-Muy bien, Rodic.- Festejé con él cuando me leía las palabras. Aprendía rápido y Oshin lo había inscrito en el kínder de aquí antes de todo lo que había ocurrido. Verlo tan concentrado en sus libros me hacía sentir un nudo en el corazón. Había crecido tanto en tan poco tiempo, y no podía evitar sentir un dolor profundo por todo lo que había perdido. -Quisiela que mi papá me escuchala -dijo en voz baja, mirando el libro en sus manos con nostalgia. Sus ojos brillaban, pero no era la misma chispa que antes, esa luz pura y alegre que lo caracterizaba. La felicidad en su tono no llegaba a sus ojos. Me acerqué a él y me agaché frente a él para tomar su rostro con delicadeza. Se sentía tan frágil, tan vulnerable en ese momento. Secué sus lágrimas con los pulgares, intentando que no se sintiera solo en ese instante. -Seguro que estaría muy emocionado, igual que yo -le dije con voz suave, tratando de darle algo de consuelo. Él sonrió un poco, pero fue una sonrisa débil, forzada. Asintió len
-Se durmió... -afirmé, mirando a Roderick en mi pecho. Su pequeño cuerpo estaba relajado, acurrucado contra mí como un refugio en medio de la tormenta. Garret asintió, observando la escena con una calma que contrastaba con el torbellino de emociones que sentía en mi interior. -Es hora -dijo, con una suavidad que parecía envolverme. Su voz era baja, casi como un susurro. Asentí, sin poder evitar una última mirada a Roderick. Con cuidado, lo acomodé en la cama, asegurándome de que estuviera cómodo. Le besé la mejilla, acariciando su rostro con ternura, como si quisiera grabar en mi memoria cada uno de sus rasgos. Esa sería la última vez que lo vería así, tan tranquilo, sin saber lo que venía. -Te echaré mucho de menos, Rodic -dije, con nostalgia en la voz. El vacío se sentía en cada palabra. -Tengo que despedirme de ellos y pedir disculpas también -añadí, mientras lo arropaba con suavidad. Mis manos temblaban ligeramente, como si no pudiera aceptar la magnitud de lo que estaba a punto
Seis puertas gigantes se alzaban frente a mí, cada una imponente y misteriosa, dispuestas en un semicírculo perfectamente simétrico. La escena ante mis ojos parecía salida de una realidad alterna, como si el universo mismo me estuviera presentando una encrucijada final. Cada puerta tenía un color distinto, un tono vibrante y vivo que contrastaba con la oscuridad del entorno. Sin embargo, lo que más llamaba mi atención eran los símbolos grabados en cada una de ellas, marcas que no reconocía, pero que parecían esconder secretos ancestrales. Sabía, en lo más profundo de mi ser, que detrás de esos símbolos se ocultaban significados poderosos, algo que tenía que descubrir, pero no en ese momento. El aire era gélido, casi cortante, y la atmósfera estaba impregnada de una quietud tan absoluta que me hacía sentir como si estuviéramos suspendidos en el tiempo, fuera de cualquier línea temporal conocida. El silencio era tan profundo que sentía cómo me envolvía, opresivo, como un manto pesado.
"¿Se cierran ciclos o se abren nuevos?, esos son los caminos de la vida y el destino y solo ellos marcaran como continua esta historia."El silencio reinaba en la sala, pesado y profundo, mientras los dioses observaban en completo desconcierto la escena ante ellos. La chica, ahora en brazos del creador, estaba completamente inconsciente, su cuerpo rodeado de una energía vibrante que parecía ser la única presencia tangible en el aire. La confusión era palpable, tanto en los ojos de los dioses como en el semblante del propio creador, quien se mantenía firme, pero claramente desconcertado por lo que acababa de suceder.-Eso explica por qué tiene dones de ángel -murmuró el creador, su mirada fija en la joven en sus brazos, ahora transformada. Su cabellera, antes oscura, ahora brillaba con un rubio casi blanco, resplandeciente como la luz del amanecer, y en su espalda, dos enormes alas blancas se desplegaban con una suavidad que parecía desafiar la gravedad.-¿Qué significa esto? -preguntó
El amor de su vida, la pequeña chispa de esperanza que había estado esperando, nacería nuevamente en pocas horas. Ella ya lo sabía. La certeza que emanaba de su interior era irrefutable. El universo había conspirado para que todo lo que había sido destruido pudiera ser restaurado.-Ahora sí, todo estará bien -se dijo a sí misma, mientras sus pasos la llevaban hacia el lugar donde todo comenzaría de nuevo. Aunque las líneas del destino habían sido alteradas, el amor seguía siendo un faro que brillaba, esperando ser encontrado de nuevo.Ella sabía que, como todo en este mundo, el amor estaba destinado a renacer.-¿Lista? -preguntó el creador, sonriendo mientras la observaba bajar las escaleras con su cabello atado en una coleta. Ignoraba el nuevo color de el, pero asintió.-Más que nunca -respondió, con entusiasmo, aunque un sentimiento de tristeza le nublaba el corazón. Sabía que esta sería una despedida definitiva hacia él y hacia todos aquellos que hasta ahora habían sido su vida.-B
Todo, absolutamente todo, había sido complicado desde que salí de la manada. Nunca imaginé que todo lo que conocía, todo lo que daba por sentado, se desmoronaría tan rápido. Los libros que había tomado me ayudaron a comprender una historia mucho más compleja de lo que había imaginado. Me hablaban de la verdadera creación, de las líneas que separaban a los mundos y de los dioses o gobernantes que los regían, seres tan poderosos que su presencia misma parecía afectar la realidad. No era solo una historia, era una verdad oculta, algo que había estado esperando a ser revelado, y yo, sin quererlo, era la pieza clave de ese rompecabezas. Los sueños con Garret, el creador, se hicieron más frecuentes. A veces sentía que no era solo un sueño, sino una especie de comunicación más profunda. Él me guiaba, me ayudaba a despejar las dudas que los libros no podían responder, me enseñaba lo que era necesario para entender todo lo que me rodeaba. Había algo en su presencia que me inquietaba, una sensa
"Si tu me recuerdas todo estara bien. Al menos de eso quiero convencerme, todo el tiempo que pienso en ti" Fumiko Ibars Caminaba por el bosque, envuelta en una maraña de pensamientos que no dejaban de cruzar mi mente a la velocidad de la luz. ¿Qué haría si no era esa chica? Me había convencido a mí misma de que sí lo era, de que tenía que serlo. Le había escrito a Oshin en la carta, con todo el peso de mis emociones, que sí, que yo era esa chica. Pero... ¿y si no lo era? ¿Y si todo lo que creía sobre mí misma, todo lo que había llegado a entender de mi existencia, no era más que una gran mentira tejida por las circunstancias? No estaba preparada para pensar en eso. De alguna manera, todo había sido tan sencillo antes. Si no era, simplemente le diría que iba a dar un paseo mientras él regresaba o algo por el estilo. No era difícil. Después regresaría con él, como si nada hubiera cambiado. Podría saltar de alegría, convencida de que nada se complicó más de lo que ya estaba. Pero esa
Reí un poco, tomé las mochilas y lo seguí mientras masticaba una manzana de las que había traído. El sonido crujiente de la fruta rompía el silencio de nuestro caminar. Después de unos minutos, llegamos a una pared enorme que bloqueaba el paso, cubriéndola varias plantas que colgaban pesadamente, como si la naturaleza quisiera reclamarlo todo. Las ramas verdes y frondosas se entrelazaban, creando una capa impenetrable, dejando entrever apenas la textura de la piedra oculta por debajo. Algunas enredaderas tenían flores blancas que parecían brillar levemente a la luz del sol que se filtraba entre las hojas. Connor se detuvo y, como si supiera exactamente lo que yo sentía, me miró con esos ojos fijos y penetrantes, ladeando la cabeza. Esperaba algo de mí. Sin pensarlo demasiado, sentí el miedo apoderándose de mí. —Oh, no me mires así, como si supiera qué hacer —me quejé, haciendo un puchero mientras lo miraba—. ¿Qué quieres que haga?, ¿Que me tire contra la pared como si fuera a abrirse