La puerta de la oficina de Alfredo se abrió de golpe cuando Javier Herrera entró, aun con un poco de furia por lo sucedido un par de días atrás. El hombre miró hacia la ventana, con las manos entrelazadas a la espalda.—Gracias por acudir a mi llamada.Javier se detuvo frente al escritorio, su mandíbula apretada. —Señor García, lamento mucho mi reacción, pero Efraín firmó con Villanegra a pesar de que le advertí sobre el fraude.Los ojos de Alfredo se encontraron con los suyos, serios. Negó con la cabeza antes de tomar asiento e indicarle que hiciera lo mismo.—¿Por qué no me lo dijiste?—Porque no fue con usted con quien estreché mi mano —respondió como si fuese obvio, un poco culpable por no haberlo escuchado cuando se lo advirtió.La sonrisa triste del hombre lo descolocó.—¿Por eso regresaste a México?Javier asintió con pesar. —El abogado me informó que el verdadero dueño apareció con los documentos válidos. Nos exige un pago exorbitante por el terreno. —Su voz se quebró—. No qu
Andrea abrió los ojos, desorientada y confusa. Su mente tardó unos segundos en procesar lo ocurrido: la acalorada discusión con Efraín, su encierro y, el sueño reparador que la había mantenido inconsciente durante todo el día.Se sentó en la cama, frotándose los ojos con las palmas de las manos, sintiendo la suavidad de las sábanas contra su piel.A su lado, una bandeja con frutas cortadas la esperaba, una señal de que el enojo de su hermano se había disipado. Tomó un trozo de durazno, saboreando su dulzura mientras pensaba en la situación en la que se encontraba. Desafió el castigo de sus padres una vez más, y esta vez, las consecuencias podrían ser más graves.Sí, ya era algo recurrente el mentir y escapar para ver a Alberto, pero no podía evitarlo. Lo amaba y quería pasar todo el tiempo posible con él.Llevaba castigada una semana desde que Alberto la invitó a un paseo fuera de la ciudad para presentarla con sus amigos y no podía negarse. Pero iba a examen y al excusarse, él se bur
Javier no recordaba cómo llegó al ático después de resistirse a tomar a Andrea en la cocina de su casa. Pero supo que hizo lo correcto cuando recibió un mensaje suyo más tarde. “Le robé tu número a Efraín. No veo la hora de verte de nuevo y terminar lo que empezamos.”Javier sonrió como un adolescente reviviendo su primera cita al notar la cantidad de emojis que Andrea usó, aunque él sintió vergüenza de hacer lo mismo y solo respondió: “Yo igual, Princesa.” Nada más añadió un corazón. Era un idiota.La noche pasó lenta, y no ayudó la ducha fría que tomó, ni los libros que intentó leer, porque el domingo lo recibió desvelado. Se vistió con ropa casual, despacio, esperando en secreto que Andrea le cancelara.Sin embargo, cuando llegó, ella estaba en la entrada de la casa. Llevaba un hermoso vestido blanco de encaje que contrastaba con su piel bronceada, dejando ver a medias sus delicados hombros. Sus ojos color miel brillaban bajo la luz del sol matutino y una tímida sonrisa adornab
Andrea se abrumó al escucharlo. ¿Acaso debía contarle que Alberto se negó alegando que no era un sabor agradable? Aunque se lo hiciera a la zorra de anoche. El recuerdo escoció.No podía y menos cuando Javier acababa de olfatear sus bragas con cara de vicio y saboreó sus dedos con deleite.¿Qué tenía este hombre que la enloquecía? ¡Cielo Santo! Apenas la había tocado y ya se sentía empapada.—Podría empezar aquí mismo… —susurró Javier cerca de su oreja, retándola con su voz ronca—. Voy a arrodillarme y hundirme entre tus pliegues.Se lamió los labios como si nada, mientras Andrea contenía la respiración y más calor se extendió por todo su cuerpo. Estaba a punto de desmayarse cuando agregó:—Pero me temo que tendrás que esperar un poco más para eso.Javier casi se carcajeó en su cara cuando su cabeza giró tan rápido y entrelazó los dedos con los suyos al guiarla al ascensor.Qué vergüenza.Era un hombre infernal por hacerla sufrir así.Él le indicó que saliera primero y ella dudó porq
Javier apenas podía concentrarse en lo que decía su padre, porque su mente estaba distraída, pensando en Andrea desnuda esperando por él en la habitación.—Javier, ¿estás escuchándome? —la voz severa de su padre lo arrancó de su ensoñación.—Sí, claro —mintió, observando a la mujer que había poseído con tanta pasión, desapareciendo en el ascensor.Javier corrió para detenerla, porque no era así como debía terminar ese día, pero se detuvo al darse cuenta de su desnudez. Sabía que no tenía ninguna posibilidad de detenerla o de aclarar las cosas en ese momento.—Es verdad lo que Cassandra te dijo —continuó su padre, ajeno a la lucha interna de su hijo adoptivo.»Minerva se apresuró a enviar las invitaciones, porque, de alguna manera, convenció a tu madre de que estás tratando de evitar el compromiso.Javier se pasó una mano por el rostro, sintiendo el peso abrumador de las expectativas familiares.—Papá, necesito más tiempo —suplicó—. Hay asuntos importantes que debo resolver aquí.—No h
Andrea estaba sobre su cama, abrumada y con lágrimas, fluyendo sin control mientras trataba de procesar la repentina partida de Javier. Sabía que era absurdo sentirse así, pero no podía negar la opresión en su pecho.Se suponía que se quedaría hasta su examen, y ahora ya habían pasado casi dos horas desde que le deseó ser feliz y él dejó de responder. Lo que la confundió y la hizo llorar como tonta.Un suave golpeteo en la puerta interrumpió sus pensamientos.—¿Andrea? Despierta. Hoy no puedo llegar tarde a clase —llamó Sara desde el otro lado.Ella corrió a bañarse y disimular que nada pasaba. Al salir, la encontró sentada en su cama.—¿Estás bien?—Solo estoy un poco cansada —mintió Andrea, tratando de sonreír.Sara la miró, como si estuviera a punto de decir algo, pero asintió y agregó antes de salir:—Bueno, date prisa que Efraín no espera.Andrea se miró en el espejo de la cómoda mientras se vestía. Obligándose a recuperar la compostura para enfrentar a su familia y bajó a la coc
Javier evitó las provocaciones de Minerva tanto como pudo durante la fiesta, pero su fuerza de voluntad tenía un límite, en especial cuando ella desplegaba todo su arsenal de seducción.La música retumbaba con un ritmo adictivo en el exclusivo H Club, donde Javier se refugiaba para relajarse lejos de las cámaras.Esta noche, su padre lo había librado al llevarse a los invitados mayores, dejándolo a merced de la celebración que Minerva y sus amigos organizaron para darle la bienvenida tras su viaje, pero no sin advertirle sobre la reunión de emergencia que convocó el día siguiente.Javier observó a Minerva cruzar la pista con un caminar felino, su vestido blanco abriéndose en una abertura trasera que revelaba con descaro la piel desnuda de su espalda.La tensión en su entrepierna creció cuando ella se inclinó sobre la barra, vaciando su trago de un solo golpe. En otra época, la habría convencido de irse juntos, pero hoy prefería evitar las conversaciones y lo que vendría después, porqu
Andrea se ajustó el cinturón de seguridad, con un nudo formándose en su estómago a medida que se alejaban de la ciudad. El fin de semana en la casa de playa de los Villanegra había llegado, con un ligero cambio de planes: ellos viajarían solos, gracias a la persuasión de su novio, quien convenció a sus padres con su buen comportamiento desde la cena.Sin embargo, los recuerdos de todo lo que había salido mal entre ellos no permitían que disfrutara del viaje y ni la música o los intentos de Alberto por mantener una conversación fluida lograban disipar su inquietud.La camioneta se detuvo ante una imponente casa de playa. La brisa marina traía consigo el aroma salado del océano, mezclándose con el perfume de las buganvillas.Ella bajó del vehículo, sintiendo la grava crujiendo con cada paso mientras se dirigía a la entrada.—¿Dónde está todo el mundo? —preguntó, tratando de disimular su preocupación.—Es temporada baja. Así que prescindimos de algunos empleados y además, quería estar a