El cielo empezaba a oscurecer y la brisa de la tarde acariciaba el rostro de Andrea mientras observaba a su hijo dormir en la cuna. Habían sido semanas agotadoras, aunque cada segundo valía la pena. Al principio, Alexander era un niño tranquilo durante el día, pero la noche parecía ser su momento favorito para causar estragos. Desde que salieron del hospital, ellos apenas habían dormido.Andrea sonrió al recordar a Javier jugando con Alex en el suelo de la sala esa mañana. Jamás habría imaginado esta escena en sus momentos más oscuros.El camino había sido difícil, y algunos de sus recuerdos aún la hacían estremecer, como la muerte de Alberto. Aunque fue en defensa propia, todavía pesaba en su conciencia. Sin embargo, cada obstáculo superado la fortaleció y la vida que ahora compartía con Javier y su hijo era un recordatorio constante de que eligió vivir, amar y ser feliz.Le tomó una foto a Alex con su pijama nuevo y la envió al chat grupal que compartían ambas familias. Rio cuando t
Andrea escapó con la agilidad de una gacela, escuchando la risa descontrolada de su hermana Sara a sus espaldas. El patio se convirtió en un pésimo refugio para esconderse de la ira de su hermana por usar sus botas nuevas sin permiso.La sorpresa la detuvo en seco al ver a Efraín, el mayor de los tres, descender de su Jeep con una gracia despreocupada, pero no se detuvo. No podía.Su hermano mayor se puso las manos en las caderas, pero sustituyó su ceño fruncido por una amplia sonrisa cuando Sara le disparó un chorro de agua directo al pecho para que se quitara del camino. Ella era así de vengativa.—¡Ey, ustedes dos! —exclamó riendo—. ¿Quién empezó?—¡Fue Sara!—¡Fue Andrea! Siempre es ella —acusó Sara sin bajar la pistola de agua—. Es una consentida y le daré una lección.Andrea, en un acto de desafío, le sacó la lengua a Sara y ejecutó un baile burlón azotando su trasero para provocarla. Pero al girar, chocó de frente contra un duro pecho.El dueño de ese compacto muro de piel, la
Javier bajó las escaleras, tratando de olvidar su cuestionable forma de actuar con la hermana menor de su amigo. No era el momento, ni el lugar para usar su lado coqueto, pero el encuentro en el patio lo dejó en un terreno desconocido.Al principio creyó estar cometiendo un error al entrar a su habitación y mentir sobre haberse equivocado, pero las osadas palabras de Andrea no hicieron más que echarle combustible a aquella sensación de desconcierto y atracción.Su intención era amedrentarla por ser tan atrevida siendo tan joven, porque no todos los amigos de Efraín eran como él. Bastaba escuchar a Franco Baumann para conocer el nivel de obsesión con la que hablaba de Andy García, pero ahora sabía por qué. La forma en que Andrea lo miró en el pasillo lo hizo pensar en que tenía una posibilidad.Sin embargo, él estaba en esa casa para ayudar a Efraín y aunque los padres de este sabían de su existencia, porque su amigo se quedó en su casa de Estados Unidos en muchas festividades, sentía
Andrea tamborileaba los dedos sobre su muslo mientras sacudía su pierna con desesperación. El reloj en la pared avanzaba con tortuosa lentitud, retrasando el timbre que anunciaba el fin de las clases y la oportunidad que había esperado durante meses.Se burló de la incomodidad de Lucía cada vez que cruzaban miradas y aunque eso hacía menos tediosa la espera, no era suficiente.Ella había caído en su trampa con muy poco esfuerzo y ya no podía escapar de su compromiso. Ese día, el codiciado Alberto Villanegra se fijaría en ella y se convertiría en su novio; tenía a su hermana menor atrapada para lograrlo.El sonido estridente se escuchó al fin y la euforia hizo que Andrea saltara de su asiento, asustando más a la pelirroja, quien parecía a punto de echarse a llorar y huir despavorida.—No seas tonta, Lu —dijo Andrea con una sonrisa ladina, tirando de su compañera del asiento al que se aferraba—. Solo tienes que presentármelo. No es como si fueras a hacer algo malo. Recuerda que gracias
El instante en que Andrea se sentó junto a Alberto y aspiró la mezcla de su loción con su aroma varonil, una descarga eléctrica recorrió su cuerpo.Ignorando la advertencia de Lucía, se inclinó hacia él, acortando la distancia entre sus rostros.—Hola, soy Andrea García, la mejor amiga de Lu —ronroneó, dejando que sus labios rozaran sutilmente la comisura de los de Alberto.Alberto arqueó una ceja, examinándola con una sonrisa ladeada. Su mirada recorrió con descaro cada centímetro de su cuerpo, demorándose en el escote de su blusa.—¿Mejor amiga? No te creo —se burló Alberto, mirando a su hermana por el retrovisor, mientras salía hacia la carretera—. Lucía es un caso perdido en el tema de las relaciones socialesLucía resopló desde el asiento trasero, se colocó los auriculares y centró su vista en la ventana.—¿Qué? ¿Se enemistaron tan pronto?—No es eso, está cansada. Supongo. —Andrea frunció el ceño hacia Lucía, pero esta sólo rodó los ojos.Los hermanos Villanegra no se parecían
El impacto hizo que Javier interpusiera su brazo entre Andrea y el tablero, aunque su mano quedó abierta sobre su seno. Se apartó de inmediato, pero se sintió culpable por notar lo pequeño y firme que era.—¿Estás bien? —preguntó con voz tensa, tratando de recobrar la compostura.—Sí… lo estoy. —Andrea tenía los ojos muy abiertos, como si no hubiera notado el contacto.Javier salió del Jeep, y con alivio, descubrió que la colisión fue leve y el otro conductor estuvo de acuerdo en no tomar medidas. Aun así, su corazón latía desbocado, como si quisiera escapar de su pecho.Besarla.Necesitaba aire fresco, algo que lo alejara de la tormenta que Andrea había desatado en su interior en tan poco tiempo. No entendía por qué la siguió después de que Sara le advirtiera sobre ella. La llamada de anoche y lo que presenció con ese hombre no la dejaban en buen lugar.Miró a Andrea a través de la ventana y suspiró con pesadez. Solo era una chiquilla inmadura jugando a ser mujer. No podía permitir q
Andrea contempló cómo el jeep se perdía en la distancia, y acarició sus labios aún sensibles por su beso. Javier Herrera sabía lo que hacía con esa boca, sí, señor. Una sonrisa se formó en su rostro, pero se desvaneció al recordar cómo se detuvo, la apartó con suavidad pero firmeza, a pesar de la evidente dureza contra su centro. Tuvo tantas ganas de soltar su cinturón y tocarlo, de devolverle un poco de lo que la hizo sentir.Un pitido de su móvil la sobresaltó y ella se lanzó sobre el colchón.Era Alberto otra vez. "Quiero verte esta noche. No he dejado de pensar en ti."El corazón le dio un vuelco, con una mezcla de emoción y nerviosismo apoderándose de ella. Pero entonces recordó a su madre y, con un suspiro, respondió:"No puedo salir, estoy castigada. Acabo de llegar a casa."La respuesta de Alberto no se hizo esperar, cargada de burla."¿Me lo dices en serio? Pensé que estaba hablando con una mujer de verdad. En fin, si cambias de opinión, te espero en el Dark Raven."La ansi
Andrea se detuvo a unos metros del Dark Raven, confundida al ver a Alberto en la acera, guiándola a un espacio vacío en el pequeño estacionamiento.Él le hizo señas para que subiera a su camioneta y al hacerlo, vio a un grupo de amigos gesticulando a través de la vidriera, llamando su atención.Andrea le sonrió, tratando de ignorar el nerviosismo que la invadía. La mano grande y delgada de Alberto se deslizó entre su cabello, enviando escalofríos por su espalda.—Tus amigos —susurró, señalando con la mirada el lugar que él parecía ignorar a propósito.—No importan ahora. Hoy te quiero solo para mí —dijo, rozando sus labios con los de ella—. No he podido dejar de pensar en ti desde esta tarde. Eres mi pequeña atrevida.Andrea se estremeció ante su tono seductor. Quiso decirle que no lo era, que solo actuaba así por él, pero sus palabras se perdieron cuando sus bocas se encontraron en un beso profundo y apasionado.Cuando se separaron, Andrea notó una mirada intensa en los ojos de Alber