Al fin se decidieron por tomar las cosas con calma, mientras Carlos comenzó su nuevo empleo en la mafia de Chicago, Felipe se dedicó a abrir su empresa de organización de bodas, si bien vivían juntos, en el mismo edificio donde los demás latinos se habían mudado, ocuparon tres años para conocerse, no solo de forma sexual, sino también sus carácter y estilo de vida, fue un proceso largo, donde no todo era color de rosas, en especial cuando Felipe despertaba su lado bromista, y el caimán sufría las bromas del pequeño rubio, o cuando Carlos se ponía en su fase de posesivo celoso, algo que pasaba muy a menudo y ocasionaba que Felipe lo regañara como si fuera un niño berrinchudo, pero lo mejor de cada discusión era la reconciliación.— Eres tan bonito, tan perfecto. — murmuro sobre la pálida piel del rubio, mientras repartía besos por su pecho y descendía por su abdomen.— Y tú eres tan candente. — respondió a mitad de un suspiro, pero de pronto se colocó sobre sus delgados codos, al senti
Pedro salto la cerca de la casa un poco precaria, escalo el árbol que había a un lado de la casa hasta que llego a la rama ancha en la cual pasaba varias noches de la semana, observando, vigilando, a pesar de que sus padres le habían dicho que eso estaba prohibido, que no era bien visto que él hiciera aquello, pero por el momento era lo único que podía hacer, al menos de esa forma no se convertía en un asesino, a pesar de que su primo Gabriel le aseguraba que matar a un hijo de puta no estaba mal, lo malo seria matar a un inocente, aun así no estaba seguro de dar ese paso, su padre Felipe nunca había matado a nadie, y dormía como un niño, un niño bonito como lo llamaba Carlos, pero… su verdadero padre era otra cosa, Pedro no era muy hablador, nunca lo fue, era más del tipo que observaba, aun con sus 18 años, sus palabras salían a cuenta gotas, era por eso que podía observar sin que nadie se diera cuenta, él vio a su padre Carlos más de una noche deambular por su hogar, sabía que eran
La vida del caimán y Felipe se asemejaba a una montaña rusa, y para ellos estaba de maravilla, aunque a veces se olvidaban que Pedro aun compartía parte de ese viaje con ellos, por lo que se veía arrastrado a compartir los altos y bajos.Recordaba que apenas era un chamaco, que se estaba adaptando a que su padre, se había casado con un hombre, aunque lo que mas le inquietaba era que Felipe fuera como el difunto esposo de Majo, Pedro siempre se preguntó, porque nunca le pudo decir a su madre que él que ella pensaba un buen doctor y padrastro para el pequeño moreno, era toda una pesadilla y en gran parte el responsable que Pedro no hablara, sus burlas ante la voz profunda y cavernosa que poseía, lo hicieron avergonzarse de hablar, y eso no cambio con el tiempo, aunque Felipe siempre lo alentaba, Pedro poco hablaba, hasta que esa bebé llego.— ¿Cómo que Valentina Constantini enloqueció? ¿de que hablas caimán? ¿y que haces tu con Dulce? — los gritos de Felipe provocaron que la bebé rompier
Mi corazón latía con fuerza a medida que el avión aceleraba y comenzaba a elevarse, decir que no tenía miedo seria mentir con demasiado descaro, estaba aterrado, mis manos temblaban, mi frente se cubría de pequeñas perlas de sudor, era la primera vez en mi vida, en nuestras vidas… que nos separábamos, era la primera vez en 18 años, que abriría mis ojos el día de mañana y ellos no estarían, mis hermanos, mis otras mitades, soy uno de los quintillizos Zabet, o como todos nos conocen, los niños dorados, cada uno posee una personalidad muy distinta al otro, nuestros rostros son similares pero no iguales, somos distintos e iguales al mismo tiempo, raro de comprender y aún más complicado de explicar, pero tratare, intentare tener la paciencia de Vicky, ella es una de mis hermanas, Victoria es quizás la más tranquila de nosotros y no es por el hecho de que a los 12 años perdió la vista, no, ella ya era un lago en calma aún mucho antes que eso sucediera, es muy distinta a Ámbar, o la loca,
Felipe no respondió en un primer momento, solo quedo allí, con los labios cerrados y los ojos abiertos, hasta que Andrés Maller, poso su lengua en los suaves labios de Felipe, y este al sentir su humedad y suavidad, se dejó llevar, era algo que aun sin haberlo hecho nunca, sentía la necesidad de responder, entrelazando la lengua con la de su profesor y en algún momento del beso se aferró a la camisa blanca que siempre llevaba el hombre, quien dibujo media sonrisa y aun así no rompió el beso, solo lo libero cuando lo sintió temblar, sabiendo que al fin lo tenía para él.— Tan hermoso. — susurro con sus ojos oscuros y brillantes clavados en los verdes de Felipe y su mano aun sosteniendo su nuca.— ¿Qué fue eso? — se dijo más para él que para Maller quien sonrió con satisfacción al ver lo aturdido que estaba su alumno.— Eso mi hermoso Felipe, es mi reclamo a ti, de hoy en adelante eres mío.Así fue como comenzó su historia de amor, o eso pensó Felipe, le gustaba su profesor, desde que l
Felipe no podía creer que al fin había tenido sexo, eso a lo que tanto le temía pero que también deseaba, Maller , se mostró muy considerado con él, y Felipe se comenzó a preguntar si esto era amor, no estaba seguro, no era como lo que les contaba Eros o Zafiro, sus hermanos mayores, no se parecía a lo que vio de pequeño con su prima Dulce y Tiago, aunque le gustaba estar con su profesor, pero en el mes que llevaban juntos ninguno de los dos había hecho referencia a estar en una relación, Maller lo había presentado a uno que otro amigo como Felipe, un conocido, nada más y él no tenía amigos aun en ese país, pero aunque los tuviera no iba a presentar a su profesor como novio, ya que Maller solo decía “Eres mío” como si eso explicara todo, a veces se sentía alagado y otras tantas se molestaba, pero ahora no era tiempo de pensar de más en cosas absurdas se dijo una y otra vez, ya tendría tiempo de charlar con “su profesor”, por ahora lo único que quería era terminar de ducharse y de
Felipe término con la llamada y comenzó a caminar hacia fuera, necesitaba regresar a Nueva York, tenía que saber que era lo que le había sucedido a su hermana, ¿cómo fue que alguien pudo ingresar en la mansión Zabet? Porque para Felipe alguien había ingresado en su mansión, su hermana era ciega y no le gustaba salir, pero a mitad de camino una mano grande lo detuvo, o quiso hacerlo, Felipe estaba tan preocupado por su hermana que solo reacciono a esa acción que pretendía detenerlo, el delgado joven tomo la mano de Conall y giro, doblándola de tal forma que estaba a punto de romperla.— Tranquilo Felipe, soy yo. — Dijo con dolor y con su otra mano hizo una señal a sus hombres para que bajaran sus armas.— Mierda, lo siento, yo estoy… estoy muy nervioso, quiero ir a mi casa, necesito ir con mi mamá. — no quería, no debería, pero Felipe sonaba como un niño asustado, quería regresar al refugio de su hogar, que sus padres le dijeran que todo era una broma, que al fin alguien le había hecho
— Señor… — llamo el jefe de seguridad a Felipe.— No me llames así, por favor, tengo la mitad de tu edad, dime Felipe. — el joven vio con fingido espanto a su custodio y a este no le quedo más que reír, Felipe tenía la facilidad de hacer reír incluso a la persona más seria del mundo.— Como digas, solo quería preguntar si saldrá esta noche o…— No claro que no, pueden ir a descansar, nadie podría ingresar al edificio, solo los Bach. — respondió el rubio, ya que se enteró que Conall, desplego al menos veinte hombres aquella noche que fue por él, y aun así tuvo que dar explicaciones a la policía al salir del edificio, Felipe era precavido, siempre temió el ser secuestrado o acosado por los periodistas, lo odiaba, fue por eso por lo que había buscado un buen edificio en donde establecerse en aquel país.Una vez que el empleado se retiró, él fue a la casa de Maller, debía decirle que si seguían en esa especie de relación deberían programar donde y cuando verse, si bien le había confesado