Reí un poco, tomé las mochilas y lo seguí mientras masticaba una manzana de las que había traído. El sonido crujiente de la fruta rompía el silencio de nuestro caminar. Después de unos minutos, llegamos a una pared enorme que bloqueaba el paso, cubriéndola varias plantas que colgaban pesadamente, como si la naturaleza quisiera reclamarlo todo. Las ramas verdes y frondosas se entrelazaban, creando una capa impenetrable, dejando entrever apenas la textura de la piedra oculta por debajo. Algunas enredaderas tenían flores blancas que parecían brillar levemente a la luz del sol que se filtraba entre las hojas. Connor se detuvo y, como si supiera exactamente lo que yo sentía, me miró con esos ojos fijos y penetrantes, ladeando la cabeza. Esperaba algo de mí. Sin pensarlo demasiado, sentí el miedo apoderándose de mí. —Oh, no me mires así, como si supiera qué hacer —me quejé, haciendo un puchero mientras lo miraba—. ¿Qué quieres que haga?, ¿Que me tire contra la pared como si fuera a abrirse
"Les pedi que me salvaran y los vi salvar su culo Huyendo de los problemas dejándome enfrentarlos a mi... ¿Esto era mi destino o sólo era un juego más?" Fumiko Ibars Una gota de agua cayó en mi rostro, mojándome y sacándome de mi sueño. Abrí los ojos con pesadez, sin poder evitar que mi mente se llenara de confusión. —Oshi, tu cuarto tiene goteras —dije en voz baja, mientras me sentaba en la madera fría de la cabaña y restregaba mis ojos. Mis pequeños segundos de olvido me abandonaron y suspiré con pesadez—. No estoy en casa... —murmuré con tristeza. Froté mi rostro, limpiando el agua de él, mientras la lluvia seguía cayendo sin cesar. Miré mejor a mi alrededor y, al fin, me di cuenta de que no estaba en mi casa ni cerca de ella. Estaba en una cabaña, aislada en medio de la nada, rodeada por el lago de agua cristalina que parecía envolverla por completo. El agua era tan clara que podía ver cada reflejo, cada movimiento. A diez metros de cada lado, altas paredes se alzaban, adorna
Me levanté, tomando todas mis cosas, y me adentré en la cabaña. Connor ya estaba adentro, recostado tranquilamente, y me quedé anonadada por lo enorme que era el lugar. Por fuera, solo parecía una cabaña acogedora, pero por dentro… era una mansión. Había varias puertas, escaleras dobles que conectaban el primer y segundo piso, muebles elegantes, y una interminable cantidad de repisas llenas de libros de todos los géneros posibles. Sin embargo, uno en particular llamó mi atención: un libro con el lomo dorado y líneas rojas. Me acerqué un poco, intrigada, pero me detuve antes de tomarlo. No quería saber qué podía contener ese libro. Supuse que después me arrepentiría si me adentraba en su contenido. De todas formas, dejé de lado mi curiosidad y decidí ignorarlo por el momento. Mi mirada se desvió hacia Connor, que estaba echado con las patas hacia arriba, como un cachorro, con su cabeza colgando de un lado del sofá de cuero. Me reí al verlo, parecía un perrito pequeño esperando a que s
"El eco de la lluvia suena en la tormenta del alma, mientras la distancia crece y la impotencia consume al que espera sin respuestas." Oshin Itreque Estaba desesperado, ya habían pasado días desde que ella escapó de la casa. La hemos buscado por todos lados, incluso se me ocurrió preguntarle a las otras razas por medio de las líneas de comunicación que teníamos, obviamente ocultando el detalle de que ella era ella, porque si no, la buscarían para matarla, como siempre lo planeamos. Pero ya no sé qué hacer al no tener respuesta sobre su ubicación. Suspiro pesado, frotando mi cara. Riu se fue a su manada ayer a buscar entre los lugares que ellos frecuentaban antes de que viniera aquí, donde vivían antes también, para preguntarle a los padres adoptivos de ella si sabían algo... Cuando se conocían allá, donde vivía antes. Me frustra saber que él puede encontrarla y yo no puedo hacer absolutamente nada. Mi mente está llena de pensamientos contradictorios. Quisiera estar ahí con él, enfr
La puerta del despacho fue tocada tres veces. Metí la cadena en el bolsillo de mi pantalón mientras daba autorización para que entraran. La puerta se abrió lentamente y, sin previo aviso, mi hermana entró al despacho. Su expresión era la de un muerto viviente. Había ojeras profundas bajo sus ojos, y su rostro, que solía estar lleno de luz, se veía apagado, casi como si la felicidad que había encontrado por fin al reencontrarse con su mate se hubiera esfumado por completo. Me dio la impresión de que, en este momento, su alma había sido drenada, como si todo lo que la hacía sonreír se hubiera esfumado en un instante. Un pesado silencio llenó la habitación, y yo me quedé allí, observándola, esperando que hablara. Sentí cómo mi pecho se comprimía a medida que ella se acercaba, pero no podía dejar de pensar que lo peor estaba por venir. —Tenemos otro problema... —murmuró, con voz tan débil que apenas pude escucharla. Sus ojos estaban casi completamente bajos, y su cuerpo parecía agotado,
"Se arreglara para ti, se arreglara para ellos... Pero nada se arreglara para mi" Fumiko Ibars Intentaba pronunciar correctamente uno de los hechizos del libro que tenía entre mis manos, mientras me encontraba sentada en el suelo de la cabaña, con los pies colgando, sumergidos en las frías aguas del lago. El sonido de las pequeñas olas al chocar contra las rocas cercanas era lo único que se escuchaba, un eco lejano que acompañaba mi frustración. - Disktrosgha, ahs... esto parece imposible -me quejé en voz baja, sintiéndome completamente impotente. Dejé escapar un pesado suspiro, casi audible en el aire quieto. Ya habían pasado dos semanas desde que me encontré con este maldito libro de hechizos y, sinceramente, lo que más me molestaba era la pronunciación de las palabras. Controlar los poderes sin la necesidad de los hechizos era sencillo, casi natural, pero cuando los usaba con las palabras mágicas, todo se complicaba. Mis ojos se desviaron hacia Connor, que dormía tranquilamente
Me quedé allí, sentada en el frío suelo, mirando a Garret sin ver realmente su rostro, sin poder procesar lo que acababa de suceder. Mis dedos se entrelazaban entre sí de manera nerviosa, buscando una solución, un escape, algo que me ayudara a aliviar el dolor que me consumía desde adentro. Pero no encontraba nada. ¿De verdad él lo haría? Pensé, el nudo en mi estómago se apretaba cada vez más. Él no me haría esto... No sabría hacerme daño de esa manera… ¿verdad? Me preguntaba, sin querer enfrentar la realidad. Suspiré, frustrada conmigo misma. ¿Cuánto tiempo más tendría que seguir cargando con esta angustia, con esta confusión que me arrastraba? La gente, las cosas, todo parecía desmoronarse a mi alrededor, y yo seguía buscando respuestas en un lugar donde ya no quedaba nada. — Lo intentó —dijo Garret, su voz tranquila, pero vacía, como si estuviera recitando algo que no significaba nada para él. — También quise ayudarlo —agregó, su mirada perdida, sin enfocarse realmente en nada. U
Sonrió al ver a Oshin frente a ella. Movió su mano libre, y en ese instante, Oshin cayó al suelo de manera brusca, ya libre de las cadenas. Ella rió aún más mientras la bola de fuego quedaba flotando en el aire. Oshin gruñó al mirarla y, furiosa, se lanzó hacia ella con firmeza tumbandola al suelo. Le arrancó la ropa con una de sus manos de manera rápida, despojándola aún más velozmente mientras gruñía, luego sin previo aviso se alineó en ella y la penetro sin piedad mientras ella gemía complacida arqueando su espalda. Aparté mi vista de la esfera de luz, sin querer ver nada de lo que ocurría. Los gemidos de ella seguían saliendo de la esfera, como si atravesaran cada rincón de mi ser. Cada uno de esos lamentos era como un eco doloroso que me atravesaba, haciéndome sentir cada vez más pequeña, más vacía. Las lágrimas rodaron por mis mejillas, sin poder frenarlas, mientras mi corazón parecía desgarrarse poco a poco. Era como si algo invisible lo apretara con fuerza, como si un puño me