"Los niños no tienen la culpa de los padres que le tocaron o la manera en la que fueron engendrados" Oshin Itreque Era de noche. Me encontraba en mi cuarto, acostado en la cama, mirando al techo, esperando que algo sucediera para sacarme de esta maldita monotonía que me ahogaba día tras día. El sonido del viento aullando fuera de la ventana me pareció casi una burla, una constante recordándome que mi vida estaba atascada en un ciclo del que no podía escapar. Ya no esperaba nada, ni siquiera en mis sueños más desesperados pensaba que algo cambiaría. De repente, la puerta de mi habitación fue golpeada con furia. Un golpe tras otro, como si quien estuviera al otro lado no tuviera control sobre su desesperación. Me levanté rápidamente, algo en mi instinto me dijo que no debía dejar pasar más tiempo sin saber qué sucedía. Abrí la puerta y ahí estaba mi hermana, con los ojos desorbitados y el rostro completamente alterado. —El bastardo se muere —dijo entre jadeos, sin ningún tipo de filt
"Todo estara bien al final, si no lo esta entonces no es el final..." Fumiko Ibars Estaba sumida en mis pensamientos, preguntándome qué hacer ahora. Solo me quedaban algunos poderes por dominar, pero a veces perdía la cuenta del tiempo. Parecía como si el tiempo se deslizara entre mis dedos sin darme cuenta, y eso me ponía incómoda. Habían pasado dos años y medio desde que todo comenzó, pero para mí, todo había sido como un suspiro. Era tan extraño cómo el tiempo se estiraba y se comprimía a la vez, como si los días y las noches se desvanecieran sin dejar huella, mientras yo me sumergía cada vez más en mis entrenamientos y mis pensamientos. Sabía que necesitaba avanzar, que tenía que llegar a un lugar más alto, más fuerte, pero en el fondo, algo me mantenía anclada. A veces, pensaba en lo lejos que había llegado y, al mismo tiempo, lo mucho que aún me faltaba. Aún quedaban tantos poderes por perfeccionar, tantas habilidades por dominar. Y aunque me decía que no debía preocuparme, la
Estaba concentrada en mi práctica con los choques eléctricos, el poder que más me costaba dominar. El zumbido constante en mis manos me recordaba lo lejos que aún tenía que llegar. Los choques eléctricos eran impredecibles, a veces demasiado débiles, otras veces demasiado intensos. Era como intentar domar un animal salvaje: no lo controlas del todo, pero aprendes a trabajar con él. Connor estaba a mi lado, observando y guiándome. Tenía ese poder también, y sus consejos me eran más valiosos de lo que esperaba. Me sentía impaciente, como si el tiempo se me escapara entre los dedos. Ya habíamos pasado por tanto, y en mi mente aún resonaban las palabras de Garret, que me había aconsejado paciencia. Pero la paciencia nunca había sido mi fuerte. Cada vez que sentía que mis poderes no progresaban lo suficiente, la frustración me invadía. El tiempo seguía avanzando y sentía que no podía permitirme quedarme atrás. Necesitaba dominar todo de una vez. No podía permitir que nada me detuviera. De
"Me he vuelto loca, y no tengo problema con ello" Fumiko Ibars Ella tembló de miedo, sus ojos fijos en los míos, como si esperara que alguna piedad llegara a mí. Pero no había nada de compasión en mi mirada, solo furia. Roderick, detrás de mí, intentaba contener las lágrimas, pero sus ojos brillaban con un alivio palpable al verme, al saber que al fin alguien lo defendería. Mi único pensamiento en ese momento era que no permitiría que esa mujer quedara impune por lo que le había hecho al niño. De repente, un ladrido fuerte y retumbante cortó el aire. Era Connor, quien exigía que regresara a la cabaña. Estaba entre Roderick y yo, intentando interponerse entre nosotras, como un obstáculo que trataba de frenar lo que sabía que iba a suceder. Pero no iba a retroceder. No iba a dar un paso atrás. Ella pagaría por lo que le había hecho a Roderick. — No lo haré, primero acabaré con esta perra por golpearlo —respondí, sin apartar la mirada de la mujer frente a mí. Mi tono era frío, casi va
— ¡ESTÁS LOCA! —gritó, su voz llena de pánico, lágrimas cayendo sin cesar. Mi risa resonó, grotesca y fría. Me deleitaba en su dolor, en su impotencia, en el hecho de que había llegado demasiado lejos. Sin pensarlo, la estrellé contra otro objeto con la fuerza de mi furia, la habitación retumbó con el impacto, y su cuerpo se desplomó nuevamente al suelo. Avancé hacia ella a paso lento, mi presencia pesada, casi palpable. El eco de mis pasos era lo único que rompía el tenso silencio. La miraba como si fuera una simple marioneta caída, un objeto roto, ya sin importancia. Sangre manchaba su ropa, la cortadura en su frente se extendía, sus brazos estaban marcados por heridas profundas. Su labio partido y la sangre que manaba de su nariz hacían que su rostro pareciera una máscara grotesca. — ¿Loca? —gruñí, el desprecio en mi voz, mientras observaba cómo intentaba recuperar el aliento, como si aún pudiera escapar de mi furia. Claro que estoy loca, añadí, la rabia acumulada saliendo a borbo
"Digo que te dejo y cuando te veo no me siento con la misma fuerza que cuando lo dije... No puedo dejar ir lo unico que me hace feliz, te necesito conmigo"Oshin Itreque Caí al suelo cuando ella desapareció de nuestra vista, Ai al igual que el resto de las personas, cayó junto a mí. Riu, rápidamente, la tomó antes de que tocara el suelo. La tensión en el aire era palpable; los ecos de lo que acababa de suceder aún retumbaban en mi mente, como si todo fuera una pesadilla de la que no podía despertar. El perro-lobo seguía ahí, observándonos con una mirada desafiante y hostil. Me lo quedé mirando, su presencia era inquietante, pero no había nada que pudiera hacer al respecto. Roderick, con los ojos llenos de lágrimas, intentaba calmarse, limpiándose las mejillas mientras su respiración se volvía cada vez más irregular. El perro-lobo, en un acto extraño, restregó su cabeza contra él, buscando consuelo o tal vez, algo más. —Adiós, lobo —dijo Roderick entre susurros, y el perro-lobo, desp
" — Papá ha estado molestando con lo mismo — me quejé, algo molesto, mientras Ai jugaba distraída con mi cabello. Ella siempre tenía una manera especial de hacerlo, suave y relajante, lo que me ayudaba a calmarme un poco. — No quiero atar a nadie, esperaré a mi Luna como se debe ser, y no atraeré a ningún niño o niña a que esté conmigo por si acaso. — seguí, suspirando y cerrando los ojos, tratando de despejar mi mente de todo lo que estaba pasando. Ai, como siempre, me entendía más que nadie, y cuando se dio cuenta de lo que decía, giró su rostro hacia el mío con una mirada seria pero cariñosa. — Mamá no lo dejará, lo sabes bien... Ella se niega a aceptarlo si tú no quieres — dijo ella, dándome todo su apoyo. Sonreí levemente y abrí los ojos para mirarla directamente. — Eres la mejor melliza del universo — dije, con una sonrisa sincera. Ai, aunque siempre tímida, asintió con modestia, pero una pequeña sonrisa se asomó en su rostro. — Lo sé — dijo con una sonrisa burlona, haciendo
Los recuerdos golpeaban mi mente mientras caminaba hacia el cuarto de Roderick, y el peso de todo lo que había sucedido me acompañaba en cada paso. Jamás imaginé que terminaría en esta situación, y mucho menos que la encontraría ahí, en ese lugar. Era como si el destino se hubiera burlado de mí, llevándome por un camino que nunca quise recorrer. El aire en la casa parecía más denso de lo normal, y cada paso que daba resonaba como un eco vacío en mi mente. A pesar de que mis pies avanzaban, mi cabeza se sentía atrapada, girando sin cesar en un remolino de pensamientos y emociones encontradas. Al entrar al cuarto de Roderick, la escena que se presentó ante mis ojos era tan tranquila, tan simple, que me detuve un instante en el umbral de la puerta. Cambiarle la ropa, ponerle un pijama cómodo para que siguiera durmiendo... Era una de esas tareas cotidianas que todos realizan, y sin embargo, sentí como si el mundo entero estuviera esperando algo de mí, algo más grande, algo que no podía co