Sin darme cuenta, habían pasado más de 90 minutos en aquel lugar, nada parecía tan oscuro o peligroso como las personas lo describían, era una estación de trenes tan normal como cualquier otra, que llevaba a las personas de un lugar a otro, tan solo por el deber de hacerlo. El enojo había desaparecido y mis pensamientos comenzaban a tener un poco de tranquilidad, al menos ya no deseaba matar a mis padres por lo que habían hecho. Me levanté de aquella banca que calenté por más de una hora y emprendí el camino de regreso a casa. Iba a subir las escaleras para salir a las ruidosas calles de la ciudad cuando escuché un pequeño grito en uno de los rincones de aquel lugar. El ruido fue pequeño, intenté seguir mi camino de regreso a casa, pero lo volví a escuchar. Con toda la curiosidad del mundo me entrometí en lo que no debía, dirigiendo mi cuerpo a aquel lugar, e
Sofia, la chica a la que había llevado a casa, resulto todo lo menos esperado, la chica era totalmente aplicada a sus estudios y muy fácil de persuadir siempre y cuando se usara un poco de amabilidad e ingeniosidad para convencerla. Elena ya se había recuperado en su totalidad y se llevaba muy bien con la chica, aunque ya en algunas ocasiones se había enfadado por la vista tan penetrante con la que la chica me miraba en ocasiones.–Está enamorada de ti –comentaba Elena algunas veces.–No es eso, la ayude cuando lo necesitaba, una vista de agradecimiento es lo que veo en sus ojos –comentaba, esperando que esa absurda idea se quitara de su mente.–Te lo digo que es verdad, esa chica recibiría una bala por ti –seguía comentando Elena.–Qué bueno que no estemos en guerra o seguramente, ella ya hubiera muerto.–Es imposible hablar contig
Clara llegó a visitarnos ese día, fue algo inesperado recibirla tan de mañana en la casa, siempre llegaba anunciando su visita desde antes de tomarse la libertad de llegar, a pesar de saber que era bien recibida a cualquier momento.–Necesito hablar contigo –comentó al llegar.–Dime, ¿Qué pasa? –pregunté.–Lamento venir a molestarte, pero necesito de tu apoyo.–Claro, dime que necesitas.–La policía llegó hoy por el secuestro de Elena, se llevaron a mamá y a papá, debes ayudarme, no sé qué hacer. Que sean acusados de secuestro es un asunto grave y nos afectará, aunque no lo queramos. Eso lo sabes. Debes hablar con Elena para que retire la denuncia.–Yo no los he acusado de secuestro, jamás quise involucrar a Teo en algo que sus padres hicieron.–Bueno, pues entonces alguien más lo hizo y debemos conocer los motivos –comentó Clara.–Yo sé quién pudo haberlo hecho.–¿Quién?–No puedo decirlo hasta estar seguro. Por lo pronto, vete a casa, mamá y papá llegarán en un rato. No te preocupes
Desde el encuentro con Al Cabernet el sueño se había convertido en uno de mis mayores enemigos. No lograba descansar sin importar lo que hiciera. Siempre venían a mi mente aquellas escenas en donde todas las personas a mi alrededor morían, la vida se me estaba yendo y yo ni siquiera lo había notado, no quería reconocer el miedo que me invadía, era más egocéntrico y orgulloso que cualquier otra persona y aceptar algo que no estaba dispuesto a sentir, era una de las cosas que no toleraba mi egocentrismo.Habían pasado más de 20 días desde aquel encuentro y de algo estaba seguro, no cedería ante las amenazas de Al, podía ser un hombre temible y algo escalofriante pero esta vez, yo tenía el control y no me daría por vencido en demostrar quién soy en realidad.–Gracias por tus cuidados, sin ti no me hubiera podido recuperar –comentó Elena, yo me encontraba viendo el alba desde mi habitación, ella se acercó y me abrazó por la espalda, sus cálidas manos me hacían desear quedarme dormido en s
Habían pasado 2 semanas desde la muerte de Elena, recuerdo que mientras no podía dormir, deseaba dejar de pensar, ahora que he dejado de pensar y he podido dormir, solo quiero regresar al momento en que mi cabeza no soportaba más de aquellos malos recuerdos.Elena había sido declarada muerta a las 11.34 pm, recuerdo que su cuerpo dejó de moverse, de respirar y de suspirar en mis brazos y era una de las cosas que jamás me perdonaría. No haber hecho nada para que ella, yo que me había prometido cuidarla, ya había pasado una vez y no estuve ahí para ella, ahora no servía de nada haber estado ahí si el resultado fue peor que el anterior.Recuerdo como me miraba su madre y Francisco Bailey en el funeral, deseando matarme, lo soportaba porque antes que ellos, me encontraba yo, encabezando la lista, queriendo matar a la persona tan inútil que permitió que le hicieran da&n
Desperté a la mañana siguiente y miré todo en pleno orden, demasiado quieto para mi gusto y sin ruidos de pisadas o apuros como siempre los había, todos se habían marchados y sentía que el infierno que la vida tenía preparado para mí, ni siquiera había dado comienzo.Me dirigía a la biblioteca cuando escuché un fuerte ruido de un par de sartenes y cubiertos al caer al piso, me dirigí rápidamente a aquel lugar, esperando asustar a cualquier animal que hubiera entrado a la casa y me encontré con la niña más estúpida y terca que había conocido.–¿Qué estás haciendo? –pregunté.–El desayuno –comentó ella, con los sartenes en las manos y cara de asombro al verme.–Les ordené a todos que se marcharán y eso te incluía a ti –dije.–Bueno, quizás decidí quedarme –comentó ella.–Claro que no, quiero que te marches –dije.–Lo siento mucho señor, pero no lo haré, tendrá que echarme a patadas si quiere que me marche y vigilar la casa constantemente para que no vuelva a entrar, porque a partir de a
Había descubierto que vagar en las calles como un méndigo era una de las mejores formas de descubrir cuan cerca están tus enemigos y como funciona el mundo, dejaba a Sofía en el lugar donde nos encontrábamos y me adentraba en un mundo totalmente diferente al que acostumbré a vivir de niño, aquellos lugares lujosos, llenos de cristalería y diamantes, donde las personas conocen el precio de todo y el valor de nada, habían quedado en el pasado, ahora las calles se habían convertido en mi diversión, me atemorizaba regresar a aquellos lugares, a rodearme de la gente ensimismada en ganar más dinero y dejar morir al necesitado, me daba asco de solo pensar en lo buena gente que predican ser y la calaña que terminan siendo cuando su bolsillo es afectado; realmente estaba convencido de no querer regresar a esa vida, me bastaba el dinero tan solo para sobrevivir, pero jamás deseaba volver a aparentar algo que no podría ser jamás.Varios días después de haber dejado a Clara en el hospital estuve
Desperté con un espantoso dolor de cabeza, por el que deseaba no seguir viviendo en ese momento, me levanté, pero me fue imposible mantenerme en pie, caí nuevamente y comencé a arrastrarme, intentando llegar a la cocina y tomar un poco de agua.Miré a Sofía a lo lejos mirándome como si fuera un desconocido realizando una extraña hazaña, sus gestos mostraban hostilidad y un poco de lastima. Seguí intentando llegar a la cocina, pero finalmente me rendí. Sofía me levantó y me llevó a un pequeño sillón que se encontraba en la sala, luego se marchó y regresó con un vaso de agua entre sus manos, tomó mi cabeza y me hizo tomarlo aun en contra de mi voluntad, jamás la había visto así de enojada. No quise mencionar ni una sola palabra, así que me quedé durante toda la mañana, sintiendo que me moriría en aquel lugar.–Espero que tenga razones para actuar de esa manera, no debo decirle que hacer, ya está grandecito para eso, solo espero no haberme equivocado al elegirlo a usted –comentó Sofía an
La motivación que necesitaba ya la tenía, ahora solo me tocaba ponerla en práctica. Mis padres habían estado tratando de sacarme de los negocios que había descuidad un poco después de la muerte de Elena. Tenían la vaga idea de que el hecho que Clara se hubiera marchado tenía que ver conmigo y no pensaba probarles que no era así, por mí, que pensaran lo que ellos quisieran.–Teo, Teo –gritaba Sofía desde su habitación. A penas se miraba al sol deseoso por recibir un nuevo día y sus gritos espantaron el cálido día que yo estaba por recibir desde el balcón. Corrí casi desesperado a su habitación para ver de qué se trataba.–¿Qué pasa? –pregunté al entrar, sin siquiera pedir el permiso para hacerlo. La miré sentada en el centro de la cama, abrazando las sabanas, levantó la cabeza y la miré con los ojos llorosos.–Pensé que realmente se había ido, pero ahora sé que todo fue una pesadilla –dijo, una pequeña sonrisa casi forzada se dibujaba en su rostro, por un segundo me olvidé que se trata