Agatha abrió los ojos con dificultad, sintiendo una presión punzante en su cabeza. El aire a su alrededor era denso, impregnado del perfume de flores exóticas, algo que nunca había olfateado antes. Al parpadear, la luz tenue que se filtraba a través de las cortinas de seda la cegó momentáneamente. Se incorporó lentamente, su corazón latiendo con fuerza mientras sus recuerdos comenzaban a fluir de manera desordenada.
El último recuerdo claro era de la oscuridad, el sudor frío en su frente mientras la capturaban. La sensación de manos fuertes sujetándola, arrastrándola hacia una furgoneta. El pánico la envolvió como una niebla espesa y aterradora. Intentó recordar más, pero su mente estaba borrosa. Un destello de luz hizo que su mirada se centrara en la habitación que la rodeaba. Todo era de una elegancia abrumadora. La habitación tenía paredes de mármol, y el mobiliario era una mezcla de modernidad y antigüedad, con muebles tallados a mano que podrían haber sido sacados de un museo. Una lámpara de cristal colgaba del techo, brillando como un sol atrapado. Pero, a pesar de la belleza, el lugar le resultaba extraño y opresivo. Se levantó con dificultad, sintiendo el peso de su cuerpo. Al hacerlo, el terror volvió a ella con la fuerza de un torrente. ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado allí? A medida que trataba de reunir sus pensamientos, una ola de recuerdos la abrumó: el asalto en las calles de Roma, la lucha desesperada, las voces que hablaban en un idioma que no entendía. Y, en medio de todo eso, la imagen de un hombre. Un hombre alto, de piel morena y cabello oscuro. Sus ojos, como dagas, la atravesaron. Samer. Recordaba su mirada fija, el aura de poder que emanaba de él. No era solo un hombre; era un hombre que hacía que el mundo a su alrededor se detuviera. Se estremeció al recordar el miedo que le provocaba. El pánico se apoderó de ella, y antes de que pudiera procesar sus pensamientos, el desmayo la envolvió como una niebla oscura. Cuando despertó nuevamente, la luz del día iluminaba la habitación. Intentó recordar cómo había llegado allí, pero todo lo que tenía eran fragmentos de un sueño roto. Se sentó de nuevo, la cabeza girando, y miró a su alrededor con ansiedad. Estaba sola, pero la sensación de ser observada la perseguía. Sus piernas estaban desnudas y descalzas, y se dio cuenta de que llevaba una camisón de seda que nunca había visto. ¿Por qué la habían vestido así? ¿Qué le habían hecho? Agatha se levantó con determinación, pero la debilidad la hizo tambalear. Tomó una respiración profunda, enfocándose en calmar su corazón que latía desbocado. La ventana era un gran marco de cristal, y al acercarse, vio un jardín exuberante que parecía extenderse sin fin. Flores de colores brillantes y árboles frondosos la rodeaban, y en la distancia, podía escuchar el canto de pájaros. Pero la belleza del paisaje no lograba calmar su ansiedad. ¡Debo escapar! La idea de estar atrapada en un lugar desconocido la llenó de adrenalina. Agatha se dirigió a la puerta, pero al abrirla, se encontró con un pasillo amplio y deslumbrante. Sin embargo, el eco de sus pasos resonaba ominosamente en la soledad del lugar. Al mirar hacia ambos lados, se dio cuenta de que no había nadie a la vista. Un impulso de libertad la atravesó. Tal vez había una salida, una manera de salir de allí. Sin embargo, un escalofrío le recorrió la espalda cuando recordó la mirada de Samer. Se preguntó si él estaba allí, observándola desde las sombras. La idea de encontrarse con él de nuevo la llenó de terror, pero también de curiosidad. Decidida, dio un paso hacia el pasillo, sin saber lo que le depararía el futuro. Sabía que estaba atrapada, pero también estaba decidida a encontrar una manera de escapar. Agatha se adentró en la mansión, su mente trabajando a mil por hora, buscando respuestas y, quizás, una oportunidad de recuperar su libertad.Agatha avanzó con cautela por el pasillo, sus pasos resonando en el silencio como un eco de su creciente ansiedad. Las paredes estaban adornadas con cuadros de paisajes impresionantes y retratos de personas que no reconocía. A pesar del lujo y la belleza que la rodeaba, su corazón seguía latiendo con una mezcla de miedo y determinación. La idea de estar atrapada en una mansión tan extravagante no podía calmar la inquietud que la invadía.Al final del pasillo, una gran puerta de madera oscura la esperaba, casi como un portal a lo desconocido. Se detuvo un momento, conteniendo la respiración, antes de empujarla lentamente. La puerta chirrió, y Agatha sintió que el sonido resonaba en su pecho.El espacio que se abría ante ella era un salón vasto y opulento. Un gran candelabro de cristal colgaba del techo, iluminando el lugar con una luz cálida y suave. Los muebles eran lujosos, con tapices que parecían haber sido traídos de algún palacio europeo. Pero Agatha no podía permitirse distraers
El silencio en la mansión era ensordecedor, interrumpido solo por el suave susurro del viento que se colaba por las rendijas de las ventanas. Agatha se quedó en el salón, luchando por controlar el torrente de emociones que la abrumaban. La conversación con Samer había sido intensa, y su presencia, aunque desconcertante, había despertado algo en ella: un deseo de lucha.Mientras la ira se calmaba en su interior, Agatha decidió que no podía permitir que su situación la dominara. No iba a ser una prisionera en el lujo. Necesitaba un plan, una forma de recuperar su libertad. Caminó de un lado a otro, cada paso resonando en el mármol frío, mientras su mente se llenaba de recuerdos de su vida anterior.Imágenes de su hogar en Italia comenzaron a desdibujarse. Recordó la calidez del sol en su piel mientras paseaba por las calles de Roma, la risa de sus amigos en las terrazas de los cafés. Había sido una vida llena de sueños y aspiraciones. Pero ahora, esos recuerdos se sentían lejanos, como
La atmósfera en la mansión se tornó tensa tras la declaración de Samer. Agatha podía sentir que estaba en un juego, uno cuyas reglas aún no entendía del todo. La forma en que él había mirado sus labios mientras hablaba la hizo cuestionarse qué parte de su rechazo lo había intrigado. ¿Era un desafío para él? La confusión se instaló en su pecho, pero sabía que no podía permitir que eso la distrajera de su verdadero objetivo: encontrar una salida.“¿Qué quieres decir con ‘juguemos juntos’?” preguntó Agatha, su tono desafiante. Se acercó un poco más, desafiando la distancia entre ellos. “Porque yo no tengo intención de dejar que esto se convierta en un juego.”Samer sonrió, esa sonrisa que hacía que su corazón se acelerara y su cabeza se llenara de confusión. “Todo en esta vida es un juego, Agatha. Y en este juego, debemos aprender a jugar nuestras cartas correctamente.” Su voz era profunda, como el suave murmullo del mar.“¿Y cuál es tu carta?” preguntó ella, cruzando los brazos en un ge
Los días se convirtieron en una extraña rutina. Agatha se despertaba cada mañana en la lujosa habitación que Samer le había proporcionado, un espacio decorado con elegancia que contrastaba drásticamente con el caos que había invadido su vida. Sin embargo, a pesar de la belleza que la rodeaba, se sentía atrapada en una jaula dorada.Decidida a recuperar parte del control que había perdido, Agatha comenzó a explorar la mansión a solas durante las horas en que Samer estaba ocupado. Cada rincón del lugar parecía tener una historia, un secreto esperando ser descubierto. Mientras recorría pasillos interminables y escaleras adornadas con artefactos costosos, su curiosidad se convirtió en una herramienta para enfrentar su ansiedad.Un día, mientras examinaba una biblioteca repleta de libros antiguos, Agatha se encontró con un diario polvoriento escondido en un estante alto. Al abrirlo, su corazón dio un salto. Las páginas estaban llenas de garabatos, pensamientos dispersos y reflexiones sobre
La mañana siguiente, Agatha se despertó con un renovado sentido de determinación. Las palabras de Samer todavía resonaban en su mente, impulsándola a tomar la iniciativa en su nueva vida. Sabía que no podía permanecer como una simple espectadora en su propia historia. Tenía que encontrar una manera de tomar el control.Decidida, se vistió con un vestido ligero que había encontrado en su armario. Era de un color azul suave que resaltaba el tono dorado de su piel. Al mirarse en el espejo, se sintió un poco más segura, como si el reflejo le recordara que todavía había una parte de ella que era fuerte y valiente.Después de un desayuno ligero, que consistía en frutas frescas y café, Agatha decidió que hoy sería el día en que exploraría los jardines de la mansión. Nunca había visto un lugar tan majestuoso, y estaba decidida a aprovecharlo. Al salir al exterior, la brisa suave acarició su rostro, y el aroma de flores exóticas llenó el aire. Era un mundo que parecía completamente ajeno a su
Los días continuaron deslizándose suavemente entre las sombras y la luz. Agatha se sentía más cómoda en la mansión y comenzaba a ver la vida desde una nueva perspectiva. La conexión que había empezado a forjar con Samer la hacía cuestionar su realidad; aunque había sido traída a este lugar en circunstancias terribles, la belleza que la rodeaba le ofrecía un refugio inesperado.Un sábado por la tarde, Samer la invitó a una cena en uno de los comedores más elegantes de la mansión. Las luces parpadeaban suavemente, creando una atmósfera mágica que la hizo sentir como si estuviera en un cuento de hadas. La mesa estaba adornada con velas y flores frescas, y el aroma de la comida deliciosa impregnaba el aire.“Hoy, estoy cocinando algo especial para ti,” dijo Samer con una sonrisa mientras se acercaba a la mesa. “Espero que te guste la cocina mediterránea.”“¿Cocinas tú?” preguntó Agatha, sorprendida. “No parece ser una actividad típica de un CEO.”“Es uno de mis pasatiempos,” respondió él
La noche continuó envuelta en un aire de intimidad mientras Agatha y Samer paseaban por el jardín. La luna, llena y brillante, iluminaba el camino que recorrían, y las estrellas titilaban como pequeños faros en el cielo. Sin embargo, aunque la atmósfera era mágica, una sombra de incertidumbre se cernía sobre Agatha. La realidad de su situación era una carga pesada que apenas podía ignorar.A medida que se alejaban del estanque, la conversación fluyó hacia temas más profundos. Agatha se sentía intrigada por las historias que Samer compartía sobre su vida en Dubái, sus desafíos y la presión que sentía para cumplir con las expectativas familiares. Era un hombre de negocios astuto, pero también llevaba un peso emocional que apenas se dejaba entrever.“¿Alguna vez te sientes atrapado por tu vida?” Agatha preguntó, mientras se detenía a contemplar una escultura de mármol en el jardín. “¿Nunca has deseado hacer algo completamente diferente?”Samer la miró, sus ojos oscuros profundos reflejab
El sol matutino se filtraba a través de las cortinas de seda, bañando la habitación de Agatha en una luz cálida y suave. Se despertó lentamente, pero a diferencia de otros días, el peso en su pecho no se había aliviado. Las sombras de la noche anterior seguían persiguiéndola, y aunque la conversación con Samer había sido un respiro de sinceridad, todavía sentía que algo la retenía en el pasado.Agatha se sentó en la cama, abrazando sus rodillas mientras su mente volvía a los recuerdos de su secuestro. El frío toque de manos desconocidas, la oscuridad que la rodeaba mientras era transportada a la fuerza… La sensación de impotencia era algo que aún no podía dejar atrás. Había sido vendida como si no fuera más que un objeto, y aunque Samer había sido amable con ella, no podía olvidar que su vida había sido arrancada de sus manos.Mientras los pensamientos se arremolinaban en su cabeza, la puerta de la habitación se abrió suavemente. Samer entró, vestido impecablemente como siempre, pero