a ese nombre.
Ranger respiró con cierto alivio porque, por un momento, había pensado que aquella chica ya le había puesto precio a la cabeza de Nate.
—¿Está segura? Es que la señora Sagal me dijo que vendría —mintió.
—¡Ah sí! Pero la señora Sagal no ha sacado un seguro a nombre de nadie más, solo hizo un pago para subir el monto del suyo.
—El de su propio seguro de vida... Ya veo.
Le dio las gracias a la muchacha y salió de allí con aquello dándole vueltas en la cabeza. Nate le había dicho que la razón de aquel accidente había sido precisamente ese seguro, entonces ¿qué era lo que estaba planeando Blair Sagal? ¿Por qué tenía tanto empeño con eso? Pero decidió callarse las sospechas hasta que no estuviera completamente seguro de lo que estaba sucediendo.
Mientras, sabía que su amigo ya tenía demasiado con lo que lidiar, y en efecto, cuando Nate llegó a casa esa noche, estaba incómodo y de mal humor. Todo aquel asunto de tener a una mujer y a una niña viviendo con él le resultaba muy desagradable, como si lo estuvieran forzando a esa familia de la que tanto huía.
Dejó el maletín en su despacho, y enseguida la señora Pompkins se acercó para comunicarle que ya le habían servido la cena.
—También le ordené a todos que ya se retiren para no molestar, señor. Con su permiso —dijo la amable mujer.
Nate se dirigió al comedor y vio que solo un servicio estaba puesto. Se sentó en la cabecera y se debatió entre si debía comer solo o invitar a Blair para que se le uniera a la hora de la cena. Y estaba pensando en eso cuando las risas le llegaron provenientes de la cocina.
La curiosidad, esa que mató al gato, lo hizo levantarse y asomarse discretamente a la puerta para escuchar la risa emocionada de la pequeña bebé. Frente a ella, Blair cantaba y se movía en un bailecito gracioso, mitad gallina y mitad mariposa; y viéndola, la niña comía su cena sin protestar.
Él tenía una excelente comida esperándolo en el comedor, pero el plato del que ella pellizcaba de cuando en cuando definitivamente no era el mismo que le habían puesto a él en la mesa. Y tenía que reconocer que su olor era mucho más delicioso. Así que claudicó ante su estómago y entró a la cocina, haciendo que Blair se detuviera de inmediato.
—Señor Vanderwood...
—Puedes llamarme Nate —respondió él, sin poder evitar el tono seco y distante.
—Claro... Este... ¿Ya cenó?
Él negó mientras trataba de disimular la sonrisa que la pequeña le ponía en los labios.
—No, decidí venir aquí a comerme toda la comida de esta princesa —murmuró, hablándole a la niña que enseguida comenzó a dar palmadas. Era obvio que él le había dado desde el primer momento—. ¿Dejaste algo para mí o eres una tragona?
Madre e hija sonrieron, y mientras Blair terminaba de darle de cenar, una pregunta surgió en su cabeza.
—Ayer dijo que algo sobre el nombre de mi hija era curioso, ¿podría preguntarle qué?
Nate tomó asiento en una banqueta y se encogió de hombros.
—Es... No sé, es cómo si fuera una especie de señal. Nate es un diminutivo, ¿sabes de cuál nombre? —le preguntó, y Blair frunció el ceño antes de caer en cuenta.
—Nathaniel, su nombre completo es Nathaniel —comprendió.
Nathalie y Nathaniel, realmente parecía como si su pequeña siempre hubiera estado destinada a él.
—Es una bonita coincidencia —murmuró Blair y carraspeó para que las lágrimas no le subieran a los ojos—. Este... ¡Ejem...! ¿Tiene hambre? ¿Quiere comer aquí con nosotras?
Él pensó excusarse con educación, pero su estómago rugió ferozmente.
—No me opondría a nada de lo que hay en ese plato —cedió por fin y la muchacha lo puso delante de él antes de ir a servirse más para sí misma.
No hablaron mucho mientras cenaban en la cocina, como si cada uno estuviera inmerso en un mar de oscuros pensamientos; sin embargo, la bebé entre ellos dos se convertía en una sonrisa común.
Finalmente, después de echar los platos en el lavavajillas, Blair se armó de valor y sacó aquel papel de su bolsa para entregárselo.
—¿Esto qué es?
—Es... Es mi calendario de ovulación. La doctora dijo que podemos comenzar mañana.
El rostro de Nate se ensombreció en un instante al recordar que aquello era solo un negocio, y asintió devolviéndoselo.
—Muy bien, te espero en mi habitación después de que duermas a la beba.
—¿Qué...? —Blair pestañeó nerviosa—. Pero... la doctora dijo que mañana.
Nate miró su reloj con un gesto mecánico y le dio la espalda.
—Mañana es en tres horas. En mi habitación, cuando termines —sentenció aquella orden brusca, y Blair sintió que todo el peso verdadero de su decisión le llegaba de golpe.
Hizo un esfuerzo por dormir a la bebé, intentando no transmitirle su propio nerviosismo, y la dejó en su cunita y al cuidado de la niñera que Nate había contratado a tiempo completo para la casa.
A medida que caminaba hacia la habitación de aquel hombre, sentía que iba perdiendo poco a poco el aliento. La piel se le erizaba solo de imaginar que tenía que acostarse con un hombre que no le gustara, y que tendría que hacerlo una y otra vez hasta quedar embarazada. Su corazón palpitaba tan fuerte que dolía, y realmente tenía que hacer un esfuerzo por no derrumbarse y echarse a llorar allí mismo.
Empujó aquella puerta y justo en ese segundo su boca se quedó abierta y su garganta completamente cerrada. Él salía del baño secándose la cabeza mojada con una toalla, el agua todavía escurría sobre su pecho, dando la vuelta a cada cuadrito de su abdomen, para perderse en el reborde elástico del pantalón de dormir que llevaba puesto.
Nate se detuvo frente a ella y la miró de arriba a abajo.
—¡Demonios, con eso no puedo trabajar! —exclamó, y Blair dio un respingo, mirándose el pijama.
Su primer pensamiento fue que no le gustaba, mientras el primer pensamiento de Nate fue que ella era demasiado bonita como para vestirse con algo tan feo, al punto de que definitivamente prefería verla andar por la casa desnuda que con aquel viejo pijama.
Blair se dio la vuelta y de nuevo aquella voz que siempre parecía un trueno la detuvo.
—Ninguno de los dos puede escapar de esto —sentenció él antes de beberse del tirón una copa de vino blanco que tenía en la mesita cerca de su cama.
—Pero quizás si me cambio...
La muchacha se quedó muda al escuchar sus pasos caminando hacia ella y tembló el sentir aquel calor oscuro que se pegaba a su espalda, haciéndola estremecerse.
Estaba incómoda, de repente el miedo se había apoderado de ella, y encima la asfixiaba la certeza de que no podía escapar… Y en medio de todo aquello los dedos de Nate rodeando sus caderas la hicieron dar un respingo sobresaltado, uno que la llevó directo contra su pecho mientras aquellas manos enormes la acariciaban por debajo de la playera y se juntaban sobre su vientre.
—No tienes que cambiarte —siseó él en su oído—. Bastará con que te quitemos… todo.
Aquello era un negocio, solo un negocio, y Nate estaba más que consciente de esto, sin embargo había un componente allí que ni podía fingirse, ni comprarse, ni solucionarse; un componente que tenía que darse de forma natural al menos para él y ese era el deseo.Quizás ella pudiera simplemente abrirse de piernas y soportarlo, pero para él definitivamente tenía que haber al menos una mínima chispa o de lo contrario aquel guerrero sería guerrero muerto sin haber empezado la batalla.Y por más sentimientos contradictorios que eso le provocara, el deseo por aquella mujer no era precisamente un problema. Lo había sabido desde el primer momento en que la había visto llorosa y despeinada en aquella clínica. Había sabido que había chispa y atracción, que era “follable, besable y devorable”, y que podía hacérselo en posiciones que no se habían visto ni en el Kama Sutra.Blair tenía la piel suave y caliente, curvas delicadas y una forma de tener siempre los labios abiertos que le ponía la sangre
El problema era que en aquel momento Nate no tenía tiempo para definir qué era aquello: si posesividad, sentido de pertenencia o instinto protector. Simplemente ver a aquel tipo tocando a Blair lo había sacado de sus casillas.Sentía la frente de la muchacha apoyada en su espalda y la forma inquieta en que sus puños se cerraban sobre la piel de su cazadora, y solo echó un brazo hacia atrás tocando su espalda con un gesto de seguridad.—¡Que ni se te ocurra volver a tocarla! —amenazó al periodista—. ¡Las preguntas son para mí y yo te las responderé cuando lo considere!—Pero ella, ¿quién es...?—¡¿A ti qué te importa?! ¡Puede ser mi mujer o mi chica del café, y aun así tampoco te importaría! —gruñó molesto.La policía trató de alejar a los periodistas tanto como era posible, pero la verdad ese era el menor de los problemas, porque a pesar de las protestas, Nate se mantuvo firme en su decisión.—Quizás si intentáramos levantar los camiones con una grúa —propuso uno de los policías.Pero
Ni uno solo de los teléfonos que había en su oficina, ni una sola de las extensiones dejaban de sonar y Nate quería que la tierra se abriera bajo sus pies y se lo tragara.Aquel probablemente se convertiría en el peor día en la historia de la compañía familiar, sin embargo, cuando su asistente entró en medio de aquel caos, la mujer solo se encogió de hombros con una sonrisa.—Maggie, ¿ya te volviste loca o ya tienes trabajo en otra empresa? —le preguntó Ranger viéndola tan contenta.—¡Es que son buenas llamadas! —exclamó la asistente—. Estamos recibiendo decenas de solicitudes para entrevistas en radio y televisión, pero además no han parado de llamar nuevos inversores para la compañía.—¡¿En serio?! —Nate se echó adelante en el asiento con una expresión de incredulidad.—Así es, yo no sé mucho sobre estas cosas pero creo que deberían revisar las finanzas esas o algo así.Ranger le hizo un gesto apresurándolo y Nate de inmediato se metió en la bolsa de valores para ver qué estaba pasa
La cama era demasiado blanda, la almohada era demasiado esponjosa, el suelo era demasiado duro y él no dormía ahí. En la bañadera no podía dormir porque estaba mojada; en las alfombras dormían los perros, y de pie tampoco se dormía. Así que para ser claros, Nate no logró dormir esa noche, y ni el mejor psicólogo del mundo le hubiera podido sacar el por qué. Su cuerpo estaba completamente exhausto después de aquel clímax, y aun así su cerebro estaba trabajando a toda marcha, como un extraño tocadiscos roto que solo repitiera el mismo fragmento: “Esto es un negocio”.No tenía idea de que en aquel mismo momento el vídeo que lo había salvado de la crisis también estaba teniendo su dosis de malas interpretaciones, junto a decenas de interrogantes: Todas relacionadas con quién era la mujer a la que Nate Vanderwood le daba explicaciones de sus actos, qué tenían que ver el uno con el otro y si eran una de esas parejas que escondían de la prensa su relación.Al día siguiente, y con más café en
Por suerte o por desgracia Nate ya estaba perfectamente acostumbrado a aquellas órdenes intempestivas de su padre, así que Ranger le deseó buena suerte y un par de horas después cuando llegó a su casa, traía en la cajuela de su auto las dos maletas que se necesitaban para Blair y para Nathalie.—¿Nate, está todo bien? —se sorprendió Blair al verle llegar tan temprano.—Sí, pero surgió un imprevisto... familiar —replicó él—. Vamos a viajar a Texas, a la casa de la familia, porque mi padre quiere verte. Voy un momento a cambiarme y a hacer la maleta, no te preocupes por las de ustedes, ya están las dos en mi auto.Blair frunció el ceño sin comprender.—¿Las nuestras?—Mi asistente se encargó de comprar todo lo necesario para un viaje corto para la niña y para ti. Espero que no tengamos que pasar más que un fin de semana.Él tenía una habilidad especial para zanjar conversaciones importantes, y Blair no estaba en posición de decir que no quería hacer aquel viaje. Así que solo fue a cambi
—Vamos, ya, ¡ya! ¡Les prepararé una linda habitación en la casa! —exclamó Adaline empujando a Nate y a Blair lejos de allí.—Pero mujer, espera, acabo de preguntar...—¡Rufus por Dios, los muchachos acaban de llegar! ¿No puedes dejar tus interrogatorios para otro momento? Solo... ¡disfruta de la niña y ya!Y como el patriarca de la familia realmente estaba muy emocionado con su nieta, no fue para nada difícil distraerlo para que dejara en paz a Nate.—¿Sabes qué, hijo? Sé que tu padre es un dictador reprimido —suspiró su madre—. Nadie puede decirle nada que no quiera escuchar, pero yo sí te escucho hijo. Si quieres puedo ponerlos en habitaciones separadas, no hay ningún problema, tu padre no tiene por qué enterarse...—No te preocupes mamá, no tengo ningún problema con que usemos una sola habitación, finalmente eso es lo que hacemos en casa ¿no es verdad, cariño?—No, no es verdad, en casa casi siempre te duermes sobre el escritorio —replicó Blair con una sonrisa suave, y Asher y Seba
Quizás si hubiera estado en sus cinco sentidos a Nate le habría parecido extraño lo poco que ella pesaba, pero con el cansancio post sexo y los tragos de más, el hecho de poder llevarla a la cama como si fuera una plumita fue en lo que menos pensó.La acostó allí, cubriéndola con varios edredones, y apretó la mano en un puño para evitar acariciarle aquel mechón de cabello que le caía sobre la cara.Tenía que ser idiota para no darse cuenta de que en los pocos días que llevaba de conocerla, ella le había salvado el trasero más de una vez, y que aquello se sentía como si fuera algo natural.—¡Maldición, ni te acostumbres, Nate, de cualquier manera tampoco va a durar...! —murmuró para sí mismo y se llevó la almohada de la cama y una manta para irse a dormir al pequeño sofá de la habitación de Nathalie, y así si alguien entraba poder decir que la pequeña estaba dando una mala noche.Se quedó rendido en un instante y para cuando abrió los ojos ya ni ella ni la niña estaban por todo aquello
Blair notó en aquel mismo momento la contrariedad en la expresión de Nate. No, no quería quedarse dos semanas y menos en medio de la farsa que estaban aparentando frente a la familia. Sin embargo, estaba bastante segura de que aquellas órdenes en forma de peticiones del señor Vanderwood no eran fáciles de rechazar.—Yo estoy de vacaciones, no tengo problemas en quedarme —dijo Matthew desde el otro lado de la mesa.Los gemelos, por supuesto, se encogieron de hombros porque los dos estaban terminando la universidad y ya habían rendido los parciales, solo tenían que trabajar en sus tesis y eso podían hacerlo desde cualquier lugar.—Nosotros también nos quedamos, ya el año pasado casi nos perdimos Halloween, así que vamos a disfrutar este —aseguró Asher chocando los cinco con su gemelo.—Bueno... Yo podría hacer un esfuerzo, aunque tendré que estar yendo a la ciudad cada par de días un rato, pero sí, me puedo quedar —respondió Elijah.Todos los rostros se giraron entonces hacia Nate y Bla