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LIBRO I : Capítulo 9 - No me conoces

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Uno de los talentos de Patria definitivamente no era cocinar, y no porque no supiera hacerlo, sino porque su madre era la que cocinaba los deliciosos manjares en casa. Sin embargo, ella podía hacerlos también, ya que le ayudaba y se sabía las recetas de memoria, desde las medidas hasta las porciones e incluso el sazón. Así que, mientras le cocinaba al General, trataba de recordar las manos de su madre cortando las papas, mezclando las verduras, echando la sal, como si estuviese evocando una especie de hechizo para que la comida le quedara rica y a Ioan le gustase.

Cuando ya estuvo listo, el General bajó a poner el servicio de mesa, le explicó a Patria dónde se encontraban los manteles, la vajilla y los cubiertos y finalmente se sentaron juntos en el comedor de afuera, ese que él jamás usaba pero ahora por ser dos comerían ahí. Patria puso la olla caliente en el centro, tomó el plato de Ioan y con mucho cuidado le sirvió.

Ioan, minutos después, vio con curiosidad el caldo burbujeante y lo olió con sospecha ―¿Qué es?― Le preguntó.

―Sopa de papa y poro, espero que le guste― contestó Patria tímida.

―¿Poro?,¿de dónde sacaste el poro?― Inquirió y cuando supo que el silencio de Patria se debía a que había salido al jardín hizo su típico Hmmmmm―¿qué le dije?

―Lo siento, pero es que no puedo evitar ver que tiene un bonito invernadero y que cultiva cosas pero no las cosecha, si no lo hace rápido se le van a sacar y eso al final de cuentas es una pérdida. El poro está en su punto, al igual que las fresas y el platanal que tiene escondido detrás de las ramas.

―Patria― la llamó por su nombre― no sé si sepas esto, pero algunas de las plantas que tengo aquí son… ilegales― murmuró.

―¿Ilegales?

―Las confisqué a unos boresenes en una redada y prometí llevarlas al cuartel pero… ― y se queda en silencio.

Patria sonrió y esos ojos de desafío pasaron a ser un tanto coquetos para el General―¿Así que es rebelde?― Preguntó.

―No es rebeldía, simplemente que se echarían a perder dentro del edificio y nadie las apreciaría ― trató de justificarse pero los ojos de Patria no lo dejaban. Él, aclaró la garganta y continuó―bueno, lo que quiero decirle es que nadie debe saber que existe el invernadero y le voy a pedir que no esté saliendo al jardín, mi vecino de la casa de al lado la puede ver desde la ventana de arriba y meterme en problemas.

―No si salgo en el corte de luz de las doce― Respondió ella.

Hmmmmmm, hicieron los dos y esta vez Ioan la ignoró aunque por dentro le molestaba que la mujer lo conociera tan bien en tan poco tiempo.

―Puedo ayudarle en eso, si gusta, podría tener más comida, mejores platillos en lugar de comer diario esa avena. Además, tiene valiosas plantas que pueden ser esenciales para medicina y otras cosas; cosas que yo sé preparar.

―No gracias― murmuró y luego esperó a que ella comiera un poco para que él pudiera hacerlo también.

Patria, para no hacer enojar al General, guardó silencio de inmediato y se dedico a disfrutar de la sopa de papa y poro que con el primer bocado le recordó a su hogar, ese que extrañaba tanto y al que anhelaba regresar. El general comía despacio, como si estuviera analizando todo los ingredientes y sabores del platillo y ella supo que le había gustado ya que hasta ahora no había alguna queja. Cuando terminó, bajó la cuchara y vio la olla.

―¿Quiere más?― Preguntó Patria insegura.

El General no estaba acostumbrado a repetir jamás plato de comida, eso le hacía mantenerse en forma y tener cierta disciplina con la alimentación. Así que la contrariedad de volver a comer un poco más de la deliciosa sopa se hizo presente ya que servirse otra vez significaría romper las reglas que tanto trabajo se había impuesto.

Patria tomó la iniciativa de tomar su plato, quitándoselo de enfrente, y sirviendo un poco más ―en Bor tenemos un dicho “come y bebe que la vida es breve”― pronunció y puso de nuevo el plato delante de él lleno de nuevo de papas, poro y caldo.

Ioan volteo a verla y con su aspecto de siempre, asintió con la cabeza. Ella supo en ese momento que sin decirlo Ioan le había dado las gracias. Siguieron comiendo en silencio, cada quien mirando su plato hasta que inesperadamente él rompió el silencio.

―¿Cómo es Bor?― Le preguntó.

Patria lo vio por un instante pero no le contestó, continuó comiendo como si nada. El General comió un poco más y ahora con un tono más tenue volvió a preguntar.

―¿Cómo es Bor?

―No puedo hablar de eso, reglas de la DETT― murmuró y luego lanzó una leve sonrisa al saber que el General estaba cayendo en las trampas de sus propias reglas.

―¿Cómo es que estudiaste en Mur? ― Formuló otra pregunta.

―No sé si…

―Sólo quiero hacerte conversación, al fin y al cabo somos los únicos aquí o, ¿a caso no es lo que buscabas?, ¿conversar conmigo?― Respondió interrumpiéndola.

Patria dejó la cuchara sobre el palto y luego dirigió la mirada hacia el techo como si estuviera tratando de recordar. Por debajo de la mesa jugaba con sus manos como si tuviera un tic nervioso que no podía controlar. Le daba miedo contarle cosas personales al General porque aún no sabía qué podría hacer con esa información.

―Me gané una beca― habló por fin.

Hmm, hizo Ioan pero esta vez en tono de sorpresa no de reproche o queja―¿Qué tipo de beca?

―La beca Murense de las Bellas Artes― dijo Patria con orgullo.

―Jamás había conocido a alguien que se la ganase, debe ser… muy inteligente en su área.

―Gracias, y espero que sí― respondió ella un poco menos nerviosa― éramos cinco candidatos y me la gané yo.

―Y,¿por qué literatura?, y no algo más afín a lo que se ve en Bor, ya sabe cosecha y esas cosas…

Patria se río bajito ―¿qué es lo que cree que hacemos en Bor?, ¿piensa que nos la pasamos todo el día en el campo sembrando y eso?, ¿con sombreros?, y ¿ropa de algodón? ― habló burlona― en Bor también tenemos escuelas, es una preciosa ciudad, no tan grande como ésta, pero es hermosa, rodeada de cerros, vegetación y dicen que más allá de la frontera hay un volcán. Tenemos nuestra tecnología, escasa pero hay, y también muchas cosas que ustedes tienen en Mur, así que hay libros, maestros, doctores… todo.

Ioan sin dase cuenta se quedó por un momento atento a la platica de la mujer que había a su lado, viendo sus ojos brillar al hablar de su país, definitivamente le hacía honor a su nombre―¿Por qué entonces decidió trabajar acá y no allá?

―Si trabajo allá, daba clases de lectura a los niños del campo, aunque eso me estaba prohibido, pero creo que ya no importa― responde― una de las reglas de la beca era trabajar aquí durante un máximo de 20 años. Me dijeron que si Mur daba la oportunidad de que yo mejorara mis estudios debía regresarle a Mur algo, querían que no hubiese fuga de cerebros y pues al terminar me metieron de inmediato al Bachillerato de MUR y por eso es que trabajo acá o en todo caso trabajaba.

―Veinte años es mucho― murmuró Ioan.

―Los maestros que reunieron en ese pequeño salón llevaban una vida entera trabajando aquí. Desgraciadamente ustedes pagan mejor la educación que en Bor así que un salario de Mur menos los impuestos y el cambio es perfecto para mantener a una familia de cinco en Bor, es por eso que muchos le son fieles a este lugar no tanto porque nos traten bien sino porque podemos ayudar a nuestras familias en nuestro país.

―¿Quieres decir que te maltratan aquí?

―No sé, usted dígame, trabaja en el edificio donde se hacen la reglas para eso,¿qué no?― Responde como siempre desafiante.

Ioan negó con la cabeza y terminó de comer lo último del caldo que estaba en el plato, era la comida más rica que había probado desde que su madre había fallecido años atrás. Quería decírselo, pero como siempre la prudencia llegó a él y no pronunció nada.

―Yo no pongo las reglas, esas vienen de otras personas arriba de mí, yo sólo las sigo.

―Y lo hace bien…― habla Patria― tan bien que le da miedo que alguien de la DETT sepa que estoy aquí y no por el hecho de que me vayan a hacer algo a mí, eso no le interesa, sino porque no quiere que su perfecto récord y su bien labrada reputación queden manchadas, ¿cierto?

Hmmmm―¿qué no puede tener una conversación normal señorita Nomdedeu?

―Es una conversación normal, sólo le estoy diciendo la verdad y si reacciona así es porque no me he equivocado.

El General se puso de pie y comenzó a recoger los platos sin decir ni una palabra más. Patria hizo lo mismo, sabía que el momento de conversación había terminado y que de nuevo volvería a su obscura habitación a empezar su rato de aislamiento que prácticamente duraría hasta las seis de la tarde del día siguiente, al menos ahora podía bajar a leer.

Ambos caminaron hacia la cocina para comenzar a limpiar antes de que el corte de luz llegara. Lo hicieron en silencio, coordinados, dejando todo limpio y reluciente. El General se veía bastante concentrado en lo que hacía, tal vez la limpieza le ayudaba a pensar o a combatir su soledad por eso la casa se encontraba tan limpia. Patria en esos momentos se arrepintió de la última frase que le había dicho.

―Ioan.

―No vuelvas a poner palabras en mi boca― respondió él dejando el trapo con el que limpiaba y viéndola a los ojos―no pienses que sabes todo sobre mi, no me conoces. Sólo te quiero decir que si te hubiese querido muerta ya te hubiese matado desde el primer momento en que te vi, como John Salmos mató al hombre que presenció el momento exacto en el que te atropellé.

Patria abrió los ojos un poco impactada mientras escuchaba el discurso del general.

Ioan se cruzó de brazos y continuó― dices que los de Mur actuamos como si lo supiésemos todo pero no es así, los de Bor también piensan que todos somos iguales aquí y que tenemos los mismos valores, que sea un oficial de la DETT no significa que no los posea.

―Ioan.

―Soy un hombre que me gusta regirme por lo que creo que es correcto y si no te dejé morir fue porque se me hizo injusto dejarte tirada en medio del campo minado, aunque ahora no sé si hice lo hice bien porque eres una malagradecida.

―Bueno, pues si a esas vamos, usted también es un desagradecido.

―¿De qué está hablando?

―Me ofrezco a hacerle la comida, a ayudarle mientras esté aquí y usted me trata como si fuera un fantasma o una prisionera. Le he agradecido de cientos de maneras su hospitalidad y no es para contestarme un “de nada”, eso me hace pensar que sólo me está criando para cerdo al matadero. No confía en mí por ende yo no confío en usted.

―¡De qué estás hablando!― explotó enojado― ¡te estoy dando la oportunidad de que camines libre dentro de la casa!, ¿qué más quieres?

―Que me deje ayudarle, que no huela la comida antes de que se la sirva o espere a que yo la coma. Sí voy a estar aquí al menos déjeme hacer cosas por usted y confié en que no haré nada para qué me descubran.

―Ya haces mucho quedándote en silencio y hoy haciendo la cena aunque, debido a que salió al jardín, no sé si se volverá a repetir.

―Pues entonces muérase de hambre― respondió ella dejando el trapo sobre la mesa― que se pudran sus plantas, vuelva a la avena diaria y coma lo que se le dé la gana.

Las miradas de ambos se cruzaron, de nuevo Patria lo veía con esa mirada que tanto le atraía. Le gustaba su personalidad firme, valiente, que siempre dijera lo que pensaba, era como un tipo “estira y afloje” que le entretenía y bastantes veces le excitaba aunque no quería admitirlo.

De pronto las luces se apagaron y el General, de inmediato, vio su reloj de pulsera, aún no eran las doce, algo había pasado.

―¡Vamos!― Murmuró mientras la tomaba de la mano y salían de la cocina a paso firme.

―¿Qué pasa? ― Murmuró Patria.

―No lo sé, pero sé que es la DETT, seguro es una inspección sorpresa.

―¿Qué?― Preguntó asustada pero él ya no le hizo caso y abriendo la puerta del jardín corrió hacia el búnker, lo abrió y de un jalón metió a la mujer.

―Ya sabe, sin ruido, sin…

―Lo sé― Pronunció Patria en voz baja y después espero que la obscuridad del búnker la cubriera por completo.

Sin poder escuchar nada y sumida en ese lugar que se encontraba bajo tierra, Patria se quedó parada en el mismo lugar que la habían dejado, moviendo las manos nerviosa y pendiente de cualquier situación. Deseaba saber qué pasaba, si la DETT había entrado a la casa de Ioan, podría se peligroso. No recordaba si había guardado los vestidos en su lugar o cualquier señal que les hiciera notar que una persona más estaba junto con él. No quería respirar, ni parpadear, ni siquiera pensar ya que sentía que todo eso revelaría su escondite y en cualquier momento abrirían las puertas y la sacarían de ahí.

Veinte minutos después escuchó como se abría la puerta y ella trató de esconderse lo más al fondo que pudo; aunque al prender la luz su escondite quedaría rebelado y no habría más que hacer. Escuchó varios disparos al fondo y unos gritos que le hicieron estremecer y después de un momento una figura bajó las escaleras.

―¿Patria? ― Escuchó la voz del General.

Ella salió de su escondite con cuidado y él la tomó de la mano para sacarla al jardín, se veía en realidad asustado pero como siempre trataba de mantener la calma.

―Camina, no hagas caso de lo que escuches.

―Pero…― pronunció Patria asustada mientras él la jalaba con fuerza para que entraran a la casa.

Al rededor de Patria se escuchaban golpes, balas al aire y supo que algo malo estaba pasando. Ioan la jalaba con tanta fuerza que pensó que en cualquier momento la entregaría a los oficiales de la DETT y que esta era la última vez que sería libre.

Entraron a la casa que se encontraba en penumbras, ella ciegamente seguía al General que sin ninguna palabra la jalaba por todo el lugar. Cuando llegaron a las escaleras él dio un golpe en pared abajo de ellas y como su fuera arte de magia una puerta de abrió descubriendo un cuarto escondido. No sabía si Ioan lo había hecho especialmente para esta ocasión de guerra o en verdad era muy paranoico y ya estaba ahí desde el principio.

Ambos entraron y él cerró la puerta levemente―¿qué está pasando? ― Preguntó ella asustada.

―Las cosas han empeorado.

―¿Esos gritos?, ¿qué son?

―Hay redadas en las casas, al parecer hay muchos inmigrantes escondidos aquí, los están sacando. Yo como soy parte de la DETT la visita fue breve pero en otros lugares no. Me tengo que ir.

―No, por favor― rogó.

―Quédate aquí Patria, no salgas ni por error, no importa lo que escuches no salgas hasta que yo te llame o te abra ¿entendido?, te dejé comida y agua.

Patria asintió con miedo y luego antes de que el General saliera le tomó de la mano― gracias― murmuró.

―No sé cuánto tiempo tarde, así que… ― y se quedó en silencio.

―No me moveré de aquí, lo prometo― murmuró ella y con esa última frase la puerta se cerró dejándola de nuevo completamente sola. 

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