Capítulo 4: Juegos de Poder

La atmósfera en la mansión se tornó tensa tras la declaración de Samer. Agatha podía sentir que estaba en un juego, uno cuyas reglas aún no entendía del todo. La forma en que él había mirado sus labios mientras hablaba la hizo cuestionarse qué parte de su rechazo lo había intrigado. ¿Era un desafío para él? La confusión se instaló en su pecho, pero sabía que no podía permitir que eso la distrajera de su verdadero objetivo: encontrar una salida.

“¿Qué quieres decir con ‘juguemos juntos’?” preguntó Agatha, su tono desafiante. Se acercó un poco más, desafiando la distancia entre ellos. “Porque yo no tengo intención de dejar que esto se convierta en un juego.”

Samer sonrió, esa sonrisa que hacía que su corazón se acelerara y su cabeza se llenara de confusión. “Todo en esta vida es un juego, Agatha. Y en este juego, debemos aprender a jugar nuestras cartas correctamente.” Su voz era profunda, como el suave murmullo del mar.

“¿Y cuál es tu carta?” preguntó ella, cruzando los brazos en un gesto defensivo. “¿Controlar mi vida? ¿Decidir mi futuro por mí?” Agatha sintió que su valentía crecía a medida que se enfrentaba a él.

“Controlar no es mi intención,” dijo Samer, con un tono que era casi persuasivo. “Quiero que entiendas que este mundo está lleno de peligros. Y tú eres una parte importante de mi vida ahora. Te protegeré, pero debes aprender a confiar en mí.”

“¿Protegerme?” Agatha rió con desdén. “¿Desde cuándo secuestrar a alguien se considera protección? Estoy aquí porque me compraste, no porque te importe mi bienestar.”

“Eres obstinada,” respondió Samer, el brillo de desafío en sus ojos. “Pero me gusta eso. Necesito a alguien que me desafíe. Y, sí, te compré. Pero no eres solo una propiedad. Para mí, eres… diferente.” Su voz se volvió más suave, casi sincera.

Agatha sintió una punzada de confusión. ¿Podía ser que había algo más en su deseo de tenerla cerca? ¿Había alguna humanidad detrás de su fachada de poder? “¿Diferente? ¿Por qué? Porque no me dejé caer ante ti?” preguntó, escéptica.

“Porque veo en ti un fuego que muchos otros no tienen,” contestó Samer, acercándose un poco más. “La mayoría se rendiría, pero tú te levantas. Eso me intriga.” La intensidad de su mirada hizo que Agatha se sintiera expuesta, como si pudiera leer cada pensamiento que pasaba por su mente.

“Eso no cambia el hecho de que estoy atrapada aquí,” respondió ella, luchando por mantener su enfoque. “No me interesa ser un trofeo en tu colección. No eres un príncipe encantado, Samer. Eres solo un hombre que tomó una decisión egoísta.”

Samer sonrió, pero su mirada era más seria ahora. “Quizás. Pero también soy un hombre que ha trabajado muy duro para conseguir lo que tiene. Y lo que tengo incluye el poder de cambiar tu vida. No olvides que puedes beneficiarte de esto si decides dejar de pelearme y empezar a trabajar conmigo.”

Agatha frunció el ceño, contemplando sus palabras. La idea de trabajar con Samer parecía una traición a su propia libertad, pero también sabía que no podía permitir que el orgullo la cegara. Si había alguna posibilidad de escapar, tendría que ser astuta y buscar formas de usar su situación a su favor.

“¿Y cómo propones que trabajemos juntos?” preguntó, su tono desafiador pero con un atisbo de curiosidad. “¿Qué quieres de mí?”

“Quiero que me ayudes a entender lo que piensas y sientes. Necesito que seas honesta conmigo, sin barreras,” dijo Samer, su voz más seria. “En este mundo, la confianza es un recurso escaso. Si puedes abrirte, podremos encontrar una manera de hacer que esto funcione para ambos.”

Agatha se sintió atrapada entre el deseo de desafiarlo y la curiosidad que empezaba a crecer dentro de ella. ¿Podía confiar en él? Cada fibra de su ser le decía que debía mantenerse alerta, pero había una parte de ella que quería conocer al hombre detrás de la imagen imponente.

“Está bien,” respondió, su voz más suave. “Si vamos a hacer esto, necesito saber más sobre ti. No puedo confiar en alguien que no conozco. ¿Por qué me compraste? ¿Qué te hizo decidir que yo era la indicada?”

La mirada de Samer se tornó más profunda, como si estuviera sopesando sus pensamientos. “Porque vi en ti una belleza y un coraje que no había encontrado antes. Y porque quería más de lo que esta vida me ofrece. Quiero algo real. Pero debo admitir que tus circunstancias me han llevado a una decisión complicada. Lo que quiero de ti no es solo un trofeo, sino una compañera.”

Agatha se sintió abrumada por sus palabras. ¿Era posible que, en medio de todo esto, hubiera algo genuino en su interés? “¿Compañera?” preguntó, intentando mantener la incredulidad fuera de su voz. “¿Y qué significa eso para ti?”

Samer tomó una respiración profunda, como si estuviera decidiendo algo crucial. “Significa que espero que puedas aceptar este nuevo capítulo de tu vida. Y que, al final, podamos construir algo juntos, aunque las circunstancias no sean ideales. Te ofrezco una elección, Agatha.”

“¿Una elección? ¿Como elegir entre ser tu esposa o tu prisionera?” dijo ella, con sarcasmo. “No es realmente una elección, ¿verdad?”

“Quizás no,” admitió Samer. “Pero es un paso. Y puedo ofrecerte más que solo una vida de lujos. Hay un mundo allá afuera, lleno de oportunidades. Pero primero, debemos encontrar un terreno común.”

Agatha se sintió confundida, atrapada entre sus instintos y lo que su corazón comenzaba a sugerir. “No puedo prometerte nada,” dijo finalmente. “Pero si esto va a funcionar, necesitaré tiempo y espacio para pensar.”

“Te daré el tiempo que necesites,” prometió Samer, una chispa de respeto en su mirada. “Pero recuerda, este juego apenas comienza. Debes estar preparada para lo que vendrá.”

Mientras se alejaba, Agatha sintió que una mezcla de tensión y curiosidad la invadía. Estaba en un terreno peligroso, pero, de alguna manera, la perspectiva de jugar este juego con Samer comenzaba a entusiasmarla.

La pregunta ahora era: ¿Podría confiar en él? Y más importante, ¿podía confiar en sí misma para encontrar una salida, incluso en medio de todo este caos?

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