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LIBRO I: Capítulo 2 -¡Guerra!

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Antes de que todo estuviese dividido Mur y Bor estaban unidos en un sólo país. Compartiendo todo desde la fauna y flora, todos los recursos naturales que tenían, mares y ríos. Podían moverse en libertad de Norte a Sur de Este a Oeste sin necesidad de un papel que acreditara el paso o que distinguiese un ciudadano del otro. En pocas palabras, todo era paz hasta que los intereses de otros sobre pasaron los de otros tantos y dieron pie a problemas tan grandes que no hubo otra solución más que la separación y con eso la escasez de recursos.  

Bor, por estar más al sur tenía todos los lagos, sembradíos, lo que se necesitaba para producir comida y alimentar a un país entero. En cambio Mur por estar al norte era demasiado rico y tenía salida al mar, lo único que se les había quedado de su lado. Así, en cuanto empezaron la discusiones ambos se separaron quedándose lo que poseían de más valor, uno los minerales, el otro los recursos naturales y al final, un muro se construyó dividiendo el país en dos. Los del sur lo llamaron Borde porque decían que era el borde hasta donde podrían llegar sus sueños y esperanzas de ver un país de nuevo unificado. Por otro lado, los del norte lo llamaron Muro porque decían que era necesario para mantener a todos a fuera y evitar asaltos a su perfecto país; así familias quedaron separadas sin poderse ver por años y poco a poco sus lealtades cambiaron emancipando así la división. 

Bor era un país lleno de pastizales, campos, ríos y lagos, en pocas palabras un edén para los que se habían quedado ahí. Pero también era un país con muchas dificultades, ya que el material para la explotación de sus recursos estaba en Mur y estos les cobraban demasiado por lo que, al depende de ellos, el dinero ganado no era suficiente para poder mantener a una familia o mandarlos a la universidad, así que pocos tenían acceso a estudios universitarios y mejor se dedicaban por completo al campo y otros pocos al arte de curar con hierbas. 

En cambio Mur, era una gran ciudad, limpia, llena de edificios, parques, fábricas y Departamentos que instalaban y llevaban todo el orden. La vida en pocas palabras era perfecta. Mur tenía todo tipo de profesionales en cada ramo, un gran ejercito, universidades importantes y sobre todo la salida al mar que les daba un buen puesto en la exportación e importación de recursos de otros lugares. Sin embargo, así como los borenses añoraban volver a ver el mar, los murenses deseaban poder comer una fruta fresca, una verdura que no saliera del todo costosa. Tiempo atrás, ellos habían tratado de cultivar sus propias frutas, verduras y plantas pero, el suelo y el clima no fueron los apropiados, así que optaron por recurrir a la ganadería, ya que un plátano o una manzana podrían equivaler a cinco pollos o tres kilos de res. Por lo que tener un jardín lleno de árboles frutales era algo que jamás verían en su vida o hasta que la división de países terminara. 

Tiempo después llegaron los tratados de paz. Poco a poco se repartieron las visas para permitir el acceso de ambos lados de la frontera, dando paso al comercio y a una tensa paz que se mantenía bajo la estricta vigilancia del Departamento de Estadía y Trabajo Temporal (DETT) que se encargaba de los ciudadanos de ambos países y controlaba las horas o días que podía permanecer tanto de un lado como de otro. Esto permitió que varios ciudadanos de Bor pudiesen estudiar o trabajar en Mur y, que los ciudadanos de Mur, pudiesen ir a visitar a los pocos parientes que les quedaban en Bor y también disfrutar de su principal atractivo turístico, los Parques Nacionales y Naturales, el orgullo más grande de los borianos, 

Gracias a esta visa, Patria Nomdedeu había podido estudiar literatura y letras en la prestigiosa Universidad de Mur, una que se jactaba de ser la mejor en todo tipo de ciencia, rama o materia y cuyo prestigio se conocía mucho mas allá de las fronteras. La UMur era toda una institución que solamente los más afortunados e inteligentes lograban conquistar, por lo que ella estaba sumamente orgullosa de hacerlo.  

Tiempo después, Patria, por ser la mejor de su clase, tuvo la suerte de conseguir un trabajo en la preparatoria principal de Mur, por lo que desde hace tiempo se encontraba ahí como maestra titular de la materia de Literatura Universal, donde les enseñaba a un grupo reducido de aproximadamente veinte alumnos toda la riqueza de las letras, los autores que las habían escrito y las grandes historias que a ella en algún punto de su vida la habían hecho soñar. Sin embargo, este trabajo se mantenía bajo estrictas reglas que, Patria, debía cumplir cada día para no recibir algún tipo de amonestación o en el peor de los casos un despido y expulsión del país.

Estas reglas eran cortas, fáciles claras y directas.  

1. Le estaba prohibido hablar sobre Bor. 

2. Cada mes debía pasar a la DETT para renovar su estatus de trabajador.

3. No podía quedarse más tiempo del horario permitido dentro de Mur, ya que si era descubierta, era expulsión inmediata y mucho menos podían viajar más allá de Mur Ciudad sin un permiso. 

Así que Patria prácticamente entraba a Mur a trabajar y después tomaba el camión de las 3:45 pm para pasar a Bor, rutina que había cumplido por más de seis años hasta que sucedieron los acontecimientos tan inesperados que cambiaron su destino para siempre. 

MUR- Año 2040

Patria Nomdedeu se encontraba dentro de su salón de clases hablando apasionadamente sobre la literatura del periodo romántico y su impacto en el mundo moderno cuando escuchó un golpe en la puerta provocando que perdiera la concentración. Momentos después apareció el director de la escuela con un rostro de pocos amigos y preocupación que hizo a Patria abrir los ojos como platos al intuir que algo malo había sucedido.  

―Señorita Nomdedeu― dijo en un tono bastante serio―¿de favor podría acompañarme?

Ella caminó hacia la puerta y se sorprendió al ver a dos policías de la DETT esperando por ella, por lo que su estado de alerta creció pero trató de no demostrarlo. 

―Sí, claro, por supuesto,― murmuró tratado de sonar tranquila y se dio la vuelta para tomar sus cosas pero el brazo del director se lo prohibió.

―No, es urgente, vamos. 

―Pero, mis cosas, mi tarjeta DETT― expresó preocupada y sin que pudiera hacer nada los policías de la DETT la sacaron del aula sin que ella pudiese defenderse más. 

―En silencio de favor y sin escándalo― le comentó la chica de la DETT que la traía tomada de las manos aún sin esposar. 

Patria cooperó de inmediato y guardó silencio mientras veía como otros dos colegas salían de sus aulas con el mismo rostro de confusión que ella misma portaba en ese instante. Con las miradas se comunicaron, tenían miedo, ansiedad, algo había sucedido y ellos no estaban enterados. Por el momento sólo les quedaba esperar su suerte, una que al parecer ya estaba echada. 

Todos, la mayor parte boreanos, comenzaron a caminar a lo largo del pasillo hasta la puerta del auditorio escolar. Al entrar, Patria se quedó sorprendida a ver que no eran los únicos, si no que había más personas con caras largas y tronándose los dedos de preocupación al no darles respuesta de lo que estaba pasando. 

―Siéntese aquí,― le ordenó la oficial de la DETT. Patria lo hizo para después voltear y ver al director que simplemente permanecía callado. 

«¿Qué habrá pasado? ¿Nos habrá reportado por algo?», se preguntó tratando de encontrar una razón por la que debía estar ahí. 

―Yo no pasé lista en la DETT hace dos días ¿es por eso que me tienen aquí Patria? ― Le preguntó una de sus colegas mientras temblaba de miedo y se frotaba las manos ansiosa― necesito este trabajo ¿sabes?, mi familia depende de mí.  

―Tranquila― le consoló ella con una voz tenue esa que siembre usaba con sus alumnos cuando ellos tenían algún miedo o alguna preocupación.  

―¿Cómo vamos a estar tranquilos?, ¡si hay unos que llevamos ya horas aquí! ― Expresó otro de sus compañeros. 

―¿Horas? ―Preguntó confundida Patria― ¿cómo es que llevan horas? 

Sin embargo, el sonido de la puerta provocó que todos inmediatamente voltearan y guardaran silencio. Un soldado, un capitán o general había entrado con su imponente figura para darles la información que todos esperaban. 

―Inmigrantes de Bor, mi nombre es el General John Salmos, soy el encargado de la DETT que trae noticias para ustedes― momentos después un hombre alto de cabello negro azabache, ojos azules y un porte gallardo se acercó a él en silencio y se quedó firme a su lado viendo a todos ― he venido a decirles que su estadía en Mur ha terminado. 

―Pero ¿por qué? ―Pregunto Patria con fuerza provocando murmuros entre sus compañeros y que el hombre de ojos azules se fijara en ella.  

―Porque hemos entrado en guerra― finalizó. 

Un fuerte suspiro se hizo entre todos los que estaban en aquel pequeño lugar, cortándole la respiración a muchos y provocando una que otra lágrima que otros no pudieron contener. 

―Mur y Bor se han declarado la guerra hace unas horas atrás, así que como parte de la DETT mi deber es regresar a todos a su país, antes de que la fronteras se cierren y ustedes queden atrapados como ilegales. Al ser profesionales y prestar sus servicios a MUR, tienen el favor de nuestro departamento para salir de aquí con protección. Tenemos veinticuatro horas para regresarlos. El que se quede de ilegal no sólo perderá sus favores dentro de este país, si no también verá su suerte. 

¡Ay no! ¿Cómo puede ser posible?, se escuchó la voz de uno. 

Si yo llevo trabajando aquí desde hace años ¿qué será de mí?, dijo otro. 

―¡Silencio! ― Pidió el General John y luego tomó el sobre que el otro hombre le puso sobre la mano― aquí tengo sus visas y pasaportes, los iré llamado uno a uno para registrarlos y después saldrán a los autobuses que los llevarán a la frontera con Bor de ahí caminarán directo hacia su lado y se olvidarán de este lugar ¿entendido?― preguntó y todos guardaron silencio― pues el que calla otorga― expresó― ¡De la Torre, Can! ― Gritó y un maestro de cabello cano se puso de pie de inmediato, el general de cabello obscuro lo invitó a pasar a otro salón vacío―los demás permanecerán en silencio Ioan, vigílalos― le dijo y el otro General asintió con la cabeza. 

―¡Ay pero Patria!, ¿qué vamos a hacer? ― Le preguntó la señora Clark que como siempre nerviosa la vio a los ojos. 

―No lo sé, supongo que seguir instrucciones, no nos queda de otra. 

Así les fueron llamando uno a uno a ese pequeño salón, donde después de entrar ya no volvían a regresar al mismo lugar. Unos al escuchar su nombre se paraban de inmediato sin decir ni una palabra y otros reclamaban diciendo que por muchos años había cumplido con las reglas de la DETT y que no se les hacía justo ese trato, cuando tocó el turno de Patria el salón estaba casi vacío por lo que se paró de manera normal, como si fuera un procedimiento más del departamento. 

Patria Nomdedeu, escuchó de nuevo, y el general que se había quedado a ayudarle abrió la puerta para que entrara. 

―Gracias― agradeció tímida al hombre que los cuidaba viéndolo directamente los ojos, para después entrar junto con el General Salmos y ya no volver atrás. 

La entrevista fue corta, o más bien, no fue ni entrevista, sólo unas rápidas preguntas donde ella debía de confirmar su nombre, procedencia, edad y sexo. Después tomaron su visa de trabajo y pasaporte y lo pusieron junto con el montón en una caja que yacía al lado. 

―Señorita Nomdedeu, salga de aquí― le dijo el general y abrió la puerta que directamente la llevó al estacionamiento de la escuela donde camiones empezaban a salir de ahí llenos de los otros maestros que habían recluido y entrevistado horas atrás. 

Pasaban de las 3:45 pm cuando ella dejó el estacionamiento en el último camión que los llevaría al muro, escoltados por más soldados entre ellos Salmos que se encargaría de cumplir con su deber como le estaba establecido. 

Mientras recorrían el camino, ella iba viendo el hermoso paisaje de los límites de Mur con Bor, ese que durante años había sido su compañero y que posiblemente hoy sería la última vez que podría disfrutarlos de esa forma. Se fijó en más detalles que los acostumbrados, en los bonitos adornos florales que yacían a la orilla de la carretera para indicar que estaban a punto de llegar, en las limpias aceras y las áridas colinas que le daban ese toque desértico. Se fijó en el cielo, que en esta ocasión se encontraba gris, como si fuera una señal de que algo estaba a punto de pasar y que cambiaría su vida para siempre. De pronto se escuchó un explosión a lo lejos, haciendo que el camión frenara abruptamente. 

¡Ahhhhh! se escucharon los gritos de todos y Patria simplemente se tomó fuerte del tubo del asiento de adelante. 

―¿Qué es lo que está pasando? ― Preguntó otro colega que venía más atrás. 

―¡Sólo manténganse sentados! ― Ordenó el chofer tratando de no perder la calma y de que todos la mantuvieran al igual que él. 

¡Boom! se escuchó de nuevo, y de pronto todos volvieron a gritar al observar cómo el humo a lo lejos muy cerca de la frontera. 

―¡Es una emboscada!― Gritó uno de los de atrás ―¡Nos quieren matar! ¡Nos van a matar!

―¡Siéntese por favor!― Expresó el chofer y de pronto otro ruido fuerte calló la voz del chofer haciendo que todo se cimbrara por debajo del autobús. 

―¡Fuera! ¡Fuera! ― Gritaron algunos desesperados al ver cómo las personas de otros autobuses salían despavoridas―¡Fuera! ¡Fuera! ― Seguían gritando y así el caos se generó dentro del autobús. 

Momentos después, todos trataban de salir como podían, empujando a sus compañeros, otros por las ventanas y cuando lo lograban, corrían hacia Bor despavoridos sin importarles las explosiones o las balas que ya empezaban a llover por todos lados. Patria fue la penúltima en salir, y no por miedo si no por precaución, ya que entre el caos y el ruido todo el mundo perdía la razón y era necesario tener una estrategia. 

¡Están cerrado la frontera! escuchó un grito y ella bajó del camión para después caminar entre la gente mientras se cubría con las manos. 

En eso, un sonido fuerte seguido de una explosión la lanzó para atrás haciendo que por unos momentos perdiera el equilibrio, Patria se quedó tirada sobre un de los tantos arbustos de flores que había al lado, mientras un sonido de tiiiiii sonaba en sus oídos. La explosión había sido tan fuerte que le había dejado sorda por unos instantes.Como pudo, una vez más, se puso de pie y al ver que estaba cerca de la frontera de Bor no dudó en correr hacia allá y regresar con su familia. 

«Vamos Patria, tú puedes, tú puedes», se dijo mientras corría lo más rápido que podía sin embargo, antes de incluso poder llegar cerca, un hombre la tomó del brazo y la empezó a jalar hacia Mur. 

―¡No vayas para allá, no vayas para allá, es una trampa, una trampa!― Decía insistentemente llevado por la adrenalina del momento.  

―¡Déjeme en paz! ¡Suélteme! ― Ordenó Patria y a la hora de zafarse él ruido de otra bomba hizo que se mareara y caminara en zigzag por el camino. Mientras trataba de recuperarse vio unas luces que le cegaron por completo para después sentir un golpe tan fuerte que le hizo perder el conocimiento. 

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