La celestina

Aquiles  

Crucé el pasillo y tomé el aza de metal, abriendo la puerta del piso compartido que ocupaba con mis hermanos. Aunque ahora solo yo lo estaba ocupando y eso era bastante deprimente. Extrañaba solo tener que cruzar una puerta para poder hablar con Ares o almorzar juntos. No obstante, Romeo se había instalado en la oficina que debería ser de Eros. En parte porque lo necesitaba cerca, pero sobre todo por Lorena.  

Estar solo con ella, era una tortura y en ocasiones me fastidiaba tener que esquivar sus avances constantemente.  

—Buenos días, Aquiles —. En su rostro apareció una enorme sonrisa, en cuanto me vio cruzar la puerta —. ¿Cómo te encuentras hoy? —Acarició sus labios llenos con la punta de su lengua y me clavó sus enormes ojos azules.  

Era una belleza, de eso no cabía duda, sin embargo, era mi empleada y esa, era una línea que no cruzaría. Sin contar con que la había visto lanzarle los mismos dardos de coquetería a mis otros hermanos. Lo que me hacía pensar que no le importaba realmente cuál de los tres picase, mientras fuese un D’ Amico.  

—Igual de bien que hace treinta minutos, cuando vine a pedir el sobre con los permisos que nos enviaron para la urbanización de Versalles y no te encontrabas en tu puesto de trabajo.  

Se inclinó hacia adelante, apoyando sus senos en la madera pulida del mostrador y realizó un puchero.  

—Me sentía un poco mal, ¿podrías ver si tengo temperatura? —Resoplé, dándole una mirada de advertencia.  

—Teníamos una postulante para ejecutivo junior, en el departamento de marketing, citada para hoy —. Dije, dando por terminada la conversación y ella realizó un mohín, exasperada.  

—Sí, olvidé cancelarla, Romeo, encontró al último postulante perfecto hace dos días, lo siento —. Lo había olvidado, era de esperarse, se dio la vuelta y tecleo en el ordenador —. Aquí está, Arianna Morelli —¿Con qué estaba divorciada? Me parecía que su exmarido era de apellido Rossi. Cabrón. — De todas formas, no llegó a la cita, creo que el puesto no le interesaba tanto como para aparecer.  

—Sé que no ha llegado.  

—¿Lo sabes? —Se puso tensa y entrecerró los ojos —. ¿Cómo?  

—No es asunto tuyo, necesito que la reagendes para dentro de veinte minutos. Voy a entrevistarla personalmente —Lorena abrió los ojos y una vena le palpitó en la frente —. Por favor, dile a Romeo que lo necesito con urgencia para realizar la oferta de adquisición de los terrenos que Ares quiere en Monte de Oro.  

—Romeo ya está en lo de la oferta —Ella tomó aire con dificultad —. ¿Por qué la entrevistarías? —Giré, sin molestarme en responderle y caminé hacia la puerta que se encontraba al otro extremo de la sala de recepción, negándome a continuar discutiendo el asunto. Por lo que salió de su puesto para seguirme —. ¿Acaso la conoces?  

—No es tu asunto, Lorena —Entré con una exhalación al pasillo abierto, con varios despachos y me dirigí directamente a la puerta caoba ubicada frente a mí —. Pero si quieres saberlo, le di un vistazo a su hoja de vida, mientras tú estabas convenientemente enferma y  creo que es perfecta para convertirse en mi asistente ejecutiva.  

—¡¿Qué?! —Chilló y un grupo de jóvenes de traje y corbata que se encontraban en uno de los despachos abiertos dejaron su trabajo para observarnos —. ¡Cuando te pedí el puesto, me dijiste que nunca ibas a tener una asistente ejecutiva! —Espetó, caminando a mi lado.  

—Los tiempos cambian —giré el pomo y me apresuré a entrar —. Además, debo recordarte que no estás cualificada —. Puso las manos en las caderas y me miró furiosa.  

—¡Eres un…! —Cerré la puerta dejándola atrás.  

Romeo, se encontraba tras mi escritorio en forma de “U” , reclinado en mi sillón, con los auriculares puestos. Sonrió al escuchar a Lorena, montándose uno de sus números tras la puerta y volvió a su conversación.   

—Seamos sinceros. No tendrás una mejor oferta por ese sitio, ni en un millón de años —. Se levantó y caminó hacia el sillón azul marino que estaba del otro lado del despacho —. Así es como funcionan las leyes del libre mercado, no iras a decirme que tienes un montón de inversores haciendo fila ahora mismo para comprarte los terrenos —. Lanzó una sonora carcajada —, Te deseo lo mismo Vincent, pero por dos —. Cortó, volviéndose hacia mí —. Creo que lo tenemos —. Alzó las cejas.  

—¿Qué te dijo?  

—Que lo estaba insultando con mi oferta y que esperaba que no tuviese una erección en dos meses —. Romeo sonrió ligeramente —. Es nuestro —. Negué lentamente —. ¿Otra vez te estaba acosando? —Asentí, seguro de que se refería a Lorena —. ¿Si sabes que podrías despedirla justificadamente o incluso denunciarla por acoso laboral?  

—Nunca podría hacerle eso, además estoy seguro de que necesita el empleo.  

—Allá tú —se encogió de hombros —aunque deberías considerarlo, la chica se puso demente en cuanto supo que a uno de ustedes, ya le habían echado el lazo. Si Eros llegase a comenzar a salir con alguien, estoy seguro de que no le temblaría el pulso para secuestrarte.  

Reí.  

—Me parece que estás exagerando un poco —. No estaba completamente seguro de que exagerase —. Necesito hablar contigo de algo más. Se sentó en el sillón frente al escritorio y ocupé mi sitio —. Hoy estaba citada una postulante para el puesto de ejecutivo en el área de Marketing.  

—Cierto, lanzamos el anuncio hace dos semanas, debemos vender el ochenta por ciento del barrio privado en Las Lomas, antes de comenzar a rodar el proyecto y con Ares en las nubes, necesitábamos refuerzos. Sin embargo, ya encontré los cinco candidatos. Lorena, debía llamarla para avisarle.  

—Pues no lo hizo.  

Puso los ojos en blanco.  

—Si pensara menos en ser la próxima señora D’Amico y más en su trabajo, no pasarían estas cosas.  

—No importa, está bien, conocí a la candidata y me pareció perfecta para el otro puesto. Ese que es un asunto confidencial.  

—Hablas de los rumores —. Asentí pesadamente, habían comenzado a surgir ciertas teorías sobre mis gustos sexuales  y algunos accionistas estaban preocupados. Solo hacía dos años que nos deshicimos de la demanda de Máximo y aún nos estábamos recuperando —. Creí que preferirías conocer a alguien de la manera tradicional, como un humano normal. Conocer a una linda chica, llevarla a cenar, pedirle matrimonio, lo obvio.  

—El matrimonio, es algo transaccional, ambos nos beneficiaríamos, ¿por qué debería  cortejarla?  

—Por qué nadie se casaría contigo sin amor de por medio —. Señaló.  

—¿Cuántos matrimonios has tenido? —Me eché hacia atrás en el sillón.  

—Sé lo que estás intentando —se frotó la barbilla —. Es cierto, tres de mis esposas, estaban más interesadas en mi cuenta bancaria que en mis sentimientos. Soy un experto en el tema. Pero lo cierto es que ninguna de esas chicas se presentara y te dirá que solo quiere tu dinero. Te mirarán con ojos soñadores, mientras te dicen que te aman. Créeme, es imposible para nosotros saber cuándo mienten. Y si te atreves a preguntárselo de frente, te van a cruzar la cara.  

Tamborilee los dedos en el escritorio. 

—Exacto, es imposible saberlo para nosotros, aunque otra mujer podría saberlo. Y no solo eso, también filtraría a las candidatas por mí. Tengo algunas condiciones, debe ser refinada, comprensiva, inteligente. Discreta, mi familia no puede enterarse de esto. Debe atraerme físicamente y yo a ella, no quiero que me engañe durante el tiempo que dure el acuerdo.  

—¿Vas a romper tu voto de celibato? —Meneo la cabeza con incredulidad.  

—No es un voto de celibato, es que simplemente el sexo, lleva a otros sentimientos, y no puedo dejar que una mujer se enamore de mí. Ya sabemos que soy nocivo para las relaciones.  

Frunció el ceño.  

—En serio, Aquiles, ve a terapia —se arrellanó en el sillón  —. Eso no fue tu culpa.  

Si lo había sido y cargaría con ello, por el resto de mi vida.  

—Como sea, lo he pensado. Necesito una facilitadora y Arianna es perfecta, además necesita trabajo. Podemos enmascarar su verdadero trabajo, diciendo que es mi asistente ejecutiva, por ejemplo.   

—Creí que yo era tu asistente ejecutivo —. Se puso de pie y miró hacia la ventana.  

—Creo que tú eres, un administrador o eso dice tu contrato.  

—Hum. Interesante. ¿Con qué una celestina? —Lo pensó un momento —. ¿Estás completamente seguro? Para ser honesto, me suena a locura. No creo que algo así pueda salir bien.   

—Ningún matrimonio sale bien, o al menos el noventa por ciento de ellos fracasan —Romeo, inclinó la cabeza, con una, ceja, ligeramente enmarcada —¿Qué cree el consejo de accionistas? —Le pregunté.  

—Creen que deberían estar ganando más dinero.  

—Pues bien, estoy seguro. 

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