Javier se quedó mirando a Andrea atravesar la calle delante de Sara, pero Efraín le dio un puñetazo en el brazo.—¡Oye! —reclamó, cubriendo la zona dolorida.—No has dejado de mirarla desde que salimos.Javier se sintió incómodo bajo la acusación de su amigo, pero negó.—No es lo que piensas, es que… la noto triste. Me preocupa.Efraín entrecerró los ojos, no del todo convencido.—Pues no tienes que… —antes de que pudiera seguir acusándolo, el teléfono de Javier sonó interrumpiendo la conversación.—Minerva —saludó, sin entusiasmo. Había visto el extracto bancario y ayer se gastó una pequeña fortuna usando la tarjeta de la empresa.—Dijiste que viajabas hoy, pero tu secretaria no sabe nada. ¿Cuándo piensas regresar? —preguntó Minerva con su habitual tono exigente.—Buenos días para ti también —respondió con sarcasmo, pero al notar el silencio del otro lado, agregó—. Pronto. No te preocupes.—Tu madre quiere que asistamos juntos a la inauguración de una galería la próxima semana y me c
El sonido de cristales rompiéndose resonó en la casa cuando Andrea y su hermana volvieron de clases. Alarmadas, se apresuraron hacia el despacho, donde el jarrón de la dinastía Ming yacía hecho añicos en el suelo. Javier y Efraín, enzarzados en una pelea, salieron de la habitación sin reparar en su presencia.—¡Basta ya!— gritó Alfredo—¿Qué demonios les pasa a ustedes dos?Andrea observó cómo Javier, con el labio ensangrentado, se apartaba de Efraín.—¿Alguno va a explicar qué está pasando?— insistió Alfredo, pero ambos guardaron un obstinado silencio.—¡Fuera de mi casa! —espetó Efraín, señalando la puerta con un dedo tembloroso.Javier lo fulminó con la mirada, su pecho subiendo y bajando con cada respiración agitada. Por un instante, sus ojos se encontraron con los de Andrea, y ella contuvo el aliento ante la intensidad de su mirada.—Lo siento, Alfredo —dijo Javier con voz ronca, desviando la vista hacia él—. No volverá a suceder.—Se van los dos —espetó su padre, empujando a Efra
La puerta de la oficina de Alfredo se abrió de golpe cuando Javier Herrera entró, aun con un poco de furia por lo sucedido un par de días atrás. El hombre miró hacia la ventana, con las manos entrelazadas a la espalda.—Gracias por acudir a mi llamada.Javier se detuvo frente al escritorio, su mandíbula apretada. —Señor García, lamento mucho mi reacción, pero Efraín firmó con Villanegra a pesar de que le advertí sobre el fraude.Los ojos de Alfredo se encontraron con los suyos, serios. Negó con la cabeza antes de tomar asiento e indicarle que hiciera lo mismo.—¿Por qué no me lo dijiste?—Porque no fue con usted con quien estreché mi mano —respondió como si fuese obvio, un poco culpable por no haberlo escuchado cuando se lo advirtió.La sonrisa triste del hombre lo descolocó.—¿Por eso regresaste a México?Javier asintió con pesar. —El abogado me informó que el verdadero dueño apareció con los documentos válidos. Nos exige un pago exorbitante por el terreno. —Su voz se quebró—. No qu
Andrea abrió los ojos, desorientada y confusa. Su mente tardó unos segundos en procesar lo ocurrido: la acalorada discusión con Efraín, su encierro y, el sueño reparador que la había mantenido inconsciente durante todo el día.Se sentó en la cama, frotándose los ojos con las palmas de las manos, sintiendo la suavidad de las sábanas contra su piel.A su lado, una bandeja con frutas cortadas la esperaba, una señal de que el enojo de su hermano se había disipado. Tomó un trozo de durazno, saboreando su dulzura mientras pensaba en la situación en la que se encontraba. Desafió el castigo de sus padres una vez más, y esta vez, las consecuencias podrían ser más graves.Sí, ya era algo recurrente el mentir y escapar para ver a Alberto, pero no podía evitarlo. Lo amaba y quería pasar todo el tiempo posible con él.Llevaba castigada una semana desde que Alberto la invitó a un paseo fuera de la ciudad para presentarla con sus amigos y no podía negarse. Pero iba a examen y al excusarse, él se bur
Javier no recordaba cómo llegó al ático después de resistirse a tomar a Andrea en la cocina de su casa. Pero supo que hizo lo correcto cuando recibió un mensaje suyo más tarde. “Le robé tu número a Efraín. No veo la hora de verte de nuevo y terminar lo que empezamos.”Javier sonrió como un adolescente reviviendo su primera cita al notar la cantidad de emojis que Andrea usó, aunque él sintió vergüenza de hacer lo mismo y solo respondió: “Yo igual, Princesa.” Nada más añadió un corazón. Era un idiota.La noche pasó lenta, y no ayudó la ducha fría que tomó, ni los libros que intentó leer, porque el domingo lo recibió desvelado. Se vistió con ropa casual, despacio, esperando en secreto que Andrea le cancelara.Sin embargo, cuando llegó, ella estaba en la entrada de la casa. Llevaba un hermoso vestido blanco de encaje que contrastaba con su piel bronceada, dejando ver a medias sus delicados hombros. Sus ojos color miel brillaban bajo la luz del sol matutino y una tímida sonrisa adornab
Andrea se abrumó al escucharlo. ¿Acaso debía contarle que Alberto se negó alegando que no era un sabor agradable? Aunque se lo hiciera a la zorra de anoche. El recuerdo escoció.No podía y menos cuando Javier acababa de olfatear sus bragas con cara de vicio y saboreó sus dedos con deleite.¿Qué tenía este hombre que la enloquecía? ¡Cielo Santo! Apenas la había tocado y ya se sentía empapada.—Podría empezar aquí mismo… —susurró Javier cerca de su oreja, retándola con su voz ronca—. Voy a arrodillarme y hundirme entre tus pliegues.Se lamió los labios como si nada, mientras Andrea contenía la respiración y más calor se extendió por todo su cuerpo. Estaba a punto de desmayarse cuando agregó:—Pero me temo que tendrás que esperar un poco más para eso.Javier casi se carcajeó en su cara cuando su cabeza giró tan rápido y entrelazó los dedos con los suyos al guiarla al ascensor.Qué vergüenza.Era un hombre infernal por hacerla sufrir así.Él le indicó que saliera primero y ella dudó porq
Javier apenas podía concentrarse en lo que decía su padre, porque su mente estaba distraída, pensando en Andrea desnuda esperando por él en la habitación.—Javier, ¿estás escuchándome? —la voz severa de su padre lo arrancó de su ensoñación.—Sí, claro —mintió, observando a la mujer que había poseído con tanta pasión, desapareciendo en el ascensor.Javier corrió para detenerla, porque no era así como debía terminar ese día, pero se detuvo al darse cuenta de su desnudez. Sabía que no tenía ninguna posibilidad de detenerla o de aclarar las cosas en ese momento.—Es verdad lo que Cassandra te dijo —continuó su padre, ajeno a la lucha interna de su hijo adoptivo.»Minerva se apresuró a enviar las invitaciones, porque, de alguna manera, convenció a tu madre de que estás tratando de evitar el compromiso.Javier se pasó una mano por el rostro, sintiendo el peso abrumador de las expectativas familiares.—Papá, necesito más tiempo —suplicó—. Hay asuntos importantes que debo resolver aquí.—No h
Andrea estaba sobre su cama, abrumada y con lágrimas, fluyendo sin control mientras trataba de procesar la repentina partida de Javier. Sabía que era absurdo sentirse así, pero no podía negar la opresión en su pecho.Se suponía que se quedaría hasta su examen, y ahora ya habían pasado casi dos horas desde que le deseó ser feliz y él dejó de responder. Lo que la confundió y la hizo llorar como tonta.Un suave golpeteo en la puerta interrumpió sus pensamientos.—¿Andrea? Despierta. Hoy no puedo llegar tarde a clase —llamó Sara desde el otro lado.Ella corrió a bañarse y disimular que nada pasaba. Al salir, la encontró sentada en su cama.—¿Estás bien?—Solo estoy un poco cansada —mintió Andrea, tratando de sonreír.Sara la miró, como si estuviera a punto de decir algo, pero asintió y agregó antes de salir:—Bueno, date prisa que Efraín no espera.Andrea se miró en el espejo de la cómoda mientras se vestía. Obligándose a recuperar la compostura para enfrentar a su familia y bajó a la coc