Había pasado una semana desde que Elena me confesó que se casaría, sabía que era algo que ella no deseaba, era más que evidente que el ferviente deseo de su padre de ser parte de la alta sociedad lo había convencido de casar a Elena con una de las mejores familias en la isla, desde sus pensamientos más estúpidos eso, según él, le daría la oportunidad de ser aceptado. Gil Hunter era la peor persona para eso, tenía fama de ser un maltratador de mujeres, sin tomar en cuenta la diferencia de edad que este tenía con respecto a Elena, Francisco Bailey, esposo de Samantha y con más de medio siglo de vida llegaba a parecer incluso 20 años más joven que Hunter. Odiaba esa decisión, pero a menos que yo me ofreciera a ser el esposo de Elena, no había otra manera de sacarla de ese martirio.
–Huele a desesperación y rabia –comentó Clara desde la puerta de mi habitación.
–Preferiría que oliera a velorio y en específico que fuera el mío –dije en un tono sereno.
–No digas tonterías…
Nos quedamos en silencio, intentando encontrar las palabras, Clara sabía que no bromeaba con respecto a ello, pero sabía de igual manera que no tenía el valor para hacer algo en contra de mi vida.
–Me he enterado de lo de Elena, imagino que por eso no te has marchado –dijo Clara, rompiendo el silencio que invadía la habitación.
–No tengo cabeza para nada más –musité
–Cásate con ella –dijo Clara.
–Lo he pensado, pero creo que no solucionaría nada. Ella podría oponerse, Francisco ni siquiera es su padre y ella lo sabe.
–¿Has hablado con ella al respecto? –preguntó Clara.
–No pude si quiera escuchar su argumento, no la dejé hablar al respecto, la dejé sola en la habitación, me marché segundos después de que me dijera que se casaría.
–Eres un insensato.
–Siempre lo he sido.
–Deberías hablar con ella. –comentaba Clara
–Posiblemente sea ella, la que no quiera saber más de mí –comenté.
Me levanté de mi leche de descanso, dispuesto a hacer algo para olvidar o quizás mejorar lo sucedido, me acerqué a la ventana, pero nada más que aquellas palabras de Elena, rondaban mi cabeza, sentía que un minuto más, me haría explotar de la tensión en mi interior por leer en el periódico la noticia del casamiento de mi querida Elena. Noticia que esperaba que nunca llegara, pero por la cual no me atrevía a hacer nada al respecto. Miré un auto negro en la entrada de la mansión al que no dejaron entrar y escuché levemente un par de gritos desesperados anunciando mi nombre.
–Teo, Teo.
Miré a papá y a mamá salir de inmediato, sin entender lo que pasaba. La silueta de la mujer que gritaba mi nombre me pareció ser de alguien a quien conocía, pocos segundos después me di cuenta que se trataba de Elena, salí corriendo, a quitarla de las feroces manos de mis padres, dejé a Clara en la habitación sin decir ni una sola palabra. Sentía mi corazón lleno de adrenalina y preocupación.
–Déjenla en paz –dije, con la voz cansada después de descender por las escaleras de la mansión en fracciones de segundos.
–¿Qué significa este escándalo Teo? –preguntó mi madre.
–Te lo explicaré todo después –dije, tomé a Elena del brazo y me dirigí con ella al interior del auto de Andrés, el chofer de la familia. Miré a mis padres quedar con la duda de lo que estaba pasando, pero preferí marcharme con Elena, quien se encontraba con la ropa casi destrozada en su totalidad y llena de sangre.
–¿Puedo saber que te ha pasado?
–No es nada importante, me duele más recordar la forma en que me dejaste el otro día.
–Fue una estupidez de mi parte, pero no pienso disculparme al respecto.
–No espero que lo hagas. –dijo ella a media voz, antes de desmayarse entre mis piernas.
La llevé al hospital, la revisaron en su totalidad y no encontraron fracturas graves, así que decidí sacarla de ahí y llevarla a uno de los hoteles de los que mi familia era dueña. Para atenderla personalmente. Tenía morados en varias partes de su cuerpo, limpié cada rastro de sangre en él con delicadeza, ella ni siquiera se despertó mientras la limpiaba. Me fui sin decir nada, sin recibir la explicación que ella debía de darme al respecto de los golpes, hui nuevamente de ella, como un niño acobardado, no quería si quiera imaginarme que había sido Hunter o Francisco quien había sido el fabricador de aquellos morados en su cuerpo. Le dejé una nota en la cómoda de la habitación, dinero y un anillo, que guardaba desde hace meses y del cual no me había atrevido a dárselo en persona, después de eso, me marché, ni siquiera me despedí de Clara o de mis padres, tan solo les envié el recado con Andrés de que tomaría los 6 meses que me había otorgado como descanso.
Me dirigí al aeropuerto, sin un destino final al que me interesara ir, en ningún momento de mi viaje hasta el aeropuerto, me cuestioné si aquello era lo correcto o si la carta que le había dejado a Elena era suficiente para que supiera que siempre sería mi gran amor… realmente no me cuestioné nada, pero mi corazón comenzaba a palpitar enormemente cada segundo, mientras más me acercaba a la puerta del avión, las palpitaciones eran cada vez más rápidas y pronunciadas, sabía que en ese momento me despedía de todos en la isla, incluso de ella, pero debía hacerlo por mi bien y por el de todos. El avión emprendió el vuelo hacia lo que yo llamaba mi libertad, ignorando que las cadenas me ataban desde antes de partir y deseando poder romperlas de una buena vez.
Al cabo de los 6 meses, regresé a la isla, recuerdo haberme aparecido en casa sin previo aviso. Era una de las tardes de otoño más frías de ese año, lo primero que hice antes de ir a casa fue visitar la residencia Bailey para quitarme de una vez la agonía que tenía en mi pecho desde que me enteré que Elena se casaría. Llegué a la residencia, solo había cambiado la pintura de aquel lugar, todo parecía marchar con normalidad, igual que antes, miré a la señora Bailey cortando un par de rosas del jardín, con un sombrero de jardinera que le iba muy bien, el señor Bailey se encontraba en la entrada, con una gran taza de café en una de sus manos y un puro de origen Europeo en la otra, aquella escena me hizo gracia, pero preferí guardármela para otra ocasión, me presenté sin esperar más, con la arrogancia y orgullo que me caracterizaba vie
Todo en la casa lucía diferente, jamás pensé que ausentarme tanto en un lugar podría marcar una gran diferencia, mis padres colocaron una foto de la familia enorme que se miraba desde el recibidor, no entendía sus razones, papá siempre odió los retratos enormes y llamativos, prefería admirar paisajes que vernos posando sobre el lienzo. “Una familia unida es lo que debemos ser y no aparentarlo”, solía decir cuando mamá le hacía una sugerencia al respecto.–Mis padres se han preocupado mucho desde que te fuiste, comenzaron a investigar sobre Elena y descubrieron la relación que estaban teniendo en aquel momento –comentó Clara, mientras me veía admirar el enorme retrato de la familia.–¿Qué dijeron cuando lo supieron? –pregunté.–Mamá no dijo nada, pero papá estaba enfurecido, le daba gracias
Me dispuse a buscar a buscar a Elena por cielo y tierra, después del trabajo y durante mi descanso entre las horas laborales, era extrañamente incierto, pero era como si la tierra se la hubiera tragado, no la encontraba por ningún lugar, su ausencia comenzaba a preocuparme, mamá y Clara me ayudaron a buscarla, no sabía lo que había pasado con mi familia, pero me gustaba más esta nueva versión, donde eran personas más sentimentalistas que materialistas, como siempre lo habían sido. O al menos eso pensaba yo.Creí que, por una vez en mi vida, mis padres me ayudaban a cumplir mis objetivos, pero la verdad es que solo lo hacían para hacerme bajar la guardia y por un tiempo lo habían logrado, pensaba que mi madre había aceptado mi relación con Elena, pero la verdad es que solo me engañaba intentando encontrar una mejor opción en su lugar. Durante meses caí en su mentira, pensando que me ayudaba a buscar a Elena, hasta que finalmente se delató.– ¿Que parte de hermosa y joven no has compren
Llegué a casa sin decir nada, miré a mi madre preocupada por el estado en que mi padre había llegado, me dirigí al sótano, jamás pensé que mis padres fueran capaces de algo como eso, encerrar a una persona solo para alejarla del camino de mi camino, fue lo peor que pudieron hacer y era la clara evidencia que de Olivier no quería llevar ni la sangre, ni el apellido.Encontré a Elena, sudando y en una pequeña esquina de aquellas cuatro paredes que parecían derrumbarse con el más mínimo contacto, la cargué entre mis brazos, Clara me había seguido y no podía creer lo que estaba viendo, ambos estábamos atónitos de solo pensar en que nuestros padres se habían convertido en un par de delincuentes y de cierta manera, nosotros fuimos sus
Después de varios días de estar en el hospital, el doctor finalmente autorizó la salida de Elena, sus padres lograron entrar finalmente un día antes de que le dieran el alta, su madre llorando desolada, creí sus lágrimas, pero ni por un segundo creí la cara de preocupación de Francisco.–Creí que no te importaba si ella no regresaba –comenté de la nada.–Claro que me preocupa es parte de mi familia.–O seguramente la aceptarás ahora que su el prometido al que dejó esperando en el altar, haya vuelto a demostrar interés en ella.–No sé de qué hablas –comentó.–Escuché rumores que el fulano, ahora piensa que, desde el día de la boda, Elena estaba secuestrada y por eso no asistió a la ceremonia, esa ceremonia de la cual tu tenías tantas ansias que se consumara, más q
Sin darme cuenta, habían pasado más de 90 minutos en aquel lugar, nada parecía tan oscuro o peligroso como las personas lo describían, era una estación de trenes tan normal como cualquier otra, que llevaba a las personas de un lugar a otro, tan solo por el deber de hacerlo. El enojo había desaparecido y mis pensamientos comenzaban a tener un poco de tranquilidad, al menos ya no deseaba matar a mis padres por lo que habían hecho. Me levanté de aquella banca que calenté por más de una hora y emprendí el camino de regreso a casa. Iba a subir las escaleras para salir a las ruidosas calles de la ciudad cuando escuché un pequeño grito en uno de los rincones de aquel lugar. El ruido fue pequeño, intenté seguir mi camino de regreso a casa, pero lo volví a escuchar. Con toda la curiosidad del mundo me entrometí en lo que no debía, dirigiendo mi cuerpo a aquel lugar, e
Sofia, la chica a la que había llevado a casa, resulto todo lo menos esperado, la chica era totalmente aplicada a sus estudios y muy fácil de persuadir siempre y cuando se usara un poco de amabilidad e ingeniosidad para convencerla. Elena ya se había recuperado en su totalidad y se llevaba muy bien con la chica, aunque ya en algunas ocasiones se había enfadado por la vista tan penetrante con la que la chica me miraba en ocasiones.–Está enamorada de ti –comentaba Elena algunas veces.–No es eso, la ayude cuando lo necesitaba, una vista de agradecimiento es lo que veo en sus ojos –comentaba, esperando que esa absurda idea se quitara de su mente.–Te lo digo que es verdad, esa chica recibiría una bala por ti –seguía comentando Elena.–Qué bueno que no estemos en guerra o seguramente, ella ya hubiera muerto.–Es imposible hablar contig
Clara llegó a visitarnos ese día, fue algo inesperado recibirla tan de mañana en la casa, siempre llegaba anunciando su visita desde antes de tomarse la libertad de llegar, a pesar de saber que era bien recibida a cualquier momento.–Necesito hablar contigo –comentó al llegar.–Dime, ¿Qué pasa? –pregunté.–Lamento venir a molestarte, pero necesito de tu apoyo.–Claro, dime que necesitas.–La policía llegó hoy por el secuestro de Elena, se llevaron a mamá y a papá, debes ayudarme, no sé qué hacer. Que sean acusados de secuestro es un asunto grave y nos afectará, aunque no lo queramos. Eso lo sabes. Debes hablar con Elena para que retire la denuncia.–Yo no los he acusado de secuestro, jamás quise involucrar a Teo en algo que sus padres hicieron.–Bueno, pues entonces alguien más lo hizo y debemos conocer los motivos –comentó Clara.–Yo sé quién pudo haberlo hecho.–¿Quién?–No puedo decirlo hasta estar seguro. Por lo pronto, vete a casa, mamá y papá llegarán en un rato. No te preocupes