Alejandro ingresó a la habitación de aquel hotel aspirando el aroma delicioso a hierbas aromáticas y sándalo, no era de sus aromas preferidos, pero había algo más delicioso en el ambiente, algo muy sensual que despertaba todos sus sentidos al darle un aire de seducción al sitio. María Elena salió del baño embutida en un camisón de seda transparente color negro, que le llegaba a los tobillos abierto a cada lado mostrando sus bellas piernas, debajo del cual había un precioso conjunto de lencería a juego en encajes, lo que la hacía lucir deliciosamente provocativa y sexy hasta más no poder.
— ¡Joder! – exclamó impresionado por lo hipnótico de la imagen.
— ¡Me alegra que te guste! – esa mujer no lo perdonaría en este momento y más aún cuando su cuerpo reaccionaba
A las seis con treinta y cinco de la tarde se encuentra Alejandro Del Toro esperando frente al edificio donde vive María Elena Castro con sus padres, un sitio de bien en una zona de excelente estatus social, llena de edificios de lujo y parques temáticos donde los niños tienen todo tipo de recreación y diversiones. Suspira recordando a su Capullo cuando era solo una bebé y dejaba su vida para darle el tiempo que ella necesitaba de él. Hoy en día es una copia de su madre y aunque ya no siente nada al respecto, su corazón sigue sin funcionar para el amor aunque no se niegue a ello.Mira el reloj y rueda los ojos por la tardanza de la chica. Decide llamarla, pero no contesta; no es amigo de la puntualidad y le desagrada esperar. En su familia siempre ha reinado la puntualidad y si comienza con este tipo de irresponsabilidades su madre no lo tomará en serio con esta chica. Resopla y decide irse cuando un
—¡Margarita! – ella atendió a la voz conocida y resonante de su jefe. Lo miró a los ojos por un momento y se fijó en el brillo que tenían, al igual que se fijó en como lo miraba la preciosa morena que caminaba detrás de él.—¡Sr. Del Toro, qué sorpresa! – Sonrió cortes, un tanto fría —¡Es un placer verle por acá! ¿Señorita? – el hombre giró y casi tira al piso la chica. Anna sintió un apretujón en el estómago y no entendía el por qué.—¡Ah! – Suspiró —Ella es María Elena Cortés…—¡Su novia! &
La gente se retiraba, ya eran más de las tres de la mañana y Alberto Del Toro decidió que era buena idea volver a casa. Ya habían cumplido con su deber de amigos con la familia Duque, pero su esposa se sentía agotada por el trasnocho y Juliana debía ir a la universidad al día siguiente.—Alejandro ¿te quedas? – su primogénito negó. Observó a Margarita cuchicheando con su hermana y la imaginó con una niña en los brazos un domingo de asado en su casa.< Mierda debo dejar de divagar. Pensó incomodo >—¡Me voy con ustedes papá, me quedo en casa para desayunar tortitas con beicon hechos por Eneida – sonrió consentido y su padre negó con la cabeza.—¡Anita, querida! – Anna fue directo a los brazos de Alberto y su hijo
El día en la oficina estaba fatal sin Anna y aun no era mediodía. Conocía el trabajo a fondo, pero estaba tan acostumbrado a ella que le era imposible concentrarse. Salió de la oficina para sacar unas copias cuando se encontró con una atractiva chica de unos veintiún años sentada en el escritorio. No la conocía. Eso le daba una idea de lo poco que recorría los departamentos, la chica se encontraba escribiendo un mensaje en el celular, cuando sintió que la observaban levantó la vista y quedó inmóvil en el sitio, Alejandro levantó las cejas y apretó los labios sin molestia, solo con asombro de verla. Tenía unos bonitos ojos verdes, grandes y expresivos, nariz muy fina y labios gorditos en una boca pequeña pintada de rosa. Su respiración era trabajosa porque se dio cuenta de que era el jefe y la había pillado perdiendo el tiempo, se levantó lo m&aa
—¡Oh Dios, más por favor! – gritó la chica mientras el hombre le daba placer desde abajo manteniéndola a horcajadas sobre él.Su cuerpo estaba bañado en sudor y la respiración le fallaba por momentos, los fuertes gritos de María llenaban la habitación y cuando la fuerza del clímax la envolvió como un ramalazo de electricidad cayó en el pecho de Alejandro exhausta por la tarde de sexo duro y delicioso que tuvieron.—¿Estas bien? –preguntó al temer que hubiese sido muy rústico al apresar su cadera.—¡Fenomenal! – bajó de su pelvis y se recostó a su lado.El Toro de Madrid sacó su cuerpo de la cama y se dirigió al baño para deshacerse del preservativo y enjuagar su rostro con el agua del lavabo, se encontrab
El lunes llegó muy temprano a trabajar, arreglo todo lo concerniente a la reunión de la Federación de Pescadores, lo que es más una labor social que otra cosa. Aunque la empresa se lucraba a sí misma, existían muchos ejecutivos que invertían “una gotita marina” en ayudar a las personas que vivían de este trabajo. Ya arreglada la sala de conferencias, con las trece carpetas sobre la mesa y sus respectivas libretas y bolígrafos, se dedicó a preparar el café para llevarle el desayuno a su jefe como siempre, como todos los días. Preparó la bandeja y se dispuso a tomarla en sus manos hasta que escuchó el estruendo de la puerta, puso los ojos en blanco ya que supo al instante de quien se trataba.Marina se presentó delante de ella con su vestido azul impecable de diseñador y sus zapatos altísimos de Dior. La miró con asco y so
Al mediodía Anna invitó a almorzar a su ingrata amiga que ni siquiera pasó por el apartamento a cambiarse de ropa y no tiene idea de dónde sacó la que llevaba puesta. —¿De quién es esa ropa Ali? – preguntó Anna observándola por encima del vaso de limonada que estaba saboreando, esta se encogió de hombros. —¡Ni idea amiga! Debe ser de algún de sus ligues usuales, pero me queda como un guante – Ana no aguantó y se rió a carcajadas —¿Qué? No podía llegar aquí con el mini vaquero y el top, además llegué sobre la hora – Anna negó sonriendo casi ahogada con la limonada. —Te dormirías muy tarde, ni siquiera te vi ayer – le riñó. —Juraba que te habías quedado con Rixio – la castaña abrió tanto los ojos que pensó se le saldrían de las órbitas. —¡Claro que no Alicia! Es un niño – le espetó escandalizada. —¿Hasta cuá
Observó a Anna recostado al marco de la puerta, no le permitió a Alicia llevársela a su casa. Su cama gigante era mucho más cómoda y de ese modo él podría mantenerse al pendiente. Su teléfono no ha dejado de sonar ya que su padre se enteró de la paliza que le propinó al sinvergüenza de Marcel y necesita hablar con la policía, no puede dejar ese acto impune.—¡Papá! – contestó con un gruñido, no quería hablar. Solo quería tumbarse al lado de ella para cuidarla y cubrirla de mimos —Me encuentro en el ático, Margarita está… aquí, con Alicia. Me doy un cambio de ropa y nos vemos en la casa – ni siquiera se preocupó de escucharlo, colgó y se internó en el baño de huéspedes.—¿Alejandro? – La chica llam&o