14. Paraíso

Andrea se abrumó al escucharlo. ¿Acaso debía contarle que Alberto se negó alegando que no era un sabor agradable? Aunque se lo hiciera a la zorra de anoche. El recuerdo escoció.

No podía y menos cuando Javier acababa de olfatear sus bragas con cara de vicio y saboreó sus dedos con deleite.

¿Qué tenía este hombre que la enloquecía? ¡Cielo Santo! Apenas la había tocado y ya se sentía empapada.

—Podría empezar aquí mismo… —susurró Javier cerca de su oreja, retándola con su voz ronca—. Voy a arrodillarme y hundirme entre tus pliegues.

Se lamió los labios como si nada, mientras Andrea contenía la respiración y más calor se extendió por todo su cuerpo. Estaba a punto de desmayarse cuando agregó:

—Pero me temo que tendrás que esperar un poco más para eso.

Javier casi se carcajeó en su cara cuando su cabeza giró tan rápido y entrelazó los dedos con los suyos al guiarla al ascensor.

Qué vergüenza.

Era un hombre infernal por hacerla sufrir así.

Él le indicó que saliera primero y ella dudó porq
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