— Señor… — llamo el jefe de seguridad a Felipe.
— No me llames así, por favor, tengo la mitad de tu edad, dime Felipe. — el joven vio con fingido espanto a su custodio y a este no le quedo más que reír, Felipe tenía la facilidad de hacer reír incluso a la persona más seria del mundo.
— Como digas, solo quería preguntar si saldrá esta noche o…
— No claro que no, pueden ir a descansar, nadie podría ingresar al edificio, solo los Bach. — respondió el rubio, ya que se enteró que Conall, desplego al menos veinte hombres aquella noche que fue por él, y aun así tuvo que dar explicaciones a la policía al salir del edificio, Felipe era precavido, siempre temió el ser secuestrado o acosado por los periodistas, lo odiaba, fue por eso por lo que había buscado un buen edificio en donde establecerse en aquel país.
Una vez que el empleado se retiró, él fue a la casa de Maller, debía decirle que si seguían en esa especie de relación deberían programar donde y cuando verse, si bien le había confesado a Lucero que era gay, aun no estaba dispuesto a que toda su familia se enterara y por más que Lucero le aseguró que su gente no diría nada de lo que viera él no estaba tan seguro, o quizás era el hecho de que no estaba seguro de continuar con Maller. Fuera lo que Fuera, Felipe se arrepentiría de haberle mentido a sus custodios.
Felipe camino por las calles de piedra, odiando una vez más el clima tan cambiante de aquel lugar, aun no se acostumbraba a salir con un paraguas cada día, y es que, así como en un segundo el cielo estaba despejado solo segundos después la lluvia caía, como en este momento, apresuró sus pasos y toco sin demora la puerta del hogar de Maller, o el que Felipe creía que era su hogar.
— Creí decirte que siempre lleves un paraguas. — fue lo primero que Maller dijo y Felipe bufo molesto.
— Maller, deja de comportarte como mi padre y dame mejor algo para secarme o me enfermare, odio el clima de este lugar… — Felipe siguió quejándose, sin percatarse de la forma en que su profesor lo veía.
— Ten y sígueme. — ordeno con voz acerada y Felipe lo vio sorprendido.
— ¿A dónde?
— A cambiarte antes de que te enfermes. — sin ser consciente del peligro Felipe lo siguió, y es que, para el joven Zabet, desconfiar de quien te quiere o a quien quieres no era lógico, se supone que quienes te quieren no te dañan, eso pensaba Felipe.
Maller no perdió tiempo y comenzó a desvestirlo, ágil y rápido como solo él podía ser, pero bajo su aparente preocupación se escondía otra cosa, una tenebrosa e incluso diabólica razón, Felipe se dejó hacer, como cada vez que Maller estaba a su lado, el joven se replanteaba la decisión que había tomado, ahora que Maller besaba sus labios con suavidad, y acariciaba su torso, como con suaves movimientos secaba su espalda, o la delicadeza con la que retiraba su pantalón y ropa interior, Felipe se preguntaba una vez más si no estaba siendo egoísta, ¿realmente era correcto alejar a Maller solo por ser un poco controlador? Ahora no estaba, muy convencido de ello. Talvez como todo en su vida estaba tomando una decisión egoísta y es que así se sentía Felipe, cada vez que sus hermanos o padres se abrían a él, buscando tratar de descubrir el secreto del rubio, este los alejaba con alguna broma pesada, en este momento Felipe se preguntaba si en verdad quería alejar a su profesor por no ser compatibles o por temor de amarlo, en estos 19 años Felipe se había acostumbrado a estar solo y aun así acompañado, su mente era un verdadero caos y los besos de Maller no ayudaban, hasta que sintió el frio del metal en sus muñecas, solo entonces se dio cuenta que estaba esposado a la cama.
— ¿Qué haces? — pregunto con media sonrisa que borro al ver el rostro sin emociones de Maller.
— ¿Quién es el hombre que estuvo contigo ayer y hoy? — pregunto mientras se sentaba a horcadas sobre Felipe.
— ¿Por qué me vigilas Maller? — un chasquido sonó y el rubio dejo de hablar y aun cuando sintió el golpe en su mejilla no pudo decir nada, estaba en shock.
— Andrés, ¿cuántas veces te lo debo explicar? Me debes llamar Andrés. — el frio en la voz de su profesor era acompañado por una mirada de hielo.
— ¡Y una m****a, maldito loco! ¿Quién te crees que eres para golpearme? — Felipe solo recibió otra bofetada como respuesta, pero esta vez movió con furia sus manos para tratar de liberarse, ¿lo habían golpeado a lo largo de su vida? Por supuesto, él podía ser delgado y fácilmente podía pasar por una de sus hermanas, pero los niños dorados estaban preparados para la lucha, entrenaba a diario y en más de una ocasión se vio envuelto en las peleas de Stefano, pero, aun así, jamás se había sentido tan indefenso como se sentía en ese momento, nunca alguien que él quería lo había golpeado adrede.
— Me creo lo que soy, el dueño de casi todo el país, soy Andrés Maller, líder del clan dragón rojo y tu… eres una de mis joyas y yo no comparto mis cosas. — Felipe se congelo por casi un minuto, ¿sabía quiénes eran los dragones rojos? si lo sabía, Arkady el primo de Neizan hacia negocios con ellos, ¿quería tener algo que ver con ellos? no, claro que no.
— Quiero irme. — dijo con la esperanza de que Maller lo dejaría ir, algo que le quedo claro no sucedería gracias a la sonrisa siniestra que el mayor tenía en sus labios.
— Hoy comprenderás que tu harás lo que yo quiera y cuando yo quiera, eres mi hermosa joya, exótica, distinta, pero eso no te da ningún privilegio, ¿comprendes? — pregunto ahora jalando el rubio y un poco largo cabello de Felipe, provocando aún más el enojo del menor.
— Déjame, ¡ahora! tú no sabes quién soy… — trato de persuadirlo, pero la risa de Maller lo silencio.
— Eres Felipe Zabet, eres el cuñado de Neri, no querrás que comience una guerra con los rusos por ti ¿verdad? Porque si ese fuera el caso, el primero en morir seria tu sobrino.
Felipe grito, lloro e incluso rogo, pero nadie lo escucho, en las tierras del dragón rojo Andrés Maller controlaba todo, incluso quien oía, quien veía y quien hablaba.
El día siguiente, las personas parecían no ver a Felipe, era como si el joven que caminaba cubierto de sangre no existiera, ni siquiera la policía se detuvo a preguntar qué era lo que le sucedía, tardo más tiempo del normal en regresar a su hogar, cada paso que daba el dolor se incrementaba, sus piernas cedieron en más de una oportunidad, enviándolo al frio de las aceras, donde todos lo veían con lastima, solo una niña hizo el intento de ayudarlo a ponerse en pie, pero la mano de su madre y el miedo en su voz fueron suficiente para hacerla desistir.
— Es el nuevo juguete del señor Maller, déjalo. No lo toques.
Felipe se dejó caer de trasero lo que le causo aún más dolor, un pinchazo que lo dejo sin aire, podía sentir la sangre entre sus piernas, aun así, pudo ver como todos lo veían, aunque luego de unos minutos descubrió que no era a él al que observaban, eran los hombres de la acera de enfrente, los había visto, en reiteradas ocasiones, incluso creyó que lo estaban siguiendo, ahora sabía que no se equivocaba, ¿Cómo era posible que pasara por alto el tatuaje de dragón que se veía en la mano de uno y el cuello del otro? Fácil, porque nunca creyó que en un lugar tan alejado de su hogar debía cuidarse la espalda, porque en su mente de 19 años recién cumplidos, aun había lugar para la inocencia, en ese momento lo pensó, él era inocente, un iluso, un idiota, un soñador, tanto como lo fue Dulce, ¿Cómo pudo creer que, si no se metía con nadie, nadie se metería con él?
Haciendo acopio de la poca fuerza que le quedaba se levantó una vez más, debía llegar a su hogar antes que los custodios de los Bach se hicieran presentes, ya una vez hace 7 años atrás había sido testigo de una guerra, como esos hombres irrumpieron en su hogar, con el desespero que Neri Neizan, el esposo de su hermana mayor, lo había tomado en brazos cubriéndolo casi al completo, cuidando su vida, aun si le costaba la suya propia, y lo había colocado en una camioneta junto con sus hermanos, aun así lo vio, la muerte llego a su hogar, y aunque muchos resultaron heridos solo dos personas murieron ese día, Dulce y Tiago, que en ese entonces tendrían su misma edad, ellos murieron antes de los 20, ¿quería que la historia se repitiera? Claro que no, no podría llevar a su familia a un infierno de ese calibre, menos poner en riesgo a Lukyan, ese niño que aún no nacía, y que era todo para Zafiro, su hermana había sufrido mucho, y en el momento que ingreso en su departamento y fue a la ducha, la conversación que había tenido con Lucero se repitió en su mente.
— A Zafiro la violaron, tres malditos… ayudé a Neri a vengarla, aun así, no hice bien mi trabajo, y sus padres buscaron venganza, no estaban solos, el cartel del Cuervo también los ayudo, ellos querían a Tiago, los otros querían a los Zabet-Ángel…fue mi culpa que mis amigos murieran.
Felipe recordaba el dolor en la mirada verdeazulada de Lucero, él comprendía que ella no tenía la culpa de nada, pero también entendía que esa mujer, que era su cuñada, era la princesa, la heredera de los Bach y algún día asumiría su lugar, no antes de cumplir su promesa, acabar con todos y cada uno del cartel del Cuervo, sin importar el tiempo que le llevara, aun luego de 7 años continuaba cazándolos, pero ¿Cuál era el precio para pagar? Victoria había sido secuestrada, era como si una cosa se conectará con otra, como si la muerte de Dulce y Tiago siguiera pesando sobre ellos y no solo con el dolor de su pérdida.
Felipe comprendió que si decía lo que sucedió una nueva guerra se desataría, pero, aun así, él era Felipe Zabet, no caería bajo las órdenes de nadie, aunque le costará la vida, eso si podía jurar, su vida.
— Púdrete, Maller, jamás será tuyo, primero me tendrás que matar.
Se lo juro viéndose al espejo, su rostro estaba casi desfigurado, sus muñecas estaban en carne viva por lo mucho que lucho para liberarse, mientras Maller lo violo, y no conforme con ello, lleno su estrecho orificio con una variedad inverosímil de juguetes sexuales, sonriendo cada vez que él gritaba, sabía que debería ver un médico, casi no podía caminar y mucho menos sentarse, pero solo se dejó caer en la cama, cubriéndose con las mantas, como cuando era niño y los truenos lo asustaban, peor aún, como cuando tenía 13 años y recordaba los disparos que esos hombres hicieron en contra de su hogar, desde esa noche Felipe se sumergió en una pesadilla que parecía ser eterna.
Dos semanas fueron necesarias para que pudiera recuperarse, por lo menos de las heridas de su rostro, dos semanas en la que no abrió su puerta, y solo dijo que tenía una gripe demasiado fuerte y contagiosa, tanto como para ordenar a los custodios que solo permanezcan en su entrada, no se arriesgaría a enviarlos al hotel donde se hospedaban los hombres, sabía que si Maller quería irrumpiría en su hogar para atacarlo, también contaba con que no supiera que eran hombres de los Bach, ya lo había amenazado esa noche de pesadilla, con atacar a Neri y eso que eran aliados, o por lo menos hacían negocios juntos, Felipe se preguntó ¿qué pasaría si el dragón rojo fuera enemigo de la familia Bach? Quizás Maller lo tomara de rehén, para obligar a Kimberly Bach, actual cabeza de la familia y madre de Lucero, a hacer algo que no beneficiaria a nadie solo a ese hombre despreciable.— ¿Se encuentra Bien señor? — la pregunta del custodio lo trajo al presente, su maldito presente.— Sí, solo… me caí
— ¿Qué hace el líder del dragón rojo con mi sobrino? — la mirada negra como el carbón de Melody barrio el cuerpo del mafioso, de pies a cabeza, no había emoción alguna reflejada en su rostro, pero sus ojos ardían con una clara advertencia, ella era Melody Ángel, esposa de Matt Ángel, ella era la susurradora, la última voz que escuchas, antes de que la muerte llegue, por su mano o la de su esposo, ellos eran los mejores asesinos del mundo.— ¿Tu sobrino? — Maller parecía aturdido, creía saber todo de Felipe Zabet, joven estadounidense, rico como pocos, de 19 años recién cumplidos, soltero y por lo que había descubierto gay, pero ahora se preguntaba si debió indagar un poco más en la vida del joven rubio, el hecho de descubrir que era el cuñado de Neri Neizan, lo había sorprendido gratamente, creyendo que con eso tendría la llave para manipularlo, amenazarlo con iniciar una guerra con el ruso, aunque la verdad era que esa guerra se llevaría a cabo a como diera lugar, Arkady Neizan le
Felipe convenció a su tía de no dar aviso a su padre por su inasistencia a la universidad, alegando que se había arrepentido de la carrera que había elegido, Melody accedió a su pedido, pero no por estar convencida de la excusa que su sobrino le dio, esta asesina profesional había perdido a su hija hacia 7 años, su niña amada, de cabello negro y ojos color cielo, murió de amor, su corazón no soporto saber que perdería a quien amaba, entonces Melody y Candy, la madre de Felipe y quien crio a Dulce, juraron que nunca, jamás, interferirían en el corazón de sus hijos o sobrinos, ya sea que estuvieran o no de acuerdo con la persona que ellos amaran, y a Melody solo le basto con ver la mirada verde esmeralda de Felipe, para saber que sus problemas eran por un corazón herido, quería preguntarle quien fue, deseaba destrozar con sus propias manos a la “mujer” que se había atrevido a lastimar a su sobrino, el pequeño niño dorado bromista, y que siempre tenía una sonrisa adornando su rostro, per
— Victoria reconoce a esta niña como su hija y ustedes también lo harán. — dijo con voz firme y rostro de asesina la matriarca de la familia y solo entonces Felipe respiro aliviado, no quería luchar con su familia, pero era Vicky quien lo necesitaba, lo sentía en su corazón, en su alma, ella sufría aún más de lo que su rostro dejaba ver.— Candy. — Amir era el más reacio a aceptar aquello, no por Estefanía si no por el secuestrador de su niña.— Estoy segura de que Vicky hablara con nosotros luego, ¿acaso mi esposo tendría el alma tan negra para lastimar a una pobre niña? — dijo para presionarlo una vez más, sabía cuál era el punto de quiebre de su esposo.— No, claro que no lastimaremos a la pequeña, pero estoy seguro de que es una trampa, ¿Cómo es que llego hasta aquí la niña? Estoy seguro de que ese hombre no está muerto. — Candy pensaba lo mismo que su esposo y Matt estaba seguro de que Alejandro era un asesino aún más despiadado que él, pues hasta el momento no había movido ni un
Una vez la mesa fue acomodada, todos tomaron su lugar, la niña era el centro de atención, mientras Felipe trataba de pensar que hacer con Rosita y Melody, como convencerlas de que no regresen al país de que Maller era casi dueño absoluto, hasta que escucho a la niña ofrecer sus ahorros a Hades para que matara a su padre, algo que lo hizo ahogar, y no solo a él, Amir y Alessandro también se ahogaron.— Estefanía, ¿recuerdas lo que te dije esa mañana? —el tono de voz de Vicky era serio pero cariñoso.—Que siempre debía despedirme de las personas que quiero aun estando enojada, porque no sé si volveré a verlas.— Bien, quiero que escuches muy bien lo que te diré ahora, no es bueno decir o hacer algo cuando estamos enojados con una persona, más aún si la queremos, a veces el rencor pesa más que el cemento y te puede hundir en un mar de aguas frías, del que no todos logran salir. — Felipe veía con orgullo a su hermana.— ¿Y cómo sabré que ya no estoy enojada? — pregunto viéndola a los ojos
Alessandro, Eros, Stefano y Mateo corrieron con Victoria al hospital, mientras que Matt se quedaba a cuidar a los niños que dormían, Amir, Candy, Hades y Ámbar salían en otro vehículo, y finalmente Felipe se subió a otro con su tía y Lucero. Su mente era un Torbellino, que lo llevaba a los lugares más oscuros de sus recuerdos, los disparos en su hogar, aquel día que fueron atacados, las torturas que Maller le había dado, saber que Rosita y Mel correrían peligro cuando regresaran sin él al oriente.— No pueden regresar al oriente tía, ni Rosita ni tu pueden ir. — sentía la mirada de Melody en él, como también podía ver el cuerpo de Lucero tensarse.— ¿Que sucede? ¿Qué te hicieron hijo? — Melody los amaba, tanto como Candy, eran una gran familia.— Es por mi familia, los Bach, hoy hable con Felipe, no es seguro el lugar donde están. — Lucero mentía, pero Melody no tenía como saberlo, la princesa Bach había aprendido a mantener sus emociones bajo control, como su padre Liam.— ¿Tienen pr
Zack dio la orden y todos lo siguieron, era el mayor después de todo, aunque tenía la misma mentalidad de un adolescente. El club no era para nada exclusivo y eso para Felipe estaba más qué bien, no se arriesgaría a que algún viejo compañero de colegio lo viera y lo dejara al descubierto con sus padres, todo iba de maravilla, Felipe se movía al ritmo de la música, habían formado una pequeña ronda entre los cuatro y de repente, el rubio sintió unas grandes manos en su cintura, alguien no solo lo abrazo desde atrás, sino que también apoyo una enorme erección sobre sus nalgas, al tiempo que lo enjaulo aún más entre sus brazos, bajo la mirada atónita de sus amigos, quienes habían dejado de bailar y ahora estaban tan sorprendidos como Felipe.— Hola bonita. — una voz ronca en su oído provoco que el corazón de Felipe se desbocara, al tiempo que giraba su rostro para toparse con una mirada color miel que lo hechizo de inmediato.— Hola y gracias, pero soy bonito, no bonita. — el moreno que e
Pasaban las cuatro de la tarde del domingo, la pileta era la mejor opción, por lo que los cuatro se encontraban allí, divirtiéndose, hasta que escucharon un revuelo proveniente de la mansión de al lado, pero antes que pudieran saber a qué se debía, en la reja de entrada, Carlos vio una melena que de inmediato llamo su atención.— ¡Amor! ¡Amor! ¡oh por Dios, allí estas! Ven aquí con papi. — tres pares de ojos se clavaron en la espalda de Sandoval, el sicario los podía sentir, mientras sus manos se convertían en puños.— Con razón te fuiste del club. — murmuro Azul.— Asique si pateas con ambas piernas. — dijo Fabian y Enrique rompió a reír a carcajadas.— Se callan par de idiotas, no conozco al maldito loco. — respondió apretando los dientes.— ¡Amor! ¡te estoy hablando! ¡Ven aquí, no me hagas esto! — el rubio se oía desesperado.— Sí que lo follaste duro, para dejarlo tan loquito. — y eso fue lo máximo que pudo soportar, se giró sobre sus talones y comenzó a caminar, seguido de sus am