— ¡¿Que veinte años no es nada?! – decía entre sollozos Anna Margarita, mientras pensaba que ciertamente el Zorzal – Carlos Gardel – argentino se había equivocado olímpicamente.
— ¡Que febril la mirada, errante en las sombras. Te busca y te nombra! Vivir con el alma aferrada, a un dulce recuerdo que lloro otra vez… - sollozaba mientras empinaba la botella de whisky barato que encontró en una licorería de camino al apartamento de su amiga Alicia donde aceptó vivir luego de perder precisamente veinte años de su vida.
— Anna, ya deja de beber por favor – aconsejaba su única amiga, que irónicamente era su asistente.
— ¿Por qué Ali? Si a las personas que obran de peor manera les va de lo mejor – expresó una llorosa mujer dolida y dañada por lo que un mal hombre le había arrancado…
— ¡Tranquila mi amor, todo se va a arreglar, ya lo verás! – miraba de reojo a una mujer valiente y decidida que en este momento ahogaba las penas y emociones en el alcohol.
No era de extrañar, porque la pobre mujer sufrió un infierno, porque su estado de demencia llegó al límite cuando decidió que era hora de ir a darle el merecido a quien la maltrató por años disminuyéndola hasta sentirse un guiñapo…
Anna Margarita Buendía; mecanógrafa y auxiliar de computación, ha sido la asistente de Alejandro del Toro por veinte años consecutivos de los cuales, los últimos diez han carecido de vacaciones por causa de su divorcio y el pleito por bienes materiales, inmuebles y hasta los hijos – que ni siquiera son de ella – que ella le crió. Eso quiere decir que a Anna le ha tocado duro y se ha visto en la obligación de pelear como una gata, con uñas y dientes para que el susodicho no la deje en la calle y peor aún ¡con una mano delante y la otra detrás! Marco Antonio Méndez "el susodicho", ex esposo de la agraviada es un abogaducho de quinta con una labia tan convincente que aunque ¡es un bruto! para las leyes, padece una dicción terrible ¡sí! padece porque según Anna ya es una patología lo que sufre el animal (las palabras textuales de nuestra hero&iacut
El hombre quedó petrificado a causa de la noticia, Anna Margarita llevaba con él veinte años laborales y desde que llegó a la empresa se comportó como toda una señora casada - porque ya lo estaba por supuesto - nunca había hablado acerca de su matrimonio, lo que él sabía era porque la secretaria de Administración era la amante de su esposo o lo fue, y le dijo a alguien donde se veían y como siempre había tenido interés en ella lo había investigado pero nada más por chismoso, ya que Margarita nunca le había dado un motivo acertado para acercarse más que ahora. Mientras esta llora entre sus brazos, disfrutaba como un pervertido de su maravilloso olor a frutas, una mezcla dulce y cítrica que llenaba de vida sus fosas nasales y deleitaba sus papilas gustativas al solo pensar en tenerla para si mismo.&n
—¡Ya te dije que vas conmigo Margarita y no lo voy a repetir! – ahogó un jadeo frustrado y respiró profundo, Alejandro no se preocupó en subir la mirada.—¡Si señor! – se giró caminando malhumorada, su jefe la observó por encima de las gafas disfrutando de su bonito trasero.—¡No te pierdas Margarita, nos vamos en diez minutos! – la mujer cerró la puerta más fuerte de lo normal debido a su molestia y Alejandro sonrió negando con la cabeza.Bajaron en el ascensor, ella no le cruzó palabra ya que se sentía en desventaja obligándose a obedecer porque era su jefe. Alejandro sonreía encantado ante la renuencia de la mujer que tenía a su lado con los brazos cruzados y labios apretados, le pareció más bella que nunca, se dejaba la vista en sus rasgos fi
—¡Me fui de la cagada! – Confiesa a su amigo Carlos Andrade —la situación se me escapó y al parecer choqué de frente con la maldita pared – dice molesto antes de saborear el último trago al whisky que queda en el vaso y el hielo tintinea haciéndole cosquillas en los labios.—¡No entiendo! ¿Cómo se te ocurrió llevarla a ese almuerzo? – pregunta éste confundido.—¡Porque soy un idiota que aún piensa en su hija como una niña! – contesta a su amigo mientras este sube la mano llamando la atención de alguien, a quien reconoce como Humberto Larrazábal el Magnate hotelero.—¡Coño tío, pero que bien te ves! – expresa emocionado Alejandro, abrazando a su amigo que estuvo a punto de perder la vida. 
Anna Margarita salió de la empresa en su Peugeot 207 sport que aún no termina de pagar, pero es prácticamente lo que considera suyo, ya no entiende lo que quieren de ella y resopla enojada por la actitud tan extraña de su jefe ¿Qué problema tenía con ella? ¡La gente sufre todo el tiempo joder! Él lo tiene todo y no debería sufrir, aunque el divorcio o más bien el engaño de su ex esposa lo martirizó bastante. Bebió, se revolcó y tuvo mil caídas. Ella lo ayudó en lo que pudo tomando en cuenta su situación de casada y de pobreza por supuesto ¡ya estaba cansada de que le jodieran la vida! Se acabaron los hombres para ella.Sumida en sus pensamientos llega al frente de su casa en el barrio Amposta, al sur de Madrid, en el distrito de San Blas. Una zona no tan peligrosa, pero sí de cuidado, Anna había hecho buenas migas con l
—¡Joder! – su cuerpo cayó con un golpe seco sobre la cama, agotado por el esfuerzo físico del que fue objeto al pasar casi toda la noche teniendo sexo con esta chica atlética y vigorosa —¿Qué hora es? – escucha un gemido y luego un ronroneo. Sonríe —Por lo menos te di la talla hasta las… ¡oh mierda son las cuatro de la mañana – debía dormir un poco antes de irse a casa para salir al trabajo.La noche había estado tan movida y salvaje que no recordaba la última vez que había tenido un sexo tan bueno y satisfactorio, definitivamente esta chica sabía lo que era complacer al sexo opuesto de una manera primitiva y prosaica. Se sumió en un sueño profundo y placentero.Salió del baño cubierto con el albornoz a las siete con diez de la mañana, aún con su
—¡Buen día Margarita! – sus ojos se fueron detrás del culo más atractivo que nunca vio, su respiración se abarrotó en la garganta y su hombría despertó instantáneamente.La mujer saltó en el sitio asustada por la voz que no esperaba y casi cae al piso, se giró y lo miró inmóvil, se encontraba atontado, un poco alejado y… tembloroso.—¡Dios mío, buen día Sr. Del Toro, qué susto! – la vista del hombre cayó directo en el canalillo entre sus senos, no entendía cómo podía ser posible que estuviera tan buena y mucho menos entendía como se podía excitar después de la noche que tuvo con…< Mierda olvidé su nombre > Pensó.—¡Lo siento Margarita, no fue a prop&
Alejandro ingresó a la habitación de aquel hotel aspirando el aroma delicioso a hierbas aromáticas y sándalo, no era de sus aromas preferidos, pero había algo más delicioso en el ambiente, algo muy sensual que despertaba todos sus sentidos al darle un aire de seducción al sitio. María Elena salió del baño embutida en un camisón de seda transparente color negro, que le llegaba a los tobillos abierto a cada lado mostrando sus bellas piernas, debajo del cual había un precioso conjunto de lencería a juego en encajes, lo que la hacía lucir deliciosamente provocativa y sexy hasta más no poder.—¡Joder! – exclamó impresionado por lo hipnótico de la imagen.—¡Me alegra que te guste! – esa mujer no lo perdonaría en este momento y más aún cuando su cuerpo reaccionaba