Arianna Me pasé los tres primeros días emocionada ante la expectativa del acuerdo al que llegamos. Cada vez que veía a Aquiles, mi corazón galopaba alocadamente y mi respiración se descompasaba. Esperaba ansiosa que me besase nuevamente o me tocase como en el bar. No ocurrió. Por lo que poco a poco, esa emoción se fue diluyendo, para convertirse en algo diferente al terminar la semana. Estaba arrepentido. Era evidente. Tenía la sensación de que evitaba que estuviésemos solos y cuando lo estábamos, podía percibir que no mostraba el mínimo interés en mí. La ansiedad y los celos me estaban comiendo. Lo que era realmente extraño porque nunca me consideré particularmente celosa. Mientras abría la puerta del piso; que por contrato, me darían a préstamo durante un año. Me quedé mirando como: los pantalones se ajustaban a sus piernas, moldeando sus caderas estrechas y la camisa arremangada dejaba entrever todos sus músculos definidos. —Siento mucho haberte hecho venir a estas
Arianna De pronto, parecía que acaba de salir de una resaca colosal. Me dolía tanto la cabeza que comencé a sentir que me estaba drenando toda la energía. Me froté la sien, intentando apagar el martilleo que las últimas palabras de Johnny me habían provocado, aunque se me antojó imposible. —Entonces, te enviaron a ti, para decirme: ¿qué no puedo quedarme hasta fin de mes como quedé con el abogado? Evité mirarlo, odiaba ver como la preocupación nublaba sus ojos, al igual que el tono suave y considerado que usaba. Daba la impresión, que temía que fuese a romperme. —El gestor, tiene preguntas sobre la propiedad que Marcos no puede responder —. Colocó su mano sobre la mía que descansaba sobre la banca. No obstante, lo aparte bruscamente. No podía dejar de sentir que también me traicionaba —. Si te sirve de algo que lo diga. No estoy en contacto con ellos, no hablaba con Marcos o mi hermana desde el accidente —. Solo logré responder con un gruñido lastimero —. No estoy minti
Arianna Lo bueno de ser: en “teoría” asistente ejecutiva, era que podía colarme al despacho de Aquiles cuando desease y nadie sospechaba. Lo malo de ser: en “teoría” asistente ejecutiva, era que podía colarme al despacho de Aquiles cuando desease y encontrarlo semidesnudo, esperando su ropa recién llegada de la tintorería… —Gracias por traer mi ropa —. Se quitó los gemelos —. No era necesario, podría habérselo pedido a Lorena. No es parte de tus funciones —. «Ja. Ni de broma iba a dejar que Lorena volviese a traerle la ropa que llegaba de la tintorería, después de ver que se cambiaba en la oficina». —No pasa nada, venía hacia aquí de todas formas —. Mirándome a los ojos, retiró el botón del ojal —. Lamento no haber podido venir antes. Tuve las entrevistas preliminares con las candidatas y también confirmé la asistencia a las reuniones agendadas para la próxima semana. Estuve muy ocupada. No mencionó que no fuese a verlo inmediatamente, después de cinco llamadas y varios
Aquiles «Qué ardiente era cuando no usaba esas camisas, que eran tres tallas más grandes para su cuerpo». Haberla obligado a acompañarme a la gala y enviarla de compras, era definitivamente la mejor inversión que había realizado en el último tiempo. El vestido negro de coctel que eligió de cuello alto y espalda descubierta, se ceñía a su cuerpo curvilíneo justo en los lugares correctos. Su cabello castaño acariciaba suavemente sus hombros ligeramente morenos, cayendo en ondas como cintas sedosas y sus ojos café destellaban bajo las arañas de cristal que colgaban del techo. Me preguntaba quién la convenció de esconderse bajo capas interminables de ropa. Si solo pudiese verse como yo la veía, sabría que su potencial no tenía límites. Cualquiera estaría a sus pies con solo un pestañeo. Se me secó la boca, cuando se dio la vuelta y vi ese culito ceñido bajo la falda del vestido. Como si sintiese mi mirada, me miró por sobre el hombro, llevándose la copa a los labios. Sentí q
Arianna Me tomó del brazo, cuando estaba a punto de abrir la puerta del conductor de mi coche. Y aunque me tensé, no aparte su mano. Porque cada vez que me tocaba, mi cerebro se negaba a funcionar correctamente. —¿A dónde vas? —Me volví a mirarlo confundida, por el escalofrío que me provocó el timbre de su voz. Nunca antes, nadie me había dicho lo que tenía que hacer y él intentaba controlarme. Algo que no me gustaba en lo más mínimo. No me convencía la idea de tener que limitar mis interacciones por un hombre, nunca lo hice y definitivamente no comenzaría en ese momento. —A casa, ¿no ves? —Aquiles me tomó con firmeza por la muñeca y me arrastró hasta un lugar oscuro del estacionamiento, en la esquina de una pared en el lado lateral del elevador. Antes de que pudiese protestar, me tomó por los hombros y me aprisionó contra la pared con su cuerpo. —No vas a ir a ningún lado —. Era capaz de ver la excitación en sus increíbles ojos negros y fui repentinamente consiente
Arianna Nos detuvimos en la puerta del restaurante, mientras yo buscaba con la mirada a la próxima candidata: una periodista deportiva que pasaba una mala racha. Que fuese bastante conocida, parecía emocionar a Romeo, después de lo ocurrido en la fiesta para los inversionistas del proyecto Houson mall. Creía que si se mostraba con ella, los rumores de romance no tardarían en llegar y apagarían los que se suscitaron luego de que saliese del salón solo un minuto después de mí. Romeo, esa misma mañana se presentó con un humor de perros. Se mostró irritado y grosero, antes de tirarme el número telefónico de Anabella Lorca en el escritorio. «Quiero que arregles el desastre de anoche. Llámala y asegúrate de que Aquiles se muestre con ella o me voy a encargar personalmente de que seas despedida y nunca vuelvan a contratarte en ninguna otra empresa». Me advirtió, antes de azotar la puerta. Además de famosa, era preciosa, una morena de largas piernas que agitó las pestañas e
Arianna —Todavía no entiendo por qué, no cenamos donde estábamos —. Cogió su bebida y se acercó un poco a mí —. ¿Y por qué me pediste que pagase las bebidas? ¿Qué te traes entre manos, Arianna? —Me miró de arriba abajo y no pude evitar sonrojarme —. No me importa pagar, no es necesario que gastes tus ahorros en una cena. Solo dime, que no vas a poner una cucaracha en la sopa… Me observó con los ojos entrecerrados. —Sé que puedes pagar, aunque la idea no es esa y ya estamos comiendo —. Lo vi frotarse el puente de la nariz con el pulgar y el índice —. ¿No podrías solo relajarte por una hora y dejar de hacer preguntas? Frunció el ceño. —En realidad — suspiré, allí iba de nuevo — está; es la entrada que se les ofrece a los comensales, mientras eligen que ordenar. No es la cena, solo se trata de una cortesía—.Rodé los ojos —. Y acaso, ¿crees que realmente puedo relajarme? No, definitivamente no lo creía. —No —. Tomé un nacho y lo pasé por el Dip de queso crema con cibu
Arianna —¿Eso era todo? —Preguntó Aquiles, tomando la última caja con mis cosas de la encimera de la isla que separaba la cocina del comedor diario. —Sí, eso era todo… —Suspiré con pesar —. No puedo creer que toda mi vida se vea reducida a seis cajas de nada. Quiero decir, ya cumplí los treinta y estoy tan perdida como a los dieciocho. Además, para variar ni siquiera tengo un hogar. —Puedes usar el piso todo el tiempo que quieras. Por otro lado, estás siendo demasiado generosa. Aunque la casa este a su nombre, deberías pelear por lo que te pertenece. Me encogí de hombros. Francamente, no tenía la fuerza, para una nueva batalla. Y cualquier cosa que me llevase, me pesaría. Aún estaba sobre la chimenea frente a nosotros el cuadro de nuestra boda, colgado y olvidado. En la imagen corríamos de la mano hacia el fotógrafo. No recordaba haber tenido un momento más feliz hasta ese día. Si cerraba los ojos un instante, todavía podía ver a Marcos llorando de rodillas pidién