El reloj avanzaba sin piedad, y el ruido de la ciudad se desvanecía poco a poco mientras Samer y Agatha caminaban por las estrechas calles del vecindario. Cada paso parecía cargar el aire con más tensión. Sabían que el tiempo se les agotaba, y la última jugada estaba por comenzar.Agatha ajustó su abrigo mientras observaba a su alrededor con desconfianza. El lugar no parecía ser el adecuado para una confrontación, pero las circunstancias las habían llevado allí. Después de días de planificación, todo había cambiado en un abrir y cerrar de ojos. Aquello que parecía estar bajo control había dado un giro inesperado, y ahora su destino estaba en manos de aquellos que menos lo esperaban.—Samer, tenemos que estar preparados para lo peor —dijo Agatha, su voz baja, pero llena de determinación.Samer asintió, sin mirarla. El camino que habían recorrido juntos los había cambiado para siempre. Habían sobrevivido a pruebas que nadie habría imaginado, pero ahora enfrentaban algo mucho más grande.
El sol comenzaba a ocultarse detrás de los edificios, sumiendo la ciudad en una penumbra que presagiaba un giro fatal. Agatha y Samer se encontraban frente a un escritorio lleno de papeles, con la mirada fija en la pantalla del ordenador. La información que había estado acumulando durante semanas finalmente estaba al alcance de sus manos, pero había algo más, algo que no podían ignorar.—Este es el momento —dijo Samer, su tono grave y decidido. Había llegado la hora de enfrentar la verdad, de hacer que la traición saliera a la luz. No podían seguir viviendo bajo la sombra de la incertidumbre.Agatha asintió, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Sabía que la traición no solo los afectaba a ellos, sino a todos los que confiaban en ellos. Era una herida profunda, una que dejaría cicatrices imborrables, pero era el precio que debían pagar por la supervivencia.—Vamos a resolverlo, Samer —dijo Agatha, con la voz tensa, pero decidida—. No podemos permitir que sigan manipulándonos. Es
La brisa cálida del atardecer acariciaba el rostro de Agatha mientras caminaba junto a Samer por la playa desierta. Habían pasado semanas desde que la tormenta de conflictos y traiciones quedó atrás, y aunque las cicatrices eran profundas, ambos sentían que finalmente podían respirar en paz. La arena bajo sus pies era suave, casi terapéutica, y el sonido de las olas se entrelazaba con el latido calmado de sus corazones.—¿En qué piensas? —preguntó Samer, rompiendo el silencio mientras la observaba con una mezcla de ternura y admiración.Agatha lo miró, con una sonrisa tímida que iluminaba su rostro. Había algo en sus ojos, una chispa que reflejaba la serenidad que ambos buscaban.—Pienso en lo mucho que ha cambiado todo —dijo ella, girando para enfrentarlo—. Hace unos meses no podía imaginar que estaríamos aquí, juntos, en paz.Samer asintió, tomando sus manos con delicadeza. El viento jugaba con los mechones de su cabello, y sus dedos trazaban círculos suaves sobre la piel de Agatha,
El día amaneció con un cielo despejado, como si el universo hubiera decidido bendecir el momento que tanto esperaban. Agatha se despertó temprano, sintiendo cómo la emoción y los nervios se entrelazaban en su pecho. Desde la ventana de la suite del hotel, podía ver el océano extendiéndose hacia el horizonte, un reflejo perfecto de la paz que anhelaba para su vida junto a Samer.El equipo de estilistas ya estaba en marcha, acomodando su cabello en un moño elegante adornado con pequeñas flores blancas. Su vestido colgaba cerca de ella, un diseño sencillo pero impecable, con encajes delicados que parecían haber sido hechos a mano por las estrellas.—Hoy es tu día, Agatha —dijo Emma, su amiga más cercana, con una sonrisa radiante mientras ajustaba el velo.Agatha respondió con una risa nerviosa.—No puedo creer que haya llegado. Todo esto parece un sueño.Mientras tanto, en otra parte del mismo hotel, Samer terminaba de ajustarse los gemelos de su camisa. Su traje negro a medida resaltaba
Cinco años habían pasado desde aquellos días tumultuosos llenos de incertidumbre y peligro. El sol de Dubái brillaba con fuerza, bañando la lujosa mansión de Samer y Agatha con una luz cálida y apacible. La vida que ambos habían construido estaba llena de amor, risas y una paz que habían luchado tanto por alcanzar.En el espacioso dormitorio principal, Agatha, con su prominente vientre redondeado, descansaba en la cama adornada con suaves cojines. Sus ojos brillaban de emoción mientras acariciaba su vientre con delicadeza. Samer entró en la habitación con una taza de té de hierbas en la mano y una sonrisa que nunca dejaba de derretir el corazón de Agatha.—Aquí tienes, mi amor —dijo mientras le entregaba la taza y se inclinaba para besarla en la frente—. ¿Cómo te sientes?—Ansiosa, pero feliz —respondió ella con una sonrisa—. No puedo creer que hoy sea el día. Después de todo este tiempo, finalmente vamos a conocer a nuestros bebés.Samer tomó asiento junto a ella, dejando que su mano
El sol brillaba con intensidad sobre Dubái, reflejando su luz en las ventanas de la majestuosa mansión de Samer y Agatha. A pesar del paso de los años, la vida en el hogar permanecía llena de calidez y risas. Las gemelas, Leila y Amira, de veinte años, estaban en la sala, hablando a toda prisa sobre sus planes futuros. A su lado, revistas de moda, formularios de admisión y bocetos de diseños llenaban la mesa de centro, mientras el ambiente se impregnaba de emoción y un poco de tensión.—París es el único lugar donde podemos desarrollar todo nuestro potencial —insistió Leila, levantando una hoja con la imagen de una prestigiosa escuela de diseño.—¡Exacto! —agregó Amira, su hermana más tranquila pero igual de apasionada—. Es la capital de la moda, papá. Allí podremos aprender de los mejores.Samer, sentado frente a ellas con los brazos cruzados, las escuchaba en silencio. Su rostro mostraba una mezcla de preocupación y resistencia. Para él, la idea de que sus pequeñas se fueran a otro
Agatha abrió los ojos con dificultad, sintiendo una presión punzante en su cabeza. El aire a su alrededor era denso, impregnado del perfume de flores exóticas, algo que nunca había olfateado antes. Al parpadear, la luz tenue que se filtraba a través de las cortinas de seda la cegó momentáneamente. Se incorporó lentamente, su corazón latiendo con fuerza mientras sus recuerdos comenzaban a fluir de manera desordenada.El último recuerdo claro era de la oscuridad, el sudor frío en su frente mientras la capturaban. La sensación de manos fuertes sujetándola, arrastrándola hacia una furgoneta. El pánico la envolvió como una niebla espesa y aterradora. Intentó recordar más, pero su mente estaba borrosa. Un destello de luz hizo que su mirada se centrara en la habitación que la rodeaba.Todo era de una elegancia abrumadora. La habitación tenía paredes de mármol, y el mobiliario era una mezcla de modernidad y antigüedad, con muebles tallados a mano que podrían haber sido sacados de un museo. Un
Agatha avanzó con cautela por el pasillo, sus pasos resonando en el silencio como un eco de su creciente ansiedad. Las paredes estaban adornadas con cuadros de paisajes impresionantes y retratos de personas que no reconocía. A pesar del lujo y la belleza que la rodeaba, su corazón seguía latiendo con una mezcla de miedo y determinación. La idea de estar atrapada en una mansión tan extravagante no podía calmar la inquietud que la invadía.Al final del pasillo, una gran puerta de madera oscura la esperaba, casi como un portal a lo desconocido. Se detuvo un momento, conteniendo la respiración, antes de empujarla lentamente. La puerta chirrió, y Agatha sintió que el sonido resonaba en su pecho.El espacio que se abría ante ella era un salón vasto y opulento. Un gran candelabro de cristal colgaba del techo, iluminando el lugar con una luz cálida y suave. Los muebles eran lujosos, con tapices que parecían haber sido traídos de algún palacio europeo. Pero Agatha no podía permitirse distraers