Arianna El hombre que me consoló en el ascensor, quien me tendió una mano en mi peor momento. Ese sujeto que me pareció encantador, aunque melancólico y taciturno. De pronto, me resultó hostil e inaccesible, al verlo nuevamente en el enorme despacho que le pertenecía. Puede que fuese porque ya sabía que no solo era un alto ejecutivo, era Aquiles D’Amico. El jefe de Marcos. O quizás, solo estaba conmocionada por lo que me acababa de pedir. —¿Una celestina? —Balbucee, deseando que mi voz quebrada solo estuviese en mi imaginación —. ¿Las celestinas no se acabaron en la década de los noventa? —Tragué saliva, con disimulo, tratando de ignorar mi estómago revuelto o la inquietud que me provocaba su mirada oscura. Nunca me había sentido muy cómoda frente a hombres del tipo de Aquiles, un macho alfa por selección natural. Por eso me sentía tan cómoda con alguien como Marcos. No obstante, en ese momento, no solo me sentía incómoda. Tuve la sensación de que podía devorarme de un go
Arianna Finalmente, el Honda, dejó caer la gota que derramó el vaso. Pasé treinta minutos, buscando donde aparcar ese horrible armatoste. Aun así, me las apañe para llegar un poco antes de mi horario de entrada. Creí que mi nuevo jefe, se sentiría impresionado por mi iniciativa. Sin embargo, Aquiles ya se encontraba trabajando. No estaba segura, sobre sí, debía reportarme o no. Sin embargo, cuando intenté preguntárselo a su recepcionista. Esta se limitó a darme vuelta la cara, azotando su lacia melena castaña con desdén. Perfecto, ya me odiaba y ni siquiera habíamos intercambiado más de veinte palabras. Después de darle muchas vueltas, decidí pasar de visitas a mi jefe y ponerme a trabajar. Me pasé las primeras horas de la mañana, revisando los perfiles de mis antiguas compañeras de universidad. Esperaba que alguna de ellas fuese una fracasada que necesitase desesperadamente el dinero. No obstante, para sorpresa de absolutamente nadie, yo era la única miserable de la c
Arianna Comencé a plantearme la idea de que presentase un error en mi sistema biológico. Porque; primero, me sentí atraída por una escoria humana como Marcos y ahora por un potencial asesino. Lo mío, a todas luces, no era el instinto de conservación. —Llámame, Aquiles, no eres realmente mi asistente ejecutiva. Podemos saltarnos las formalidades —. Dijo con un tono seco y lacónico —. Necesitaba saber si tengo que hablar con mi contador. —¿Con Marcos? —No, claro que no, dejaré este asunto en manos de mi contador personal —. Me sentí aliviada, aun no estábamos divorciados y no quería que supiese de ese bono —. ¿Debo ocuparme del asunto? Tengo quince minutos ahora mismo y podría realizar la llamada, si tienes mi primera cita lista. —Puedes hacer la llamada, pero antes aprovechemos esos quince minutos. Necesito hacerte algunas preguntas —. «Pregunta uno: ¿Asesinaste a alguien? Fin de la lista». Dio unos golpecitos en el mostrador, para llamar mi atención. —Acompáñame po
Arianna Percibí cada latido, el aire escapando lentamente de mis pulmones y la forma en la que se me debilitaron las rodillas, cuando mis labios, hicieron contacto con los de Aquiles. Puede sentir como deslizó sus brazos alrededor de mi cintura, lo que provocó que me arquease contra él. Mis manos se posaron en su mentón, vacilantes y acaricié despacio su definida mandíbula, hasta llegar a su cuello. Mientras presionaba mis labios abiertos suavemente contra los de él. Se me aceleró el corazón, al darme cuenta de que parecía que todo se había desvanecido a nuestro alrededor, y solo éramos nosotros dos en el mundo. Eso era bueno, ¿no? Así es como tenía que ser un buen beso, era necesario que nos calentase las entrañas con la promesa de algo mucho más dulce. El problema es que así no debía sentirse un beso con el jefe al que necesitabas encontrarle pareja. Sobre todo, así no tenía que sentirse un beso que le diste a tu jefe, simplemente para no enfrentar tu pasado.
Arianna Logré alcanzarlo, antes de que las puertas del elevador se cerrasen. Casi podía ver la nube negra cerniéndose sobre su cabeza y aunque, aún estaba bastante avergonzada por lo que acababa de hacer. Rápidamente, el sentimiento, estaba mudando para convertirse en rabia. Así que, lo único que quería en ese momento, era borrarle la expresión de superioridad que mostraba inmutable. En cuanto di un paso dentro del pequeño cubículo, mantuvo la vista fija en el frente. No podía ni verme a la cara y sentí como si el estómago se me fuese a los pies. Tragué saliva con fuerza y reuní todo el coraje posible, antes de hablarle. —Aquiles —. Di un paso hacia él y vi como tensaba la mandíbula. Estaba resistiendo el deseo de darse la vuelta y verme. ¿Por qué? ¿Me temía? Cerré los ojos, avergonzada, hasta que él habló finalmente. —No tenía que ser así, Arianna. —No, pero ya me disculpé por ello, ¿no puedes pasar página? Seguro no soy la primera mujer que besas, piensa q
Arianna No me gustaba llamar la atención y mi vestuario, era prueba de ello. Nunca elegía nada que fuese llamativo o tuviese colores vivos. Combinaba día tras día, pantalones de corte sastre con camisas blancas o de colores neutros. En mi versión más atrevida, usaba falda. Eso era todo, un atuendo monocromático que me asegurase ser invisible. Me gustaba pasar tan desapercibida como fuese posible. Sin embargo, esa noche había desempolvado el ajustado vestido rojo; que me regaló mi abuela cuando cumplí los veinticinco con la esperanza de que lo usase. Me lo coloqué a presión esperando que a medida que pasasen las horas, la tela cediese e intenté respirar lo menos posible. Si lograba sentarme sin que se rajase, lo iba a considerar un triunfo. No quería pensar en que estaba dispuesta a morir por asfixia para impresionar al imbécil que escapó como un cobarde después de darme el mejor beso de mi vida. O que me esforcé tanto porque estaba celosa a rabiar de mi primera candidata.
Arianna —Espero que me pagues extra por rebotar a tus prospectos, porque esta no lo tomó para nada bien —. Le dije sentándome a su lado, luego de rechazar a su primera cita —. Se ha ido hecha una furia. —Alissa, fue una pérdida de tiempo —. Me dirigió una mirada desarmaste, que me hizo sentir la única mujer en el mundo—. Era una ego maníaca. Comprenderás que no es algo que me convenga —. Asentí, admitiendo mi error, no iba a decirle que no conocía a mi candidata de nada. Que solo la use para cobrar el bono y poder largarme de la casa de mi ex —. Yo no me preocuparía tanto por ella, con ese vestido recibirá al menos dos propuestas de matrimonio de camino a casa. Además, pude ver que tampoco te gustaba demasiado. —Es cierto, me parece bellísima, aunque sentí que se esforzaba demasiado —. Deslizó su mirada desde mis ojos, hasta mis labios, sin decir nada. Así que, me arrellane en el asiento del reservado, encogiéndome. Se sentía como si supiese exactamente lo que estaba pensan
Arianna Me pasé los tres primeros días emocionada ante la expectativa del acuerdo al que llegamos. Cada vez que veía a Aquiles, mi corazón galopaba alocadamente y mi respiración se descompasaba. Esperaba ansiosa que me besase nuevamente o me tocase como en el bar. No ocurrió. Por lo que poco a poco, esa emoción se fue diluyendo, para convertirse en algo diferente al terminar la semana. Estaba arrepentido. Era evidente. Tenía la sensación de que evitaba que estuviésemos solos y cuando lo estábamos, podía percibir que no mostraba el mínimo interés en mí. La ansiedad y los celos me estaban comiendo. Lo que era realmente extraño porque nunca me consideré particularmente celosa. Mientras abría la puerta del piso; que por contrato, me darían a préstamo durante un año. Me quedé mirando como: los pantalones se ajustaban a sus piernas, moldeando sus caderas estrechas y la camisa arremangada dejaba entrever todos sus músculos definidos. —Siento mucho haberte hecho venir a estas