Capítulo 5: Descubriendo la Mansión

Los días se convirtieron en una extraña rutina. Agatha se despertaba cada mañana en la lujosa habitación que Samer le había proporcionado, un espacio decorado con elegancia que contrastaba drásticamente con el caos que había invadido su vida. Sin embargo, a pesar de la belleza que la rodeaba, se sentía atrapada en una jaula dorada.

Decidida a recuperar parte del control que había perdido, Agatha comenzó a explorar la mansión a solas durante las horas en que Samer estaba ocupado. Cada rincón del lugar parecía tener una historia, un secreto esperando ser descubierto. Mientras recorría pasillos interminables y escaleras adornadas con artefactos costosos, su curiosidad se convirtió en una herramienta para enfrentar su ansiedad.

Un día, mientras examinaba una biblioteca repleta de libros antiguos, Agatha se encontró con un diario polvoriento escondido en un estante alto. Al abrirlo, su corazón dio un salto. Las páginas estaban llenas de garabatos, pensamientos dispersos y reflexiones sobre la vida. El autor parecía un hombre apasionado por los viajes y las culturas.

“Quizás este lugar no esté completamente vacío de vida,” pensó Agatha, mientras leía una entrada que hablaba de la belleza de Italia, su tierra natal. En ese momento, sintió una conexión con el autor, como si alguien más hubiera compartido su amor por la libertad y la aventura.

Al cerrar el diario, una idea comenzó a germinar en su mente. Si podía descubrir más sobre Samer a través de su entorno y sus intereses, quizás podría encontrar la manera de entenderlo mejor y, en última instancia, influir en su destino.

Mientras continuaba explorando, escuchó pasos acercándose. El corazón le dio un vuelco. “¿Quién está ahí?” llamó, intentando mantener la calma. Samer apareció en la entrada, con su presencia imponente y una sonrisa que no ocultaba la sorpresa.

“Parece que has estado ocupada,” dijo, observando la biblioteca. “¿Te gusta leer?”

“Es un pasatiempo que me ayuda a pasar el tiempo,” respondió ella, cruzando los brazos en un gesto defensivo. “No tengo muchas opciones aquí.”

Samer se acercó a la estantería y tomó el diario de sus manos. “Este es un viejo diario de mi abuelo,” explicó, hojeando las páginas. “Siempre tuvo un amor por la aventura. A veces creo que su espíritu todavía vive en esta casa.”

“¿Y qué tiene que ver eso conmigo?” Agatha preguntó, desafiándolo. “¿Por qué me traes aquí? Para que sea solo otra página en tu historia?”

“Porque creo que tú también tienes un espíritu aventurero,” contestó Samer, fijando su mirada en ella. “Y eso es lo que me atrajo de ti. Quiero que descubras este mundo, no solo como una prisionera, sino como alguien que puede elegir su propio camino.”

Agatha sintió un hormigueo de emoción. “¿Y si elijo no estar aquí? ¿Qué pasará entonces?”

“Eso es lo que necesitamos discutir,” respondió Samer, cerrando el diario y dejándolo de nuevo en su lugar. “Pero no podemos hacerlo sin una base de confianza. Y eso toma tiempo.”

Ella lo observó, intentando descifrar sus intenciones. “¿Y si nunca llegamos a ese punto? ¿Qué pasa entonces?”

Samer suspiró. “No sé. Pero lo que sé es que no quiero forzarte a nada. No estoy aquí para tomar decisiones por ti, Agatha. Quiero que seas parte de esto, pero de tu propia elección.”

“Esa es la primera vez que escucho a alguien que dice no querer controlarme,” dijo ella, asombrada por su sinceridad. “No estoy acostumbrada a esto.”

“Entonces, quizás deberías empezar a acostumbrarte,” dijo Samer, con un ligero toque de complicidad en su voz. “Pero debes saber que la vida aquí no es como en tu hogar. No todo es lo que parece. Debes ser astuta.”

La advertencia de Samer resonó en su mente. “¿Qué quieres decir con eso?” preguntó, el ceño fruncido.

“Hay cosas en este mundo que son más oscuras de lo que imaginas,” respondió él, su tono grave. “Mi familia tiene enemigos. Debes estar alerta. La seguridad que ves aquí es solo una fachada.”

Agatha sintió un escalofrío recorrer su espalda. “¿Qué tipo de enemigos?”

“Personas que no entienden mis decisiones. Que ven a quienes amo como debilidades,” dijo Samer, su voz casi un susurro. “Lo que quiero es protegerte, y eso significa que debes aprender a ser precavida. No todos son como yo.”

La revelación de Samer la hizo cuestionar aún más su situación. ¿Realmente la quería proteger o simplemente intentaba controlar la narrativa de su vida? La mezcla de miedo y curiosidad se convirtió en un torrente de preguntas sin respuesta. “¿Y si no quiero ser parte de tu vida?” desafió.

“Entonces estarás sola en un lugar que no conoces,” respondió Samer, con un tono que se asemejaba a una advertencia. “Pero no quiero eso para ti. Quiero que tengas las herramientas para decidir.”

Agatha sintió que la conversación la dejaba desarmada. “No sé si puedo confiar en ti,” admitió finalmente. “Todo esto es muy nuevo y confuso.”

“Lo entiendo,” dijo Samer, suavizando su expresión. “Pero estoy aquí para que me conozcas. Te invito a explorar no solo la mansión, sino el mundo que te rodea. Y cuando estés lista, podremos hablar de nuestras decisiones juntos.”

Con esas palabras resonando en su mente, Agatha se sintió un poco más aliviada. Quizás había algo de verdad en lo que decía. Quizás no todo en este lugar era oscuro. Pero, en el fondo, su instinto la advertía que debía tener cuidado.

“Está bien,” dijo finalmente. “Comenzaré a explorar. Pero aún tengo muchas preguntas.”

“Y estaré aquí para responderlas,” prometió Samer, ofreciéndole una sonrisa que, por un breve instante, la hizo dudar de su desconfianza. Pero, al mismo tiempo, el miedo seguía latiendo en su pecho. Había algo más profundo en juego, y ella estaba decidida a descubrirlo.

Mientras se alejaban de la biblioteca, Agatha sintió una chispa de determinación. Aunque su futuro era incierto, sabía que debía aprovechar cada oportunidad para salir adelante. En ese mundo, donde las sombras acechaban, su lucha por la libertad apenas comenzaba.

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