Aquiles «Qué ardiente era cuando no usaba esas camisas, que eran tres tallas más grandes para su cuerpo». Haberla obligado a acompañarme a la gala y enviarla de compras, era definitivamente la mejor inversión que había realizado en el último tiempo. El vestido negro de coctel que eligió de cuello alto y espalda descubierta, se ceñía a su cuerpo curvilíneo justo en los lugares correctos. Su cabello castaño acariciaba suavemente sus hombros ligeramente morenos, cayendo en ondas como cintas sedosas y sus ojos café destellaban bajo las arañas de cristal que colgaban del techo. Me preguntaba quién la convenció de esconderse bajo capas interminables de ropa. Si solo pudiese verse como yo la veía, sabría que su potencial no tenía límites. Cualquiera estaría a sus pies con solo un pestañeo. Se me secó la boca, cuando se dio la vuelta y vi ese culito ceñido bajo la falda del vestido. Como si sintiese mi mirada, me miró por sobre el hombro, llevándose la copa a los labios. Sentí q
Arianna Me tomó del brazo, cuando estaba a punto de abrir la puerta del conductor de mi coche. Y aunque me tensé, no aparte su mano. Porque cada vez que me tocaba, mi cerebro se negaba a funcionar correctamente. —¿A dónde vas? —Me volví a mirarlo confundida, por el escalofrío que me provocó el timbre de su voz. Nunca antes, nadie me había dicho lo que tenía que hacer y él intentaba controlarme. Algo que no me gustaba en lo más mínimo. No me convencía la idea de tener que limitar mis interacciones por un hombre, nunca lo hice y definitivamente no comenzaría en ese momento. —A casa, ¿no ves? —Aquiles me tomó con firmeza por la muñeca y me arrastró hasta un lugar oscuro del estacionamiento, en la esquina de una pared en el lado lateral del elevador. Antes de que pudiese protestar, me tomó por los hombros y me aprisionó contra la pared con su cuerpo. —No vas a ir a ningún lado —. Era capaz de ver la excitación en sus increíbles ojos negros y fui repentinamente consiente
Arianna Nos detuvimos en la puerta del restaurante, mientras yo buscaba con la mirada a la próxima candidata: una periodista deportiva que pasaba una mala racha. Que fuese bastante conocida, parecía emocionar a Romeo, después de lo ocurrido en la fiesta para los inversionistas del proyecto Houson mall. Creía que si se mostraba con ella, los rumores de romance no tardarían en llegar y apagarían los que se suscitaron luego de que saliese del salón solo un minuto después de mí. Romeo, esa misma mañana se presentó con un humor de perros. Se mostró irritado y grosero, antes de tirarme el número telefónico de Anabella Lorca en el escritorio. «Quiero que arregles el desastre de anoche. Llámala y asegúrate de que Aquiles se muestre con ella o me voy a encargar personalmente de que seas despedida y nunca vuelvan a contratarte en ninguna otra empresa». Me advirtió, antes de azotar la puerta. Además de famosa, era preciosa, una morena de largas piernas que agitó las pestañas e
Arianna —Todavía no entiendo por qué, no cenamos donde estábamos —. Cogió su bebida y se acercó un poco a mí —. ¿Y por qué me pediste que pagase las bebidas? ¿Qué te traes entre manos, Arianna? —Me miró de arriba abajo y no pude evitar sonrojarme —. No me importa pagar, no es necesario que gastes tus ahorros en una cena. Solo dime, que no vas a poner una cucaracha en la sopa… Me observó con los ojos entrecerrados. —Sé que puedes pagar, aunque la idea no es esa y ya estamos comiendo —. Lo vi frotarse el puente de la nariz con el pulgar y el índice —. ¿No podrías solo relajarte por una hora y dejar de hacer preguntas? Frunció el ceño. —En realidad — suspiré, allí iba de nuevo — está; es la entrada que se les ofrece a los comensales, mientras eligen que ordenar. No es la cena, solo se trata de una cortesía—.Rodé los ojos —. Y acaso, ¿crees que realmente puedo relajarme? No, definitivamente no lo creía. —No —. Tomé un nacho y lo pasé por el Dip de queso crema con cibu
Arianna —¿Eso era todo? —Preguntó Aquiles, tomando la última caja con mis cosas de la encimera de la isla que separaba la cocina del comedor diario. —Sí, eso era todo… —Suspiré con pesar —. No puedo creer que toda mi vida se vea reducida a seis cajas de nada. Quiero decir, ya cumplí los treinta y estoy tan perdida como a los dieciocho. Además, para variar ni siquiera tengo un hogar. —Puedes usar el piso todo el tiempo que quieras. Por otro lado, estás siendo demasiado generosa. Aunque la casa este a su nombre, deberías pelear por lo que te pertenece. Me encogí de hombros. Francamente, no tenía la fuerza, para una nueva batalla. Y cualquier cosa que me llevase, me pesaría. Aún estaba sobre la chimenea frente a nosotros el cuadro de nuestra boda, colgado y olvidado. En la imagen corríamos de la mano hacia el fotógrafo. No recordaba haber tenido un momento más feliz hasta ese día. Si cerraba los ojos un instante, todavía podía ver a Marcos llorando de rodillas pidién
Arianna Nuestros labios se buscaron con fiereza y hundí mis dedos en su pelo, atrayéndolo hacia mí, mientras continuábamos rozándonos sobre la ropa. Un ardiente deseo me cruzó y solo pude pensar en que estuviese finalmente en mi interior. Lo necesito demasiado como para preocuparme de algo más que no sea: su aroma a menta, la suavidad de sus labios, los músculos tensos de su torso bajo mis manos. Sí… Quería que me tomase justo allí. Sin embargo, recordé que no estábamos solos. —Tu chofer… —Gemí recobrando parte de mi cordura, justo antes de sentir que se apretaba contra mí, mostrándome lo excitado que estaba con la intensidad de su movimiento. Se apartó justo lo suficiente, para estirar el brazo y apretar un botón que subió el cristal oscuro de la partición que nos separaba del conductor. —Shhh…No digas nada y no sabrá lo que ocurre —. Me inmovilizó, frotándose contra mí, inspirando, recorriéndome con su lengua desde la barbilla hasta mi mejilla—. Me estás matando, no re
Arianna Aquiles acarició con su mirada mis piernas expuestas bajo el vestido corto y suelto de verano que había combinado con una cazadora de mezclilla. Las recorrió sin ningún pudor, en cuanto entré al elevador y las puertas se cerraron. Luego apartó la mirada bruscamente, apretando la mandíbula. Por lo que me pregunté, si acaso estaba molesto por verme. Éramos vecinos, aunque quizás, no estaba preparado para confraternizar todos los días o encontrarme tan a menudo. Así que, casi sin pensarlo, dije: —Es una casualidad habernos encontrado —. Aclaré, metiendo el móvil en el bolsillo de la chaqueta. Él dejó caer sus ojos sobre mí, oscuros y abrazadores —. No quiero que pienses que estaba esperando que entrases para acecharte —. Baje la mirada, entrelazando los dedos, sintiendo que me sonrojaba —. Eso sería raro…—Carraspee nerviosa. Levante la vista, al sentir que un sonido ronco similar a una risita ahogada, atravesando su garganta. —Nunca pensaría algo así —. Alzó una
Arianna Aquella, era la tercera noche que pasaría en el piso de Aquiles desde que me había mudado al departamento de su hermano y por tercera vez, al despertar después de un sueño ligero, descubrí que estaba sola en la enorme cama. La primera noche, creí que quizás él despertaba demasiado temprano. Sin embargo, la segunda noche, cuando comenzaba a dormirme, escuché que salía de la habitación y cerraba la puerta con cuidado. Esperé que regresara, aunque no lo hizo y eso de alguna manera me hizo sentir muy sola. Aquel pequeño gesto me hizo entender lo lejos que llegaba el acuerdo privado que habíamos realizado. Un acuerdo que no incluía sentimientos. Lo que era un problema, porque yo tenía sentimientos incontrolables, creciendo con cada momento, mirada o gesto que compartíamos. Esa noche también me dejo sola en la cama después de saciarse por completo de mi cuerpo. Solo que en esa ocasión no pude soportarlo y luego de colocarme el vestido ajado lo mejor que pude, salí de la ha