Felipe no respondió en un primer momento, solo quedo allí, con los labios cerrados y los ojos abiertos, hasta que Andrés Maller, poso su lengua en los suaves labios de Felipe, y este al sentir su humedad y suavidad, se dejó llevar, era algo que aun sin haberlo hecho nunca, sentía la necesidad de responder, entrelazando la lengua con la de su profesor y en algún momento del beso se aferró a la camisa blanca que siempre llevaba el hombre, quien dibujo media sonrisa y aun así no rompió el beso, solo lo libero cuando lo sintió temblar, sabiendo que al fin lo tenía para él.
— Tan hermoso. — susurro con sus ojos oscuros y brillantes clavados en los verdes de Felipe y su mano aun sosteniendo su nuca.
— ¿Qué fue eso? — se dijo más para él que para Maller quien sonrió con satisfacción al ver lo aturdido que estaba su alumno.
— Eso mi hermoso Felipe, es mi reclamo a ti, de hoy en adelante eres mío.
Así fue como comenzó su historia de amor, o eso pensó Felipe, le gustaba su profesor, desde que lo había visto, su voz era suave, aun así, masculina, tenía a muchas alumnas suspirando por él, no podía creer que fuera gay, pero lo era, sus besos se lo decían, sus caricias, esas que aumentaban de intensidad con cada día que pasaban juntos, Felipe sentía que caminaba sobre las nubes, algo imposible y pronto lo sabría.
— ¿Con quién hablas? — la voz fría de Andrés lo hizo pegar un salto, no lo había escuchado entrar en su departamento, pero allí estaba, ni siquiera recordaba haberle dado una llave.
— Hablaba con mi hermana, me estaba contando que irá a una boda de la familia de mi cuñada…
— ¿Y te tienes que despedirte con un “te amo hermosa”? — no era la primera vez en el mes que levaban juntos, que Maller le hacía un planteo como ese, era celoso y posesivo, Felipe ya lo sabía y no le gustaba, pero esta era la primera vez que lo hacía por su familia.
— Es mi hermana, Maller. — respondió mientras quiso ir a la cocina, pero el hombre lo tomo del brazo y ya no lo dejo avanzar.
—¡Andrés! Te he dicho que me digas Andrés. — Felipe suspiro con molestia, aun no terminaba de entender esa manía que tenían Maller de nombrar a las personas por su nombre, profesión o su apellido según él lo creía conveniente.
— Esto es… no es fácil llamarte profesor en la universidad y luego Andrés o Maller si estamos fuera de mi departamento o en tu casa. — Maller lo sujeto con fuerza entres sus brazos y de forma suave lo recostó en el sofá, quedando arriba, asegurándose de mantenerlo sometido.
— Déjame facilitarte todo. — dijo al tiempo que sus labios repartían besos húmedos en la mejilla y cuello de Felipe. — Si estamos en la universidad, seré profesor Maller, o solo puedes verme de esa forma tan hermosa como cuando quieres que te bese e iré a tu lado de inmediato, y te ayudare con todo lo que necesites. — a los besos se le sumaron sus manos, acariciando el torso de Felipe, quien comenzaba a dejarse llevar por las sensaciones tan nuevas que eso le provocaba.
— Si estamos en un club, o Restaurant, puedes decirme Maller, como si fuéramos grandes amigos, esos que se conocen desde siempre, porque así lo siento, ¿tú no? — preguntó mientras su mano descendía un poco más.
— Y cuando estemos solos, me dirás Andrés, porque solo quien me ama me puede llamar por mi nombre, y sé que tú me amas como yo te amo, mi hermoso Felipe. — su voz era ronca y Felipe sabía que la razón era por lo excitado que estaba, podía sentir su erección rozar su pierna, quería decirle que se detuviera, que aún no estaba listo para aquello, pero sus palabras fueron sustituidas por un gemido en el momento que la mano de Andrés ingreso en su pantalón y acaricio su pene por sobre su bóxer.
— Andrés. — dijo con la voz temblorosa y el hombre sonrió satisfecho.
— Así es hermoso, Andrés, tu Andrés.
Las manos de Maller eran tan rápidas y convincentes como su lengua, mientras sus besos aturdían a Felipe, sus manos fueron las encargadas de despojarlo de su ropa, y Felipe ya no sentía vergüenza o miedo a lo desconocido, lo deseaba, lo quería, necesitaba dar ese paso o la tensión sexual entre ellos terminaría haciendo estragos.
Maller sabía muy bien lo que hacía, aprovechando el aturdimiento de Felipe, lo tomo en brazos y lo llevo a la recamara, donde ya tenía todo preparado, Felipe se había olvidado del detalle de no saber cuándo Maller había ingresado en su hogar, no tenía como saber que este respetado profesor no era lo que aparentaba, y obtenía todo lo que quería y cuanto quería y en este momento quería a Felipe, lo había deseado desde que lo había visto el primer día de universidad, fue solo una coincidencia que Felipe fuera gay, ya que si ese no fuera el caso Maller lo hubiera reclamado de igual forma, y es que nadie le decía que no, Andrés Maller, era el líder del dragón rojo, una de las principales mafias que había en aquel país, su poder solo se comparaba con el tigre blanco, su eterno rival. Lo que comenzó como un simple antojo de Maller, pronto se convirtió en obsesión, Felipe era un joven divertido y carismático, una joya exótica que Maller quería poseer por siempre, y no estaba dispuesto a compartirlo ni siquiera con su familia.
Felipe observo cada movimiento que su profesor hacía, como lo dejo con delicadeza sobre la cómoda cama, y luego comenzó a desvestirse, se sorprendió de que, a pesar de ser muy delgado, sus músculos se marcaban en su abdomen, mientras que él solo era delgado, casi no tenía músculos que lucir, quien diga que un hombre no duda de su físico miente, ya que Felipe se preguntaba si Maller realmente lo veía hermoso, como tantas veces se lo dijo.
Y así, sin más, sus cuerpos se unieron, pero fue solo eso, Felipe sentía que algo faltaba, aunque no sabia que, pues todo aquello era nuevo para él.
— Eres mío Felipe, solo mío hermoso.
Susurro Andrés algo que debería hacer sentir bien a Felipe, pero sin embargo le dejo un gusto amargo, pues se oía demasiado posesivo y a Felipe la sensación de estar ahogándose lo recorrieron.
Felipe no podía creer que al fin había tenido sexo, eso a lo que tanto le temía pero que también deseaba, Maller , se mostró muy considerado con él, y Felipe se comenzó a preguntar si esto era amor, no estaba seguro, no era como lo que les contaba Eros o Zafiro, sus hermanos mayores, no se parecía a lo que vio de pequeño con su prima Dulce y Tiago, aunque le gustaba estar con su profesor, pero en el mes que llevaban juntos ninguno de los dos había hecho referencia a estar en una relación, Maller lo había presentado a uno que otro amigo como Felipe, un conocido, nada más y él no tenía amigos aun en ese país, pero aunque los tuviera no iba a presentar a su profesor como novio, ya que Maller solo decía “Eres mío” como si eso explicara todo, a veces se sentía alagado y otras tantas se molestaba, pero ahora no era tiempo de pensar de más en cosas absurdas se dijo una y otra vez, ya tendría tiempo de charlar con “su profesor”, por ahora lo único que quería era terminar de ducharse y de
Felipe término con la llamada y comenzó a caminar hacia fuera, necesitaba regresar a Nueva York, tenía que saber que era lo que le había sucedido a su hermana, ¿cómo fue que alguien pudo ingresar en la mansión Zabet? Porque para Felipe alguien había ingresado en su mansión, su hermana era ciega y no le gustaba salir, pero a mitad de camino una mano grande lo detuvo, o quiso hacerlo, Felipe estaba tan preocupado por su hermana que solo reacciono a esa acción que pretendía detenerlo, el delgado joven tomo la mano de Conall y giro, doblándola de tal forma que estaba a punto de romperla.— Tranquilo Felipe, soy yo. — Dijo con dolor y con su otra mano hizo una señal a sus hombres para que bajaran sus armas.— Mierda, lo siento, yo estoy… estoy muy nervioso, quiero ir a mi casa, necesito ir con mi mamá. — no quería, no debería, pero Felipe sonaba como un niño asustado, quería regresar al refugio de su hogar, que sus padres le dijeran que todo era una broma, que al fin alguien le había hecho
— Señor… — llamo el jefe de seguridad a Felipe.— No me llames así, por favor, tengo la mitad de tu edad, dime Felipe. — el joven vio con fingido espanto a su custodio y a este no le quedo más que reír, Felipe tenía la facilidad de hacer reír incluso a la persona más seria del mundo.— Como digas, solo quería preguntar si saldrá esta noche o…— No claro que no, pueden ir a descansar, nadie podría ingresar al edificio, solo los Bach. — respondió el rubio, ya que se enteró que Conall, desplego al menos veinte hombres aquella noche que fue por él, y aun así tuvo que dar explicaciones a la policía al salir del edificio, Felipe era precavido, siempre temió el ser secuestrado o acosado por los periodistas, lo odiaba, fue por eso por lo que había buscado un buen edificio en donde establecerse en aquel país.Una vez que el empleado se retiró, él fue a la casa de Maller, debía decirle que si seguían en esa especie de relación deberían programar donde y cuando verse, si bien le había confesado
Dos semanas fueron necesarias para que pudiera recuperarse, por lo menos de las heridas de su rostro, dos semanas en la que no abrió su puerta, y solo dijo que tenía una gripe demasiado fuerte y contagiosa, tanto como para ordenar a los custodios que solo permanezcan en su entrada, no se arriesgaría a enviarlos al hotel donde se hospedaban los hombres, sabía que si Maller quería irrumpiría en su hogar para atacarlo, también contaba con que no supiera que eran hombres de los Bach, ya lo había amenazado esa noche de pesadilla, con atacar a Neri y eso que eran aliados, o por lo menos hacían negocios juntos, Felipe se preguntó ¿qué pasaría si el dragón rojo fuera enemigo de la familia Bach? Quizás Maller lo tomara de rehén, para obligar a Kimberly Bach, actual cabeza de la familia y madre de Lucero, a hacer algo que no beneficiaria a nadie solo a ese hombre despreciable.— ¿Se encuentra Bien señor? — la pregunta del custodio lo trajo al presente, su maldito presente.— Sí, solo… me caí
— ¿Qué hace el líder del dragón rojo con mi sobrino? — la mirada negra como el carbón de Melody barrio el cuerpo del mafioso, de pies a cabeza, no había emoción alguna reflejada en su rostro, pero sus ojos ardían con una clara advertencia, ella era Melody Ángel, esposa de Matt Ángel, ella era la susurradora, la última voz que escuchas, antes de que la muerte llegue, por su mano o la de su esposo, ellos eran los mejores asesinos del mundo.— ¿Tu sobrino? — Maller parecía aturdido, creía saber todo de Felipe Zabet, joven estadounidense, rico como pocos, de 19 años recién cumplidos, soltero y por lo que había descubierto gay, pero ahora se preguntaba si debió indagar un poco más en la vida del joven rubio, el hecho de descubrir que era el cuñado de Neri Neizan, lo había sorprendido gratamente, creyendo que con eso tendría la llave para manipularlo, amenazarlo con iniciar una guerra con el ruso, aunque la verdad era que esa guerra se llevaría a cabo a como diera lugar, Arkady Neizan le
Felipe convenció a su tía de no dar aviso a su padre por su inasistencia a la universidad, alegando que se había arrepentido de la carrera que había elegido, Melody accedió a su pedido, pero no por estar convencida de la excusa que su sobrino le dio, esta asesina profesional había perdido a su hija hacia 7 años, su niña amada, de cabello negro y ojos color cielo, murió de amor, su corazón no soporto saber que perdería a quien amaba, entonces Melody y Candy, la madre de Felipe y quien crio a Dulce, juraron que nunca, jamás, interferirían en el corazón de sus hijos o sobrinos, ya sea que estuvieran o no de acuerdo con la persona que ellos amaran, y a Melody solo le basto con ver la mirada verde esmeralda de Felipe, para saber que sus problemas eran por un corazón herido, quería preguntarle quien fue, deseaba destrozar con sus propias manos a la “mujer” que se había atrevido a lastimar a su sobrino, el pequeño niño dorado bromista, y que siempre tenía una sonrisa adornando su rostro, per
— Victoria reconoce a esta niña como su hija y ustedes también lo harán. — dijo con voz firme y rostro de asesina la matriarca de la familia y solo entonces Felipe respiro aliviado, no quería luchar con su familia, pero era Vicky quien lo necesitaba, lo sentía en su corazón, en su alma, ella sufría aún más de lo que su rostro dejaba ver.— Candy. — Amir era el más reacio a aceptar aquello, no por Estefanía si no por el secuestrador de su niña.— Estoy segura de que Vicky hablara con nosotros luego, ¿acaso mi esposo tendría el alma tan negra para lastimar a una pobre niña? — dijo para presionarlo una vez más, sabía cuál era el punto de quiebre de su esposo.— No, claro que no lastimaremos a la pequeña, pero estoy seguro de que es una trampa, ¿Cómo es que llego hasta aquí la niña? Estoy seguro de que ese hombre no está muerto. — Candy pensaba lo mismo que su esposo y Matt estaba seguro de que Alejandro era un asesino aún más despiadado que él, pues hasta el momento no había movido ni un
Una vez la mesa fue acomodada, todos tomaron su lugar, la niña era el centro de atención, mientras Felipe trataba de pensar que hacer con Rosita y Melody, como convencerlas de que no regresen al país de que Maller era casi dueño absoluto, hasta que escucho a la niña ofrecer sus ahorros a Hades para que matara a su padre, algo que lo hizo ahogar, y no solo a él, Amir y Alessandro también se ahogaron.— Estefanía, ¿recuerdas lo que te dije esa mañana? —el tono de voz de Vicky era serio pero cariñoso.—Que siempre debía despedirme de las personas que quiero aun estando enojada, porque no sé si volveré a verlas.— Bien, quiero que escuches muy bien lo que te diré ahora, no es bueno decir o hacer algo cuando estamos enojados con una persona, más aún si la queremos, a veces el rencor pesa más que el cemento y te puede hundir en un mar de aguas frías, del que no todos logran salir. — Felipe veía con orgullo a su hermana.— ¿Y cómo sabré que ya no estoy enojada? — pregunto viéndola a los ojos