2. Ella es...

Javier bajó las escaleras, tratando de olvidar su cuestionable forma de actuar con la hermana menor de su amigo. No era el momento, ni el lugar para usar su lado coqueto, pero el encuentro en el patio lo dejó en un terreno desconocido.

Al principio creyó estar cometiendo un error al entrar a su habitación y mentir sobre haberse equivocado, pero las osadas palabras de Andrea no hicieron más que echarle combustible a aquella sensación de desconcierto y atracción.

Su intención era amedrentarla por ser tan atrevida siendo tan joven, porque no todos los amigos de Efraín eran como él. Bastaba escuchar a Franco Baumann para conocer el nivel de obsesión con la que hablaba de Andy García, pero ahora sabía por qué. La forma en que Andrea lo miró en el pasillo lo hizo pensar en que tenía una posibilidad.

Sin embargo, él estaba en esa casa para ayudar a Efraín y aunque los padres de este sabían de su existencia, porque su amigo se quedó en su casa de Estados Unidos en muchas festividades, sentía la necesidad de causar una buena impresión. Sobre todo después de su encuentro fortuito con las hermanas de su amigo.

—Es un placer conocerlos al fin, señores García —saludó Javier con una sonrisa cordial mientras estrechaba sus manos.

—El gusto es nuestro, muchacho —respondió Alfredo con una mirada evaluadora, pero no podía negar la calidez en ella—. Espero que disfrutes tu estadía en nuestro país.

De manera involuntaria giró hacia Andrea y estuvo a punto de reír cuando esta enrojeció y desvió la mirada. Sara bajó en ese momento como si nada, y saludó a su padre. No parecía arrepentida de haber mentido y él no pretendía hablar sobre ello.

Miranda, su madre, los invitó a tomar asiento y en poco tiempo hizo que el servicio llenara de bocadillos y bebidas el salón.

—Por fin podremos devolver las atenciones que ha tenido tu familia con mi Efra —comentó Miranda.

—Le aseguro que disfrutamos de su compañía. Tienen un hijo con muchas cualidades —respondió, pero no pasó por alto el gesto de incredulidad de Alfredo. Así que para aligerar el ambiente agregó—: Señora García, su hogar es acogedor y tiene una decoración exquisita.

La sonrisa de la pareja le hizo saber que atinó con el tema, porque la siguiente media hora se la pasaron hablando de las obras de arte acumuladas con los años y con la familia. Ella sería una buena amiga de su madre. Estaba seguro.

Tras unos minutos, Alfredo se puso de pie y le hizo un gesto a Javier para que lo siguiera.

—Me gustaría discutir algunos detalles contigo —Efraín se puso de pie, pero Alfredo agregó—: en privado.

Javier asintió y lo acompañó hasta el elegante despacho, donde tomaron asiento frente al escritorio de madera oscura. El hombre mayor lo miró con una expresión seria en su rostro.

—Aprecio tu interés en asociarte con Efraín, muchacho— comenzó, tamborileando los dedos contra su escritorio de caoba—. Pero debo advertirte sobre los riesgos de hacer negocios con él.

Javier frunció el ceño, confundido por sus palabras.

—Señor…

—Llámame Alfredo, por favor.

—Gracias. Alfredo, usted sabe que Efraín es mi amigo desde hace años, y aunque sé de sus tendencias, nunca he dudado de su capacidad empresarial.

—No me malinterpretes. Mi hijo es un hombre talentoso, pero su adicción al juego ha sido una sombra constante en su vida. Estoy seguro de que también lo sabes.

Javier asintió, sin revelar nada más.

—Eso lo hace poco confiable en los negocios. Te aconsejo que evalúes de nuevo en lo que te estás metiendo.

—Lo tengo claro, Alfredo. Y he tomado medidas de prevención con esta inversión. Es por eso que creí prudente el venir a presentarme ante usted. Pero aprecio sus consejos y le aseguro que analizaré la situación con cuidado antes de comprometerme.

—Me alegra escuchar eso. Sé que ustedes son buenos amigos y no me gustaría que esa relación se viera afectada por un incumplimiento de su parte. Para serte sincero, creí que Efraín no conseguiría un socio, y esperaba que me sustituyera en el banco sin problema. Pero también quisiera verlo triunfar.

—Ya somos dos —confesó con sinceridad—. Si firmamos, me quedaré un tiempo en México para ayudarle a arrancar el negocio, pero él se hará cargo cuando deba volver a trabajar con mi padre.

—Esperaré tu llamada —dijo estrechando su mano—. ¿Cenas con nosotros?

—Tengo una habitación reservada en el Imperial —se excusó.

—De ninguna manera. Te quedas en esta casa igual que Efraín hace en la tuya. ¿Estamos?

Javier dudó por un momento, pero al abrir la puerta del despacho, se encontró con su amigo esperando del otro lado. La postura rígida y la mirada inquieta de Efraín revelaban su nerviosismo, y Javier no podía culparlo considerando la opinión poco favorable que tenía su padre sobre él. Quizá lo sabía.

Javier sintió una punzada de compasión por su amigo. Alfredo compartió su propuesta con su hijo y este insistió en que aceptara, lo que terminó por convencerlo.

Javier iba hacia el comedor cuando su amigo lo detuvo con una mano en su hombro.

—Javi, necesito dejarte algo claro —susurró, con la expresión en su rostro casi amenazante—. Mis hermanas son intocables, ¿entiendes? No quiero que te hagas ideas equivocadas, en especial con Sara.

Javier frunció el ceño, y negó casi a punto de aclarar como un idiota que no era a ella a quien quería.

—Sabes que respeto a tu familia y jamás me aprovecharía de la situación.

—Más te vale, porque no quiero tener que recordarte que tienes a Minerva.

La mención de su novia hizo que Javier se tensara. Sabía que su relación con ella estaba lejos de ser perfecta, aunque no era algo que quisiera discutir en ese momento. Pero entendía a Efraín, él también tenía una hermana menor.

Javier tomó asiento, esforzándose por mantener su mirada alejada de Andrea. Pero fue inevitable notar su presencia, sus movimientos gráciles y su sonrisa plena.

Cada vez que sus ojos se encontraban, Javier sentía un deseo incontrolable de ignorar la advertencia de Efraín. Y tuvo que hacer un esfuerzo consciente para concentrarse en la conversación en la mesa.

—No puedo creer que se comporten de esta manera, en especial cuando tenemos visitas —dijo Miranda en tono mesurado, pero con severidad.

Sara y Andrea bajaron la mirada, avergonzadas por su comportamiento infantil.

—Vamos, cariño, son solo juegos de niñas. No seas tan dura con ellas —intervino Alfredo, que parecía encantado con la situación.

Aunque ambas hermanas enrojecieron e intentaron cambiar de tema a la vez. Javier no pudo evitar sonreír ante la dinámica familiar, admirando la calidez y el amor que compartían, a pesar de los desacuerdos.

Con un esfuerzo de voluntad, Javier apartó esos pensamientos de su mente. Tenía una relación con Minerva y un acuerdo de negocios por delante. No podía permitirse distracciones, por más tentadoras que fueran.

Era casi media noche cuando Javier atravesó el pasillo, absorto en sus pensamientos sobre la plática que tuvo con Efraín minutos antes, y la voz de Andrea captó su atención. Parecía estar discutiendo con alguien en su habitación.

—Es sencillo. Si no me lo presentas, te juro que no te incluiré en el trabajo final. Sabes que necesitas esa calificación.

Javier frunció el ceño, sorprendido por la actitud manipuladora de Andrea. ¿Acaso estaba chantajeando a alguien solo para conseguir una cita?

No quería involucrarse, así que giró de vuelta a su habitación, pero chocó de frente con Alfredo. El hombre lo miró con suspicacia, arqueando una ceja.

—¿Perdiste algo cerca de las habitaciones de mis hijas? —preguntó Alfredo con un tono serio que hizo que se sintiera incómodo.

—No, señor, yo solo… —balbuceó Javier, avergonzado por haber sido descubierto—. Estaba buscando un lugar para fumar, pero me desorienté un poco.

Alfredo lo escrutó con la mirada, como si estuviera evaluando la veracidad de sus palabras. Finalmente, asintió y le indicó la dirección del balcón principal.

Javier agradeció y se apresuró a alejarse, sintiendo la mirada penetrante de Alfredo en su espalda. Revisó sus bolsillos y no llevaba la cajetilla de siempre, así que suspiró apoyándose en el borde, lamentando haber juzgado a Andrea tan rápido.

Tendría que ser más cauteloso y observar con atención antes de dejarse llevar por sus emociones. Después de todo, estaba allí por negocios, no para involucrarse en dramas familiares o romances complicados. Sin embargo, la curiosidad por conocer el otro lado de la historia de Andrea lo invadió. ¿Quién era esa persona a la que chantajeó? ¿Y por qué?

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo