El corazón de Andrea se aceleró, pero respiró hondo, intentando mantener la calma. «No soy la misma de antes», se recordó, viendo cómo las gotas de lluvia resbalaban por el rostro de quien una vez fue su verdugo.—Vengo en son de paz —dijo él, agitando un pañuelo blanco entre sus dedos con un gesto que pretendía ser juguetón, pero a ella le hizo apretar los labios.Le sonrió con coquetería y le ofreció el enorme ramo de flores. El agua que escurría de los tallos formó un charco oscuro a sus pies.Andrea retrocedió por instinto cuando él empujó el ramo hacia ella, sin poderse creer que esto era real y no una de sus pesadillas recurrentes.—No, Alberto. No quiero hablar contigo —*su voz salió más firme de lo que esperaba, pero cuando intentó cerrar la puerta, el pie de él ya bloqueaba el marco.—Por favor, chiquilla...El familiar apelativo la estremeció de pies a cabeza y aunque empujó de nuevo, era como intentar mover una pared.»Me enteré que estabas en la ciudad y quise venir a pedi
Bajó del auto al darse cuenta que no avanzaba entre el tráfico y se echó a correr. El rugido de los truenos ahogaba los latidos frenéticos del corazón de Javier mientras avanzaba por las calles inundadas de la Ciudad de México. La lluvia, implacable, se mezclaba con las lágrimas de desesperación que no podía contener. Solo tenía un pensamiento en mente: llegar a Andrea antes que Alberto.El viaje desde Estocolmo había sido una tortura. Horas interminables en un avión privado, incomunicado por las tormentas eléctricas, sabiendo que el peligro acechaba a la mujer que amaba, después de que Germán le dijera que la dejó en casa, sola, casi lo volvió loco.Estuvo a punto de ser arrollado varias veces calles atrás, pero ahora el tráfico era más denso y eso le dio la libertad de avanzar más rápido, aunque temía no llegar a tiempo para protegerla.El mensaje de Hunter había sido claro: «Las cámaras detectaron movimiento en el perímetro y ahora están desconectadas. Ya llamé a la seguridad del
Durante los primeros meses de su embarazo, Andrea terminó el proyecto y resultó ser un éxito rotundo. Y por ahora, su prioridad era disfrutar de esta nueva etapa en su vida. Los días transcurrían entre los cuidados excesivos de la familia de Javier. Y si escuchaba otra vez que el embarazo era la etapa más hermosa de una mujer, lo golpearía. Porque para Andrea había sido imposible dormir, porque el bebé no dejaba de moverse. En las últimas semanas, comía peor que un cosaco, vomitaba, y segundos después tenía un hambre voraz. Era un ciclo casi enfermizo igual que las idas al baño.Javier tenía casi tantas náuseas como ella, y no estaba segura si era broma, pero no paraba de repetir que quería tener tres o cuatro más. Así que le respondía que si no fuese quien tuviese que llevarlos, seguro estaría feliz de colaborar. No obstante, pese a los motivos poco alentadores, no se podía quejar de que todos la consintieran. No le avergonzaba admitir que le bastaba acariciar su prominente abdomen,
El cielo empezaba a oscurecer y la brisa de la tarde acariciaba el rostro de Andrea mientras observaba a su hijo dormir en la cuna. Habían sido semanas agotadoras, aunque cada segundo valía la pena. Al principio, Alexander era un niño tranquilo durante el día, pero la noche parecía ser su momento favorito para causar estragos. Desde que salieron del hospital, ellos apenas habían dormido.Andrea sonrió al recordar a Javier jugando con Alex en el suelo de la sala esa mañana. Jamás habría imaginado esta escena en sus momentos más oscuros.El camino había sido difícil, y algunos de sus recuerdos aún la hacían estremecer, como la muerte de Alberto. Aunque fue en defensa propia, todavía pesaba en su conciencia. Sin embargo, cada obstáculo superado la fortaleció y la vida que ahora compartía con Javier y su hijo era un recordatorio constante de que eligió vivir, amar y ser feliz.Le tomó una foto a Alex con su pijama nuevo y la envió al chat grupal que compartían ambas familias. Rio cuando t
Andrea escapó con la agilidad de una gacela, escuchando la risa descontrolada de su hermana Sara a sus espaldas. El patio se convirtió en un pésimo refugio para esconderse de la ira de su hermana por usar sus botas nuevas sin permiso.La sorpresa la detuvo en seco al ver a Efraín, el mayor de los tres, descender de su Jeep con una gracia despreocupada, pero no se detuvo. No podía.Su hermano mayor se puso las manos en las caderas, pero sustituyó su ceño fruncido por una amplia sonrisa cuando Sara le disparó un chorro de agua directo al pecho para que se quitara del camino. Ella era así de vengativa.—¡Ey, ustedes dos! —exclamó riendo—. ¿Quién empezó?—¡Fue Sara!—¡Fue Andrea! Siempre es ella —acusó Sara sin bajar la pistola de agua—. Es una consentida y le daré una lección.Andrea, en un acto de desafío, le sacó la lengua a Sara y ejecutó un baile burlón azotando su trasero para provocarla. Pero al girar, chocó de frente contra un duro pecho.El dueño de ese compacto muro de piel, la
Javier bajó las escaleras, tratando de olvidar su cuestionable forma de actuar con la hermana menor de su amigo. No era el momento, ni el lugar para usar su lado coqueto, pero el encuentro en el patio lo dejó en un terreno desconocido.Al principio creyó estar cometiendo un error al entrar a su habitación y mentir sobre haberse equivocado, pero las osadas palabras de Andrea no hicieron más que echarle combustible a aquella sensación de desconcierto y atracción.Su intención era amedrentarla por ser tan atrevida siendo tan joven, porque no todos los amigos de Efraín eran como él. Bastaba escuchar a Franco Baumann para conocer el nivel de obsesión con la que hablaba de Andy García, pero ahora sabía por qué. La forma en que Andrea lo miró en el pasillo lo hizo pensar en que tenía una posibilidad.Sin embargo, él estaba en esa casa para ayudar a Efraín y aunque los padres de este sabían de su existencia, porque su amigo se quedó en su casa de Estados Unidos en muchas festividades, sentía
Andrea tamborileaba los dedos sobre su muslo mientras sacudía su pierna con desesperación. El reloj en la pared avanzaba con tortuosa lentitud, retrasando el timbre que anunciaba el fin de las clases y la oportunidad que había esperado durante meses.Se burló de la incomodidad de Lucía cada vez que cruzaban miradas y aunque eso hacía menos tediosa la espera, no era suficiente.Ella había caído en su trampa con muy poco esfuerzo y ya no podía escapar de su compromiso. Ese día, el codiciado Alberto Villanegra se fijaría en ella y se convertiría en su novio; tenía a su hermana menor atrapada para lograrlo.El sonido estridente se escuchó al fin y la euforia hizo que Andrea saltara de su asiento, asustando más a la pelirroja, quien parecía a punto de echarse a llorar y huir despavorida.—No seas tonta, Lu —dijo Andrea con una sonrisa ladina, tirando de su compañera del asiento al que se aferraba—. Solo tienes que presentármelo. No es como si fueras a hacer algo malo. Recuerda que gracias
El instante en que Andrea se sentó junto a Alberto y aspiró la mezcla de su loción con su aroma varonil, una descarga eléctrica recorrió su cuerpo.Ignorando la advertencia de Lucía, se inclinó hacia él, acortando la distancia entre sus rostros.—Hola, soy Andrea García, la mejor amiga de Lu —ronroneó, dejando que sus labios rozaran sutilmente la comisura de los de Alberto.Alberto arqueó una ceja, examinándola con una sonrisa ladeada. Su mirada recorrió con descaro cada centímetro de su cuerpo, demorándose en el escote de su blusa.—¿Mejor amiga? No te creo —se burló Alberto, mirando a su hermana por el retrovisor, mientras salía hacia la carretera—. Lucía es un caso perdido en el tema de las relaciones socialesLucía resopló desde el asiento trasero, se colocó los auriculares y centró su vista en la ventana.—¿Qué? ¿Se enemistaron tan pronto?—No es eso, está cansada. Supongo. —Andrea frunció el ceño hacia Lucía, pero esta sólo rodó los ojos.Los hermanos Villanegra no se parecían