Al escuchar esto, Sergio se detuvo en seco, dejando de juguetear con su encendedor. Miró de reojo a Maite con una expresión que daba miedo.Maite arqueó una ceja y se acarició la barbilla con aire pensativo.—Por tu cara, ¿no me digas que esto tiene algo que ver con Nina?Maite recordaba cómo Sergio solía entregarse en cuerpo y alma a Nina, y no lograba entender por qué la había estado atormentando tanto durante estos últimos dos años.—No es eso. ¿Qué pretendes exactamente? Si quieres tener una buena relación con ella, trátala bien y mantén tu distancia con Dana. Y si ya no quieres seguir, ¿para qué complicarte tanto con esto? Con lo que ganas, señor Vargas, podrías resolverlo fácilmente con dinero.Sergio le lanzó una mirada inexpresiva mientras servía dos copas de vino. Su voz denotaba mucha impaciencia:—Ocúpate mejor de tus asuntos, no necesito que te preocupes por los míos.Tras dar un sorbo a su copa, se reclinó un poco y se masajeó el entrecejo. Su mandíbula tensa revelaba su i
Cuando Nina reconoció a la persona a su lado, poco a poco recuperó la calma.—Sergio, ¿qué haces aquí? ¿Cómo entraste?—Este lugar es una verdadera pocilga —respondió Sergio con voz indiferente —. Entrar fue pan comido. Ahora duérmete.—¿Estás loco o qué? ¿No te bastó con morderme anoche?Sergio la ignoró y la atrajo hacia sí, sujetándola por la cintura. Cuando dijo dormir, realmente se refería solo a dormir, sin tocar más a Nina.—Sergio, de verdad deberías hacerte ver la cabeza. Si estás enfermo, ve a tratarte. ¿Por qué me atormentas así?En la penumbra del dormitorio reinaba el silencio en lo absoluto. La voz cansada de Sergio sonó ligeramente irritada:—Cállate. Estoy muy cansado.—Sergio, no te hagas el dormido. Si no quieres morir, no te hagas el muerto.Quizás por el agotamiento o por el alcohol, Sergio pareció no escucharla y se quedó dormido rápidamente.Por mucho que Nina lo empujara o golpeara, no lograba despertarlo.El sueño de Nina se fue disipando poco a poco con la resp
Después de despedir atenta a Camilo, Nina se acomodó con tranquilidad en el sofá para atender algunas consultas en línea. Desde que obtuvo su licencia médica, había abierto una cuenta en una plataforma digital para ofrecer asesoramiento.Debido a las circunstancias actuales, cada vez hay más personas con problemas de fertilidad. Algunas parejas están dispuestas a gastar todo lo que tienen para tener un hijo propio.Lo único que Nina podía hacer en este momento, era ayudar dentro de sus posibilidades, respondiendo gratuitamente preguntas comunes. Si podía tranquilizar a la gente, sentía que hacía honor a su título de médica.Como nunca había estado tanto tiempo en línea, hoy parecía que todos los pacientes habían aparecido de repente.Paciente A: Gracias por su consejo anterior. Ya me hice los respectivos exámenes que me recomendó y el médico local dice que puedo concebir naturalmente.Paciente B: Doctora, ya he hecho tres intentos de fecundación in vitro, pero en todos los casos el emb
Nina miró a Sergio algo confundida, sin entender qué pretendía ahora este miserable lunático.Sergio se levantó de repente y en dos ligeras zancadas se plantó frente a Nina. La tomó por la cintura, acercándola a él, y le susurró al oído con una risa aterradora:—¿No temes que tu marido se levante de la tumba cada noche y duerma a tu lado? Podría absorber toda tu energía vital.Nina comprendió entonces. Silvia seguro le había contado a Maite lo ocurrido por la mañana, y Maite, siendo tan cercano a Sergio, no habría dudado ni un instante en informarle.Sin amilanarse, Nina sostuvo la mirada oscura y profunda de Sergio, y esbozó una leve sonrisa:—Un marido al que apenas veo una vez al año, ¿qué diferencia hay entre tenerlo o no?Sergio la miró fijamente:—Nina, cada vez me resultas aún más interesante.Dicho esto, la sujetó por el mentón e intentó besarla. Nina forcejeó para liberarse, pero la diferencia de fuerza entre hombres y mujeres jugaba un significativo papel en su contra.Furios
Los ojos oscuros de Sergio la miraban con frialdad. Aunque su rostro atractivo alguna vez había fascinado a Nina, ahora ella había despertado. Sabía que él no la amaba y que seguir juntos solo los lastimaría demasiado a ambos.—Me ayudaste y te lo agradezco. Por eso lo he tolerado todos estos años, por muy mal que me trataras. Pero también soy una persona, con sentimientos. Nuestro matrimonio empezó como un acuerdo mutuo, pero ahora ya no quiero seguir. Tú tienes a alguien que te gusta, así que seamos dignos y mejor terminemos esto.Nina se soltó de las manos de Sergio, pero cuando intentó irse, la puerta principal se cerró remotamente.—Emily, no dejes salir a nadie —le ordenó Sergio, llevando a Nina adentro a pesar de su resistencia.Emanuel, que llevaba cuatro años trabajando para Sergio, sacudió un poco la cabeza al ver la escena. Creía conocer bien a su jefe, pero nunca había entendido su actitud hacia su esposa.Emily, al ver que Nina había sido traída de regreso, llamó apresurad
Nina soltó una risa amarga y dijo:—Mamá, ¿acaso tengo que esperar a que Sergio me eche a patadas? ¿Qué he significado para él en estos dos años? ¿Tengo algún valor en su vida?Llevó su equipaje de regreso a su antiguo cuarto y salió apresurada al trabajo sin desayunar. Celia se quedó mirando fijamente la silueta de Nina mientras se alejaba poco a poco, con los ojos bien abiertos. Su único pensamiento era que los buenos tiempos tal vez habían llegado a su fin.Nina llegó al hospital justo a tiempo para su turno. Después de hacer sus respectivas rondas, pasó toda la mañana en la clínica de reproducción. Hubo muchos pacientes ese día y no salió del consultorio hasta casi la una.Al salir del edificio, Nina se masajeó un poco las sienes con cansancio. Cuando llegó a la cafetería, quedaba poca comida, pero afortunadamente Laura le había guardado un exquisito plato.Mientras comían, recibieron una inesperada llamada de Mariana. Nina miró el nombre en la pantalla y de repente perdió el apet
Nina preguntó preocupada:—Mamá, la tarjeta vinculada a los gastos médicos de papá es la tuya. ¿Cómo es posible que esté congelada?Celia, que estaba concentrada limpiando la casa, soltó el trapeador de golpe y corrió a buscar su celular al oír eso. Intentó transferirle dos dólares a Nina, pero de inmediato le salió un aviso de que la tarjeta estaba bloqueada.Celia entró en pánico:—¿Qué está pasando? ¿Me robaron la tarjeta?Aunque el día que Nina volvió con sus maletas, Celia había transferido la mayor parte del dinero a otra cuenta, aún quedaban allí varios miles de dólares en esta tarjeta. En ese momento pensó que, después de todo, era su esposo, y Nina todavía no se había divorciado de Sergio, así que no quiso ser tan drástica.Nina, sin saber los pensamientos de Celia, la tranquilizó un poco:—Mamá, no te alteres por eso. Ve al banco a preguntar. Yo iré al hospital a ver si puedo conseguir unos días más de plazo.Justo después de pagar algo en el hospital, Celia la llamó.—Mamá,
Sergio frunció de inmediato el ceño, presionando su estómago con una mano.—Nina, ¿crees que tengo buen carácter?—Te lo advierto, Sergio. No metas a mi familia en nuestros asuntos. Yo también tengo mis límites —le replicó furiosa Nina—. Andas todo el día con ella sin darle un estatus oficial. ¿No te sientes como un verdadero patán?Nina no solía exteriorizar sus emociones. Aunque su relación con su familia adoptiva siempre había sido bastante distante, eso no significaba que no le importaran. Los García no le habían dado un amor incondicional, pero le habían proporcionado un hogar completo y la oportunidad de estudiar y cambiar su destino. Especialmente Miguel quien, a escondidas de Celia, siempre le había mostrado un genuino cariño. Por eso, Nina les estaba agradecida.Sergio esbozó una sonrisa burlona en su rostro pálido.—Si estás celosa, puedes decirlo directamente.Nina rio con amargura.—Vaya, señor Vargas, qué alta opinión tiene de sí mismo. ¿No decías que yo era una mujer fría