Felipe no podía creer que al fin había tenido sexo, eso a lo que tanto le temía pero que también deseaba, Maller , se mostró muy considerado con él, y Felipe se comenzó a preguntar si esto era amor, no estaba seguro, no era como lo que les contaba Eros o Zafiro, sus hermanos mayores, no se parecía a lo que vio de pequeño con su prima Dulce y Tiago, aunque le gustaba estar con su profesor, pero en el mes que llevaban juntos ninguno de los dos había hecho referencia a estar en una relación, Maller lo había presentado a uno que otro amigo como Felipe, un conocido, nada más y él no tenía amigos aun en ese país, pero aunque los tuviera no iba a presentar a su profesor como novio, ya que Maller solo decía “Eres mío” como si eso explicara todo, a veces se sentía alagado y otras tantas se molestaba, pero ahora no era tiempo de pensar de más en cosas absurdas se dijo una y otra vez, ya tendría tiempo de charlar con “su profesor”, por ahora lo único que quería era terminar de ducharse y descansar… al lado de Maller , o mejor aún entre los brazos del primer hombre con el que había estado.
— Maller…Andrés. — se corrigió sobre la marcha y no porque recordara la charla con Maller, sino por la forma fría en que lo vio. — No sabía que tienes un tatuaje, es muy… grande. — dijo sorprendido al ver la espalda del hombre y el dragón rojo que la cubría al completo.
— Esto es una marca con una razón, tiene un porque para estar allí, no como las estupideces que tú tienes, arruinando tu piel. — Felipe se sintió mal, más que eso, Maller ni siquiera le había preguntado por sus tatuajes, solo lo estaba juzgando, pero no se mostraría como un joven quejumbroso, él era Felipe Zabet- Ángel, claro que no se mostraría frágil, aunque en el fondo lo era.
— ¿Estupideces? Andrés Maller, todo lo que toca mi piel se convierte en arte, tú mismo lo dijiste, soy hermoso, por lo que todo lo que me rodea también lo es, ¿qué te hace pensar que mis tatuajes serán la excepción?
— Felipe… — comenzó a protestar el mayor al verlo salir de la ducha y colocarse la bata de baño.
— Cierra la puerta al salir, y la próxima vez espera una invitación para venir, no me gustan las sorpresas.
Felipe estaba molesto y herido, era la primera vez que estaba con alguien a ese nivel de intimidad, no sabía que esperar o hacer, pero definitivamente recibir un regaño por sus tatuajes, en especial acompañado de la mirada desaprobatoria de Maller lo molesto demasiado, pero también le fue honesto, a Felipe no le gustaban las sorpresas, las odiaba, aun recordaba como sus hermanos regresaron sorpresivamente de la universidad, y como se casaron de la misma forma y aunque ese era un recuerdo feliz, muchas cosas malas pasaron luego, cosas que Felipe relacionaba a las sorpresas y era por eso que no le gustaban en ningún sentido.
Maller no estaba dispuesto a tal comportamiento, estaba pensando seriamente en decirle a Felipe que tan importante era el apellido Maller en aquel país, mejor aún estaba dispuesto a decirle que él era el sucesor del dragón rojo y por ello tenía ese tatuaje, por lo que lo mejor que podía hacer era complacerlo y tenerlo feliz, pero cuando se estaba terminando de vestir, recibió la llamada de uno de sus hombres, el clan lo necesitaba con urgencia, por lo que solo salió con la intención de advertirle que hablarían cuando regresara, pero solo le basto con verlo dormir como un buen niño, para que el enfado disminuyera.
— Eres demasiado hermoso como para castigarte, pero aun así no tientes tu suerte. — Felipe se removió un poco, pero no se despertó, aun con Maller hablando en su oído, el mayor dejo un beso en su frente y salió de la misma forma en la que entro, por la puerta principal con la llave que le había robado a Felipe.
Felipe dormía profundamente, pero no estaba tranquilo, escuchaba a alguien llamándolo, pero no comprendía lo que decía, solo sabía que era alguien que quería, y su corazón se aceleró con desespero, a tal punto que terminó por pegar un salto en su cama, y solo cuando abrió los ojos comprendió que había estado soñando, aunque no recordaba de que iba el sueño, se levantó y camino por su departamento, estaba solo, Maller ni siquiera había dejado una nota, pero no era eso lo que lo molestaba, era otra cosa, algo que ni él comprendía. Tomo un vaso de agua y estaba a punto de volver a su cómoda cama cuando la puerta de su departamento fue abierta, arrancándole un grito de la impresión.
— Tranquilo Felipe, soy Conall Bach, nos vimos en el entierro de Dulce, no sé si me recuerdas. — Felipe no solo estaba aturdido por su visita y no era la única, tras el hombre de traje negro ingresaron seis hombres más, que estaban armados.
— No te recuerdo, a decir verdad, no le preste atención a nadie ese día. — respondió al tiempo que daba un paso hacia atrás, el hecho de que ese hombre nombrara el funeral de Dulce le removió las entrañas, era un niño cuando eso sucedió y, aun así, lo recordaba, pero solo el dolor, no los rostros de quienes fueron aquel día a rendir sus respetos.
— Lo comprendo, no te asustes, pero debes venir con nosotros ahora mismo. — dijo Conall, al ver como Felipe había retrocedido dos pasos.
— ¿Qué? No, ¿Por qué?
— Debes llamar a tu madre, ella te explicara, dime que necesitas empacar y mis hombres se encargaran, no podemos perder tiempo. — en la mente del joven solo una cosa se repetía… su sueño.
— Algo le sucedió a uno de mis hermanos. — dijo en un susurro, y tuvo que apoyar una de sus manos en la pared, para lograr mantenerse en pie.
— Lo siento, Lucero solo me dio la orden de venir por ti. Llama a tu hogar y dime que necesitas…
— Solo la documentación. — respondió tratando de recordar el número de su madre, era tantos los nervios que sentía que no pensaba con claridad, solo podía ver los rostros de sus hermanos pasar frente a él, mientras se preguntaba que sucedió, y a quien, ¿sería la loca de Ámbar? ¿acaso el temperamento de Stefano al fin lo había llevado a un problema realmente grave? ¿o seria Mateo? A cuál de sus hermanos le había sucedido algo.
— ¿Necesitas ayuda? — indago el hombre mayor y tuvo que obligarse a hablar.
— No… no recuerdo el número de mi madre. — Conall le regalo una sonrisa condescendiente, tratando de recordar lo que era ser un joven con preocupaciones mínimas, pero no pudo, él había cargado con ser un Bach desde niño, hombres con nervios de acero y mujeres con mentes brillantes, eso eran los Bach.
— ¿No la tienes agendada como mamá? — pregunto lo obvio y Felipe quería golpearse, completamente rojo por su estupidez, tomo su teléfono y llamo a su hogar.
— ¿Ma? — dijo con voz temblorosa, podía escuchar los gritos furiosos de Amir a lo lejos.
— Felipe, hijo, gracias a Dios que estas bien, debes regresar, todos deben regresar. — dijo con apuro y desespero, Candy precisaba ver a sus niños, necesitaba comprobar por ella misma que estaban bien.
— ¿Qué sucede? — cuestiono poco dispuesto a moverse sin saber quién de sus hermanos estaba en problemas.
— Solo regresa con Conall…
— ¡¿Qué es lo que pasa?! Yo soñé… — Felipe dejo de hablar al percatarse de la mirada intrigada de Conall lo último que quería era que lo tildaran de loco.
— ¿Qué Felipe? ¿Qué soñaste hijo? — respiró derrotado, era su madre, la conocía, no se detendría.
— Soñé que me llamaba… Vicky. — dijo sorprendiéndose incluso él mismo, ya que cuando despertó no podía estar seguro de quien lo llamaba, pero ahora lo estaba.
— … — la línea quedo en silencio, y Conall lo veía sorprendido.
— Dios mío, ¿Qué le paso a Vicky? — el shock que le había causado Conall al abrir de repente su puerta e ingresar con todos esos hombres se había esfumado, en este momento Felipe solo podía pensar en Victoria, su hermana.
— Se la llevaron… Felipe, alguien secuestro a Victoria.
Felipe término con la llamada y comenzó a caminar hacia fuera, necesitaba regresar a Nueva York, tenía que saber que era lo que le había sucedido a su hermana, ¿cómo fue que alguien pudo ingresar en la mansión Zabet? Porque para Felipe alguien había ingresado en su mansión, su hermana era ciega y no le gustaba salir, pero a mitad de camino una mano grande lo detuvo, o quiso hacerlo, Felipe estaba tan preocupado por su hermana que solo reacciono a esa acción que pretendía detenerlo, el delgado joven tomo la mano de Conall y giro, doblándola de tal forma que estaba a punto de romperla.— Tranquilo Felipe, soy yo. — Dijo con dolor y con su otra mano hizo una señal a sus hombres para que bajaran sus armas.— Mierda, lo siento, yo estoy… estoy muy nervioso, quiero ir a mi casa, necesito ir con mi mamá. — no quería, no debería, pero Felipe sonaba como un niño asustado, quería regresar al refugio de su hogar, que sus padres le dijeran que todo era una broma, que al fin alguien le había hecho
— Señor… — llamo el jefe de seguridad a Felipe.— No me llames así, por favor, tengo la mitad de tu edad, dime Felipe. — el joven vio con fingido espanto a su custodio y a este no le quedo más que reír, Felipe tenía la facilidad de hacer reír incluso a la persona más seria del mundo.— Como digas, solo quería preguntar si saldrá esta noche o…— No claro que no, pueden ir a descansar, nadie podría ingresar al edificio, solo los Bach. — respondió el rubio, ya que se enteró que Conall, desplego al menos veinte hombres aquella noche que fue por él, y aun así tuvo que dar explicaciones a la policía al salir del edificio, Felipe era precavido, siempre temió el ser secuestrado o acosado por los periodistas, lo odiaba, fue por eso por lo que había buscado un buen edificio en donde establecerse en aquel país.Una vez que el empleado se retiró, él fue a la casa de Maller, debía decirle que si seguían en esa especie de relación deberían programar donde y cuando verse, si bien le había confesado
Dos semanas fueron necesarias para que pudiera recuperarse, por lo menos de las heridas de su rostro, dos semanas en la que no abrió su puerta, y solo dijo que tenía una gripe demasiado fuerte y contagiosa, tanto como para ordenar a los custodios que solo permanezcan en su entrada, no se arriesgaría a enviarlos al hotel donde se hospedaban los hombres, sabía que si Maller quería irrumpiría en su hogar para atacarlo, también contaba con que no supiera que eran hombres de los Bach, ya lo había amenazado esa noche de pesadilla, con atacar a Neri y eso que eran aliados, o por lo menos hacían negocios juntos, Felipe se preguntó ¿qué pasaría si el dragón rojo fuera enemigo de la familia Bach? Quizás Maller lo tomara de rehén, para obligar a Kimberly Bach, actual cabeza de la familia y madre de Lucero, a hacer algo que no beneficiaria a nadie solo a ese hombre despreciable.— ¿Se encuentra Bien señor? — la pregunta del custodio lo trajo al presente, su maldito presente.— Sí, solo… me caí
— ¿Qué hace el líder del dragón rojo con mi sobrino? — la mirada negra como el carbón de Melody barrio el cuerpo del mafioso, de pies a cabeza, no había emoción alguna reflejada en su rostro, pero sus ojos ardían con una clara advertencia, ella era Melody Ángel, esposa de Matt Ángel, ella era la susurradora, la última voz que escuchas, antes de que la muerte llegue, por su mano o la de su esposo, ellos eran los mejores asesinos del mundo.— ¿Tu sobrino? — Maller parecía aturdido, creía saber todo de Felipe Zabet, joven estadounidense, rico como pocos, de 19 años recién cumplidos, soltero y por lo que había descubierto gay, pero ahora se preguntaba si debió indagar un poco más en la vida del joven rubio, el hecho de descubrir que era el cuñado de Neri Neizan, lo había sorprendido gratamente, creyendo que con eso tendría la llave para manipularlo, amenazarlo con iniciar una guerra con el ruso, aunque la verdad era que esa guerra se llevaría a cabo a como diera lugar, Arkady Neizan le
Felipe convenció a su tía de no dar aviso a su padre por su inasistencia a la universidad, alegando que se había arrepentido de la carrera que había elegido, Melody accedió a su pedido, pero no por estar convencida de la excusa que su sobrino le dio, esta asesina profesional había perdido a su hija hacia 7 años, su niña amada, de cabello negro y ojos color cielo, murió de amor, su corazón no soporto saber que perdería a quien amaba, entonces Melody y Candy, la madre de Felipe y quien crio a Dulce, juraron que nunca, jamás, interferirían en el corazón de sus hijos o sobrinos, ya sea que estuvieran o no de acuerdo con la persona que ellos amaran, y a Melody solo le basto con ver la mirada verde esmeralda de Felipe, para saber que sus problemas eran por un corazón herido, quería preguntarle quien fue, deseaba destrozar con sus propias manos a la “mujer” que se había atrevido a lastimar a su sobrino, el pequeño niño dorado bromista, y que siempre tenía una sonrisa adornando su rostro, per
— Victoria reconoce a esta niña como su hija y ustedes también lo harán. — dijo con voz firme y rostro de asesina la matriarca de la familia y solo entonces Felipe respiro aliviado, no quería luchar con su familia, pero era Vicky quien lo necesitaba, lo sentía en su corazón, en su alma, ella sufría aún más de lo que su rostro dejaba ver.— Candy. — Amir era el más reacio a aceptar aquello, no por Estefanía si no por el secuestrador de su niña.— Estoy segura de que Vicky hablara con nosotros luego, ¿acaso mi esposo tendría el alma tan negra para lastimar a una pobre niña? — dijo para presionarlo una vez más, sabía cuál era el punto de quiebre de su esposo.— No, claro que no lastimaremos a la pequeña, pero estoy seguro de que es una trampa, ¿Cómo es que llego hasta aquí la niña? Estoy seguro de que ese hombre no está muerto. — Candy pensaba lo mismo que su esposo y Matt estaba seguro de que Alejandro era un asesino aún más despiadado que él, pues hasta el momento no había movido ni un
Una vez la mesa fue acomodada, todos tomaron su lugar, la niña era el centro de atención, mientras Felipe trataba de pensar que hacer con Rosita y Melody, como convencerlas de que no regresen al país de que Maller era casi dueño absoluto, hasta que escucho a la niña ofrecer sus ahorros a Hades para que matara a su padre, algo que lo hizo ahogar, y no solo a él, Amir y Alessandro también se ahogaron.— Estefanía, ¿recuerdas lo que te dije esa mañana? —el tono de voz de Vicky era serio pero cariñoso.—Que siempre debía despedirme de las personas que quiero aun estando enojada, porque no sé si volveré a verlas.— Bien, quiero que escuches muy bien lo que te diré ahora, no es bueno decir o hacer algo cuando estamos enojados con una persona, más aún si la queremos, a veces el rencor pesa más que el cemento y te puede hundir en un mar de aguas frías, del que no todos logran salir. — Felipe veía con orgullo a su hermana.— ¿Y cómo sabré que ya no estoy enojada? — pregunto viéndola a los ojos
Alessandro, Eros, Stefano y Mateo corrieron con Victoria al hospital, mientras que Matt se quedaba a cuidar a los niños que dormían, Amir, Candy, Hades y Ámbar salían en otro vehículo, y finalmente Felipe se subió a otro con su tía y Lucero. Su mente era un Torbellino, que lo llevaba a los lugares más oscuros de sus recuerdos, los disparos en su hogar, aquel día que fueron atacados, las torturas que Maller le había dado, saber que Rosita y Mel correrían peligro cuando regresaran sin él al oriente.— No pueden regresar al oriente tía, ni Rosita ni tu pueden ir. — sentía la mirada de Melody en él, como también podía ver el cuerpo de Lucero tensarse.— ¿Que sucede? ¿Qué te hicieron hijo? — Melody los amaba, tanto como Candy, eran una gran familia.— Es por mi familia, los Bach, hoy hable con Felipe, no es seguro el lugar donde están. — Lucero mentía, pero Melody no tenía como saberlo, la princesa Bach había aprendido a mantener sus emociones bajo control, como su padre Liam.— ¿Tienen pr