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LIBRO I: Capítulo 3 - El Cuidador

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Obscuridad, todo era obscuridad. Ésta se sentía, se olía, se palpaba, así fue como Patria supo que se encontraba en un lugar obscuro, tal vez un hoyo o una tumba. Un lugar donde ella también sentía mucho dolor, demasiado como para poder moverse. Quería abrir los ojos pero no podía, estaban demasiados pesados, tan adoloridos que tenía ganas de arrancarlos con los dedos, pero tampoco podía mover las manos, ni los pies, ni las piernas, ni el resto del cuerpo sólo los labios que con todo el esfuerzo del mundo le ayudaron a pronunciar. 

―Me duele.

Shhhhhhh  la callaron de inmediato y por unos momentos fue toda la interacción que tuvo. La obscuridad le dio paso al silencio, tal vez Patria se estaba volviendo loca pero el silencio olía distinto a la obscuridad, tal vez después de lo que había pasado había obtenido nuevos poderes que le hacían oler cosas que prácticamente no deberían tener olor o simplemente ya había perdido la razón.  

―Me duele― volvió a repetir, implorando, quejándose. 

―¡Sé que te duele! ― le habló la voz un poco más dura y firme― pero estoy haciendo todo lo que puedo, sólo no te muevas y no hables, te lo pido.

Patria volvió a guardar silencio, el dolor le podía más que el ímpetu de averiguar dónde se encontraba, así que simplemente obedeció a la voz que le había respondido. Durante mucho rato estuvo en silencio, tratando con los sentidos de averiguar dónde estaba. Ella de vez en cuando sentía el tacto de la otra persona que estaba a su lado. Escuchaba como raspaba la garganta y a veces tosía. Lo hacia bajito como si no quisiese que el ruido se alejara de dónde estaban y su tacto era delicado, como si estuviese curando sus heridas.

―Tómate esto― volvió a hablarle la voz varonil y en seguida sintió una píldora entrando a su boca con mucho tiento.  

Patria no tuvo tiempo de preguntar qué era, sólo obedeció y después con un gran sorbo de agua fresca tragó la píldora para luego volver a recostar la cabeza con ayuda de él. 

―Gracias― murmuró.

―Hice lo que pude―respondió él, sin prestar atención al agradecimiento de Patria― por ahora no puedo hacer más, así que espero que sobreviva la noche―agregó. 

―¿Es de noche?― Preguntó ella de nuevo.

―Sí, acaban de dar las doce.

La persona que yacía a su lado, se movió. Gracias a ese movimiento Patria supo que estaba sobre un colchón o una cama por lo que pensó que posiblemente se encontraba dentro de una habitación. Supo que el hombre planeaba dejarla, así que habló. 

―No me dejes aquí, tengo miedo― admitió. 

―Es todo lo que puedo hacer por ti, no me pidas más― escuchó la voz que le contestó fríamente cada vez más apartada de ella.

―Sólo dime donde estoy o dime al menos que tengo ¿por qué siento tanto dolor?

―Guarda silencio te lo pido. Cada vez que me hablas puedes comprometerme, ahora duerme ― respondió el hombre sin dar cabida a mas preguntas. 

Patria hubiese querido insistir, exigirle que le dijera dónde estaba y qué tenía, pero de pronto los párpados le empezaron a pesar como si fuera a quedarse dormida. El cuerpo adolorido comenzó a adormecerse al grado que no sentía sus extremidades, estaba segura que la píldora le había hecho eso, la había inmovilizado pero, a la vez, le traía un gran alivio porque ya no sentía dolor.

―Gracias― murmuró con las últimas fuerzas que le quedaban. Ya no supo si la persona que la cuidaba le respondió, ya que había caído en un sueño profundo que una vez más la alejó de la realidad.

Patria no soñó, no pudo, tampoco supo si mientras dormía habló entre sueños como otras veces solía hacerlo. Eso le decía su madre, cuando la despertaba a veces a media noche mientras tenía conversaciones con la obscuridad en voz alta. Esta vez, simplemente pasó la noche alejando el dolor, apaciguado por una píldora mágica que la ayudó a que algunos malestares desaparecieran. No sabía si estaba lejos o cerca de su hogar pero de una cosa estaba segura, estaba viva y ese simple hecho debía festejarse. 

De nuevo, en su mente, escuchó el grito del hombre ¡Están cerrando la frontera!, para dar paso a la imagen de las luces que la habían cegado y después sentir el golpe que la desmayó de manera tan vívida que provocó que se despertara de un sobresalto abriendo los ojos rápido y luego cerrándolos de inmediato al sentir una terrible migraña. 

―Tranquila, tranquila ― volvió a escuchar la voz de la persona que la cuidaba ―sólo revisaba si ya había bajado la temperatura―sintió las manos de aquel desconocido sobre su frente y luego discretamente sobre su pecho― no quisiera que te murieras aquí metiéndome en problemas― finalizó.

Patria podía sentir los labios resecos, el cuerpo aún adormecido pero al menos el dolor en las costillas ya no la mataba como hace horas atrás.

―Agua― murmuró.

Su cuidador le puso la boca de una botella sobre los labios e inmediatamente ella comenzó a tomar desesperada hasta que se ahogó comenzando  a toser desesperada provocando que regresara el inmenso dolor en las costillas.

―Debiste hacerlo con cuidado― dijo su cuidador y luego alejó la botella para que Patria pudiese toser todo lo que quisiese― veo que ya estás un poco mejor, la temperatura ha bajado y la pastilla te ha servido, ¡vaya noche incómoda que me hiciste pasar!

―¿Dónde estoy?, ¿quién eres? ― Insistió Patria mientras abría los ojos para toparse con la obscuridad que no le dejó ver ni siquiera un poco, alguna señal que le diera un norte. 

―Te daré otra píldora para dormir, eso ayuda a la recuperación del cuerpo y también me iré más tranquilo sabiendo que no hará nada en mi ausencia que pueda meterme en problemas.

―¡No! ― exclamó Patria ―se lo pido por favor, dígame dónde estoy, dígame quién es usted― rogó mientras escuchaba como la persona abría lo que supuso era el frasco con píldoras. 

Pudo sentir cómo se acercaba  de nuevo a ella y antes de que pudiese meter la píldora en su boca, Patria con la fuerza que tenía en su mano izquierda dio un manotazo que hizo que ésta volara lejos de ella.

Hmmmmm escuchó el reclamo de su cuidador.

―No sé si sepas pero son costosas― le reclamó.

―No me interesa― habló Patria con firmeza― no me la tomaré hasta que me diga dónde estoy, creo que merezco saberlo. 

El silencio cubrió la habitación, no había duda de qué Patria posiblemente se encontraba en un lugar prohibido como para que la persona a cargo tratara de mantenerla en silencio. Después, un suspiro por parte de él lo rompió por completo. Supuso que más le valía decirle donde se encontraba antes de perder más tiempo; tenía prisa por irse.

―Estás en Mur― habló― no te diré exactamente donde pero estás aquí.

―Pero… ¿cómo?

«Mis papeles», pensó y de pronto supo porque tanto silencio en la habitación. Su situación no era del todo conveniente. 

―Sufriste un accidente o más bien yo te atropellé con la camioneta cuando trataba de huir de una emboscada, te golpee fuerte pero, por fortuna, no fue nada grave―habló con una tranquilidad que hizo a Patria estremecer.

―¿Es usted ciudadano de Mur?― Preguntó curiosa.

―Soy quien debo ser y no le diré más, tenerla aquí me compromete en formas inimaginables, conformese con saber que me toqué el corazón para traerla hasta aquí y ayudarla.

―Y, ¿por qué no me dejó ahí?, los de la frontera me hubiesen levantado y llevado a Bor.

El hombre comenzó a reír bajito― se nota que no tiene ni idea de lo que está pasando afuera, si la salvé fue porque no me gusta dejar cosas que me comprometan, usted tiene suerte de que la hubiese encontrado. Posiblemente no la hubieron visto entre tantos cuerpos y para este momento ya estuviera muerta― Dijo en un tono de frialdad que hizo que la habitación se congelara de nuevo.

―¿Por qué tanta obscuridad? ― Habló de nuevo Patria.

―Porque estás en un bunker, y ya no contestaré nada más porque ya le di demasiada información, ahora toma la píldora.

―¡No!― Exclamó Patria firme y volvió a mover la mano para tirar la píldora pero, esta vez, él la tomo con fuerza.

―No estoy bromeando señorita, sí está aquí es porque me apiadé de usted y la recogí antes de que otra cosa le sucediera o peor, una bomba cayera sobre usted e hiciera volar sus miembros por todas partes. Es afortunada de estar de este lado porque Bor dentro de unos días quedará destruído. Tenerla aquí es de alto riesgo para mí como no tiene idea, un ruido, un movimiento en falso y podría condenarme, así que tome la asquerosa píldora y duérmase hasta que regrese.

―Me está lastimando― respondió Patria entre lágrimas al sentir cómo le apretaba la muñeca con una furia descomunal.

La persona aflojó la mano liberándola por completo y Patria sin poder contenerse comenzó a llorar, lo hacía callada, ahogando el llanto entre los labios para que no la escuchara, aunque de vez en cuando salían pequeños quejidos.

―Le pido señorita, sólo tómese la píldora― insistió― tengo que irme, entre más me tardo más sospecharán que algo pasa.

Patria obedeciendo abrió la boca y en seguida, al sentir los dedos de su cuidador, la cerró dandole una mordida que lo hizo gritar.

―¡Mierda!― Gritó sacando los dedos de la boca y aventando la pastilla por los aires― ¡Entonces muérete de dolor! ― Gritó rompiendo la única regla que al parecer le había impuesto a Patria.

―¡Si no me dice quién es gritaré hasta que me lo diga! No me importa si me quedo sin voz.

―¡Qué no grite! ¡No grite!― Insistió cubriendo su boca ―¡Estamos en guerra! ¡Estamos en peligro!

Patria movió el cuello como pudo para zafarse de las manos de su cuidador y luego contestó ―no sé para qué me rescató si da lo mismo tenerme aquí escondida que tirada en medio de la calle― luego reflexionó― ya entiendo, como usted me atropelló le sale más barato mantenerme viva a que me muera en Mur.

―Inteligente― respondió él sin mas y luego el sonido del frasco de píldoras volvió a sonar― ¿sabe cuánto me saldría la repatriación de su cuerpo a Bor? Más que estas pastillas, más que una ramo de plátanos o lo más caro que usted pueda imaginar. 

―No sé lo que cuesta un plátano― respondió ella en un tono de superioridad― tengo un platanal en mi jardín, no nos preocupamos por eso.  

―Pero no tiene estas pastillas, que entre más las tome mejor se sentirá y más rápido podré llevarla a la frontera sin meterme en problemas, así que hágame caso, tomese la píldora y duerma hasta que yo regrese.

―¿Qué pasa si en su ausencia alguien viene y me descubre aquí? ― Preguntó Patria.

―Está en un búnker, bajo tierra, nadie sabrá que su ubicación, excepto que se mueva y haga ruido ¿entiende? Ahora tómese la píldora, le juro que le ayudará a sanar.

Patria en ese instante abrió la boca, tomó la píldora y sin necesidad de agua se la pasó despareciéndola por completo. Después trató de buscarlo con la mirada y le dijo― me la tomé sólo porque sé que es mi pase para alejarme y deshacerme de usted. 

―Bien, al menos en eso estamos de acuerdo ― contestó él en forma de reto y luego caminó hacia algún lugar del búnker― regresaré en un rato y la despertaré si aún sigue dormida para ver cómo se encuentra. En caso de que despierte antes le ruego no haga nada, no grite, no se mueva, se lo pido ―¿podría hacer eso por mí? ― Le preguntó.

Patria se quedó en silencio mientras observaba el punto donde ella suponía que él que se encontraba en la habitación― ¿qué pasa si tengo sed? ― Preguntó.

Su cuidador regresó hacia donde estaba ella. Patria alzó ligeramente la mano y la rozó contra sus ropas. Él vestía lo que parecía un pantalón de vestir, indicado que su trabajo era importante o en alguna oficina.

―Le dejo el agua aquí, al lado ― habló por fin y tocando su mano con la de ella la dirigió hacia un pequeño banco que había ― ¿puede sentir la botella? ― Preguntó.

―Sí― respondió Patria ya adormilada.

―Entonces me voy, recuerde, no ruido ni movimientos― volvió a repetir.

Patria asintió con la cabeza porque el habla ya se le había ido con el adormecimiento del cuerpo que poco a poco la llevaba a caer en ese sueño profundo y regenerador. Antes de que cerrase los ojos vio una pequeña luz que provenía de una de las esquinas del lugar para después ver una sombra subiendo unas escaleras.

―Gracias.― Murmuró por alguna razón.

Shhhh sin ruido, fue lo último que alcanzó a escuchar y después un espiral la jaló de nuevo al enigmático mundo de los sueños.  

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