Capítulo 2

Felipe no respondió en un primer momento, solo quedo allí, con los labios cerrados y los ojos abiertos, hasta que Andrés Maller, poso su lengua en los suaves labios de Felipe, y este al sentir su humedad y suavidad, se dejó llevar, era algo que aun sin haberlo hecho nunca, sentía la necesidad de responder, entrelazando la lengua con la de su profesor y en algún momento del beso se aferró a la camisa blanca que siempre llevaba el hombre, quien dibujo media sonrisa y aun así no rompió el beso, solo lo libero cuando lo sintió temblar, sabiendo que al fin lo tenía para él.

— Tan hermoso. — susurro con sus ojos oscuros y brillantes clavados en los verdes de Felipe y su mano aun sosteniendo su nuca.

— ¿Qué fue eso? — se dijo más para él que para Maller quien sonrió con satisfacción al ver lo aturdido que estaba su alumno.

— Eso mi hermoso Felipe, es mi reclamo a ti, de hoy en adelante eres mío.

Así fue como comenzó su historia de amor, o eso pensó Felipe, le gustaba su profesor, desde que lo había visto, su voz era suave, aun así, masculina, tenía a muchas alumnas suspirando por él, no podía creer que fuera gay, pero lo era, sus besos se lo decían, sus caricias, esas que aumentaban de intensidad con cada día que pasaban juntos, Felipe sentía que caminaba sobre las nubes, algo imposible y pronto lo sabría.

— ¿Con quién hablas? — la voz fría de Andrés lo hizo pegar un salto, no lo había escuchado entrar en su departamento, pero allí estaba, ni siquiera recordaba haberle dado una llave.

— Hablaba con mi hermana, me estaba contando que irá a una boda de la familia de mi cuñada…

— ¿Y te tienes que despedirte con un “te amo hermosa”? — no era la primera vez en el mes que levaban juntos, que Maller le hacía un planteo como ese, era celoso y posesivo, Felipe ya lo sabía y no le gustaba, pero esta era la primera vez que lo hacía por su familia.

— Es mi hermana, Maller. — respondió mientras quiso ir a la cocina, pero el hombre lo tomo del brazo y ya no lo dejo avanzar.

—¡Andrés! Te he dicho que me digas Andrés. — Felipe suspiro con molestia, aun no terminaba de entender esa manía que tenían Maller de nombrar a las personas por su nombre, profesión o su apellido según él lo creía conveniente.

— Esto es… no es fácil llamarte profesor en la universidad y luego Andrés o Maller si estamos fuera de mi departamento o en tu casa. — Maller lo sujeto con fuerza entres sus brazos y de forma suave lo recostó en el sofá, quedando arriba, asegurándose de mantenerlo sometido.

— Déjame facilitarte todo. — dijo al tiempo que sus labios repartían besos húmedos en la mejilla y cuello de Felipe. — Si estamos en la universidad, seré profesor Maller, o solo puedes verme de esa forma tan hermosa como cuando quieres que te bese e iré a tu lado de inmediato, y te ayudare con todo lo que necesites. — a los besos se le sumaron sus manos, acariciando el torso de Felipe, quien comenzaba a dejarse llevar por las sensaciones tan nuevas que eso le provocaba.

— Si estamos en un club, o Restaurant, puedes decirme Maller, como si fuéramos grandes amigos, esos que se conocen desde siempre, porque así lo siento, ¿tú no? — preguntó mientras su mano descendía un poco más.

— Y cuando estemos solos, me dirás Andrés, porque solo quien me ama me puede llamar por mi nombre, y sé que tú me amas como yo te amo, mi hermoso Felipe. — su voz era ronca y Felipe sabía que la razón era por lo excitado que estaba, podía sentir su erección rozar su pierna, quería decirle que se detuviera, que aún no estaba listo para aquello, pero sus palabras fueron sustituidas por un gemido en el momento que la mano de Andrés ingreso en su pantalón y acaricio su pene por sobre su bóxer.

— Andrés. — dijo con la voz temblorosa y el hombre sonrió satisfecho.

— Así es hermoso, Andrés, tu Andrés.

Las manos de Maller eran tan rápidas y convincentes como su lengua, mientras sus besos aturdían a Felipe, sus manos fueron las encargadas de despojarlo de su ropa, y Felipe ya no sentía vergüenza o miedo a lo desconocido, lo deseaba, lo quería, necesitaba dar ese paso o la tensión sexual entre ellos terminaría haciendo estragos.

Maller sabía muy bien lo que hacía, aprovechando el aturdimiento de Felipe, lo tomo en brazos y lo llevo a la recamara, donde ya tenía todo preparado, Felipe se había olvidado del detalle de no saber cuándo  Maller  había ingresado en su hogar, no tenía como saber que este respetado profesor no era lo que aparentaba, y obtenía todo lo que quería y cuanto quería y en este momento quería a Felipe, lo había deseado desde que lo había visto el primer día de universidad, fue solo una coincidencia que Felipe fuera gay, ya que si ese no fuera el caso Maller  lo hubiera reclamado de igual forma, y es que nadie le decía que no, Andrés Maller, era el líder del dragón rojo, una de las principales mafias que había en aquel país, su poder solo se comparaba con el tigre blanco, su eterno rival. Lo que comenzó como un simple antojo de Maller, pronto se convirtió en obsesión, Felipe era un joven divertido y carismático, una joya exótica que Maller quería poseer por siempre, y no estaba dispuesto a compartirlo ni siquiera con su familia.

Felipe observo cada movimiento que su profesor hacía, como lo dejo con delicadeza sobre la cómoda cama, y luego comenzó a desvestirse, se sorprendió de que, a pesar de ser muy delgado, sus músculos se marcaban en su abdomen, mientras que él solo era delgado, casi no tenía músculos que lucir, quien diga que un hombre no duda de su físico miente, ya que Felipe se preguntaba si Maller realmente lo veía hermoso, como tantas veces se lo dijo.

Y así, sin más, sus cuerpos se unieron, pero fue solo eso, Felipe sentía que algo faltaba, aunque no sabia que, pues todo aquello era nuevo para él.

— Eres mío Felipe, solo mío hermoso.

Susurro Andrés algo que debería hacer sentir bien a Felipe, pero sin embargo le dejo un gusto amargo, pues se oía demasiado posesivo y a Felipe la sensación de estar ahogándose lo recorrieron.

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