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LIBRO I: Capítulo 6 - Viva

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Ioan Edevane era un hombre simple, callado y cumplido con su trabajo. De rutinas y hábitos marcados. Jamás en su vida llegaba tarde a un lugar o a su trabajo por lo que la gente lo conocía por su gran disciplina. Pocas veces sonreía, era observador, se guardaba sus sentimientos para él mismo, jamás los expresaba. Muchos decían que tenía el corazón frío, que no le importaba nada y por eso era perfecto para trabajar en la DETT, tenía todo el perfil.

Él había crecido en una familia estricta, de abuelo y padre militares que desde pequeño le había enseñado la disciplina y el amor por su país. Su madre, una ama de casa reservada pero amorosa, lo llevó por el “camino del honor y el respeto”, siempre estaba aseado y tenía todo ordenado. Sin embargo, era algo solitario porque creció solo. Sus padres, después de muchos intentos, no pudieron tener otro hijo que le hiciera compañía, así que armar figuras con bloques de lego y la lectura fueron su entretenimiento por el resto de su infancia.

Ioan solía pasar horas en la biblioteca de su casa, jugando con sus soldados a escala y armando con los bloques ciudades enteras. En los días de lluvia, le gustaba sentarse a leer junto con su madre sobre lugares fuera de Mur y, al principio y por gusto de ella, leía Charles Dickens. No obstante, mientras iba creciendo se interesó por la ciencia ficción, Ray Bradbury, Julio Verne e Issac Asimov, incluso llegó a leer sobre un mundo donde los dinosaurios convivían con los humanos en una gran parque y solía soñar que él iba y los conocía. La ciencia ficción lo sacaba del pequeño y apretado mundo en que vivía y lo hacía soñar con más, con tocar las estrellas o cavar tan hondo que pudiese llegar al centro de la tierra, convivir con criaturas extrañas y viajar a otros lugares del planeta, algo que para él estaba totalmente prohibido.

Sin embargo, todo cambió de repente cuando su madre murió de un ataqué al corazón mientras dormía y su padre decidió que lo mejor sería enviarlo al internado militar de Mur para que siguiera su educación; ahí fue cuando todo cambió. Ioan ya no fue él mismo, dejó de soñar con tierras lejanas y con llegar a la luna y se centró en la realidad. Se graduó con honores años después, se unió al ejercito para ganar rangos y cuando regresó a Mur Ciudad consiguió el trabajo en la DETT. Después, empacó los libros que había en casa de sus padres y se los llevó, consiguió una casa que fuera con su estatus, un auto apropiado y se dejó llevar por la realidad, los conflictos y las situación del país; en pocas palabras se entregó al país, a Mur, a esa vida a la que él estaba destinado desde que había nacido.

Por su carácter y su poca labia no tenía ningún prospecto para matrimonio, salía poco, incluso se podría decir que no lo hacía en absoluto. En Navidad, solía ir a la casa de descanso con su padre a una cena rápida donde sólo conversaban sobre problemas de la DETT y los posibles conflictos con Bor, pero jamás sobre algo íntimo. En Año nuevo se quedaba solo, encerrado por el frío que hacía afuera, ordenaba y limpiaba, hacía una cena simple para él y luego se sentaba por horas a leer hasta que escuchaba que el reloj marcaba las doce para irse a dormir. De vez en cuando se encontraba alguna que otra conocida que le ofrecía sexo, lo tomaba, no había nada de malo en ello, pero la poca pasión con la que se entregaba le causaba insultos, unos peores que otros que, a él, no le importaban ¿por qué fingir algo que no sentía?, esa siempre era su pregunta.

El trabajo en la DETT era bueno, le pagaban bien, su compañero John Salmos era todo lo contrario a él por lo que se complementaban a la hora de buscar y cazar inmigrantes ilegales en Mur. John, era hiperactivo, caótico y bastante desorganizado por lo que Ioan llevaba los registros, los nombres y documentos que se confiscaban, él registraba las casas, los lugares, pero pocas veces hablaba con las personas, no tenía nada que decirles, su suerte ya estaba echada.

‘A ti no te afecta nada ¿eh Edevane?’, le decía constantemente John cuando les tocaba echar a las personas fuera de Mur o cuando los interceptaban en los caminos y atajos que hacían por la montaña. No era que no le afectara, simplemente para él era un trabajo, no tenía porqué tener un vínculo emocional con ellos, era lo que era y punto; eso pensaba hasta que atropelló a Patria.

Ese día la DETT se encontraba sumergido en el caos. John e Ioan habían salido de una junta dónde les habían dicho que habían declarado estado de emergencia y que era su deber sacar a cada ciudadano que se encontrara legalmente en Mur hacia Bor. Ioan, tomó la larga lista de instituciones y departamentos donde se encontraban y comenzó a repartir a los soldados por zonas para que hicieran su trabajo.

―¡Tienen 24 horas recuerden! ― Gritó John desde su cubículo.

Como ellos no se podían alejar tanto de la DETT, Ioan escogió las escuelas, ya que ahí era donde se concentraban la menor parte de ciudadanos de Bor porque pocos podían alcanzar la calidad y nivel que exigían las escuelas de murenses. Debían ser muy buenos y preparados para educar a los pequeños ciudadanos de MUR.

―Bien, hagamos esto rápido― le dijo John mientras tomaba las hojas y comenzaba a ver las fichas de cada uno de los ciudadanos, eran 300 así que al llegar a la número diez se dio por vencido y le regresó los papeles a Ioan de una forma tan brusca que hizo que estos cayeran al suelo― muy aburrido, sólo confirmaré sus datos y los mandaré a los autobuses, no habrá más preguntas― sentenció.

Hmmmm, contestó Ioan al ver cómo su compañero había tirado todo. Los ordenó como pudo y los metió en una carpeta color rojo para así salir junto con su compañero para comenzar a “cazar”, como ellos le decían, y regresar a los ciudadanos que legalmente trabajaban en ese país. No había porque preocuparse de separar familias, ya que desde hace 14 años estaba prohibido casarse con alguien de Bor, por lo que todos debían regresar sin ningún problema o sin miedo a qué algo los detuviese, o al menos eso pensaba.

La escuela de Patria fue la última. Ambos estaban cansados por lo que se apoyaron de los militares de la DETT para que concentraran a todos en ese pequeño auditorio y así decirles su suerte. Ioan observaba firme, veía los ojos de todos los que estaban ahí, asustados, confundidos pero de pronto se encontró con los ojos de desafío de una de las maestras que lo hizo memorizarse su aspecto, sus movimientos, pero sobre todo su belleza. Cuando la llamó John no escuchó su nombre, simplemente la vio pasar frente a él y pasar al otro lado de la puerta para no verla salir de nuevo. De pronto, todo se terminó, estaba hecho, había cumplido con su trabajo.

―De verdad que es un suplicio entrevistar a los maestros― se burló John mientras se subían al auto― piensan que lo saben todo, sobre todo esos de Bor, como se ganaron un lugar en la Universidad de Mur creen que pueden llegar a ser iguales a nosotros, jamás lo serán ¡yerbateros de m****a!

Como siempre Ioan calló, no le interesaba que nadie supiese su opinión sobre los ciudadanos de Bor, ni de los maestros, ni nada que tuviese que ver con cosas fuera de la DETT, así que se dedicó a manejar por la frontera escoltando los camiones circulando en fila. Iba concentrado, tranquilo, para él era un día más de trabajo que terminaría con un reporte por llenar y un posible mal chiste de John Salmos, algo a lo que ya estaba acostumbrado; de pronto, una explosión los alertó provocando que frenara en seco.

―¿Ahora qué demonios? ― Expresó John mientras tomaba el radio para comunicarse con los soldados de en frente.

¡Nos están atacando!, escuchó en la radio y sin pensarla dos veces, Ioan, pisó el acelerador para ir hacia adelante cuando las balas comenzaron a penetrar el auto.

―¡Emboscada!, ¡emboscada! ― Escuchó a John gritar― ¿no entiendo cómo estos yerbateros le hacen para conseguir armas― expresó furioso.

Ioan concentrado manejaba esquivando las balas y las bombas de fuego que lanzaban por todas partes, pero todo se complicó cuando las personas comenzaron a bajar de los camiones tratando de huir. Él les tocaba el claxon como loco para que se hicieran un lado, para que le dejasen pasar pero a veces era imposible y debía bajar la velocidad.

―¡Pásales encima!― Gritó John nervioso mientras veía cómo su compañero trataba de no aplastarlos― ¡sólo avanza Ioan por el amor de Dios!― Gritó y él aceleró un poco más tocando el claxon como desesperado.

Repentinamente una bomba más grande cayó sobre el parabrisas haciendo que Ioan perdiera la visibilidad por unos segundos y moviera el volante de un lado a otro.

―¡Qué demonios! ― Gritó John.

Cuando el humo se disipó e Ioan pudo ver qué sucedía vio a la mujer de ojos desafiantes frente a él y frenó golpeando y aventándola a una distancia considerable. Se quedó en silencio un momento, para luego ambos bajar del auto y caminar hacia ella.

―¡La mataron!― Dijo un hombre que se encontraba al lado y John sin mirarlo a los ojos sacó la pistola y le disparó en la frente.

―Sin testigos― murmuró como si nada.

Ioan veía el cuerpo de la joven, se agachó y poniendo dos dedos sobre su cuello le tomó el pulso.

―Está viva― murmuró.

―No por mucho tiempo, déjala, ya la encontrarán los yerbateros de Bor.

Ioan la tomó de ambos brazos, y comenzó a arrastrarla lejos del camino mientras escuchaba como ella balbuceaba un poco.

―¿Qué haces? ― Pregunto John―¡Qué no ves que estamos en peligro!, ¡déjala! ¡Vamos a la DETT! No tenemos nada más que hacer aquí.

Pero Ioan no le hizo caso, quería alejarla del paso para que, en caso de sobrevivir, no la atropellaran o pasaran encima de ella. La acomodó sobre un monto de tierra lejos de los autos y antes de regresarse la miró y sí, la reconoció.

¡Carajo Ioan!, escuchó a John desesperado desde el auto. Él volvió a echarle un vistazo rápido, miró para ambos lados y después se fue, dejando a la herida mujer tirada al principio de las colinas. Se subió al auto y concentrado de nuevo en lo que estaba haciendo se dio la vuelta y regresó a Mur.

―Eres raro― le comentó John cuando iban entrando a la ciudad― jamás hablas o haces algo que no esté premeditado y ahora dejas a esa mujer tirada en las colinas― se burla― no, no eres raro, eres cruel, pudiste haber terminado con su dolor y darle un tiro en el corazón, pero ahí la dejaste para morir.

Él como siempre se quedó callado, sin expresar ninguno de sus pensamientos.

―Daría todo mi salario de un mes pero saber qué es lo que piensas― concluyó y después se bajo del auto―ve a tu casa a descansar y nos vemos mañana, este día prácticamente se fue a la mierda― ordenó y cerró la puerta azotándola.

Ioan observó cómo su compañero de trabajo se metió al edificio de la DETT y después salió del auto para dárselo al mecánico que le esperaba para llevárselo al taller. Todo a su alrededor era un caos de gente corriendo desesperada, mientras entraban y salían del edificio.

―¿Señor? ― Escuchó al mecánico.

―Estuvo en el ataque de la frontera, revísalo bien y límpialo― dió la orden y luego ignorando lo demás caminó hacia el estacionamiento de la DETT y se subió a su auto.

Ioan regresó a casa, lo hizo en silencio y pensando en lo que había sucedido. Entró por la puerta de madera tallada y cuando vio la tranquilidad de su pulcro hogar, suspiró. Estaba de regreso, por fin encontraría algo de paz y después de quitarse el uniforme y asearse un poco se sentó en la sala simplemente para disfrutar el hecho de que estaba solo.

No tenía hambre, no tenía sed, tenía una extraña sensación en el estómago que le hizo repetir la escena de la joven saliendo disparada en el auto. «Estaba viva», pensó mientras veía cómo el sol se iba poniendo a lo lejos indicando que estaría a punto de obscurecer, un mensaje lo saco de su tranquilidad. Sacó el comunicador interno y exclusivo de la DETT y leyó.

ALERTA MÁXIMA, FRONTERAS CERRADAS, PATRULLAJE 24 HORAS, PROHIBIDO SALIR DE CASA A CIVILES, SE ENVIARÁN VÍVERES A CADA HABITANTE DE MUR, CORTES DE LUZ DE LAS 12:00 AM A 6:00 AM.

Ioan guardó el comunicador en el bolsillo de su pantalón y vio el reloj de pared que tenía en frente. Sí iba ahora, si se atrevía podría ayudarla y regresar justo en el momento del corte de luz para que nadie lo viese.

―Olvídalo Ioan, sólo olvídalo― se regañó en un murmuro para luego ponerse de pie y caminar hacia la cocina y prepararse algo ligero de cenar.

Pero no pudo, no lo olvidó, los ojos desafiantes de la mujer estaban tan presentes que sólo cerrar los suyos los recordaba. Ella era inocente y ahora moría al lado del camino.

―Sólo iré a revisar que se la hayan llevado a Bor― Se convenció.

Y dejando el plato de avena al lado bajó a la cochera para tomar su auto y manejar lo más tranquilo y rápido que pudiese a donde empezaba la entrada a la frontera que en se momento se encontraba completamente bloqueada por el ejercito y los militares de la DETT. Él, sabiendo los caminos y atajos, se metió por uno para poder pasar sin ser visto y por fin llegar al lugar donde había pasado todo.

―Recuerda― murmuró cuando estacionó su auto lejos de las luces del muro y el resto lo caminó a obscuras guiándose con el conocimiento que tenía de ese lugar, cuando reconoció se quedó asombrado al ver los camiones incendiados, algunos de los cuerpos tirados sobre el suelo y la frontera de Bor completamente a obscuras. Nadie había escuchado su ayuda, todos los que se quedaron atrás habían perecido en el ataque lo que significaba que la mujer seguía en el mismo lugar en la que la había dejado, los abandonaron a su suerte y ahora los vivos eran asunto de la DETT.

Con eso en mente, caminó un poco más rápido hasta que vio el cuerpo justo donde lo había dejado. Sin dudarlo mucho se acercó y al agacharse puso sus dedos sobre el cuello para tomarle el pulso.

«Estaba viva».

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