Prefacio (parte dos)

Arianna

Tuve un mal presentimiento, cuando escuché como desde el otro lado de la línea una mujer, cogía aire.  

—¿Hablo con Arianna Rossi? —Hice un gran esfuerzo para mantener los ojos abiertos y busqué a tientas la lámpara para encenderla, mientras me incorporaba.  

—Sí, ¿con quién hablo? —Apreté los parpados un segundo, antes de entornarlos, viendo con esfuerzo que eran las tres de la madrugada.  

Finalmente, logré encender la luz de la lámpara y al sentarme en la cama, me di cuenta de que estaba sola, aun Marcos, no había regresado. Contuve el aliento un instante, esperando que la llamada no fuese la razón por la que mi esposo, no estaba a mi lado.   

—Hablo del hospital San Bernardo, usted es el contacto de emergencia  de Marcos Rossi, fue ingresado hace un momento, tras sufrir un accidente automovilístico.  

Tardé varios segundos en comprender lo que acababa de oír y muchos más en asimilarlo: “Marcos…Ingresado…Accidente…” 

Sentí la boca seca y mi corazón, reaccionó de inmediato, golpeando con fuerza contra mi pecho, latiendo salvajemente. Tras una sacudida de adrenalina, así que a duras penas me las arreglé para hablar. 

—Sí, soy su esposa —. Bajé la cama y me sostuve con fuerza de la mesa de noche, al sentir que todo me daba vueltas —. ¿Él se encuentra bien? —Lo dudo un instante, como si no estuviese segura de que decir. 

—No puedo darle más información, lo mejor es que venga cuanto antes, porque…  

Estaba segura de que decía algo, pero me encontraba tan concentrada en no derrumbarme que no era capaz de oírla. De haber estado estable, no me habría dado tantos rodeos.   

—Estaré allí de inmediato —. Le dije, antes de cortar y correr a cambiarme.  

  

El trayecto al hospital, se convirtió en una horrible pesadilla. No podía llamar de inmediato a los padres de Marcos, hasta saber cómo se encontraba su hijo, y yo no tenía a nadie a excepción de mi abuela, que se encontraba en una residencia para ancianos, además de Julia. Así que, me decante por llamarla a pesar de que eran las tres de la mañana.  

Era mi única amiga y por mucho que detestase molestarla en su estado, la necesitaba. Por lo que la llamé un par de veces, esperando que respondiese. Sin embargo, solo me enviaba al buzón de voz.  

No fue algo que de primera mano me inquietase,  era lógico que apagase el móvil, después de todo era una mujer embarazada.  

Entré a toda prisa por la puerta de emergencia y corrí hacia la recepción, aunque antes de que pudiese llegar, Jonathan se dio la vuelta, se puso blanco como un papel y me miró con una expresión de horror absoluto.  

Corrí hacía él desesperada y él me recibió en sus brazos.  

—¡Gracias a Dios, Johnny, estaba tan asustada! —Me aferré a él como si fuese mi única tabla de salvación —¿Qué te han dicho? ¿Estabas con él cuando ocurrió?  

Nunca había visto al hermano de mi mejor amiga de ese modo a pesar de conocerlo desde que tenía doce años. Se veía pálido e inexpresivo, por lo que comencé a temblar, estremeciéndome violentamente al pensar en la posibilidad de que mi esposo, no estuviese fuera de peligro.  

—Johnny… Por favor, dime que mi esposo… —El corazón se me encogió en el pecho de una forma tan dolorosa que sentí que caería de rodillas.  

—No puedo creerlo —espetó una voz ronca a nuestro lado y por primera vez desde que había llegado, noté la presencia del hombre que estaba junto al hermano de mi amiga —. Dile la verdad, ahora —. Le exigió y me puse rígida.  

—Para ya, Dilan, yo sé que estás enfadado, pero estás dirigiendo tu ira a la persona equivocada.  

—¡¿Enfadado?! —Gritó y solté a Jonathan de pronto, fijándome en como el rostro de Dilan se contorsionaba por el enfado. Tenía los ojos hinchados y el rostro desencajado —. ¡Tu hermana me achacó su embarazo, mientras se acostaba con…! 

¿Julia? ¿Qué tenía que ver mi mejor amiga con todo esto?  

—¡No lo digas! —Intervino Jhonny, tomándolo por la solapa del abrigo —. No merece enterarse de este modo —dijo volviéndose hacia mí. Lo vi tragar saliva y pasarse las manos por la cara, mientras yo los observaba en silencio intentando descifrar que era lo que estaba ocurriendo. Tomó mi mano temblorosa y tiró de mí, para rodearme con sus brazos —Ari… —Me acarició el cabello con cuidado, suspirando profundamente —. Ellos están bien…  

“¿Ellos?”  

Me solté y retrocedí lentamente.  

—¿Ellos? —Él asintió y me puse la mano en el pecho para evitar que mi corazón se escapase —. ¿Jonathan, estabas con Marcos, esta noche? —Mis dientes comenzaron a castañear, cuando él negó.   

—Ari, escúchame, yo no estaba enterado de lo que ocurría, lo juro… Me llamaron porque Julia me tiene como contacto de emergencia —. Se le quebró la voz —. Me enteré de que no iba en su coche, cuando llegué aquí, por desgracia, en el camino, llamé al novio de Julia, sin saber con lo que me encontraría —. Dilan, a quien no conocía hasta ese momento, lanzó una carcajada amarga y una lágrima se deslizó por su rostro.  

No hacía falta escuchar más. Era bastante fácil sumar dos, más, dos. Ambos habían tenido un accidente y lo trasladaron al mismo hospital.  

«Éramos un par de cornudos».  

¿Desde cuándo me engañaban? ¿Cuánto tiempo se habían reído de mí, en mi cara? 

Tragué con fuerza al tiempo que me volvía hacia Dilan, temblando como una hoja, aterrada por la pregunta que estaba a punto de salir por mis labios: —¿Eres el padre del bebé de Julia?  

No quería continuar desmoronándome frente a ellos, sin embargo, su silencio, se clavó en mi pecho como una daga afilada.  

Mi mejor amiga desde los diez años, a quien consideraba más que eso, quien era una hermana, por la que habría dado mi vida sin pestañear, estaba en el auto de mi esposo, después de acostarse con él, mientras yo dormía en mi casa.  La misma que me había enviado un mensaje después de las doce, diciéndome que iba a ser el mejor cumpleaños de mi vida.  

«No es justo, apartaste al mejor chico antes de que las demás tuviésemos una mínima oportunidad». Me dijo riendo Julia, la noche que le conté que Marcos, me había propuesto ser su esposa.  

Mi esposo; el chico que nos compraba cerveza cuando aún éramos menores, quien fue mi primer amor, mi primera vez, el chico que lloró cuando le dije que si me casaría con él, la noche que me pidió ser su esposa…«Te querré por siempre». Eso fue lo que dijo antes de salir esa noche a encontrarse con mi mejor amiga. ¿Le había dicho lo mismo, mientras le echaba un polvo?  

—Nunca me cerraron las cuentas, pero no creí posible que alguien fuese capaz de mentir con algo semejante —. Me miró con pena. «No lo digas, por favor no lo digas» —. Creo que es de… Tu esposo, o al menos sospechó que hay más posibilidades de que sea mío —. Gemí, al sentir que mi corazón se rompía dentro de mi pecho, no era una metáfora. Literalmente podía sentirlo quebrándose poco a poco. Entonces, las piernas me fallaron y caí de rodillas al suelo.  

Habíamos intentado tener un hijo durante tres años y nunca lo habíamos conseguido.  

Las dos personas que más amaba, me acababan de destruir, matando en vida. Mi mejor amiga me arrancó no solo al hombre que amaba, sino mi sueño de tener un hijo con él.   

  

«Mi esposo y mi mejor amiga, estaban esperando un bebé».  

Escuchaba a Johnny y Dilan pedir ayuda desesperadamente, gritar que necesitaban a alguien. No obstante, yo solo podía escuchar el rugir de mi sangre y el sonido de mi corazón haciéndose añicos.

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