"You were my sun, you were my earth… but you didn’t know all the ways I loved you, no…" Fumiko Ibars Bajé de la cama con el cuerpo entumecido, sintiendo un vacío en el pecho que no me dejaba respirar con normalidad. Salí del cuarto en silencio, arrastrando los pies descalzos por el suelo frío. Afuera, la tormenta rugía con una furia que se reflejaba en mi propio caos interno. La lluvia caía en gruesas cortinas, golpeando con violencia los cristales de las ventanas, mientras relámpagos rosas y azules iluminaban el cielo como si rasgaran la misma realidad. Oshin estaba en su etapa de celo… y este debía ser el momento en que me marcara. La idea se clavó en mi mente como un cuchillo oxidado, desgarrándome por dentro. Lo deseaba con todo mi ser, aunque supiera que no era completamente él. Pero ya no lo haría. Reí con amargura, una risa hueca que se perdió entre el sonido de la tormenta. La imagen de la pelirroja en los calabozos apareció de golpe en mi mente. Su expresión satisfecha, s
Oshin Itreque Desperté lentamente, sintiendo cómo la consciencia volvía a mí en fragmentos rotos. Al principio, todo era un murmullo lejano, un eco de sensaciones que no tenían forma ni significado. El aire se sentía pesado, cargado de humedad y moho. Un olor rancio, penetrante, se filtró en mis fosas nasales, invadiendo mis pulmones como un veneno invisible. No me moví de inmediato. Había algo en mi cuerpo, en mi piel, que no se sentía bien. Dolor. Mis músculos dolían con un ardor profundo, como si hubiera estado en una batalla que mi mente no recordaba. Mi espalda estaba rígida, cada fibra de mi ser parecía quejarse con un pulso sordo. No era solo el cuerpo… mi cabeza también latía con una presión insoportable, una opresión constante que hacía que mis pensamientos se sintieran pesados y torpes. Poco a poco, la oscuridad en mis ojos se disipó. Y cuando finalmente pude ver… deseé no haberlo hecho. Abrí los ojos de par en par al notar una figura junto a mí. Mi respiración se entr
"Cuando el amor se quiebra, no queda más que el eco de lo que fue, un latido en la distancia, un nombre que ya no responde…"Oshin ItrequeFirmé el último documento con una presión innecesaria en la pluma, sintiendo el papel ceder un poco ante la fuerza de mi agarre.Los asuntos de las empresas Itreque requerían mi atención, ahora más que nunca. Pero mi mente estaba lejos.Había pasado un mes y tres días desde que ella se fue.Dos semanas y media desde la maldita semana de celo.Y desde entonces, el silencio.Un vacío.Un abismo insondable en el que debería estar su esencia, su presencia, su todo.Cerré los ojos por un momento, buscando en mi interior. Intenté sentirla, escucharla, percibir aunque fuera un rastro de nuestro vínculo. Pero nada. Solo un eco distante, como si alguien hubiera arrancado de raíz la conexión que nos unía.Dai seguía postrado en algún rincón de mi mente, negándose a moverse, negándose a aceptar la realidad.Nuestra realidad.Habíamos perdido a nuestra Luna.M
—Tú no eres nada —la voz de Ai rompió el silencio con frialdad, cada palabra impregnada de un veneno letal—. Y ese bebé tampoco lo es. No tiene la culpa, claro… pero tampoco tiene derecho a nada. No es hijo de la Luna de la manada, así que no es más que un bastardo. La mujer frente a nosotros se mantuvo firme, aunque pude notar un leve temblor en sus dedos al sostener su vientre. Ai la miraba con una intensidad que habría hecho temblar a cualquiera. —Un bastardo que nacerá débil —continuó Ai, con un tono mordaz—. Un maldito omega que no puede reclamar nada. Y lo peor no es eso. Lo peor es tu descaro. Vi cómo matarte en mi cabeza miles de veces desde que pusiste un pie aquí. Y ahora me pregunto si también viniste tú a morir de una vez… Ai se recostó contra el umbral de la puerta, con los brazos cruzados y la mirada afilada como dagas. La mujer tragó saliva, pero se aferró a su postura desafiante. —No me importa lo que digas —insistió ella, elevando el mentón con orgullo—. Yo vengo a
Oshin Itreque Me removí de nuevo en la cama. No podía dormir. Daba vueltas una y otra vez, hundido en la incomodidad de las sábanas frías y el vacío a mi lado. Mis brazos buscaban instintivamente su calor, pero solo encontraban aire. La extrañaba tanto… Su ausencia se sentía como un hueco abierto en el pecho. A pesar de que solo fueron dos semanas las que durmió conmigo, me acostumbré demasiado a su presencia, a la forma en que su cuerpo encajaba contra el mío, a la cadencia pausada de su respiración cuando dormía sobre mi pecho. Recordaba cada detalle. El modo en que se aferraba a mí, buscando seguridad incluso en sueños. Sus suspiros suaves cuando deslizaba los dedos por su cabello lacio, enredando los mechones entre mis manos como si pudiera atrapar el tiempo con cada caricia. La manera en que, a veces, me miraba con un dejo de duda antes de cerrar los ojos, como si en el fondo temiera que todo se desvaneciera al amanecer. Y ahora, en esta maldita soledad, sentía como si de ve
Dos meses y medio después La mañana en el comedor estaba más silenciosa de lo habitual. El olor a café flotaba en el aire, y las voces que normalmente llenaban la casa se sentían distantes, como si todo estuviera suspendido en el tiempo, aguardando algo. Mi madre, sentada en la cabecera de la mesa, miraba fijamente su taza, con una expresión grave que rara vez veía en ella. —Ahora tiene que ir al médico a que la revisen y nos digan cuándo nace —dijo, su voz firme pero con un toque de preocupación que, aunque sutil, no pasó desapercibido. El “ella” a la que se refería era la pelirroja, quien había permanecido en ese cuarto todo este tiempo, como mi madre había ordenado. Después de la noche que lloré junto a Ai en la cocina, me desperté en mi cuarto con un dolor de cabeza aplastante. Había pasado la noche en ese estado en que las emociones te dejan agotado, como si todo el peso del mundo hubiera caído sobre mis hombros. Cuando abrí los ojos, vi a mi hermana sentada en el respaldo de l
"Los niños no tienen la culpa de los padres que le tocaron o la manera en la que fueron engendrados" Oshin Itreque Era de noche. Me encontraba en mi cuarto, acostado en la cama, mirando al techo, esperando que algo sucediera para sacarme de esta maldita monotonía que me ahogaba día tras día. El sonido del viento aullando fuera de la ventana me pareció casi una burla, una constante recordándome que mi vida estaba atascada en un ciclo del que no podía escapar. Ya no esperaba nada, ni siquiera en mis sueños más desesperados pensaba que algo cambiaría. De repente, la puerta de mi habitación fue golpeada con furia. Un golpe tras otro, como si quien estuviera al otro lado no tuviera control sobre su desesperación. Me levanté rápidamente, algo en mi instinto me dijo que no debía dejar pasar más tiempo sin saber qué sucedía. Abrí la puerta y ahí estaba mi hermana, con los ojos desorbitados y el rostro completamente alterado. —El bastardo se muere —dijo entre jadeos, sin ningún tipo de filt
"Todo estara bien al final, si no lo esta entonces no es el final..." Fumiko Ibars Estaba sumida en mis pensamientos, preguntándome qué hacer ahora. Solo me quedaban algunos poderes por dominar, pero a veces perdía la cuenta del tiempo. Parecía como si el tiempo se deslizara entre mis dedos sin darme cuenta, y eso me ponía incómoda. Habían pasado dos años y medio desde que todo comenzó, pero para mí, todo había sido como un suspiro. Era tan extraño cómo el tiempo se estiraba y se comprimía a la vez, como si los días y las noches se desvanecieran sin dejar huella, mientras yo me sumergía cada vez más en mis entrenamientos y mis pensamientos. Sabía que necesitaba avanzar, que tenía que llegar a un lugar más alto, más fuerte, pero en el fondo, algo me mantenía anclada. A veces, pensaba en lo lejos que había llegado y, al mismo tiempo, lo mucho que aún me faltaba. Aún quedaban tantos poderes por perfeccionar, tantas habilidades por dominar. Y aunque me decía que no debía preocuparme, la