Inicio / Fantasía / Apartada Para El Alpha (#2) / Capitulo 4: "vamos tu puedes" (parte dos)
Capitulo 4: "vamos tu puedes" (parte dos)

Me levanté, tomando todas mis cosas, y me adentré en la cabaña. Connor ya estaba adentro, recostado tranquilamente, y me quedé anonadada por lo enorme que era el lugar. Por fuera, solo parecía una cabaña acogedora, pero por dentro… era una mansión. Había varias puertas, escaleras dobles que conectaban el primer y segundo piso, muebles elegantes, y una interminable cantidad de repisas llenas de libros de todos los géneros posibles.

Sin embargo, uno en particular llamó mi atención: un libro con el lomo dorado y líneas rojas. Me acerqué un poco, intrigada, pero me detuve antes de tomarlo. No quería saber qué podía contener ese libro. Supuse que después me arrepentiría si me adentraba en su contenido. De todas formas, dejé de lado mi curiosidad y decidí ignorarlo por el momento.

Mi mirada se desvió hacia Connor, que estaba echado con las patas hacia arriba, como un cachorro, con su cabeza colgando de un lado del sofá de cuero. Me reí al verlo, parecía un perrito pequeño esperando a que su dueño regresara del trabajo.

—Te pareces tanto a un perrito esperando que su amo regrese —comenté, riendo ante mi ocurrencia. Si lo pensaba bien, estaba esperando que dejara de estar distraída y me diera cuenta de lo que tenía que hacer.

Tiré las mochilas a un lado y me acerqué a él, rascándole la panza. Connor, encantado, comenzó a mover una de sus patas traseras como si fuera un perrito feliz.

—Lo dicho, eres un perrito hermoso —le dije con ternura, mirándolo.

Pero de repente, Connor se detuvo y se bajó del sofá indignado. Me eché a reír. Él me miraba con seriedad, sentado frente a mí, y no pude evitar reír más.

—¡Eres demasiado tierno! No te enfades… —me disculpé, pero él me miraba serio, como si hubiera sentido que no era correcto.

Le levanté la mano, prometiéndole en tono solemne:

—Prometo no decírselo a nadie —dije, colocando la mano derecha en mi pecho en un gesto dramático.

Connor me observó por un momento y luego movió su cola, aceptando mi trato. Reí al ver cómo se relajaba de nuevo.

Mi estómago gruñó con hambre, lo que hizo que Connor me mirara con cara de confusión. Sin decir una palabra, me jaló de la camisa y me arrastró hacia una de las puertas. Terminé cayendo al suelo al atravesar el umbral, y al levantar la vista, me encontré con una enorme cocina.

Las puertas de esta cabaña parecían portales. Aunque por fuera parecía sencilla, por dentro era lujosa, más de lo que imaginé. Le sonreí a Connor y rasqué su cabeza antes de levantarme del suelo. Parecía que este sería el lugar donde pasaría mucho tiempo, cocinando con él.

Empecé a abrir los estantes y encontré una gran cantidad de alimentos. Sonreí al ver tantas opciones.

—¿Qué quieres comer? —le pregunté a Connor, mientras sacaba algunas cosas de los estantes y me dirigía al refrigerador. Estaba lleno de más alimentos, y saqué un filete, junto con otros ingredientes.

—Filete asado —le dije, y él asintió, como si me entendiera perfectamente.

Me lavé las manos y comencé a preparar todo. Mientras cocinaba, una sonrisa nostálgica apareció en mi rostro. Pensé en lo que había dejado atrás, y en cómo este lugar, aunque aislado, no me dejaría completamente sola.

"Al menos no estaré totalmente sola aquí," pensé con una sonrisa triste, mientras preparaba el filete.

Sin embargo, en un momento de silencio, la tristeza me invadió al pensar en Oshin. Connor me gruñó de repente, y miré hacia él, deteniéndome de cortar los tomates que estaba picando para comerlos con un poco de sal. Se acercó a mis pies y se tumbó al lado de ellos, lloriqueando mientras sus orejas caían hacia abajo. Sonreí un poco, pero era una sonrisa forzada.

—Lo extraño… lamento ponerte triste a ti también —me disculpé con él, aunque sabía que de alguna manera él podía sentir lo que yo sentía.

Fue en ese momento que la lluvia comenzó a caer nuevamente. Pero esta vez, no era simplemente lluvia. Había rayos y relámpagos retumbando dentro de las paredes de la cabaña, como si el lugar respondiera a mi ánimo, a mi tristeza. La tormenta afuera parecía reflejarse en mi interior, pero también me hizo sentir que este lugar, de alguna forma, estaba conectado conmigo.

"¿Qué significa todo esto?" me pregunté mientras miraba hacia la ventana. Todo parecía tan extraño, pero a la vez tan… necesario.

Después de cenar, Connor me llevó al segundo piso, a una habitación enorme. Ya era de noche, de nuevo, pero no sentía sueño, tal vez por todo el descanso que había tenido durante el día o el hecho de que mi cabeza no dejaba de dar vueltas sin piedad torturándome.

Me metí en el baño y, después de un buen rato, me cambié con ropa que encontré en un closet impresionante, lleno de más ropa de la que había visto jamás. La cantidad de cosas allí me hacía pensar que estaba en un lugar distinto, casi como si fuera un mundo dentro de otro mundo.

Salí del closet lista y, al instante, vi a Connor acostado en la enorme cama matrimonial. Cuando salí, levantó la cabeza y me miró. Me acerqué a él con determinación.

—Enséñame a hacer lo que sea que hacías con la lluvia —le pedí, mientras ataba mi cabello en una coleta alta.

Connor se levantó de un salto, saltó de la cama y salió corriendo del cuarto, como si estuviera esperándome para empezar. Lo seguí rápidamente, y al bajar al primer piso, lo vi con el libro que había llamado mi atención antes, ese con el lomo dorado y las líneas rojas. Lo tenía en su hocico, como si me estuviera entregando una especie de mensaje.

Suspiré pesadamente mientras tomaba el libro. Abrí las páginas y vi una serie de crucigramas, acertijos, hechizos, dibujos de símbolos extraños… cosas que no entendía ni un poco. Mi frustración creció, pero traté de calmarme. Miré a Connor, que estaba frente a mí, observándome, esperando una reacción negativa de mi parte. Mi instinto me decía que tirara el libro contra la pared, pero al recordar lo que me había sucedido la última vez, me contuve. Ya tenía un pequeño moretón en la mejilla y la frente por mi impulsividad, y sabía que eso solo complicaría más las cosas.

Aún así, sabía que no podía rendirme. No podía dejar que cinco mundos sucumbieran a la ignorancia de sus consecuencias. Tampoco podía devolverlos a sus mundos sin más, sabiendo que aquí ya habían construido una vida, aunque estuviera llena de errores. Ellos tendrían que asumir sus decisiones cuando ya no hubiera marcha atrás. Pero antes de eso, tenía que seguir estando aquí, hacer lo que debía hacer, aunque fuera egoísta y arriesgado. No podía quedarme de brazos cruzados.

Suspiré y cerré el libro, tomando una decisión. Salí de la cabaña, sabiendo que lo que me esperaba afuera era incierto, pero que al menos podía practicar sin el riesgo de destruir todo dentro. Al menos no de inmediato.

—Fumiko, vamos, tú puedes—, me dije a mí misma con una dosis de falso entusiasmo, aunque mi corazón no estaba tan convencido. Connor ladró de forma alentadora y le sonreí en agradecimiento. Sabía que, aunque no entendiera lo que estaba pasando, podía contar con él.

Abrí el libro nuevamente, esta vez con una nueva determinación. Empecé con el extraño abecedario de símbolos que estaban escritos para leer los hechizos, esperando que, al menos, pudiera entender un poco de lo que decía.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP