Límites difusos

Arianna

Percibí cada latido, el aire escapando lentamente de mis pulmones y la forma en la que se me debilitaron las rodillas, cuando mis labios, hicieron contacto con los de Aquiles.

Puede sentir como deslizó sus brazos alrededor de mi cintura, lo que provocó que me arquease contra él. Mis manos se posaron en su mentón, vacilantes y acaricié despacio su definida mandíbula, hasta llegar a su cuello. Mientras presionaba mis labios abiertos suavemente contra los de él.

Se me aceleró el corazón, al darme cuenta de que parecía que todo se había desvanecido a nuestro alrededor, y solo éramos nosotros dos en el mundo.

Eso era bueno, ¿no?

Así es como tenía que ser un buen beso, era necesario que nos calentase las entrañas con la promesa de algo mucho más dulce.

El problema es que así no debía sentirse un beso con el jefe al que necesitabas encontrarle pareja.

Sobre todo, así no tenía que sentirse un beso que le diste a tu jefe, simplemente para no enfrentar tu pasado.
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