Aquiles Era la segunda noche que estaba en una celda preventiva, a la espera de que el juez tomase mi declaración al día siguiente. La primera noche estuve solo; sin embargo, podía escuchar el chirrido de las rejas cerrándose y abriéndose. No importaba la hora, el chirrido se repetía incesantemente. Recordándome que estaba encerrado y que los horarios, los marcaba alguien más. Aquella noche, fue aún peor, porque me arrastraron a través del pasillo, hasta una celda donde se encontraban otros reos que esperaban su audiencia de declaración, al igual que yo. ―Busca al más grande y dale un puñetazo, justo en la nariz ―rio a mi espalda el guardia ―. Es una cuestión de dominio, ¿comprendes fortachón? ―Se burló y lo miré sobre el hombro, con los dientes apretados. Uno de mis abogados, me advirtió sobre lo que ocurriría. Buscarían provocarme para demostrar que mi temperamento era explosivo y agresivo. Por lo que debía mantener la calma a costa de lo que fuera. Acaricie el hilo rojo que
Arianna —Lo siento Arianna, sabes que me caes muy bien, pero estás vetada. No puedo dejarte pasar —. Dijo Nelson, rascándose la nuca —. En tanto, el señor Aquiles, no vuelva, las cosas son así por aquí. La empresa se reserva el derecho de admisión. —¿Ah, sí? —Pregunté —¿A quién más han vetado? —Dije en voz muy alta y vi por el rabillo del ojo que Ares contenía una sonrisa, mientras caminaba hacia el elevador con las manos en los bolsillos. Evitó mi mirada y bajó la cabeza. —Solo a ti —. Lancé una carcajada histérica y lo vi ponerse rojo —. Mira lamento mucho lo que ocurrió con el señor D’ Amico y quisiera ayudar, solo que no puedo. Te suplico que comprendas, que esto compromete mi puesto. El plan era bastante sencillo. Como estábamos convencidos de que Romeo, me negaría la entrada, pensamos que era buena idea montar un escándalo en plena recepción. Luego de que todo el mundo estuviese enterado que estaba allí, gritaría a los cuatro vientos que me quedaría un par de horas en el c
Arianna —¿Qué ocurrirá con Romeo? —Le pregunté a Ares, en cuanto tomó su sitio, y me entregó una botella de agua, que dejé sobre la silla contigua. —No tuve tiempo de discutirlo con los abogados o Eros, pero considero que es posible que vaya a prisión. Creo que los escuché decir que cabe una pena de seis meses a tres años. Sé que no pueden usar el video como prueba, aunque intentarán arrancarle una confesión y usaremos el video con el consejo para conseguir su despido inmediato —. Negó con la cabeza y le dio un sorbo a su café —. No estoy seguro de que más podemos hacer, aunque yo espero y voy a pedirles que busquen el castigo máximo. Romeo, era casi parte de la familia. Lo que hizo, no tiene nombre —. Asentí. —¿Lo mismo le ocurrirá a Marcos? —No podría responderte eso en este momento, sin embargo, es posible. Sí. Todavía no se determina su participación en todo esto. Además, es factible que los abogados deseen negociar, si es que está dispuesto a retirar los cargos. Tú que lo con
Arianna Sentía que el rostro me ardía y la sien me palpitaba. Estaba tan confusa y débil, que tuve la urgencia de tomar algo de distancia del caos que era el mundo fuera de las cuatro paredes del tocador de la clínica. Respire profundamente, en un vago intento por controlarme y me enfoqué en la sensación de alivio que me provocaba saber a Marcos, fuera de mi vida para siempre. Solo me inquietaba que no retirase la denuncia. Aunque intentaba convencerme de que debía mantener la fe. Ares, creía que lo haría. Me dijo que luego de que hablásemos, pidió ver a su abogado y eso era una buena señal. Con suerte, se encontraban preparando una oferta, justo en ese momento. Tomé aire lentamente, colocando mis manos bajo el chorro de agua fría, preparándome para salir, cuando Julia entró y cerro la puerta del tocador de un golpe. —¿Lo viste? —Preguntó con los dientes apretados —. No lo comprendo —dijo con los ojos llenos de lágrimas y el rostro enrojecido. Sin darme la oportunidad de respo
Arianna —¿Estás segura de que no quieres compañía? —Ares, se apoyó en la pared junto a la entrada. Se veía agotado y estaba segura de que si lo dejaba quedarse, no descansaría nada. Se preocupaba demasiado. —Muy segura, probablemente me quede dormida en cuanto ponga un pie en la habitación —. Una mueca de preocupación, reafirmó mi punto. —Deberías comer algo —. Se incorporó y estiró el cuello para ver hacia adentro —. No te han dejado la cena. —Todavía es temprano, y además pedí que suspendieran el servicio —me encogí de hombros —, pero no te preocupes, debo tener algo para calentar. En todo caso, pediré algo de ser necesario. Solo ve a tu departamento e intenta dormir. Mañana será aún más intenso —. Al día siguiente, Aquiles, prestaría declaración, ante el juez, que emitió su orden de aprensión. Ambos suspiramos al unísono —. Solo dime a que hora debo poner la alarma para estar lista, cuando vengas a recogerme. Ladeo la cabeza y se rascó la barbilla. —Sinceramente, no tengo
Cuatro meses después…AriannaMe di un largo baño de espuma y salí completamente despejada. Pocos minutos después, a pesar de que solo eran cuatro personas en la habitación, podía escucharlas desde el baño cotilleando y chillando como locas. Al entrar en la habitación, Nora me ofreció un chocolate que acababa de calentar en el microondas. El sabor a chocolate, bajó por mi garganta, haciéndome sentir aún mejor de lo que estaba. Ya sentía en mis venas la serotonina del gran día que me esperaba; sin embargo, solo bastó un trago de aquel elixir para comenzar a sentir eufórica. ¿Cómo era posible que fuese experta hasta para preparar chocolate? En cuanto no quedó una gota en el vaso me senté en una silla frente al tocador y mi amiga comenzó a colocarme una mascarilla para que mi piel estuviese fresca antes de Nora me maquillase. Una vez que me puso la máscara, buscó a tientas la plancha para el cabello y el secador. —¿Qué pasó con Johnny? —Pregunté ayudándola a preparar las cosas para
Aquiles Todo era perfecto, de un lado se podía ver el mar azul, y el sol perdiéndose lentamente en el horizonte. Por otro, sobre la arena, sillas blancas con listones y arreglos florales en tonos pastel. Solo las suficientes para que nuestros amigos y familiares más cercanos nos acompañasen. Una enredadera de flores como rosas, peonías y gardenias en tonos claros bordeaban el pasillo. Ella caminaría hacia mí, por ese pasillo, para apostar pasar su vida junto a alguien como yo, a pesar de mis defectos, porque podía ver lo mejor de mí. Yo me encontraba a un lado del altar, bajo el arco de flores. Retorciendo con impaciencia mis dedos y con la mirada fija en la cabaña donde la estaban preparando. Más allá estaba la carpa blanca donde se serviría el banquete, todo estaba iluminado con candelabros de vidrio enterrados en la arena, sillones y tumbonas a lo largo y ancho de la playa. Flores por doquier, guirnaldas de pequeños focos que creaban un ambiente tan romántico como el que ella m
Arianna —Creo que nos va a ser imposible seguir por este camino. —Entrelazó sus dedos con los míos sobre su pecho y me besó los nudillos para suavizar la noticia —. Me parece que lo mejor sería que demos la vuelta, hasta el último lugar que me resulta familiar. Desde allí seguro logro ubicarme —Mis ojos se abrieron de par en par. «No estaba ni cerca si creía que volvería atrás, yo era quien llevaba el vestido de novia. Sin mencionar que estaba embarazada de casi seis meses». Pensé y respiré antes de exteriorizar lo que pensaba. —¿Crees que voy a volver caminar por la arena dos kilómetros más, con vestido de novia? —Las comisuras de sus labios se curvaron en una sonrisa traviesa —. Será romántico dijiste… —Alcé una ceja. —El muelle no debe estar lejos. —Eso es lo que me dijiste hace veinte minutos y continuo dando vueltas con el vestido de novia puesto. —Podrías quitártelo, apuesto que lo que llevas bajo ese vestido es igual de interesante. —Le di un puñetazo en la espalda, lanz