Capítulo 2
En un movimiento súbito, él la envolvió por completo entre sus brazos y la condujo hasta la recámara, donde la acorraló contra la puerta.

La asaltó con besos intensos y desesperados que se extendieron ardientemente hasta su cuello, como si en cada roce quisiera liberar toda la frustración que llevaba dentro.

Sus manos desesperadas desgarraron el cuello de su blusa, y sus ojos se detuvieron un instante en su clavícula antes de volver a cubrirla con besos abrasadores que apenas le permitían tomar aire.

Nina se encontró indefensa ante la ferocidad y rapidez de sus movimientos.

Los besos de Sergio eran cada vez más intensos, mientras el aroma mezclado de tabaco y alcohol la envolvía por completo, atrapándola sin escapatoria alguna.

Antes de poder procesar lo que sucedía, Nina se vio arrastrada por aquella pasión repentina, en medio de una atmósfera cargada con el fuerte olor a licor.

Poco a poco, su resistencia se fue desvaneciendo hasta que se entregó por completo.

Un dolor repentino hizo que Nina despertara de golpe. —Sergio, me estás lastimando— dijo con la respiración entrecortada.

El hombre se detuvo con brusquedad, con la cabeza aún enterrada en su cuello, jadeando de forma pesada.

Después de un largo momento, se escuchó su voz ronca: —Hace meses que no te toco, y aún recuerdas mi sabor. ¿Debería agradecerte yo por eso?

Su voz tenía un tono aterrador que hizo temblar a Nina.

Sergio levantó asombrado la cabeza, tomando el rostro de Nina entre sus manos, rozando su nariz contra la de ella.

Al sentir el temblor de Nina, una sonrisa aterradora se dibujó en sus labios.

—¿Me tienes miedo? Nina, ¿aún sabes lo que es el miedo?

En la oscuridad, su rostro estaba teñido de ira, mirándola fijamente como un depredador acechando a su indefensa presa.

—¿Cómo es que tú...? —llegaste aquí, quiso preguntar Nina.

Pero antes de que pudiera terminar, Sergio la levantó en brazos, sin darle oportunidad alguna de resistirse.

Al llegar a la habitación, la arrojó sobre la cama y se abalanzó sobre ella, besándola de manera desenfrenada.

Sin darle tiempo para adaptarse, se entregó a una pasión enloquecedora.

Sergio la odiaba, desde hacía dos años.

Pero dicho odio no parecía haberse diluido con el tiempo, sino que se había vuelto más profundo, arraigado hasta los huesos.

Nina también había sido cuidada con amor por él, sostenida en la palma de su mano, hasta el punto de creer que este hombre la amaba profundamente.

La dulzura del pasado atormentaba a Nina noche tras noche. Después de largos dos años, seguía sin entender por qué un hombre que una vez fue tan apasionado de repente la odiaba hasta la médula.

Y durante estos dos años, Sergio nunca la tocaba cuando estaba sobrio, solo se volvía así de loco y desenfrenado cuando bebía.

Dos horas después, el hombre finalmente quedó satisfecho. Miró el hermoso rostro de Nina, acariciando una y otra vez su barbilla con la yema de sus dedos.

Sus ojos profundos y negros brillaban con mucha frustración y enojo en la noche. —Nina, tus derechos de propiedad están en mis manos. Lo que es mío, de Sergio, aunque no lo quiera, no se lo dejaré a nadie más.

En ese preciso momento, Nina no tenía energía alguna para pensar en el significado de sus palabras.

Con los ojos entrecerrados, observó al hombre que se vestía junto a la cama. Parecía haberse calmado un poco, pero sus palabras seguían siendo hirientes.

Su corazón parecía estar siendo estrujado con cada palabra, cada respiración le dolía demasiado.

Cuando Sergio se fue, la miró por un instante. La tenue luz no permitió a Nina distinguir sus emociones.

El sonido de la puerta cerrándose fue decisivo y sin remordimientos, sin ningún rastro aparente de cariño o calidez, resonando en la habitación con una ira interminable.

Nina sintió que su malestar físico empeoraba aún más. Se quedó quieta tratando de aliviarlo, pero una sensación cálida la alarmó de repente.

Se levantó con cierta dificultad, se vistió y llamó a Laura Paredes.

Cuando llegó al hospital, arrastrando los pies y encorvada, Laura acababa de bajarse del coche.

—¿Cómo es que vienes sola? ¿Dónde está ese desgraciado? ¿Te deja de esta manera y no le da entonces por preocuparse?

En ese momento, Nina estaba pálida y apenas podía enderezarse, sin fuerzas para hablar.

En la cama del hospital, mientras Laura la examinaba y veía los moretones en su cuerpo, contuvo las lágrimas.

—Ese maldito de Sergio, ¿cómo puede alguien atreverse...?

Nina postrada en la cama, mareada y sin ganas de hablar, mirando al techo con ojos vacíos.

Siendo ella misma ginecóloga, sabía que casos así no eran raros.

La razón era evidente.

...

A la mañana siguiente, cuando Nina despertó, la habitación estaba vacía.

Miró sorprendida por la ventana, el cielo estaba gris y nublado. Los árboles secos se balanceaban con el viento, tercos e indefensos, como lo era ella misma en ese instante.

Era obvio que Sergio quería torturarla, y no importaba cuánto tratara de escapar, no podía evitarlo. Nina entendía muy bien que, su arrebato de anoche no era sin motivo.

Estos días sin atormentarse de manera mutua parecían estar llegando a su fin. El regreso de Sergio en este momento indicaba claramente que su familia también lo estaba presionando.

Mientras divagaba en estos pensamientos, una joven enfermera entró apresurada a la habitación.

—Doctora García, la doctora Paredes está teniendo un conflicto con un paciente en la consulta.

Nina se sorprendió. —¿Qué es lo que ha pasado? ¿No se suponía que hoy no tenía consulta?

—El paciente pidió una cita con usted, dijo que era un viejo conocido y se negó a que le devolvieran el dinero. La doctora Paredes no tuvo más remedio que atenderlo en su lugar, pero no sé en verdad, cómo empezó el conflicto. Los familiares del paciente tienen acorralada a la doctora Paredes en la consulta, dicen que van a denunciarlas a las dos.

Al escuchar esto, Nina se levantó inquieta ignorando el malestar en su abdomen, se puso el abrigo y se dirigió corriendo al edificio de consultas.

Laura había pasado toda la noche con ella, y ahora si se metía en problemas por culpa de un paciente suyo, Nina no podría perdonárselo.

Cuando la enfermera la ayudó a llegar al edificio de consultas, Nina ya había tomado varias respiraciones profundas y tenía una fina capa de sudor en la frente.

Aunque la cirugía había sido mínimamente invasiva, apenas habían pasado unas cuantas horas y cada paso le tiraba con dolor de la herida.

Nina llevaba el pelo recogido en una cola de caballo suelta, con ligeros mechones sueltos pegados a su frente. Su rostro pequeño estaba pálido como un fantasma, su aspecto frágil y roto inspiraba mucha compasión.

Cuando de repente se abrió la puerta de la consulta, Laura se sorprendió al verla. —Deberías estar descansando, ¿cómo puedes andar por ahí así?

Nina no respondió, se quedó allí paralizada al ver quién estaba en la consulta.

Sergio estaba sentado a un lado, con las piernas cruzadas, su postura relajada no ocultaba su aire de nobleza.

La miró con indiferencia, lanzándole una mirada despectiva.

Después de un momento de sorpresa, Sergio sonrió con cierto sarcasmo. —¿No que estaba tan mal que no podía levantarse de la cama? Doctora Paredes, ¿está intentando acaso estafarme?

Su tono frío hizo que Laura se sintiera aún más indignada por Nina, y no pudo evitar gritar furiosa: —Sergio, ¿aún eres humano? ¿Estás tan ciego que no ves lo enferma que se ve...?

—Laura, ¿qué es lo que está pasando? — interrumpió Nina, no queriendo que siguiera hablando de la noche anterior, especialmente frente a Dana.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo