Arianna Percibí cada latido, el aire escapando lentamente de mis pulmones y la forma en la que se me debilitaron las rodillas, cuando mis labios, hicieron contacto con los de Aquiles. Puede sentir como deslizó sus brazos alrededor de mi cintura, lo que provocó que me arquease contra él. Mis manos se posaron en su mentón, vacilantes y acaricié despacio su definida mandíbula, hasta llegar a su cuello. Mientras presionaba mis labios abiertos suavemente contra los de él. Se me aceleró el corazón, al darme cuenta de que parecía que todo se había desvanecido a nuestro alrededor, y solo éramos nosotros dos en el mundo. Eso era bueno, ¿no? Así es como tenía que ser un buen beso, era necesario que nos calentase las entrañas con la promesa de algo mucho más dulce. El problema es que así no debía sentirse un beso con el jefe al que necesitabas encontrarle pareja. Sobre todo, así no tenía que sentirse un beso que le diste a tu jefe, simplemente para no enfrentar tu pasado.
Arianna Logré alcanzarlo, antes de que las puertas del elevador se cerrasen. Casi podía ver la nube negra cerniéndose sobre su cabeza y aunque, aún estaba bastante avergonzada por lo que acababa de hacer. Rápidamente, el sentimiento, estaba mudando para convertirse en rabia. Así que, lo único que quería en ese momento, era borrarle la expresión de superioridad que mostraba inmutable. En cuanto di un paso dentro del pequeño cubículo, mantuvo la vista fija en el frente. No podía ni verme a la cara y sentí como si el estómago se me fuese a los pies. Tragué saliva con fuerza y reuní todo el coraje posible, antes de hablarle. —Aquiles —. Di un paso hacia él y vi como tensaba la mandíbula. Estaba resistiendo el deseo de darse la vuelta y verme. ¿Por qué? ¿Me temía? Cerré los ojos, avergonzada, hasta que él habló finalmente. —No tenía que ser así, Arianna. —No, pero ya me disculpé por ello, ¿no puedes pasar página? Seguro no soy la primera mujer que besas, piensa q
Arianna No me gustaba llamar la atención y mi vestuario, era prueba de ello. Nunca elegía nada que fuese llamativo o tuviese colores vivos. Combinaba día tras día, pantalones de corte sastre con camisas blancas o de colores neutros. En mi versión más atrevida, usaba falda. Eso era todo, un atuendo monocromático que me asegurase ser invisible. Me gustaba pasar tan desapercibida como fuese posible. Sin embargo, esa noche había desempolvado el ajustado vestido rojo; que me regaló mi abuela cuando cumplí los veinticinco con la esperanza de que lo usase. Me lo coloqué a presión esperando que a medida que pasasen las horas, la tela cediese e intenté respirar lo menos posible. Si lograba sentarme sin que se rajase, lo iba a considerar un triunfo. No quería pensar en que estaba dispuesta a morir por asfixia para impresionar al imbécil que escapó como un cobarde después de darme el mejor beso de mi vida. O que me esforcé tanto porque estaba celosa a rabiar de mi primera candidata.
Arianna —Espero que me pagues extra por rebotar a tus prospectos, porque esta no lo tomó para nada bien —. Le dije sentándome a su lado, luego de rechazar a su primera cita —. Se ha ido hecha una furia. —Alissa, fue una pérdida de tiempo —. Me dirigió una mirada desarmaste, que me hizo sentir la única mujer en el mundo—. Era una ego maníaca. Comprenderás que no es algo que me convenga —. Asentí, admitiendo mi error, no iba a decirle que no conocía a mi candidata de nada. Que solo la use para cobrar el bono y poder largarme de la casa de mi ex —. Yo no me preocuparía tanto por ella, con ese vestido recibirá al menos dos propuestas de matrimonio de camino a casa. Además, pude ver que tampoco te gustaba demasiado. —Es cierto, me parece bellísima, aunque sentí que se esforzaba demasiado —. Deslizó su mirada desde mis ojos, hasta mis labios, sin decir nada. Así que, me arrellane en el asiento del reservado, encogiéndome. Se sentía como si supiese exactamente lo que estaba pensan
Arianna Me pasé los tres primeros días emocionada ante la expectativa del acuerdo al que llegamos. Cada vez que veía a Aquiles, mi corazón galopaba alocadamente y mi respiración se descompasaba. Esperaba ansiosa que me besase nuevamente o me tocase como en el bar. No ocurrió. Por lo que poco a poco, esa emoción se fue diluyendo, para convertirse en algo diferente al terminar la semana. Estaba arrepentido. Era evidente. Tenía la sensación de que evitaba que estuviésemos solos y cuando lo estábamos, podía percibir que no mostraba el mínimo interés en mí. La ansiedad y los celos me estaban comiendo. Lo que era realmente extraño porque nunca me consideré particularmente celosa. Mientras abría la puerta del piso; que por contrato, me darían a préstamo durante un año. Me quedé mirando como: los pantalones se ajustaban a sus piernas, moldeando sus caderas estrechas y la camisa arremangada dejaba entrever todos sus músculos definidos. —Siento mucho haberte hecho venir a estas
Arianna De pronto, parecía que acaba de salir de una resaca colosal. Me dolía tanto la cabeza que comencé a sentir que me estaba drenando toda la energía. Me froté la sien, intentando apagar el martilleo que las últimas palabras de Johnny me habían provocado, aunque se me antojó imposible. —Entonces, te enviaron a ti, para decirme: ¿qué no puedo quedarme hasta fin de mes como quedé con el abogado? Evité mirarlo, odiaba ver como la preocupación nublaba sus ojos, al igual que el tono suave y considerado que usaba. Daba la impresión, que temía que fuese a romperme. —El gestor, tiene preguntas sobre la propiedad que Marcos no puede responder —. Colocó su mano sobre la mía que descansaba sobre la banca. No obstante, lo aparte bruscamente. No podía dejar de sentir que también me traicionaba —. Si te sirve de algo que lo diga. No estoy en contacto con ellos, no hablaba con Marcos o mi hermana desde el accidente —. Solo logré responder con un gruñido lastimero —. No estoy minti
Arianna Lo bueno de ser: en “teoría” asistente ejecutiva, era que podía colarme al despacho de Aquiles cuando desease y nadie sospechaba. Lo malo de ser: en “teoría” asistente ejecutiva, era que podía colarme al despacho de Aquiles cuando desease y encontrarlo semidesnudo, esperando su ropa recién llegada de la tintorería… —Gracias por traer mi ropa —. Se quitó los gemelos —. No era necesario, podría habérselo pedido a Lorena. No es parte de tus funciones —. «Ja. Ni de broma iba a dejar que Lorena volviese a traerle la ropa que llegaba de la tintorería, después de ver que se cambiaba en la oficina». —No pasa nada, venía hacia aquí de todas formas —. Mirándome a los ojos, retiró el botón del ojal —. Lamento no haber podido venir antes. Tuve las entrevistas preliminares con las candidatas y también confirmé la asistencia a las reuniones agendadas para la próxima semana. Estuve muy ocupada. No mencionó que no fuese a verlo inmediatamente, después de cinco llamadas y varios
Aquiles «Qué ardiente era cuando no usaba esas camisas, que eran tres tallas más grandes para su cuerpo». Haberla obligado a acompañarme a la gala y enviarla de compras, era definitivamente la mejor inversión que había realizado en el último tiempo. El vestido negro de coctel que eligió de cuello alto y espalda descubierta, se ceñía a su cuerpo curvilíneo justo en los lugares correctos. Su cabello castaño acariciaba suavemente sus hombros ligeramente morenos, cayendo en ondas como cintas sedosas y sus ojos café destellaban bajo las arañas de cristal que colgaban del techo. Me preguntaba quién la convenció de esconderse bajo capas interminables de ropa. Si solo pudiese verse como yo la veía, sabría que su potencial no tenía límites. Cualquiera estaría a sus pies con solo un pestañeo. Se me secó la boca, cuando se dio la vuelta y vi ese culito ceñido bajo la falda del vestido. Como si sintiese mi mirada, me miró por sobre el hombro, llevándose la copa a los labios. Sentí q