Atada a Ti
Atada a Ti
Por: Milan
Capítulo 1: Despertar en lo Desconocido

Agatha abrió los ojos con dificultad, sintiendo una presión punzante en su cabeza. El aire a su alrededor era denso, impregnado del perfume de flores exóticas, algo que nunca había olfateado antes. Al parpadear, la luz tenue que se filtraba a través de las cortinas de seda la cegó momentáneamente. Se incorporó lentamente, su corazón latiendo con fuerza mientras sus recuerdos comenzaban a fluir de manera desordenada.

El último recuerdo claro era de la oscuridad, el sudor frío en su frente mientras la capturaban. La sensación de manos fuertes sujetándola, arrastrándola hacia una furgoneta. El pánico la envolvió como una niebla espesa y aterradora. Intentó recordar más, pero su mente estaba borrosa. Un destello de luz hizo que su mirada se centrara en la habitación que la rodeaba.

Todo era de una elegancia abrumadora. La habitación tenía paredes de mármol, y el mobiliario era una mezcla de modernidad y antigüedad, con muebles tallados a mano que podrían haber sido sacados de un museo. Una lámpara de cristal colgaba del techo, brillando como un sol atrapado. Pero, a pesar de la belleza, el lugar le resultaba extraño y opresivo.

Se levantó con dificultad, sintiendo el peso de su cuerpo. Al hacerlo, el terror volvió a ella con la fuerza de un torrente. ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado allí? A medida que trataba de reunir sus pensamientos, una ola de recuerdos la abrumó: el asalto en las calles de Roma, la lucha desesperada, las voces que hablaban en un idioma que no entendía. Y, en medio de todo eso, la imagen de un hombre.

Un hombre alto, de piel morena y cabello oscuro. Sus ojos, como dagas, la atravesaron. Samer. Recordaba su mirada fija, el aura de poder que emanaba de él. No era solo un hombre; era un hombre que hacía que el mundo a su alrededor se detuviera. Se estremeció al recordar el miedo que le provocaba.

El pánico se apoderó de ella, y antes de que pudiera procesar sus pensamientos, el desmayo la envolvió como una niebla oscura.

Cuando despertó nuevamente, la luz del día iluminaba la habitación. Intentó recordar cómo había llegado allí, pero todo lo que tenía eran fragmentos de un sueño roto. Se sentó de nuevo, la cabeza girando, y miró a su alrededor con ansiedad. Estaba sola, pero la sensación de ser observada la perseguía.

Sus piernas estaban desnudas y descalzas, y se dio cuenta de que llevaba una camisón de seda que nunca había visto. ¿Por qué la habían vestido así? ¿Qué le habían hecho? Agatha se levantó con determinación, pero la debilidad la hizo tambalear.

Tomó una respiración profunda, enfocándose en calmar su corazón que latía desbocado. La ventana era un gran marco de cristal, y al acercarse, vio un jardín exuberante que parecía extenderse sin fin. Flores de colores brillantes y árboles frondosos la rodeaban, y en la distancia, podía escuchar el canto de pájaros. Pero la belleza del paisaje no lograba calmar su ansiedad.

¡Debo escapar! La idea de estar atrapada en un lugar desconocido la llenó de adrenalina. Agatha se dirigió a la puerta, pero al abrirla, se encontró con un pasillo amplio y deslumbrante. Sin embargo, el eco de sus pasos resonaba ominosamente en la soledad del lugar. Al mirar hacia ambos lados, se dio cuenta de que no había nadie a la vista.

Un impulso de libertad la atravesó. Tal vez había una salida, una manera de salir de allí. Sin embargo, un escalofrío le recorrió la espalda cuando recordó la mirada de Samer. Se preguntó si él estaba allí, observándola desde las sombras. La idea de encontrarse con él de nuevo la llenó de terror, pero también de curiosidad.

Decidida, dio un paso hacia el pasillo, sin saber lo que le depararía el futuro. Sabía que estaba atrapada, pero también estaba decidida a encontrar una manera de escapar. Agatha se adentró en la mansión, su mente trabajando a mil por hora, buscando respuestas y, quizás, una oportunidad de recuperar su libertad.

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