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Capitulo 7 : "esto es dificil..." (parte uno)

"Se arreglara para ti, se arreglara para ellos... Pero nada se arreglara para mi"

Fumiko Ibars

Intentaba pronunciar correctamente uno de los hechizos del libro que tenía entre mis manos, mientras me encontraba sentada en el suelo de la cabaña, con los pies colgando, sumergidos en las frías aguas del lago. El sonido de las pequeñas olas al chocar contra las rocas cercanas era lo único que se escuchaba, un eco lejano que acompañaba mi frustración.

- Disktrosgha, ahs... esto parece imposible -me quejé en voz baja, sintiéndome completamente impotente. Dejé escapar un pesado suspiro, casi audible en el aire quieto. Ya habían pasado dos semanas desde que me encontré con este maldito libro de hechizos y, sinceramente, lo que más me molestaba era la pronunciación de las palabras. Controlar los poderes sin la necesidad de los hechizos era sencillo, casi natural, pero cuando los usaba con las palabras mágicas, todo se complicaba.

Mis ojos se desviaron hacia Connor, que dormía tranquilamente a mi lado, arrullado por el sonido de la naturaleza. Sonreí de manera enternecida al verlo tan sereno, tan ajeno a todo lo que pasaba dentro de mí.

"¿Cómo puedes estar tan tranquilo en este caos?" Pensé, observando su cuerpo acurrucado junto a mí. Levanté la vista y vi el cielo estrellado, con dos lunas lilas flotando en la inmensidad. Era de noche, o al menos eso parecía, pero la atmósfera se sentía diferente, como si el tiempo se hubiera detenido.

Un sentimiento de soledad me invadió entonces, como una sombra que crecía en mi pecho. Extrañaba a Oshin más de lo que había querido admitir. No sabía nada de él, y aunque trataba de no pensar en ello, una parte de mí deseaba que hubiera vuelto a la manada. La tristeza me aplastó como un peso invisible, y no pude evitar que el dolor me oprimiera el corazón, dejando una sensación de vacío que me era difícil de sacudir.

El chillido bajo de Connor me sacó de mis pensamientos. Abrí los ojos rápidamente y lo miré. El perro seguía dormido a mi lado, pero sus pequeños quejidos me recordaron que, aunque mi mente estuviera llena de pensamientos oscuros, él seguía allí, acompañándome. Suspíré de nuevo, pero esta vez, en un intento por distraerme, saqué mi teléfono y puse música. Necesitaba concentrarme en algo que no fuera mi dolor.

Poco después, "Dark Horse" comenzó a sonar en los parlantes del teléfono. Cerré los ojos de nuevo, dejándome llevar por el ritmo de la canción. Tarareé suavemente la letra, disfrutando de la canción, mientras mis dedos jugaban con las páginas del libro. Sonreí ligeramente, como si una pequeña historia se estuviera formando en mi mente a partir de la melodía.

De repente, algo ocurrió. Un destello de polvo mágico comenzó a brotar de mis manos, como pequeñas partículas que flotaban en el aire. Moví las manos suavemente, imaginando las luces brillando al ritmo de la música, y sonreí al ver cómo el polvo tomaba forma. Un caballo... pensé, justo como decía la canción. La idea cobró vida ante mis ojos, y de mis dedos surgió una figura de polvo negro que formaba una silueta equina.

Connor ladró repentinamente, lo que me hizo abrir los ojos de golpe. Miré con fascinación lo que había creado. El polvo negro danzaba alrededor de mis manos, como si respondiera a mi voluntad, cambiando de color y tomando nuevas formas. Jugué con él, dejando que las figuras se disolvieran y se transformaran una y otra vez, encantada con la pequeña magia que había logrado controlar.

Pero entonces, un dolor punzante me atravesó el pecho de repente, como una daga invisible que me desgarraba por dentro. El polvo que había formado el caballo se disipó en el aire, y me llevé la mano al corazón, sintiendo cómo mi respiración comenzaba a entrecortarse. La punzada era tan fuerte que todo a mi alrededor pareció detenerse.

La sensación de malestar se extendió rápidamente, y un dolor indescriptible se apoderó de mí. No era físico, al menos no completamente, pero sí tan profundo y desgarrante que me sentí como si el mismo mundo estuviera arrancándome el alma. Este dolor... Era el mismo que había sentido en mi niñez, cuando me enfrenté a la amarga infidelidad que dejó una marca en mi corazón. Pero ahora... era mucho más intenso, más real, como si se tratara de un vacío inmenso, algo que no podría llenar.

- ¡No...! -grité, sintiendo como si mi cuerpo estuviera a punto de quebrarse. El libro cayó de mis piernas y se hundió en el agua, flotando sobre ella como una mesa sin vida. Las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas, sin que pudiera detenerlas. No pude controlar lo que sentía.

Connor empezó a ladrar frenéticamente, como si pudiera sentir lo que me ocurría. Su cuerpo lobuno se acercó a mí, y comenzó a pasar sus patas por sus orejas, como buscando aliviar el sufrimiento de alguna manera. Pero nada parecía ayudar. El dolor no se iba, no se calmaba.

¿Por qué tenía que ser tan fuerte? pensaba, sollozando mientras las lágrimas empañaban mi vista. El dolor era insoportable, y todo a mi alrededor parecía volverse borroso. La sensación de impotencia me invadió. No puedo permitir que Connor sufra esto conmigo. No quiero que él pase por lo mismo.

Miré a mi compañero canino, mis ojos llenos de desesperación. Las lágrimas caían como torrentes, pero aún así, le sonreí con una tristeza amarga. Lo mejor es que no sienta nada, que me desmaye. Si estoy inconsciente, el dolor desaparecerá. Era una idea desesperada, pero ya no me importaba. No podía seguir soportando esa agonía.

- No lo puedo soportar... -murmuré, incapaz de creer lo que me estaba sucediendo. Connor comenzó a ladrar aún más fuerte, desesperado, restregándose contra las paredes de la cabaña. Saltó hacia el lago, pero siguió gritando como si pudiera hacer algo para ayudarme.

- Dørmįæ pørdølêrį -murmuré, sin siquiera saber si esas palabras tenían algún sentido. Era lo único que podía pensar. En ese momento, no me importaba lo que dijera, solo quería que el dolor se detuviera. Cerré los ojos con fuerza, y sentí cómo mi cuerpo perdía el control. Me dejé caer hacia adelante, como si fuera arrastrada por una fuerza invisible. El agua me recibió con su frialdad, mientras todo se desvanecía a mi alrededor, sumiéndome en la oscuridad.

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