El silencio en la mansión era ensordecedor, interrumpido solo por el suave susurro del viento que se colaba por las rendijas de las ventanas. Agatha se quedó en el salón, luchando por controlar el torrente de emociones que la abrumaban. La conversación con Samer había sido intensa, y su presencia, aunque desconcertante, había despertado algo en ella: un deseo de lucha.
Mientras la ira se calmaba en su interior, Agatha decidió que no podía permitir que su situación la dominara. No iba a ser una prisionera en el lujo. Necesitaba un plan, una forma de recuperar su libertad. Caminó de un lado a otro, cada paso resonando en el mármol frío, mientras su mente se llenaba de recuerdos de su vida anterior. Imágenes de su hogar en Italia comenzaron a desdibujarse. Recordó la calidez del sol en su piel mientras paseaba por las calles de Roma, la risa de sus amigos en las terrazas de los cafés. Había sido una vida llena de sueños y aspiraciones. Pero ahora, esos recuerdos se sentían lejanos, como ecos de un tiempo que no volvería. La desesperación se apoderó de ella, pero rápidamente la desechó. No podía rendirse. Un golpe en la puerta la sacó de su ensimismamiento. Se volvió rápidamente, el corazón latiéndole en el pecho. “¿Quién es?” preguntó, su voz temblando levemente. “Soy yo,” respondió una voz masculina, aunque no era la de Samer. Era un sirviente, uno de los hombres que había visto brevemente cuando había despertado por primera vez. La puerta se abrió y él entró, cargando una bandeja con comida. “Traigo algo para ti,” dijo el hombre, con una expresión neutral en su rostro. “El señor Samer ha ordenado que te atiendan.” Agatha frunció el ceño. “No tengo hambre,” contestó, sintiéndose aún más prisionera al saber que alguien estaba allí para servirle. “Lo entiendo, pero es importante que comas. No estarás bien si no lo haces,” insistió el sirviente, colocando la bandeja sobre una mesa lujosa. “Si necesitas algo más, no dudes en decírmelo.” Mientras él hablaba, Agatha miraba la comida, un festín de platos exóticos que jamás había probado. El aroma la atraía, pero la idea de comer algo que le traían, en un lugar donde se sentía atrapada, la llenaba de desconfianza. “¿Sabes dónde está Samer?” preguntó, cambiando de táctica. “No lo sé, señora,” respondió el sirviente, con un tono respetuoso. “Pero seguramente regresará pronto.” Mientras él se retiraba, Agatha sintió una punzada de frustración. Necesitaba más información sobre su situación y, más importante, un plan para escapar. La idea de permanecer allí, esperando a que Samer decidiera su destino, era inaceptable. Se acercó a la bandeja y comenzó a comer a regañadientes, su mente aún en ebullición. Mientras masticaba, las imágenes del pasado la invadieron nuevamente: el momento en que la atraparon, las miradas de desprecio y las burlas de sus captores. ¿Cómo había terminado así? A medida que su mente se llenaba de recuerdos, Agatha se dio cuenta de que necesitaba saber más sobre Samer y su mundo. ¿Qué había detrás de su fachada de riqueza y poder? ¿Por qué había decidido traerla a su mansión y convertirla en su prometida? Era un hombre que parecía tenerlo todo, y a la vez, un misterio en cada palabra. Terminado su pequeño festín, se levantó y se dirigió a la ventana. Miró hacia el jardín, donde los colores vibrantes de las flores se mezclaban con el verde profundo de los árboles. Era un paisaje que prometía libertad, pero que también la mantenía prisionera. ¿Qué había más allá de esa hermosa fachada? Decidida, regresó al salón y comenzó a explorar. En su mente, una idea empezaba a tomar forma: conocer la mansión, descubrir sus secretos, buscar una salida. No podía seguir siendo una víctima; tenía que ser la arquitecta de su destino. Mientras inspeccionaba cada rincón, se dio cuenta de que la mansión estaba llena de pasadizos y habitaciones ocultas. Debía aprender todo lo posible sobre este lugar. Cada puerta, cada ventana, cada rincón podría ser una oportunidad para escapar. Pero también necesitaba ser cautelosa; Samer no permitiría que se marchara tan fácilmente. Con esa determinación, Agatha decidió que necesitaría ayuda. No podía hacerlo sola. Si podía encontrar a alguien dentro de la mansión que compartiera su deseo de libertad, tal vez podrían trabajar juntos. Alguien que la entendiera, que hubiera sentido lo que ella sentía. Pero, ¿quién sería esa persona? El sonido de pasos la hizo girar bruscamente. Su corazón se detuvo al ver a Samer aparecer en el umbral. Su presencia llenó la habitación con un aura de control. “¿Buscando algo?” preguntó con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. “No, solo explorando,” respondió Agatha, su voz más fuerte de lo que se sentía. “No tengo intención de quedarme aquí sin hacer nada.” Samer se acercó lentamente, sus ojos fijos en ella. “No es prudente, Agatha. Debes tener cuidado con lo que deseas. Hay cosas en este mundo que no comprendes.” “Como tú, ¿verdad?” replicó ella, sin dejarse intimidar. “No tengo miedo de lo que hay ahí fuera. Lo que tengo miedo es de estar aquí, contigo.” La mirada de Samer se endureció, pero algo en su expresión cambió, como si empezara a entender la determinación en los ojos de Agatha. “Es una elección peligrosa. Pero me gusta tu valentía.” Sin saber qué esperar de esa interacción, Agatha sintió que algo dentro de ella se encendía. Si Samer era el hombre que había decidido su destino, también podía ser la clave para su escape. Tal vez, al comprenderlo, podría encontrar una forma de liberarse. “Lo que sea que me hayas traído aquí, no lo aceptaré sin luchar,” dijo, sus palabras resonando con una convicción renovada. Samer la miró, y por un breve momento, pareció sopesar sus palabras. “Entonces, luchemos juntos,” dijo al final, la sonrisa asomando de nuevo en sus labios. “Pero debes recordar que, en este juego, las reglas las pongo yo.”La atmósfera en la mansión se tornó tensa tras la declaración de Samer. Agatha podía sentir que estaba en un juego, uno cuyas reglas aún no entendía del todo. La forma en que él había mirado sus labios mientras hablaba la hizo cuestionarse qué parte de su rechazo lo había intrigado. ¿Era un desafío para él? La confusión se instaló en su pecho, pero sabía que no podía permitir que eso la distrajera de su verdadero objetivo: encontrar una salida.“¿Qué quieres decir con ‘juguemos juntos’?” preguntó Agatha, su tono desafiante. Se acercó un poco más, desafiando la distancia entre ellos. “Porque yo no tengo intención de dejar que esto se convierta en un juego.”Samer sonrió, esa sonrisa que hacía que su corazón se acelerara y su cabeza se llenara de confusión. “Todo en esta vida es un juego, Agatha. Y en este juego, debemos aprender a jugar nuestras cartas correctamente.” Su voz era profunda, como el suave murmullo del mar.“¿Y cuál es tu carta?” preguntó ella, cruzando los brazos en un ge
Los días se convirtieron en una extraña rutina. Agatha se despertaba cada mañana en la lujosa habitación que Samer le había proporcionado, un espacio decorado con elegancia que contrastaba drásticamente con el caos que había invadido su vida. Sin embargo, a pesar de la belleza que la rodeaba, se sentía atrapada en una jaula dorada.Decidida a recuperar parte del control que había perdido, Agatha comenzó a explorar la mansión a solas durante las horas en que Samer estaba ocupado. Cada rincón del lugar parecía tener una historia, un secreto esperando ser descubierto. Mientras recorría pasillos interminables y escaleras adornadas con artefactos costosos, su curiosidad se convirtió en una herramienta para enfrentar su ansiedad.Un día, mientras examinaba una biblioteca repleta de libros antiguos, Agatha se encontró con un diario polvoriento escondido en un estante alto. Al abrirlo, su corazón dio un salto. Las páginas estaban llenas de garabatos, pensamientos dispersos y reflexiones sobre
La mañana siguiente, Agatha se despertó con un renovado sentido de determinación. Las palabras de Samer todavía resonaban en su mente, impulsándola a tomar la iniciativa en su nueva vida. Sabía que no podía permanecer como una simple espectadora en su propia historia. Tenía que encontrar una manera de tomar el control.Decidida, se vistió con un vestido ligero que había encontrado en su armario. Era de un color azul suave que resaltaba el tono dorado de su piel. Al mirarse en el espejo, se sintió un poco más segura, como si el reflejo le recordara que todavía había una parte de ella que era fuerte y valiente.Después de un desayuno ligero, que consistía en frutas frescas y café, Agatha decidió que hoy sería el día en que exploraría los jardines de la mansión. Nunca había visto un lugar tan majestuoso, y estaba decidida a aprovecharlo. Al salir al exterior, la brisa suave acarició su rostro, y el aroma de flores exóticas llenó el aire. Era un mundo que parecía completamente ajeno a su
Los días continuaron deslizándose suavemente entre las sombras y la luz. Agatha se sentía más cómoda en la mansión y comenzaba a ver la vida desde una nueva perspectiva. La conexión que había empezado a forjar con Samer la hacía cuestionar su realidad; aunque había sido traída a este lugar en circunstancias terribles, la belleza que la rodeaba le ofrecía un refugio inesperado.Un sábado por la tarde, Samer la invitó a una cena en uno de los comedores más elegantes de la mansión. Las luces parpadeaban suavemente, creando una atmósfera mágica que la hizo sentir como si estuviera en un cuento de hadas. La mesa estaba adornada con velas y flores frescas, y el aroma de la comida deliciosa impregnaba el aire.“Hoy, estoy cocinando algo especial para ti,” dijo Samer con una sonrisa mientras se acercaba a la mesa. “Espero que te guste la cocina mediterránea.”“¿Cocinas tú?” preguntó Agatha, sorprendida. “No parece ser una actividad típica de un CEO.”“Es uno de mis pasatiempos,” respondió él
La noche continuó envuelta en un aire de intimidad mientras Agatha y Samer paseaban por el jardín. La luna, llena y brillante, iluminaba el camino que recorrían, y las estrellas titilaban como pequeños faros en el cielo. Sin embargo, aunque la atmósfera era mágica, una sombra de incertidumbre se cernía sobre Agatha. La realidad de su situación era una carga pesada que apenas podía ignorar.A medida que se alejaban del estanque, la conversación fluyó hacia temas más profundos. Agatha se sentía intrigada por las historias que Samer compartía sobre su vida en Dubái, sus desafíos y la presión que sentía para cumplir con las expectativas familiares. Era un hombre de negocios astuto, pero también llevaba un peso emocional que apenas se dejaba entrever.“¿Alguna vez te sientes atrapado por tu vida?” Agatha preguntó, mientras se detenía a contemplar una escultura de mármol en el jardín. “¿Nunca has deseado hacer algo completamente diferente?”Samer la miró, sus ojos oscuros profundos reflejab
El sol matutino se filtraba a través de las cortinas de seda, bañando la habitación de Agatha en una luz cálida y suave. Se despertó lentamente, pero a diferencia de otros días, el peso en su pecho no se había aliviado. Las sombras de la noche anterior seguían persiguiéndola, y aunque la conversación con Samer había sido un respiro de sinceridad, todavía sentía que algo la retenía en el pasado.Agatha se sentó en la cama, abrazando sus rodillas mientras su mente volvía a los recuerdos de su secuestro. El frío toque de manos desconocidas, la oscuridad que la rodeaba mientras era transportada a la fuerza… La sensación de impotencia era algo que aún no podía dejar atrás. Había sido vendida como si no fuera más que un objeto, y aunque Samer había sido amable con ella, no podía olvidar que su vida había sido arrancada de sus manos.Mientras los pensamientos se arremolinaban en su cabeza, la puerta de la habitación se abrió suavemente. Samer entró, vestido impecablemente como siempre, pero
Agatha miraba por la ventana del auto mientras Samer conducía por las calles de la ciudad. Desde su llegada, había pasado la mayor parte del tiempo confinada en la mansión, y ahora, mientras el paisaje urbano desfilaba ante sus ojos, sentía una mezcla de ansiedad y curiosidad. Los rascacielos de cristal brillaban bajo el sol, mientras las calles bulliciosas estaban llenas de vida, con personas de todas partes del mundo caminando, riendo y viviendo sus propias historias.“¿Es siempre tan vibrante?” preguntó Agatha, rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos. Era la primera vez que salía de la mansión desde su llegada, y la energía de la ciudad la envolvía.“Dubái nunca duerme,” respondió Samer con una sonrisa. “Es un lugar de contrastes. Entre la modernidad de sus rascacielos y las tradiciones antiguas, siempre hay algo nuevo por descubrir.”Agatha no podía evitar sentirse pequeña frente a la magnitud de la ciudad. La modernidad y el lujo la rodeaban, pero también sentía
El eco de los pasos resonaba en los largos pasillos de la mansión mientras Agatha caminaba en silencio. La luz de la luna entraba por los enormes ventanales, proyectando sombras alargadas en el mármol del suelo. Había pasado el día anterior explorando la ciudad con Samer, y aunque había disfrutado del mercado y la atmósfera relajada, ahora que estaba sola en su habitación, las dudas volvían a ocupar su mente.Se detuvo frente a uno de los ventanales, observando cómo el viento jugaba con las hojas de los árboles en los jardines exteriores. ¿Qué estaba haciendo realmente aquí? Había comenzado a sentir algo por Samer, pero no podía negar que sus sentimientos estaban mezclados con la confusión y el temor que aún albergaba desde su secuestro.¿Era posible que comenzara a enamorarse de él? La pregunta revoloteaba en su mente como una mariposa inquieta. Samer había sido cariñoso, había mostrado vulnerabilidad, pero nada de eso cambiaba el hecho de que su relación había empezado en medio del