Amor tardío: Reconquistando a la esposa
Amor tardío: Reconquistando a la esposa
Por: Momo
Capítulo 1
Cuando Nina García llegó a The Club, la fiesta ya estaba en pleno apogeo. El salón privado rebosaba de risas y platicas animadas, creando un ambiente verdaderamente festivo.

En la mesa principal, Sergio Vargas se encontraba sentado con un aire despreocupado. El alcohol había teñido sus mejillas de un suave rubor, y los primeros botones de su camisa de tela fina estaban desabrochados, dándole un aspecto algo relajado y casual.

Su mirada, normalmente distante, se suavizaba notablemente al mirar a la mujer a su lado. Sin embargo, cuando su mirada se cruzó con la de Nina, esta se volvió indiferente.

—Sergio, ¿podrías ayudarme a pelar esta mandarina, por favor? —pidió Dana Luna con voz melosa.

Sergio, con una sonrisa cariñosa en los ojos, tomó la mandarina que Dana le ofrecía.

Nina no pudo evitar observar la patética escena. Jamás había visto a Sergio realizar ese gesto para ella, a pesar de ser su esposa desde hacía tres años. Aunque, claro, apenas lo veía unas pocas veces al año.

Respirando hondo para mantener la calma, Nina se recordó a sí misma que debería estar acostumbrada a este tipo de situaciones.

—Vaya, Sergio, nunca vienes a las reuniones de ex alumnos —comentó Camilo Rojas con cierta picardía—. Pero hoy no solo has venido, sino que además traes compañía. Se ve que las cosas van en serio, ¿no? ¿Habrá entonces boda pronto?

El comentario de Camilo despertó la curiosidad de todos los presentes, que ahora miraban expectantes a Sergio, esperando su pronta respuesta. Estaban tan concentrados en él que nadie, excepto el propio Sergio, había notado la presencia de Nina justo en la entrada.

Sergio no respondió, limitándose a mantener su actitud despreocupada. Nina sintió una punzada en el pecho al ver esa escenita.¿Cómo era posible que su propio marido, al que apenas veía, estuviera tan cómodo con otra mujer en público?

—¡Ey, Nina! ¿Por qué tan tarde? —exclamó Camilo al percatarse de su presencia, invitándola entusiasta a entrar. La verdad era que Nina estaba allí gracias a la insistencia de Camilo, quien había ido personalmente al hospital para convencerla—. Sergio, ¿te acuerdas de ella? Ustedes dos eran los cerebritos de la clase.

Sergio le dedicó una mirada fulminante a Nina, esbozando una sonrisa burlona mientras colocaba despreocupado su brazo alrededor de Dana.

Dana, por su parte, soltó una risita coqueta y saludó a Nina con un gesto de la mano.

Nina, haciendo un esfuerzo por mantener la compostura, respondió con una sonrisa cortés pero distante:

—Ha pasado tanto tiempo que apenas si te recuerdo.

—Sí, yo tampoco tengo muchos recuerdos de ti —añadió Sergio con frialdad.

A pesar de saber que ya no ocupaba un lugar importante en la vida de Sergio, escuchar esas crueles palabras de su boca lastimaron a Nina.

El ambiente se tornó tenso, y la hostilidad entre ambos dejó a varios confundidos. ¿Cómo podían tratarse así dos personas que supuestamente apenas se conocían?

Camilo, intentando aliviar un poco la tensión, comentó con una risa nerviosa:

—Es normal no recordar después de tantos años, pero apuesto a que los recuerdos volverán pronto.

Luego, inclinándose hacia Nina, añadió en voz baja:

—Debes tener mucha hambre, ven, arrímate y come algo.

Uno de los presentes, al ver la actitud tan atenta de Camilo, bromeó:

—¡Vaya, Camilo! Después de tantos años sigues tras ella, ¿no? Ahora entiendo por qué guardabas ese asiento vacío. Esperabas a nuestra linda Nina.

La sala estalló en risas. No era un secreto que Camilo había perseguido a Nina en el pasado.

Ignorando por completo las burlas, Camilo se dedicó a servirle comida a Nina.

—Trata de comer un poco más, te veo más delgada que la última vez —dijo con preocupación.

Nina, visiblemente incómoda, respondió con una sonrisa:

—Muchas gracias, pero puedo servirme yo misma.

—¡Nina, brindemos! —exclamó Dana, alzando su copa hacia ella.

Antes de que Nina pudiera responder, Camilo ya había tomado efusivo una copa.

—Ella tiene problemas de estómago. Yo brindaré en su lugar —dijo rápidamente.

Dana miró a Nina con un dejo de decepción.

—Qué suerte tienes, Nina. Apenas llegas y ya tienes quien te proteja.

—Vamos, Camilo —intervino otro de los presentes, claramente buscando congraciarse con Sergio—. Es solo una copa. Nina no es tan frágil en realidad.

Sergio, sentado con aire de superioridad, observaba con detenimiento la escena en silencio, como si fuera tan solo un espectador.

Nina se levantó, incómoda.

—De verdad, no puedo beber. Yo...

—¿Ni siquiera una copa? —interrumpió Sergio con tono despectivo—. ¿Acaso no somos dignos de su compañía?

El comentario de Sergio dejó a todos en silencio. Nina sintió que el corazón se le estrujaba. ¿De verdad la estaba presionando para beber por Dana?

Cuando sus miradas se cruzaron, Nina sintió que se le helaba la sangre.

—Sergio, Nina siempre ha tenido problemas de estómago —explicó Camilo con paciencia—. No puede beber alcohol, esto es algo comprensible.

Sergio esbozó una sonrisa burlona.

—Camilo, si quieres hacerte el héroe, una copa es muy poca cosa, ¿no crees?

—Sergio, te estás pasando...

Nina detuvo a Camilo y, tras tomar un profundo respiro, dijo con una sonrisa forzada:

—El señor Vargas raramente asiste a este tipo de reuniones. Sería descortés rechazar un brindis de la futura señora Vargas.

La verdad era que Nina no bebía no por problemas de estómago, sino por una severa alergia al alcohol. Incluso una bebida con bajo contenido alcohólico podía causarle urticaria, y ni hablar del licor fuerte.

Después de su boda, hubo una ocasión en la que por accidente bebió algo con alcohol y su cuerpo se cubrió de manchas rojas. Esa noche, Sergio, preocupado, la había llevado de urgencia al hospital.

¿En serio lo había olvidado todo?

Ignorando el agudo dolor en su corazón, Nina se bebió la copa de un trago.

La mano de Sergio, que sostenía su propia copa, se detuvo al instante en seco. Por un instante, su rostro indiferente mostró un indicio de preocupación.

El alcohol le quemó la garganta a Nina, pero ese dolor no se comparaba con la frialdad que sentía en su corazón.

Mirando fijamente a Sergio, Nina preguntó:

—¿Está usted satisfecho, señor Vargas?

Sergio, recomponiéndose, miró a Dana y dijo:

—Pregúntale a ella.

Dana, con una sonrisa radiante, exclamó:

—¡Qué valiente eres, Nina! Yo también me la beberé de un trago.

Pero antes de que pudiera llevarse la copa a los labios, Sergio apresurado se la arrebató.

—Tú no puedes beber —dijo con voz grave y autoritaria—. No te hagas la fuerte.

Aunque sus palabras iban dirigidas a Dana, era evidente que estaba hablando de Nina.

Dana bajó la mirada con fingida tristeza, pero de reojo observó a Nina, que había palidecido notablemente. Sus ojos brillaban de total satisfacción.

Nina creía haber endurecido su corazón lo suficiente, pero esa noche se dio cuenta de que aún así podía ser herida profundamente.

Él cuidaba con ternura a su amada, mientras que la vida de alguien insignificante como ella le era indiferente.

Sintió como si una piedra le oprimiera con fuerza el pecho, dejándola sin aliento y nublando su visión.

Camilo, notando la palidez de Nina y su rigidez, preguntó bastante preocupado:

—Nina, ¿te sientes mal?

Con dificultad, Nina respondió:

—Lo siento mucho, no me encuentro bien. Creo que tendré que irme.

Mientras tanto, Sergio observaba fijamente la mancha rojiza que comenzaba a aparecer en la clavícula de Nina, su mirada era indescifrable.

Esa era la reacción alérgica al alcohol, que comenzaba en el cuello y, en casos graves, podía extenderse por todo el cuerpo.

Aunque Sergio ya había pisoteado su adolorido corazón hasta dejarlo en pedazos, en ese preciso momento Nina solo quería conservar un último vestigio de dignidad.

Rechazando la oferta de Camilo de acompañarla, se marchó con la espalda recta, intentando no parecer demasiado abatida.

La noche invernal de la ciudad era inclemente, con un viento cortante que se sentía como cuchillas en la piel.

Nina se ajustó un poco el cuello del abrigo y se apresuró a buscar una farmacia.

...

Una hora más tarde, caminaba con paso acelerado hacia el viejo edificio donde recientemente había alquilado un apartamento.

Las farolas parpadeantes proyectaban sombras irregulares en su camino de regreso a casa.

La luz del pasillo llevaba días fundida y nadie se había molestado en repararla, dejando el interior sumido por completo en la oscuridad.

Al llegar a la puerta de su apartamento, Nina buscó apresurada las llaves en su bolso. El ruido de las llaves resonaba en el silencioso pasillo.

Mientras buscaba ansiosa, notó la presencia de un hombre alto parado en la esquina de la escalera, de espaldas a ella. La punta de su cigarrillo brillaba en la oscuridad.

Nina sintió una oleada de pánico y se apresuró a abrir la puerta, su corazón latiendo aceleradamente.

Justo cuando estaba a punto de entrar, el hombre arrojó su cigarrillo y se dirigió precipitado hacia ella con paso firme.

—¡Aux...!

Antes de que Nina pudiera terminar su grito, se encontró envuelta en un fuerte abrazo.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo