El viento ululaba entre los árboles de Gustavuz cuando Luke aterrizó su avioneta en la pista solitaria del pueblo. Había pasado una semana desde su viaje a Angoo, y aunque su rutina había continuado como siempre, algo en él se sentía diferente. No podía apartar de su mente la imagen de Jane despidiéndose con aquella expresión agridulce. Era una sensación extraña, como si algo en su interior le pidiera que volviera a verla.
Esa tarde, después de dejar los suministros en el almacén del pueblo, Luke decidió visitar el muelle. Era uno de sus lugares favoritos para relajarse después de un largo día de vuelos. Mientras observaba las olas rompiendo suavemente contra la orilla, sintió una presencia a su lado. Se giró lentamente y, para su sorpresa, allí estaba Jane. —No esperaba verte tan pronto, ¿Qué haces aqui? ¿Cómo supiste que estaría aquí? —dijo Luke, sorprendido. Jane sonrió, aunque en su expresión había un dejo de preocupación. —No fue planeado, estaba en Angoo, pero mi padre quiso viajar a este pueblo por algo de suministros, él aún está comprando yo le dije que iría al pequeño muelle que se veía a lo lejos— Respondía ella. Luke asintió, notando el leve temblor en su voz. —¿Estás bien? Parece que algo te preocupa. Jane bajó la mirada y jugó con los pliegues de su vestido gris. —Es solo que… Angoo y este pueblo son hermosos, pero no sé si es mi lugar. Me siento un poco perdida. Mi padre está emocionado con la mudanza, pero yo… extraño la vida en un sitio con más movimiento, yo no era originaria de Port Alexander, nosotros antes vivíamos en Washington, pero mi padre perdió su empleó mi madre también y con el poco dinero que les quedaba, lo usaron para venir acá a Alaska.— Decía mientras agachaba su cabeza. Luke la miró con atención. Entendía lo que quería decir. Gustavuz también era un pueblo pequeño y tranquilo, pero para él, la aviación le daba la libertad que necesitaba. Quizás Jane buscaba algo similar. —Es normal sentirse así cuando todo cambia de repente, pero mira Angoo no está tan lejos. Y siempre puedes volver aquí, te puedo enseñar a volar mi avioneta.— Decía Luke. Jane levantó la vista y lo miró fijamente. Sus ojos azulados reflejaban el agua del muelle, y por un instante, Luke sintió que el tiempo se detenía. —Tal vez vuelva más seguido —susurró Jane, con una sonrisa cómplice. El viento frío sopló entre ellos, pero ninguno sintió el frío. Era un momento breve, pero cargado de significado. Luke no sabía qué depararía el futuro, pero en ese instante, solo le importaba que Jane estaba allí, de pie a su lado, mirando el mar como si ambos estuvieran esperando algo más. Algo que, quizás, estaba por llegar. Los minutos pasaron en silencio, con la marea marcando el ritmo de sus pensamientos. Luke rompió la quietud con una pregunta que había rondado en su mente desde que la vio. —¿Piensas quedarte mucho tiempo esta vez, digo en Angoo, o planeas volver tú a Washington? Jane suspiró y se abrazó a sí misma para protegerse del viento. —No estoy segura. Tal vez unos meses, tal vez más. Dependerá de cómo me sienta aquí… y de lo que encuentre. Luke arqueó una ceja, notando la ambigüedad en sus palabras. —¿Y qué es exactamente lo que buscas?.— Jane dudó por un momento antes de responder. —Un motivo. Algo que me haga sentir que pertenezco a algún lugar. En Angoo, todo se siente tan... nuevo, tan ajeno. Aquí, aunque tampoco es mi hogar, al menos hay cosas familiares. Personas que me recuerdan quién soy. Luke comprendió a lo que se refería. Él mismo había sentido eso en más de una ocasión cuando regresaba de sus viajes. Un deseo de encontrar algo que diera sentido a su camino. —Bueno.— Dijo él con una sonrisa —Si necesitas un guía para redescubrir Gustavuz, aquí estaré.— Decía. Jane rió suavemente y asintió. —Me gustaría eso.— Ambos quedaron en silencio de nuevo, pero esta vez no era incómodo. Era una pausa cargada de posibilidades, de palabras no dichas, de promesas que aún no se habían formado por completo. Luke no sabía qué significaba exactamente el regreso de Jane, pero algo en su interior le decía que esta vez, las cosas serían diferentes.El sol apenas despuntaba en el horizonte cuando Luke llegó al aeródromo de Gustavuz. La brisa fría de la mañana anunciaba un día despejado, perfecto para volar. Mientras revisaba el estado de su avioneta, escuchó unos pasos acercarse. Era Jane, envuelta en un abrigo ligero, con su característica mirada curiosa y expectante. —Parece que madrugas tanto como yo —comentó Luke con una sonrisa. —No quería perderme esto —respondió Jane, deteniéndose junto a él—. —Dijiste que hoy me enseñarías a volar, ¿cierto?— Decía. Luke asintió y se apoyó en el fuselaje de la avioneta. —Así es. Pero primero, algunas reglas básicas. Volar no es solo mover los controles, hay que sentir la aeronave, entenderla. Jane cruzó los brazos, fingiendo impaciencia. —Confío en que eres un buen maestro. Así que, adelante.— Decía mientras soltaba una carcajada Luke sonrió y la guió hasta la cabina. Se aseguró de que Jane se colocara bien el cinturón de seguridad antes de empezar a explicarle los instrumentos. M
El día transcurrió con la misma calma habitual en Angoo. El viento arrastraba pequeñas ráfagas de nieve, y el sol, a pesar de su resplandor, apenas lograba mitigar el frío. Luke terminaba de inspeccionar su avioneta después de salir desde Gustavuz para transportar unas personas hasta Angoo, cuando en la ferretería del pueblo encontró al padre de Jane, conversaron un rato y luego el hombre le dio una invitación que le había extendido la última vez que se vieron. Una cena en su casa; parecía alguien que sabía leer entre líneas y que no hacía invitaciones a la ligera. Luke llegó a la casa de Jane justo cuando el sol comenzaba a ocultarse. La casa, aunque aún mostraba señales de reciente mudanza, tenía un aire acogedor. Grandes ventanales dejaban entrar la luz cálida del interior, y una pequeña chimenea humeaba en la parte trasera. Antes de llamar a la puerta, respiró hondo. No solía aceptar este tipo de invitaciones, pero algo le decía que sería una velada diferente. —¡Luke! —exclamó e
El invierno en Angoo se hacía sentir con más intensidad cada día. Luke había pasado la mañana realizando una inspección a su avioneta, asegurándose de que estuviera en óptimas condiciones para cualquier eventualidad. Sin embargo, esa tarde no sería para volar, sino para algo más importante: compartir un momento con Jane. Se encontraron en la pequeña cafetería del pueblo, un sitio acogedor donde el aroma a café recién hecho impregnaba el ambiente. Se sentaron junto a la ventana, desde donde se podía ver el mar congelado en la distancia. Jane parecía animada, pero notó que Luke tenía una expresión diferente, como si su mente estuviera atrapada en otro lugar. —¿En qué piensas?— Preguntó Jane, dándole un sorbo a su café caliente. Luke permaneció en silencio unos segundos antes de responder. Sus dedos tamborileaban suavemente sobre la mesa, como si estuviera organizando sus pensamientos. —Mi padre falleció hace nueve meses y hoy es su cumpleaños.— Dijo finalmente, con un tono pausado.
El sol se alzaba en el horizonte de Angoo, reflejándose sobre la nieve y llenando el cielo con unos tonos naranjas y dorados. Luke se despertó más temprano de lo habitual, sintiendo una mezcla de entusiasmo y nerviosismo. Hoy no era un día cualquiera. Hoy, tenía algo especial preparado para Jane. Durante la última semana, había trabajado en cada detalle para asegurarse de que todo fuera perfecto. Jane creía que pasarían la tarde en una práctica más de aviación, pero en realidad, Luke había planeado algo completamente diferente. Quería sorprenderla y, sobre todo, confesarle lo que sentía por ella. Cuando Jane llegó al hangar, sonrió de inmediato al ver a Luke esperándola junto a la avioneta. Vestía un abrigo grueso blanco y llevaba el cabello con una trenza suelta. Se notaba emocionada por la práctica, aunque, como siempre, intentaba disimularlo. —¡Buenos días, capitán!— Decía seguido de un guiño juguetón. —¡Buenos días, cadete!— Respondía él con una sonrisa —Hoy haremos algo dif
Pasaba por la ventana de la helada habitación de Jane, una pequeña mariposa algo curiosa, con un tono verde en sus alas, similar al de una pera a punto de madurar, con algunas manchas amarillas dispersas en ellas. La mariposa dio un pequeño recorrido por la habitación hasta posarse en la nariz de Jane. Ella despertó lentamente por el cosquilleo de las diminutas patas de aquel insecto. —¡Oh!... ¡No puede ser! Me he quedado dormida. ¿Por qué el tonto despertador no me levantó? Tendré que comprar uno nuevo.— Ella se levantó de la cama, dio un giro de ciento ochenta grados, bostezó y, al seguir con su movimiento, tocó el helado piso con sus pies descalzos. —Bueno, supongo que tengo que apurarme.— Dijo con una voz algo perezosa. Luke la había invitado a Gustavus, ya que los trabajos que tenía en Angoo ya habían finalizado, y él quería regresar a su casa, pero no sin antes invitarla nuevamente a su pueblo; que ella anteriormente ya había visitado hace unas semanas atrás. Pasada algunas
El viento se sentía con fuerza, mientras la avioneta de Luke descendía en la pista de Angoo. La tormenta los había alcanzado antes de lo previsto, y las pequeñas turbulencias hicieron que el aterrizaje fuera un poco más complicado de lo esperado. Luke mantuvo el control con firmeza, para contrarrestar las ráfagas de viento que amenazaban con desestabilizar la aeronave. Jane, sentada a su lado, mantenía la vista fija en el horizonte, conteniendo la respiración. Finalmente, con un fuerte sacudón, las ruedas tocaron tierra y la avioneta se deslizó por la pista que ya se estaba cubriendo de nieve, hasta detenerse por completo. Luke soltó un suspiro de alivio mientras apagaba los motores. Se giró hacia Jane, quien aún tenía las manos aferradas a él. —Llegamos.—Dijo con una sonrisa algo cansada. Jane asintió, tratando de calmar su respiración acelerada. —Eso fue… intenso.— Luke rió suavemente. —Lo bueno es que no nos agarró en medio vuelo, fue buena idea regresar.—Decía Luke Ambos ba
Dentro, Luke, Jane y sus papás hacían lo posible por mantener la calidez en el hogar, tanto en temperatura como en ánimo. La chimenea ardía con fuerza y las pequeñas lámparas daban todo de sí, pero el clima afuera se tornaba más despiadado con cada hora que pasaba. La madre preparaba un caldo caliente, y Jane ayudaba en la cocina, aunque su mente estaba algo distante. Su pecho se sentía un poco pesado. Cada vez que Luke hablaba o reía con su padre sobre historias de aviación, ella no podía evitar preguntarse qué pasaría si él supiera toda la verdad. Sentados en la sala, Luke intentaba relajar el ambiente contando historias de su entrenamiento, algunas anécdotas divertidas de sus primeros vuelos y pequeños desastres de novato que hicieron reír a los padres de Jane. Ella, sin embargo, reía con menos naturalidad de lo normal. —Jane— Exclamó su madre en un momento, mirándola con cierta preocupación. —¿Te encuentras bien? Estás callada.— Jane parpadeó y forzó una sonrisa. —Sí, mamá,
[Alaska News 15 de Marzo de 2017 Hombre de 45 años fallece en las cercanías de un parque de Petersburg; investigan las causas. Las autoridades locales investigan la muerte de un hombre de 45 años, proveniente de Gustavuz. Cuyo cuerpo fue hallado en uno de los parques de la comunidad de Petersburg, alrededor de las 8:13 p.m. del domingo. La víctima, un hombre de aproximadamente 1,85 metros de altura, con cabello oscuro y barba espesa, presentaba un golpe contundente en la cabeza y algunas abrasiones menores. Según el informe preliminar, el traumatismo craneal habría sido la causa del fallecimiento, aunque se continúan realizando peritajes para esclarecer las circunstancias exactas del suceso. De acuerdo con testigos, la víctima fue vista minutos antes en un bar cercano, aunque por el momento no se ha confirmado si su muerte está relacionada con algún altercado. Si bien una de las hipótesis sugiere una posible discusión previa, los investigadores subrayan que el cuerpo solo muestra