para las que gustan continuar conociendo la vida de estos hermosos personajes, quiero decirles que ya estan en la app, la historia de Pedro y Dulce, se llama LA DULCE PRINCESA, y la historia de Shen se llama ARDEREMOS EN LO PROHIBIDO.
Mi corazón latía con fuerza a medida que el avión aceleraba y comenzaba a elevarse, decir que no tenía miedo seria mentir con demasiado descaro, estaba aterrado, mis manos temblaban, mi frente se cubría de pequeñas perlas de sudor, era la primera vez en mi vida, en nuestras vidas… que nos separábamos, era la primera vez en 18 años, que abriría mis ojos el día de mañana y ellos no estarían, mis hermanos, mis otras mitades, soy uno de los quintillizos Zabet, o como todos nos conocen, los niños dorados, cada uno posee una personalidad muy distinta al otro, nuestros rostros son similares pero no iguales, somos distintos e iguales al mismo tiempo, raro de comprender y aún más complicado de explicar, pero tratare, intentare tener la paciencia de Vicky, ella es una de mis hermanas, Victoria es quizás la más tranquila de nosotros y no es por el hecho de que a los 12 años perdió la vista, no, ella ya era un lago en calma aún mucho antes que eso sucediera, es muy distinta a Ámbar, o la loca,
Felipe no respondió en un primer momento, solo quedo allí, con los labios cerrados y los ojos abiertos, hasta que Andrés Maller, poso su lengua en los suaves labios de Felipe, y este al sentir su humedad y suavidad, se dejó llevar, era algo que aun sin haberlo hecho nunca, sentía la necesidad de responder, entrelazando la lengua con la de su profesor y en algún momento del beso se aferró a la camisa blanca que siempre llevaba el hombre, quien dibujo media sonrisa y aun así no rompió el beso, solo lo libero cuando lo sintió temblar, sabiendo que al fin lo tenía para él.— Tan hermoso. — susurro con sus ojos oscuros y brillantes clavados en los verdes de Felipe y su mano aun sosteniendo su nuca.— ¿Qué fue eso? — se dijo más para él que para Maller quien sonrió con satisfacción al ver lo aturdido que estaba su alumno.— Eso mi hermoso Felipe, es mi reclamo a ti, de hoy en adelante eres mío.Así fue como comenzó su historia de amor, o eso pensó Felipe, le gustaba su profesor, desde que l
Felipe no podía creer que al fin había tenido sexo, eso a lo que tanto le temía pero que también deseaba, Maller , se mostró muy considerado con él, y Felipe se comenzó a preguntar si esto era amor, no estaba seguro, no era como lo que les contaba Eros o Zafiro, sus hermanos mayores, no se parecía a lo que vio de pequeño con su prima Dulce y Tiago, aunque le gustaba estar con su profesor, pero en el mes que llevaban juntos ninguno de los dos había hecho referencia a estar en una relación, Maller lo había presentado a uno que otro amigo como Felipe, un conocido, nada más y él no tenía amigos aun en ese país, pero aunque los tuviera no iba a presentar a su profesor como novio, ya que Maller solo decía “Eres mío” como si eso explicara todo, a veces se sentía alagado y otras tantas se molestaba, pero ahora no era tiempo de pensar de más en cosas absurdas se dijo una y otra vez, ya tendría tiempo de charlar con “su profesor”, por ahora lo único que quería era terminar de ducharse y de
Felipe término con la llamada y comenzó a caminar hacia fuera, necesitaba regresar a Nueva York, tenía que saber que era lo que le había sucedido a su hermana, ¿cómo fue que alguien pudo ingresar en la mansión Zabet? Porque para Felipe alguien había ingresado en su mansión, su hermana era ciega y no le gustaba salir, pero a mitad de camino una mano grande lo detuvo, o quiso hacerlo, Felipe estaba tan preocupado por su hermana que solo reacciono a esa acción que pretendía detenerlo, el delgado joven tomo la mano de Conall y giro, doblándola de tal forma que estaba a punto de romperla.— Tranquilo Felipe, soy yo. — Dijo con dolor y con su otra mano hizo una señal a sus hombres para que bajaran sus armas.— Mierda, lo siento, yo estoy… estoy muy nervioso, quiero ir a mi casa, necesito ir con mi mamá. — no quería, no debería, pero Felipe sonaba como un niño asustado, quería regresar al refugio de su hogar, que sus padres le dijeran que todo era una broma, que al fin alguien le había hecho
— Señor… — llamo el jefe de seguridad a Felipe.— No me llames así, por favor, tengo la mitad de tu edad, dime Felipe. — el joven vio con fingido espanto a su custodio y a este no le quedo más que reír, Felipe tenía la facilidad de hacer reír incluso a la persona más seria del mundo.— Como digas, solo quería preguntar si saldrá esta noche o…— No claro que no, pueden ir a descansar, nadie podría ingresar al edificio, solo los Bach. — respondió el rubio, ya que se enteró que Conall, desplego al menos veinte hombres aquella noche que fue por él, y aun así tuvo que dar explicaciones a la policía al salir del edificio, Felipe era precavido, siempre temió el ser secuestrado o acosado por los periodistas, lo odiaba, fue por eso por lo que había buscado un buen edificio en donde establecerse en aquel país.Una vez que el empleado se retiró, él fue a la casa de Maller, debía decirle que si seguían en esa especie de relación deberían programar donde y cuando verse, si bien le había confesado
Dos semanas fueron necesarias para que pudiera recuperarse, por lo menos de las heridas de su rostro, dos semanas en la que no abrió su puerta, y solo dijo que tenía una gripe demasiado fuerte y contagiosa, tanto como para ordenar a los custodios que solo permanezcan en su entrada, no se arriesgaría a enviarlos al hotel donde se hospedaban los hombres, sabía que si Maller quería irrumpiría en su hogar para atacarlo, también contaba con que no supiera que eran hombres de los Bach, ya lo había amenazado esa noche de pesadilla, con atacar a Neri y eso que eran aliados, o por lo menos hacían negocios juntos, Felipe se preguntó ¿qué pasaría si el dragón rojo fuera enemigo de la familia Bach? Quizás Maller lo tomara de rehén, para obligar a Kimberly Bach, actual cabeza de la familia y madre de Lucero, a hacer algo que no beneficiaria a nadie solo a ese hombre despreciable.— ¿Se encuentra Bien señor? — la pregunta del custodio lo trajo al presente, su maldito presente.— Sí, solo… me caí
— ¿Qué hace el líder del dragón rojo con mi sobrino? — la mirada negra como el carbón de Melody barrio el cuerpo del mafioso, de pies a cabeza, no había emoción alguna reflejada en su rostro, pero sus ojos ardían con una clara advertencia, ella era Melody Ángel, esposa de Matt Ángel, ella era la susurradora, la última voz que escuchas, antes de que la muerte llegue, por su mano o la de su esposo, ellos eran los mejores asesinos del mundo.— ¿Tu sobrino? — Maller parecía aturdido, creía saber todo de Felipe Zabet, joven estadounidense, rico como pocos, de 19 años recién cumplidos, soltero y por lo que había descubierto gay, pero ahora se preguntaba si debió indagar un poco más en la vida del joven rubio, el hecho de descubrir que era el cuñado de Neri Neizan, lo había sorprendido gratamente, creyendo que con eso tendría la llave para manipularlo, amenazarlo con iniciar una guerra con el ruso, aunque la verdad era que esa guerra se llevaría a cabo a como diera lugar, Arkady Neizan le
Felipe convenció a su tía de no dar aviso a su padre por su inasistencia a la universidad, alegando que se había arrepentido de la carrera que había elegido, Melody accedió a su pedido, pero no por estar convencida de la excusa que su sobrino le dio, esta asesina profesional había perdido a su hija hacia 7 años, su niña amada, de cabello negro y ojos color cielo, murió de amor, su corazón no soporto saber que perdería a quien amaba, entonces Melody y Candy, la madre de Felipe y quien crio a Dulce, juraron que nunca, jamás, interferirían en el corazón de sus hijos o sobrinos, ya sea que estuvieran o no de acuerdo con la persona que ellos amaran, y a Melody solo le basto con ver la mirada verde esmeralda de Felipe, para saber que sus problemas eran por un corazón herido, quería preguntarle quien fue, deseaba destrozar con sus propias manos a la “mujer” que se había atrevido a lastimar a su sobrino, el pequeño niño dorado bromista, y que siempre tenía una sonrisa adornando su rostro, per