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Capítulo 2: Travesía hacia Angoo

La mañana aún se mostraba fría y algo llorona por las pequeñas gotas de agua q caían del cielo, pero a la vez las nubes no parecían dispuestas a interrumpir el viaje. Luke se encontraba en su pequeña avioneta, ya con todo preparado para el vuelo hacia Angoo. Había hecho un último chequeo de combustible y del estado en general de la avioneta, buscando asegurar que todo estuviera en orden. El motor rugió suavemente mientras la avioneta comenzaba a deslizarse sobre la pista.

Jane, quien se había acomodado a su lado, parecía ser tan enigmática como el paisaje que los rodeaba. Aunque había intercambiado algunas palabras con ella, el silencio seguía siendo el tono dominante. A lo lejos, el pueblo de Port Alexander se hacía más pequeño conforme ganaban altura, y las casas dispersas daban paso a los vastos bosques y las aguas congeladas del mar.

—¿Primera vez volando en una avioneta?— Preguntó Luke, intentando romper el hielo mientras ajustaba los controles.

Jane lo miró y sonrió, pero su expresión parecía perdida en algún rincón de su mente.

—¡Sí! respondió en tono suave—. Siempre preferí el tren o el coche, pero esta vez no tenía otra opción.

El viento a gran altura golpeaba las alas con fuerza, haciendo que la avioneta se moviera ligeramente. A pesar de la calma que Luke intentaba proyectar, no pudo evitar notar cómo Jane observaba el paisaje con una mezcla de fascinación y desconcierto.

—Es hermoso, ¿verdad?— Dijo Luke, señalando las montañas nevadas que aparecían a lo lejos.

—Es impresionante… — Respondió ella, pero sus ojos parecían estar buscando algo más allá de las montañas, como si el cielo tuviera un mensaje oculto.

Luke decidió no insistir con preguntas personales. Después de todo, las horas de vuelo hacia Angoo eran largas, y la mayoría de los pasajeros preferían disfrutar del paisaje en silencio. Sin embargo, la atmósfera se sentía tensa, como si algo estuviera a punto de suceder, aunque nadie lo mencionara.

El viaje transcurrió sin mayores incidentes. Luke estaba acostumbrado a las turbulencias leves del clima invernal y mantenía el vuelo estable con experiencia. Mientras tanto, Jane parecía distraída, mirando las montañas, el mar y, de vez en cuando, a su alrededor. La diferencia de temperatura entre las montañas y el aire cercano a la costa se notaba incluso en el interior de la cabina, y un aire gélido comenzaba a filtrarse por las rendijas.

—¿Estás bien?— Preguntó Luke, notando que Jane se acurrucaba un poco más en su asiento, como si el frío la estuviera afectando más de lo normal.

Jane asintió, pero con una ligera mueca de incomodidad.

—Es solo el aire… — Respondió, y sus palabras sonaron vacías, como si algo más la estuviera inquietando.

En ese momento, el hombre de mayor edad, quien había estado en el asiento trasero durante la mayor parte del vuelo descansando, se inclinó hacia adelante.

—¿Cuánto falta, joven? — Preguntó con su voz áspera y cansada.

Luke miró el mapa, señalando con su dedo.

—A unos 40 minutos más o menos. El clima está bastante estable, así que llegaremos sin problemas.— Mencionaba Luke.

El anciano asintió y luego volvió a mirar por la ventana. Jane, por otro lado, ya no miraba el paisaje; su mirada estaba fija en algo en el horizonte, como si estuviera esperando que algo cambiara. De repente, un leve temblor recorrió la cabina y una ligera sacudida hizo que Luke tomara el control con más firmeza.

—No es nada, solo una corriente de aire fuerte. Mantendremos el rumbo —explicó Luke, con la calma de siempre.

Pero Jane no pareció tan segura. Su rostro se tensó y Luke pudo ver cómo sus ojos brillaban con una inquietud que no había notado antes. No dijo nada, pero Luke sabía que algo no estaba bien.

En la distancia, las primeras señales de Angoo comenzaron a aparecer: las pequeñas casas que se asomaban a la costa, las grandes llanuras cubiertas por la nieve, y la pista de aterrizaje, en su mayoría desierta.

Luke hizo una señal con la mano a Jane, indicándole que se preparara para el descenso.

—Todo saldrá bien Jane —dijo Luke, aunque no estaba seguro si él mismo lo creía. La tensión en el aire era palpable.

El viento comenzó a intensificarse cuando se acercaban a la pista. Luke mantenía los ojos fijos en el horizonte, calculando el mejor momento para aterrizar. El frío en la cabina aumentaba y, por un momento, todo parecía sumergido en una calma extraña. Los árboles en las orillas de la pista se movían con fuerza, y la visión del suelo parecía distorsionada por la niebla que se levantaba del mar cercano.

Con un giro suave y preciso, Luke alineó la avioneta con la pista. El aterrizaje sería difícil, pero con su experiencia, lo lograría sin problemas.

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