Agatha avanzó con cautela por el pasillo, sus pasos resonando en el silencio como un eco de su creciente ansiedad. Las paredes estaban adornadas con cuadros de paisajes impresionantes y retratos de personas que no reconocía. A pesar del lujo y la belleza que la rodeaba, su corazón seguía latiendo con una mezcla de miedo y determinación. La idea de estar atrapada en una mansión tan extravagante no podía calmar la inquietud que la invadía.
Al final del pasillo, una gran puerta de madera oscura la esperaba, casi como un portal a lo desconocido. Se detuvo un momento, conteniendo la respiración, antes de empujarla lentamente. La puerta chirrió, y Agatha sintió que el sonido resonaba en su pecho. El espacio que se abría ante ella era un salón vasto y opulento. Un gran candelabro de cristal colgaba del techo, iluminando el lugar con una luz cálida y suave. Los muebles eran lujosos, con tapices que parecían haber sido traídos de algún palacio europeo. Pero Agatha no podía permitirse distraerse por la belleza. Estaba aquí por una razón: encontrar una salida. Mientras se movía por el salón, cada rincón parecía murmurar secretos. La opulencia era abrumadora, pero su mente estaba centrada en escapar. No podía permanecer allí, prisionera de una vida que no había elegido. Entonces, un movimiento la detuvo en seco. La figura de un hombre se alzaba en el extremo opuesto de la habitación. Era Samer. Su presencia era dominante, y su mirada intensa la atravesó como una flecha. Agatha sintió una oleada de emoción en su interior: miedo, incertidumbre y algo más, un inexplicable tirón que la atraía hacia él. “¿Te sientes mejor?” preguntó Samer, su voz profunda resonando en el aire, suave pero con un matiz de autoridad. Se acercó a ella con pasos seguros, como si estuviera acostumbrado a tener el control de cada situación. Agatha no sabía si debía responder. Su mente giraba, recordando lo poco que sabía sobre él: un millonario de Dubái, el hombre que la había comprado, el que la había convertido en su prometida. “¿Dónde estoy?” logró preguntar, su voz temblando levemente. “Estás a salvo,” dijo él, cruzando los brazos sobre su pecho. Su mirada no se apartaba de la de ella, como si estuviera evaluando cada pequeño gesto. “Este es mi hogar. Tu hogar ahora.” El tono de su voz la irritó. “No, no es mi hogar. No elegí estar aquí.” Agatha sintió la rabia brotar dentro de ella, una chispa que necesitaba expresar. “Soy una prisionera. No voy a quedarme aquí.” Samer arqueó una ceja, como si sus palabras fueran un desafío que disfrutaba. “¿Prisionera? No lo veo así. Te he traído aquí para protegerte.” Su tono era firme, pero había una suavidad escondida que la desconcertó. “Este mundo no es seguro para ti. He hecho esto porque me importas.” Agatha sintió una mezcla de confusión y furia. ¿Cómo podía decirle eso? ¿Cómo podía hablar de protección cuando su propia libertad estaba en juego? “¿Qué sabes de lo que me importa a mí?” exclamó, su voz alzándose en la habitación. “No tienes derecho a decidir por mí. No eres mi protector, eres mi captor.” Un destello de sorpresa cruzó el rostro de Samer, pero rápidamente fue reemplazado por una expresión neutral. “Eres obstinada,” dijo, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. “Me gusta eso.” “No me gusta que me encierres,” respondió Agatha, sintiéndose más fuerte al hablar. “No me gusta esta situación. Quiero volver a casa.” “Tu casa no es segura,” insistió Samer, avanzando hacia ella con determinación. “No sabes lo que te han hecho. No sabes lo que hay fuera de estas paredes.” “Quizás sea un riesgo que debo correr,” replicó ella, enfrentándolo. “Prefiero arriesgarme a ser libre que estar atrapada aquí, viviendo en tus lujos mientras soy tratada como un objeto.” Samer la observó por un momento, la intensidad de su mirada volviéndose más profunda. Agatha se dio cuenta de que él podía ser peligroso, pero también había algo en su forma de mirar que la intrigaba. “Eres valiente,” dijo al final, su voz más suave. “Eso es admirable. Pero la valentía sin conocimiento puede llevarte a la ruina.” “No necesito que me enseñes lecciones de vida,” respondió ella, sintiendo la ira y la frustración a la vez. Samer la estaba provocando, y su presencia era una mezcla de peligro y atractivo que la confundía. “Tal vez no, pero te puedo ofrecer una vida que jamás imaginaste,” dijo Samer, acercándose más. “No todo lo que ves aquí es superficial. Hay más en este mundo que solo tu experiencia.” Agatha sintió que su corazón latía más rápido. Estaba atrapada en un tira y afloja con un hombre que la desconcertaba. “No me interesa tu vida,” respondió con desdén, pero en el fondo sabía que la atracción que sentía por él era real, aunque no quería admitirlo. “Veremos,” dijo él, su voz profunda resonando con un desafío. “Por ahora, tendrás que aprender a confiar en mí. Te daré tiempo, pero no pienses que te dejaré ir tan fácilmente.” Con esas palabras, se volvió y salió del salón, dejando a Agatha sola, temblando de furia y confusión. A pesar de la rabia que sentía, no podía evitar preguntarse qué había detrás de esa fachada impenetrable. Mientras la habitación se llenaba de un silencio inquietante, Agatha supo que su vida estaba a punto de cambiar de maneras que nunca había anticipado. Aunque estaba atrapada, había una chispa de desafío en su interior, y estaba decidida a no dejar que nadie decidiera su destino por ella.El silencio en la mansión era ensordecedor, interrumpido solo por el suave susurro del viento que se colaba por las rendijas de las ventanas. Agatha se quedó en el salón, luchando por controlar el torrente de emociones que la abrumaban. La conversación con Samer había sido intensa, y su presencia, aunque desconcertante, había despertado algo en ella: un deseo de lucha.Mientras la ira se calmaba en su interior, Agatha decidió que no podía permitir que su situación la dominara. No iba a ser una prisionera en el lujo. Necesitaba un plan, una forma de recuperar su libertad. Caminó de un lado a otro, cada paso resonando en el mármol frío, mientras su mente se llenaba de recuerdos de su vida anterior.Imágenes de su hogar en Italia comenzaron a desdibujarse. Recordó la calidez del sol en su piel mientras paseaba por las calles de Roma, la risa de sus amigos en las terrazas de los cafés. Había sido una vida llena de sueños y aspiraciones. Pero ahora, esos recuerdos se sentían lejanos, como
La atmósfera en la mansión se tornó tensa tras la declaración de Samer. Agatha podía sentir que estaba en un juego, uno cuyas reglas aún no entendía del todo. La forma en que él había mirado sus labios mientras hablaba la hizo cuestionarse qué parte de su rechazo lo había intrigado. ¿Era un desafío para él? La confusión se instaló en su pecho, pero sabía que no podía permitir que eso la distrajera de su verdadero objetivo: encontrar una salida.“¿Qué quieres decir con ‘juguemos juntos’?” preguntó Agatha, su tono desafiante. Se acercó un poco más, desafiando la distancia entre ellos. “Porque yo no tengo intención de dejar que esto se convierta en un juego.”Samer sonrió, esa sonrisa que hacía que su corazón se acelerara y su cabeza se llenara de confusión. “Todo en esta vida es un juego, Agatha. Y en este juego, debemos aprender a jugar nuestras cartas correctamente.” Su voz era profunda, como el suave murmullo del mar.“¿Y cuál es tu carta?” preguntó ella, cruzando los brazos en un ge
Los días se convirtieron en una extraña rutina. Agatha se despertaba cada mañana en la lujosa habitación que Samer le había proporcionado, un espacio decorado con elegancia que contrastaba drásticamente con el caos que había invadido su vida. Sin embargo, a pesar de la belleza que la rodeaba, se sentía atrapada en una jaula dorada.Decidida a recuperar parte del control que había perdido, Agatha comenzó a explorar la mansión a solas durante las horas en que Samer estaba ocupado. Cada rincón del lugar parecía tener una historia, un secreto esperando ser descubierto. Mientras recorría pasillos interminables y escaleras adornadas con artefactos costosos, su curiosidad se convirtió en una herramienta para enfrentar su ansiedad.Un día, mientras examinaba una biblioteca repleta de libros antiguos, Agatha se encontró con un diario polvoriento escondido en un estante alto. Al abrirlo, su corazón dio un salto. Las páginas estaban llenas de garabatos, pensamientos dispersos y reflexiones sobre
La mañana siguiente, Agatha se despertó con un renovado sentido de determinación. Las palabras de Samer todavía resonaban en su mente, impulsándola a tomar la iniciativa en su nueva vida. Sabía que no podía permanecer como una simple espectadora en su propia historia. Tenía que encontrar una manera de tomar el control.Decidida, se vistió con un vestido ligero que había encontrado en su armario. Era de un color azul suave que resaltaba el tono dorado de su piel. Al mirarse en el espejo, se sintió un poco más segura, como si el reflejo le recordara que todavía había una parte de ella que era fuerte y valiente.Después de un desayuno ligero, que consistía en frutas frescas y café, Agatha decidió que hoy sería el día en que exploraría los jardines de la mansión. Nunca había visto un lugar tan majestuoso, y estaba decidida a aprovecharlo. Al salir al exterior, la brisa suave acarició su rostro, y el aroma de flores exóticas llenó el aire. Era un mundo que parecía completamente ajeno a su
Los días continuaron deslizándose suavemente entre las sombras y la luz. Agatha se sentía más cómoda en la mansión y comenzaba a ver la vida desde una nueva perspectiva. La conexión que había empezado a forjar con Samer la hacía cuestionar su realidad; aunque había sido traída a este lugar en circunstancias terribles, la belleza que la rodeaba le ofrecía un refugio inesperado.Un sábado por la tarde, Samer la invitó a una cena en uno de los comedores más elegantes de la mansión. Las luces parpadeaban suavemente, creando una atmósfera mágica que la hizo sentir como si estuviera en un cuento de hadas. La mesa estaba adornada con velas y flores frescas, y el aroma de la comida deliciosa impregnaba el aire.“Hoy, estoy cocinando algo especial para ti,” dijo Samer con una sonrisa mientras se acercaba a la mesa. “Espero que te guste la cocina mediterránea.”“¿Cocinas tú?” preguntó Agatha, sorprendida. “No parece ser una actividad típica de un CEO.”“Es uno de mis pasatiempos,” respondió él
La noche continuó envuelta en un aire de intimidad mientras Agatha y Samer paseaban por el jardín. La luna, llena y brillante, iluminaba el camino que recorrían, y las estrellas titilaban como pequeños faros en el cielo. Sin embargo, aunque la atmósfera era mágica, una sombra de incertidumbre se cernía sobre Agatha. La realidad de su situación era una carga pesada que apenas podía ignorar.A medida que se alejaban del estanque, la conversación fluyó hacia temas más profundos. Agatha se sentía intrigada por las historias que Samer compartía sobre su vida en Dubái, sus desafíos y la presión que sentía para cumplir con las expectativas familiares. Era un hombre de negocios astuto, pero también llevaba un peso emocional que apenas se dejaba entrever.“¿Alguna vez te sientes atrapado por tu vida?” Agatha preguntó, mientras se detenía a contemplar una escultura de mármol en el jardín. “¿Nunca has deseado hacer algo completamente diferente?”Samer la miró, sus ojos oscuros profundos reflejab
El sol matutino se filtraba a través de las cortinas de seda, bañando la habitación de Agatha en una luz cálida y suave. Se despertó lentamente, pero a diferencia de otros días, el peso en su pecho no se había aliviado. Las sombras de la noche anterior seguían persiguiéndola, y aunque la conversación con Samer había sido un respiro de sinceridad, todavía sentía que algo la retenía en el pasado.Agatha se sentó en la cama, abrazando sus rodillas mientras su mente volvía a los recuerdos de su secuestro. El frío toque de manos desconocidas, la oscuridad que la rodeaba mientras era transportada a la fuerza… La sensación de impotencia era algo que aún no podía dejar atrás. Había sido vendida como si no fuera más que un objeto, y aunque Samer había sido amable con ella, no podía olvidar que su vida había sido arrancada de sus manos.Mientras los pensamientos se arremolinaban en su cabeza, la puerta de la habitación se abrió suavemente. Samer entró, vestido impecablemente como siempre, pero
Agatha miraba por la ventana del auto mientras Samer conducía por las calles de la ciudad. Desde su llegada, había pasado la mayor parte del tiempo confinada en la mansión, y ahora, mientras el paisaje urbano desfilaba ante sus ojos, sentía una mezcla de ansiedad y curiosidad. Los rascacielos de cristal brillaban bajo el sol, mientras las calles bulliciosas estaban llenas de vida, con personas de todas partes del mundo caminando, riendo y viviendo sus propias historias.“¿Es siempre tan vibrante?” preguntó Agatha, rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos. Era la primera vez que salía de la mansión desde su llegada, y la energía de la ciudad la envolvía.“Dubái nunca duerme,” respondió Samer con una sonrisa. “Es un lugar de contrastes. Entre la modernidad de sus rascacielos y las tradiciones antiguas, siempre hay algo nuevo por descubrir.”Agatha no podía evitar sentirse pequeña frente a la magnitud de la ciudad. La modernidad y el lujo la rodeaban, pero también sentía