Andrea se detuvo a unos metros del Dark Raven, confundida al ver a Alberto en la acera, guiándola a un espacio vacío en el pequeño estacionamiento.Él le hizo señas para que subiera a su camioneta y al hacerlo, vio a un grupo de amigos gesticulando a través de la vidriera, llamando su atención.Andrea le sonrió, tratando de ignorar el nerviosismo que la invadía. La mano grande y delgada de Alberto se deslizó entre su cabello, enviando escalofríos por su espalda.—Tus amigos —susurró, señalando con la mirada el lugar que él parecía ignorar a propósito.—No importan ahora. Hoy te quiero solo para mí —dijo, rozando sus labios con los de ella—. No he podido dejar de pensar en ti desde esta tarde. Eres mi pequeña atrevida.Andrea se estremeció ante su tono seductor. Quiso decirle que no lo era, que solo actuaba así por él, pero sus palabras se perdieron cuando sus bocas se encontraron en un beso profundo y apasionado.Cuando se separaron, Andrea notó una mirada intensa en los ojos de Alber
Andrea apenas tocó su desayuno, empujando los huevos revueltos de un lado a otro del plato, mientras su familia conversaba con demasiado ánimo para su gusto sobre la celebración del aniversario del banco donde su padre era el presidente. Quizás en otro momento habría sido la primera en proponer un lugar o apoderarse de la conversación para hablar del vestido que se pondría, pero su mente no dejaba de repasar una y otra vez los eventos de la noche anterior con Alberto.—¿Puedo esperar a Sara afuera? —preguntó Andrea en un momento de silencio, ansiosa por escapar del bullicio familiar.Su madre, Miranda, frunció el ceño pero asintió. Andrea se levantó de la mesa, dejando su plato casi intacto, aunque se tomó el tiempo para darle un beso a su padre en la coronilla que este devolvió con unas suaves palmadas en su mejilla. Antes de que preguntara algo, se apresuró hacia la puerta principal.El aire fresco de la mañana la recibió, pero no pasó mucho tiempo antes de que Sara saliera, riendo
Javier se quedó mirando a Andrea atravesar la calle delante de Sara, pero Efraín le dio un puñetazo en el brazo.—¡Oye! —reclamó, cubriendo la zona dolorida.—No has dejado de mirarla desde que salimos.Javier se sintió incómodo bajo la acusación de su amigo, pero negó.—No es lo que piensas, es que… la noto triste. Me preocupa.Efraín entrecerró los ojos, no del todo convencido.—Pues no tienes que… —antes de que pudiera seguir acusándolo, el teléfono de Javier sonó interrumpiendo la conversación.—Minerva —saludó, sin entusiasmo. Había visto el extracto bancario y ayer se gastó una pequeña fortuna usando la tarjeta de la empresa.—Dijiste que viajabas hoy, pero tu secretaria no sabe nada. ¿Cuándo piensas regresar? —preguntó Minerva con su habitual tono exigente.—Buenos días para ti también —respondió con sarcasmo, pero al notar el silencio del otro lado, agregó—. Pronto. No te preocupes.—Tu madre quiere que asistamos juntos a la inauguración de una galería la próxima semana y me c
El sonido de cristales rompiéndose resonó en la casa cuando Andrea y su hermana volvieron de clases. Alarmadas, se apresuraron hacia el despacho, donde el jarrón de la dinastía Ming yacía hecho añicos en el suelo. Javier y Efraín, enzarzados en una pelea, salieron de la habitación sin reparar en su presencia.—¡Basta ya!— gritó Alfredo—¿Qué demonios les pasa a ustedes dos?Andrea observó cómo Javier, con el labio ensangrentado, se apartaba de Efraín.—¿Alguno va a explicar qué está pasando?— insistió Alfredo, pero ambos guardaron un obstinado silencio.—¡Fuera de mi casa! —espetó Efraín, señalando la puerta con un dedo tembloroso.Javier lo fulminó con la mirada, su pecho subiendo y bajando con cada respiración agitada. Por un instante, sus ojos se encontraron con los de Andrea, y ella contuvo el aliento ante la intensidad de su mirada.—Lo siento, Alfredo —dijo Javier con voz ronca, desviando la vista hacia él—. No volverá a suceder.—Se van los dos —espetó su padre, empujando a Efra
La puerta de la oficina de Alfredo se abrió de golpe cuando Javier Herrera entró, aun con un poco de furia por lo sucedido un par de días atrás. El hombre miró hacia la ventana, con las manos entrelazadas a la espalda.—Gracias por acudir a mi llamada.Javier se detuvo frente al escritorio, su mandíbula apretada. —Señor García, lamento mucho mi reacción, pero Efraín firmó con Villanegra a pesar de que le advertí sobre el fraude.Los ojos de Alfredo se encontraron con los suyos, serios. Negó con la cabeza antes de tomar asiento e indicarle que hiciera lo mismo.—¿Por qué no me lo dijiste?—Porque no fue con usted con quien estreché mi mano —respondió como si fuese obvio, un poco culpable por no haberlo escuchado cuando se lo advirtió.La sonrisa triste del hombre lo descolocó.—¿Por eso regresaste a México?Javier asintió con pesar. —El abogado me informó que el verdadero dueño apareció con los documentos válidos. Nos exige un pago exorbitante por el terreno. —Su voz se quebró—. No qu
Andrea abrió los ojos, desorientada y confusa. Su mente tardó unos segundos en procesar lo ocurrido: la acalorada discusión con Efraín, su encierro y, el sueño reparador que la había mantenido inconsciente durante todo el día.Se sentó en la cama, frotándose los ojos con las palmas de las manos, sintiendo la suavidad de las sábanas contra su piel.A su lado, una bandeja con frutas cortadas la esperaba, una señal de que el enojo de su hermano se había disipado. Tomó un trozo de durazno, saboreando su dulzura mientras pensaba en la situación en la que se encontraba. Desafió el castigo de sus padres una vez más, y esta vez, las consecuencias podrían ser más graves.Sí, ya era algo recurrente el mentir y escapar para ver a Alberto, pero no podía evitarlo. Lo amaba y quería pasar todo el tiempo posible con él.Llevaba castigada una semana desde que Alberto la invitó a un paseo fuera de la ciudad para presentarla con sus amigos y no podía negarse. Pero iba a examen y al excusarse, él se bur
Javier no recordaba cómo llegó al ático después de resistirse a tomar a Andrea en la cocina de su casa. Pero supo que hizo lo correcto cuando recibió un mensaje suyo más tarde. “Le robé tu número a Efraín. No veo la hora de verte de nuevo y terminar lo que empezamos.”Javier sonrió como un adolescente reviviendo su primera cita al notar la cantidad de emojis que Andrea usó, aunque él sintió vergüenza de hacer lo mismo y solo respondió: “Yo igual, Princesa.” Nada más añadió un corazón. Era un idiota.La noche pasó lenta, y no ayudó la ducha fría que tomó, ni los libros que intentó leer, porque el domingo lo recibió desvelado. Se vistió con ropa casual, despacio, esperando en secreto que Andrea le cancelara.Sin embargo, cuando llegó, ella estaba en la entrada de la casa. Llevaba un hermoso vestido blanco de encaje que contrastaba con su piel bronceada, dejando ver a medias sus delicados hombros. Sus ojos color miel brillaban bajo la luz del sol matutino y una tímida sonrisa adornab
Andrea se abrumó al escucharlo. ¿Acaso debía contarle que Alberto se negó alegando que no era un sabor agradable? Aunque se lo hiciera a la zorra de anoche. El recuerdo escoció.No podía y menos cuando Javier acababa de olfatear sus bragas con cara de vicio y saboreó sus dedos con deleite.¿Qué tenía este hombre que la enloquecía? ¡Cielo Santo! Apenas la había tocado y ya se sentía empapada.—Podría empezar aquí mismo… —susurró Javier cerca de su oreja, retándola con su voz ronca—. Voy a arrodillarme y hundirme entre tus pliegues.Se lamió los labios como si nada, mientras Andrea contenía la respiración y más calor se extendió por todo su cuerpo. Estaba a punto de desmayarse cuando agregó:—Pero me temo que tendrás que esperar un poco más para eso.Javier casi se carcajeó en su cara cuando su cabeza giró tan rápido y entrelazó los dedos con los suyos al guiarla al ascensor.Qué vergüenza.Era un hombre infernal por hacerla sufrir así.Él le indicó que saliera primero y ella dudó porq