Sospecha

Giselle

Después de más de treinta minutos llego a las rejas de la casa que ahora me causa tanto repudio y sin más opción las traspaso. Cuando una vez más estoy frente a la puerta, toco el timbre y al cabo de unos segundos el ama de llaves me abre, no sin antes dirigirme una mirada despectiva.

—¿Dónde estaba? —me cuestiona con molestia, sin siquiera dignarse a saludarme.

—Salí a dar una vuelta —respondo con la mirada baja. No puedo creer que nadie en esta casa me respete, pero más aún que yo haya sido tan idiota cómo para soportar este trato.

—En lugar de estar perdiendo el tiempo, debería de estar cuidando a mi niño —se queja, pero antes de que pueda continuar con sus comentarios maliciosos, la voz de mi suegra nos interrumpe.

—Hasta que te dignas a regresar. ¿Dónde estabas? —inquiere, cruzando sus brazos sobre su pecho y fulminándome con la mirada.

—Salí a dar una vuelta.

—¿Saliste a dar una vuelta? ¿Acaso el aire del jardín no es suficiente para ti? —chilla sin dejar de fruncir el ceño—. Mejor ven y ayúdame a cuidar de mi Oliver.

—¿Qué le sucedió? —me obligo a preguntar y subiendo con lentitud detrás de ella.

—Si hubieses estado aquí te habrías enterado lo que ese maldito desgraciado le hizo a mi pobre hijo, pero no la mujer decidió salir a perder el tiempo en lugar de estar en su casa.

»Ya que no eres buena para darle a mi hijo el heredero que tanto quiere, por lo menos termina de desinfectar sus heridas en lo que yo voy y le hablo al doctor para que venga a revisarlo —se queja, entregándome un frasco de antiséptico y dirigiéndose a su habitación.

Con paso lento me encamino a mi habitación y tragando fuerte para no insultar a Oliver por lo que me ha hecho abro la puerta, encontrándome de inmediato con su fría mirada.

—¿Qué te sucedió? —lo cuestiono con falsa preocupación. Sé que si esto le hubiese sucedido hace unas horas antes de enterarme de la clase de persona que es en realidad, estaría sumamente preocupada por él, no obstante, ahora, mirándolo todo golpeado y con un poco de sangre seca en la ropa, solo puedo sentir satisfacción de verlo así.

—¿Dónde estabas? —repite la pregunta que ya escuché de las otras mujeres.

—Salí a dar una vuelta —musito como un autómata—, quería darme ideas para alguna nueva fragancia.

—¿Y si te ocurrió algo? —me interroga, sentándose de golpe y sujetando sus costillas debido al esfuerzo que hizo.

—No, aún no —miento—, de momento no tengo inspiración para hacer algún producto nuevo.

—¡Qué inútil! —gruñe, regresando a su posición y mirándome con repulsión. Una repulsión que en todos estos años nunca fui capaz de ver, debido al amor que sentía por él.

Desvío la mirada y me dirijo al baño para lavarme las manos. Después de secármelas regreso con Oliver y llenando una torunda con un poco de antiséptico, comienzo a pasarlo sobre las heridas de su rostro.

En algún momento de descuido, paso con un poco más de fuerza la torunda sobre su pómulo, arrancándole un quejido de dolor y ganándome un empujón de su parte.

—¿Qué diantres te sucede? ¿Eres tan idiota que no te das cuenta de que estoy adolorido?

—L-lo siento —me disculpo, poniéndome de pie.

—¿Qué sucede, Oliver? ¿Qué le hiciste a mi hijo? —nos interrumpe su madre, entrando a la habitación sin siquiera dignarse a tocar a la puerta.

—Nada —me defiendo con un hilillo de voz.

—Esta idiota me lastimó, madre —se queja haciendo una mueca.

—Eres una inútil. Vete de aquí, no quiero que por tu culpa el rostro de mi hijo quede desfigurado.

»¿Sabes qué? —me detiene antes de que pueda marcharme—. Como los golpes de mi Oliver son bastante graves, por algunos días dormirás en la habitación de huéspedes. Toma todas tus cosas y deja a mi hijo tranquilo, es lo que más necesita en este momento.

—Gracias madre, tú si sabes cómo tratarme.

—De acuerdo —en otras circunstancias habría insistido en quedarme a su lado, pero dado que ahora conozco su verdadera cara, estar lejos de él es lo mejor que puede pasarme.

Tomo unas cuantas mudas de ropa y salgo de la habitación dejando a madre e hijo quejándose de los pésimos cuidados que le brindo.

Con un suspiro de alivio busco una de las tantas habitaciones libres y cuando la encuentro, me dejo caer en la cama demasiado agotada y con un dolor punzante en mi pecho, el cual será difícil de sanar.

Me abrazo a mí misma y antes de comenzar a llorar recuerdo que deje mis cosas de baño en mi habitación, por lo que debo regresar por ellas aun cuando no deseo hacerlo para no volver a mirar a esas personas que tanto me detestan.

Con mucha dificultad me levanto de la cama y con una lentitud nada habitual en mí me obligo a regresar el camino andado, cuando estoy por tocar a la puerta escucho una pequeña discusión entre Oliver y su madre, ante lo cual me acerco un poco más para escuchar mejor lo que dicen.

—Deberías de demandar a esa bestia que te atacó —musita la mujer.

—No puedo hacerlo.

—¿Por qué no? Mira cómo te dejó, es lo menos que se merece. Estar tras las rejas.

—¿Crees que si lo denuncio él no hará lo mismo conmigo? Por años le hemos robado sus productos y aunque no tenga las pruebas suficientes, estoy seguro de que el solo mencionar algo semejante dañaría enormemente nuestra reputación. Así que no madre, no lo denunciaré, pero te juro que todos estos golpes se los regresaré al doble…

—¿Giselle, qué haces ahí? —inquiere el padre de Oliver, provocando que dé un pequeño brinco en mi lugar al saberme descubierta.

—Y-yo, estaba por tocar a la puerta.

—¿Por qué ibas a tocar en tu propia habitación? —pregunta el hombre, mirándome con desconfianza.

—Es solo que mi suegra me pidió quedarme en una de las habitaciones de invitados para no molestar a Oliver, sus heridas fueron un poco graves y considera que es mejor dejarlo solo —respondo con la boca seca.

Toco un par de veces a la puerta y cuando Oliver me permite pasar, él y su madre arrugan la nariz al ver de quién se trata.

—¿Qué haces aquí? Te dije que mi hijo necesita estar solo, si vienes a insistir en quedarte con él…

—Solo vine por algunas cosas que se me olvidaron —la interrumpo, entrando a mi propia habitación.

—No me interrumpas cuando te estoy hablando. No entiendo cómo pudiste casarte con una mujer como ella Oliver, no tiene modales —se lamenta la mujer.

Ignorando sus quejas, sigo de largo hasta el baño y después de tomar todo lo que necesito, regreso donde se encuentran todos los Lefebvre, quienes me miran con los ojos entrecerrados.

—Y-yo me voy. Los dejaré solos —farfullo, antes de cerrar la puerta detrás de mí.

Regreso corriendo a mi nueva habitación, donde me encierro y me dejo caer en el piso. Estoy segura de que el señor Bastian les dijo que me encontró escuchando su conversación a hurtadillas y ahora deben de sospechar de mí.

Al cabo de unos minutos en los cuales por suerte ninguno de ellos viene a buscarme, me pongo de pie y me instalo.

[…]

Al día siguiente, bajo a desayunar y cuando tres pares de ojos me observan con recelo, me quedo en mi lugar con una tensa sonrisa.

Tomo mi lugar a un lado de Oliver y como cualquier otro día bajo la mirada hasta que alguien llega con nuestro desayuno y con mucha lentitud comienzo a ingerir mis alimentos, ignorando en todo momento las tensas miradas que me dirigen los Lefebvre.

Una vez que terminamos me pongo de pie y justo cuando estoy por salir de la casa, la madre de Oliver me detiene.

—¿A dónde vas? —me cuestiona, tomándome con fuerza del brazo y enterrando sus uñas en él.

—Al jardín, ¿a dónde más podría ir? —le cuestiono con un deje de frialdad.

—No me respondas de esa forma —chilla la mujer, antes de levantar su mano y estamparla en mi cara, girando mi rostro de tal forma que me duele hasta el cuello—. No pierdas el tiempo en el jardín y ayúdale a las mujeres del servicio a lavar los platos del desayuno o incluso a preparar la comida de hoy, por lo menos deberías ser de utilidad una vez en tu vida.

—Pero aún faltan varias horas para la comida —musito, tocando mi labio, el cual se abrió debido a su golpe.

—No le respondas de esa forma a mi madre y haz lo que te ha dicho —me reprende Oliver, sosteniendo sus costillas.

—Está bien —murmuro conteniendo mi llanto, intentando soportar un poco más cada humillación que recibo de ellos, pero se me hace tan difícil que si fuese de mí en este momento le habría devuelto la cachetada a la mi suegra.

—Ve a descansar Oliver, así no puedes ir a trabajar. Ese bruto te dejó todo herido —la señora Chantal pasa por mi lado y estirando su mano para ayudar a su hijo, suben hasta la habitación sin volver a dirigirme ni una sola mirada.

Durante toda la mañana ayudo a las mujeres, ya sea a lavar o cortar verduras para preparar la comida favorita de mi esposo. En cuanto acabo subo para recostarme un rato, no obstante para mi mala suerte me encuentro con Oliver en medio del pasillo, quien me intercepta y me detiene.

—¿A dónde vas? —pregunta y es una frase que he escuchado tantas veces que ya me está hartando y más viniendo de él, cuando ambos sabemos perfectamente que en realidad no le importa a donde vaya o lo que haga.

—Quiero descansar un rato, estuve muchas horas de pie y estoy agotada.

—Ya es hora de la comida.

—Ve tú, yo comeré más tarde, en verdad estoy agotada.

—No, bajaremos los dos, juntos como lo que somos marido y mujer —toma mi mano y estrujándola con fuerza me obliga a seguirlo.

Nos sentamos en silencio y solo me limito a intervenir en la conversación entre Oliver y sus padres cuando me preguntan algo, pero por lo demás evito cruzar palabras con ellos.

—Regresarás a la habitación, no es necesario que te quedes en la de invitados —me informa Oliver cuando me pongo de pie, lista para huir de él.

—¿P-por qué? Tu madre dijo que necesitabas estar solo y…

—Y tu deber como mi esposa es estar a mi lado en todo momento, así que deja de discutir y regresa tus cosas a nuestra habitación —zanja el tema, tomando nuevamente mi mano y arrastrándome al piso superior.

Cuando llegamos a la habitación de invitados, abre la puerta y con un movimiento de su cabeza me obliga a tomar todas mis cosas para regresar con él. Con un gran pesar hago lo que me indica y con un nudo en el estómago estoy segura de que Oliver sospecha de mí y ahora me será más difícil verme en dos días con ese hombre para saber su respuesta.

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