Inicio / Fantasía / Apartada Para El Alpha (#2) / Capitulo 1: la cabaña "magica" (parte uno)
Capitulo 1: la cabaña "magica" (parte uno)

"Si tu me recuerdas todo estara bien.

Al menos de eso quiero convencerme, todo el tiempo que pienso en ti"

Fumiko Ibars

Caminaba por el bosque, envuelta en una maraña de pensamientos que no dejaban de cruzar mi mente a la velocidad de la luz. ¿Qué haría si no era esa chica? Me había convencido a mí misma de que sí lo era, de que tenía que serlo. Le había escrito a Oshin en la carta, con todo el peso de mis emociones, que sí, que yo era esa chica. Pero... ¿y si no lo era? ¿Y si todo lo que creía sobre mí misma, todo lo que había llegado a entender de mi existencia, no era más que una gran mentira tejida por las circunstancias? No estaba preparada para pensar en eso.

De alguna manera, todo había sido tan sencillo antes. Si no era, simplemente le diría que iba a dar un paseo mientras él regresaba o algo por el estilo. No era difícil. Después regresaría con él, como si nada hubiera cambiado. Podría saltar de alegría, convencida de que nada se complicó más de lo que ya estaba. Pero esa idea, que antes parecía tan reconfortante, ahora me llenaba de incertidumbre. ¿Y si sí era? ¿Qué iba a hacer si ese “paseo” no acababa pronto? ¿Y si no podía regresar con él, atrapada en ese lugar encantado del que no tenía ni idea de cómo saldría?

Suspiré pesadamente, dejando que la tensión de mis pensamientos se desbordara. Detuve mis pasos y miré alrededor, como buscando alguna respuesta en los árboles que me rodeaban. Mis pies me dolían intensamente. Había estado caminando durante seis horas sin descanso, y no veía ni el más mínimo indicio de que mi destino estuviera cerca. Los árboles se alargaban en un interminable horizonte, como si el bosque estuviera tomando su tiempo para jugarme una broma cruel. Cerré los ojos y dejé escapar otro suspiro, dejándome caer contra una gruesa rama que sobresalía de uno de los árboles.

Me quité la mochila y saqué una botella de agua, tratando de recuperar un poco de energía, aunque sabía que el cansancio se había apoderado de mí de manera irremediable. Cerré los ojos por un momento, buscando un respiro, pero la oscuridad comenzaba a despejarse, y el amanecer estaba cerca. Sin embargo, en mis ojos solo había árboles, más árboles, y más malditos árboles. Cada uno de ellos parecía burlarse de mi frustración, como si me estuviera desorientando aún más.

Me pregunté qué estarían haciendo Oshin, Riu y Ai en ese momento, en la manada... ¿Estarían preocupados por mí? ¿Estarían pensando en si regresaría? No tenía a nadie con quien hablar, así que terminé diciendo en voz alta, aunque no había nadie para escucharme.

—¿Qué estarán haciendo ellos? —dije, como si esas palabras pudieran devolverme algo de sentido. Al menos si hablaba conmigo misma, sentía que no iba a perder la cabeza por completo. Algo en mi interior me decía que debía mantener la calma, pero cada minuto que pasaba en ese bosque me recordaba lo contrario. El silencio me envolvía, y sentía que algo oscuro comenzaba a tomar forma en mi mente. Si no hablaba, si no me expresaba, no sabía qué iba a pasar conmigo.

Fue entonces cuando el ladrido resonó a través del aire, cortando mis pensamientos con la misma fuerza con la que un rayo corta el cielo. Abrí los ojos con pesadez. Estaba tan agotada que ni siquiera tenía fuerzas para moverme. No tenía energía ni para intentar levantarme, ni para correr, ni siquiera para simplemente existir. Frente a mí había un perro-lobo, con el pelaje gris, y movía su cola con la misma gracia que cualquier perro común de los Estados Unidos.

Mi cuerpo, completamente agotado, no tenía ni la mínima energía para reaccionar. Mi cerebro, embotado por la fatiga, no podía procesar lo que estaba sucediendo. Así que, en lugar de gritar o correr, lo primero que me salió fue una broma, algo tonto, algo que me ayudara a no pensar más en todo esto. Algo que me permitiera desconectar de la pesadilla en la que parecía estar atrapada.

—Supongo que tú eres el perro-lobo que hará el papel del conejo con el reloj... el que me llevará a la casa de Alicia en el País de las Maravillas —bromeé, casi sin querer, mientras mi mente comenzaba a nublarse por el cansancio.

El perro-lobo no pareció encontrar mi broma tan graciosa. De repente, con una rapidez y reflejos inesperados, se levantó y se lanzó hacia mí, casi sin aviso. Mi corazón comenzó a latir desbocado, como si quisiera escapar de mi pecho. La adrenalina recorrió cada rincón de mi cuerpo, y antes de darme cuenta, había tirado la botella de agua lejos de mí. Toda mi fatiga desapareció en un abrir y cerrar de ojos, reemplazada por una energía frenética provocada por el miedo. Estaba despierta ahora, completamente alerta, esperando que el perro-lobo me atacara. Pero lo que sucedió después me dejó en un estado de completa confusión.

En lugar de atacarme, el perro-lobo comenzó a lamerme la cara, con la ternura y la actitud de un perro común. Su lengua rosada rozaba mi piel como si estuviéramos en algún parque de Brooklyn, y yo no podía comprender qué estaba sucediendo.

—¿Si eres...? Oh, por Hades... Si soy... —divagué, entre sorprendida y asustada, tratando de apartar al lobo de encima de mí, pero algo en mí no quería moverme. Estaba paralizada, confundida, incapaz de procesar la extraña tranquilidad que emanaba de él.

Finalmente, el perro-lobo dejó de lamerme la cara y se apartó de encima de mí. Fue en ese momento cuando lo vi con claridad: llevaba un collar de oro con una estrella fugaz. Algo en mi interior se heló. El collar no solo era hermoso, sino que tenía algo grabado en la parte de atrás.

—Connor —pronuncié, de forma casi automática, como si el nombre me llegara desde algún rincón de mi memoria.

El perro-lobo ladró una vez más, y movió su cola con un entusiasmo tan genuino que parecía como si estuviéramos en algún tipo de conexión. Miré el collar nuevamente, y algo en mí se hundió cuando vi las letras grabadas en él. Tragué saliva con dificultad, mi mente buscando alguna excusa para lo que estaba viendo. Finalmente, leí las letras:

—"Fumiko" —murmuré, incrédula, como si ese simple hecho me estuviera rompiendo por dentro.

Suspiré profundamente, tratando de encontrar una explicación racional. No podía, pero algo dentro de mí me decía que no debía huir de la verdad, por más aterradora que fuera. Miré a Connor, quien me observaba con unos ojos llenos de sabiduría, como si hubiera estado esperando todo este tiempo que yo lo entendiera.

—No hay dudas —murmuré a la nada, cansada, sin querer inventar una mentira que justificara lo que estaba pasando. Me froté la cara con las manos, sintiendo el agotamiento aplastarme por completo, pero también una curiosidad creciente.

Miré a Connor nuevamente, quien seguía observándome, como si me estuviera pidiendo que tomara una decisión. Ladeó su cabeza con una especie de comprensión silenciosa, y me pareció que, de alguna manera, él ya sabía lo que iba a hacer.

—Supongo que te tengo que seguir, ¿no? —le pregunté, apenas capaz de creer lo que estaba diciendo. Pero, al mismo tiempo, algo en mí se sentía atraído por él, como si mi destino estuviera intrínsecamente ligado al suyo.

El perro-lobo se levantó con una elegancia que no parecía propia de su tamaño. Caminó con determinación por el bosque, su cola moviéndose de un lado a otro con la misma fluidez que un río. Yo, a regañadientes, lo seguí, sin saber a dónde me llevaría, pero sabiendo que no había vuelta atrás.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP