La puerta del despacho fue tocada tres veces. Metí la cadena en el bolsillo de mi pantalón mientras daba autorización para que entraran. La puerta se abrió lentamente y, sin previo aviso, mi hermana entró al despacho. Su expresión era la de un muerto viviente. Había ojeras profundas bajo sus ojos, y su rostro, que solía estar lleno de luz, se veía apagado, casi como si la felicidad que había encontrado por fin al reencontrarse con su mate se hubiera esfumado por completo. Me dio la impresión de que, en este momento, su alma había sido drenada, como si todo lo que la hacía sonreír se hubiera esfumado en un instante. Un pesado silencio llenó la habitación, y yo me quedé allí, observándola, esperando que hablara. Sentí cómo mi pecho se comprimía a medida que ella se acercaba, pero no podía dejar de pensar que lo peor estaba por venir. —Tenemos otro problema... —murmuró, con voz tan débil que apenas pude escucharla. Sus ojos estaban casi completamente bajos, y su cuerpo parecía agotado,
"Se arreglara para ti, se arreglara para ellos... Pero nada se arreglara para mi" Fumiko Ibars Intentaba pronunciar correctamente uno de los hechizos del libro que tenía entre mis manos, mientras me encontraba sentada en el suelo de la cabaña, con los pies colgando, sumergidos en las frías aguas del lago. El sonido de las pequeñas olas al chocar contra las rocas cercanas era lo único que se escuchaba, un eco lejano que acompañaba mi frustración. - Disktrosgha, ahs... esto parece imposible -me quejé en voz baja, sintiéndome completamente impotente. Dejé escapar un pesado suspiro, casi audible en el aire quieto. Ya habían pasado dos semanas desde que me encontré con este maldito libro de hechizos y, sinceramente, lo que más me molestaba era la pronunciación de las palabras. Controlar los poderes sin la necesidad de los hechizos era sencillo, casi natural, pero cuando los usaba con las palabras mágicas, todo se complicaba. Mis ojos se desviaron hacia Connor, que dormía tranquilamente
Me quedé allí, sentada en el frío suelo, mirando a Garret sin ver realmente su rostro, sin poder procesar lo que acababa de suceder. Mis dedos se entrelazaban entre sí de manera nerviosa, buscando una solución, un escape, algo que me ayudara a aliviar el dolor que me consumía desde adentro. Pero no encontraba nada. ¿De verdad él lo haría? Pensé, el nudo en mi estómago se apretaba cada vez más. Él no me haría esto... No sabría hacerme daño de esa manera… ¿verdad? Me preguntaba, sin querer enfrentar la realidad. Suspiré, frustrada conmigo misma. ¿Cuánto tiempo más tendría que seguir cargando con esta angustia, con esta confusión que me arrastraba? La gente, las cosas, todo parecía desmoronarse a mi alrededor, y yo seguía buscando respuestas en un lugar donde ya no quedaba nada. — Lo intentó —dijo Garret, su voz tranquila, pero vacía, como si estuviera recitando algo que no significaba nada para él. — También quise ayudarlo —agregó, su mirada perdida, sin enfocarse realmente en nada. U
Sonrió al ver a Oshin frente a ella. Movió su mano libre, y en ese instante, Oshin cayó al suelo de manera brusca, ya libre de las cadenas. Ella rió aún más mientras la bola de fuego quedaba flotando en el aire. Oshin gruñó al mirarla y, furiosa, se lanzó hacia ella con firmeza tumbandola al suelo. Le arrancó la ropa con una de sus manos de manera rápida, despojándola aún más velozmente mientras gruñía, luego sin previo aviso se alineó en ella y la penetro sin piedad mientras ella gemía complacida arqueando su espalda. Aparté mi vista de la esfera de luz, sin querer ver nada de lo que ocurría. Los gemidos de ella seguían saliendo de la esfera, como si atravesaran cada rincón de mi ser. Cada uno de esos lamentos era como un eco doloroso que me atravesaba, haciéndome sentir cada vez más pequeña, más vacía. Las lágrimas rodaron por mis mejillas, sin poder frenarlas, mientras mi corazón parecía desgarrarse poco a poco. Era como si algo invisible lo apretara con fuerza, como si un puño me
"You were my sun, you were my earth… but you didn’t know all the ways I loved you, no…" Fumiko Ibars Bajé de la cama con el cuerpo entumecido, sintiendo un vacío en el pecho que no me dejaba respirar con normalidad. Salí del cuarto en silencio, arrastrando los pies descalzos por el suelo frío. Afuera, la tormenta rugía con una furia que se reflejaba en mi propio caos interno. La lluvia caía en gruesas cortinas, golpeando con violencia los cristales de las ventanas, mientras relámpagos rosas y azules iluminaban el cielo como si rasgaran la misma realidad. Oshin estaba en su etapa de celo… y este debía ser el momento en que me marcara. La idea se clavó en mi mente como un cuchillo oxidado, desgarrándome por dentro. Lo deseaba con todo mi ser, aunque supiera que no era completamente él. Pero ya no lo haría. Reí con amargura, una risa hueca que se perdió entre el sonido de la tormenta. La imagen de la pelirroja en los calabozos apareció de golpe en mi mente. Su expresión satisfecha, s
Oshin Itreque Desperté lentamente, sintiendo cómo la consciencia volvía a mí en fragmentos rotos. Al principio, todo era un murmullo lejano, un eco de sensaciones que no tenían forma ni significado. El aire se sentía pesado, cargado de humedad y moho. Un olor rancio, penetrante, se filtró en mis fosas nasales, invadiendo mis pulmones como un veneno invisible. No me moví de inmediato. Había algo en mi cuerpo, en mi piel, que no se sentía bien. Dolor. Mis músculos dolían con un ardor profundo, como si hubiera estado en una batalla que mi mente no recordaba. Mi espalda estaba rígida, cada fibra de mi ser parecía quejarse con un pulso sordo. No era solo el cuerpo… mi cabeza también latía con una presión insoportable, una opresión constante que hacía que mis pensamientos se sintieran pesados y torpes. Poco a poco, la oscuridad en mis ojos se disipó. Y cuando finalmente pude ver… deseé no haberlo hecho. Abrí los ojos de par en par al notar una figura junto a mí. Mi respiración se entr
"Cuando el amor se quiebra, no queda más que el eco de lo que fue, un latido en la distancia, un nombre que ya no responde…"Oshin ItrequeFirmé el último documento con una presión innecesaria en la pluma, sintiendo el papel ceder un poco ante la fuerza de mi agarre.Los asuntos de las empresas Itreque requerían mi atención, ahora más que nunca. Pero mi mente estaba lejos.Había pasado un mes y tres días desde que ella se fue.Dos semanas y media desde la maldita semana de celo.Y desde entonces, el silencio.Un vacío.Un abismo insondable en el que debería estar su esencia, su presencia, su todo.Cerré los ojos por un momento, buscando en mi interior. Intenté sentirla, escucharla, percibir aunque fuera un rastro de nuestro vínculo. Pero nada. Solo un eco distante, como si alguien hubiera arrancado de raíz la conexión que nos unía.Dai seguía postrado en algún rincón de mi mente, negándose a moverse, negándose a aceptar la realidad.Nuestra realidad.Habíamos perdido a nuestra Luna.M
—Tú no eres nada —la voz de Ai rompió el silencio con frialdad, cada palabra impregnada de un veneno letal—. Y ese bebé tampoco lo es. No tiene la culpa, claro… pero tampoco tiene derecho a nada. No es hijo de la Luna de la manada, así que no es más que un bastardo. La mujer frente a nosotros se mantuvo firme, aunque pude notar un leve temblor en sus dedos al sostener su vientre. Ai la miraba con una intensidad que habría hecho temblar a cualquiera. —Un bastardo que nacerá débil —continuó Ai, con un tono mordaz—. Un maldito omega que no puede reclamar nada. Y lo peor no es eso. Lo peor es tu descaro. Vi cómo matarte en mi cabeza miles de veces desde que pusiste un pie aquí. Y ahora me pregunto si también viniste tú a morir de una vez… Ai se recostó contra el umbral de la puerta, con los brazos cruzados y la mirada afilada como dagas. La mujer tragó saliva, pero se aferró a su postura desafiante. —No me importa lo que digas —insistió ella, elevando el mentón con orgullo—. Yo vengo a