El Toro de Madrid salió del apartamento y al llegar al ascensor esperó unos segundos para calmarse. Se sentía agobiado por tanto veneno, no entendía como esa chica con tan bellos atributos podía simplemente… ser una delincuente, no le interesaba ella, pero casi se lo lleva por delante con su maldad y su falta de conciencia. Agradecía a Dios haber encontrado a Anna, ella era una buena mujer y lo amaba, ella se lo había demostrado siempre. Su teléfono sonó, era el “pequeño Juan”, respondió al instante.
— ¡Pequeñín! – dijo aun con voz temblorosa.
— ¡Jefe, la jefa está aquí! Quiere entrar – se puso las manos en la cabeza exasperado y miró al cielo.
< ¡Jesús, esta mujer va a matarme, la voy a azotar fuertemente! > pensó sacudi
¡Y ya lo tenía decidido! Gozaban de un amor otoñal por sus edades y considerando el hecho de que ya su embarazo iba para el cuarto mes la fecha era perfecta, ya que se encontraban a finales de enero y el frío estaba en su punto más alto y ella tenía fecha de parto para el mes de junio a finales. —¡Claro que sí y celebraremos el cumpleaños de Alejandro el siete de agosto! – el Toro pone los ojos en blanco —¿Si te parece bien? ¡Por supuesto! – rectificó Juliana con ojitos de cachorro. Se encontraban sentados frente a la chimenea, planificando todo un año de actividades, desde un Baby Shower para Anna hasta el aniversario de los Sres. Del Toro, era exhaustivo, pero se sentía en familia. —¡Me encanta la idea! – Alejandro la miró con el ceño fruncido y le sonrió —Celebraremos tu cumpleaños y no te regalaré un perfume no la oficina de lo más aburrido – resopló, nunca dejaría
—¡¿Que veinte años no es nada?! – decía entre sollozos Anna Margarita, mientras pensaba que ciertamente el Zorzal – Carlos Gardel – argentino se había equivocado olímpicamente.—¡Que febril la mirada, errante en las sombras. Te busca y te nombra! Vivir con el alma aferrada, a un dulce recuerdo que lloro otra vez… - sollozaba mientras empinaba la botella de whisky barato que encontró en una licorería de camino al apartamento de su amiga Alicia donde aceptó vivir luego de perder precisamente veinte años de su vida.—Anna, ya deja de beber por favor – aconsejaba su única amiga, que irónicamente era su asistente.—¿Por qué Ali? Si a las personas que obran de peor manera les va de lo mejor – expresó una llorosa mujer dolida y da&ntild
Anna Margarita Buendía; mecanógrafa y auxiliar de computación, ha sido la asistente de Alejandro del Toro por veinte años consecutivos de los cuales, los últimos diez han carecido de vacaciones por causa de su divorcio y el pleito por bienes materiales, inmuebles y hasta los hijos – que ni siquiera son de ella – que ella le crió. Eso quiere decir que a Anna le ha tocado duro y se ha visto en la obligación de pelear como una gata, con uñas y dientes para que el susodicho no la deje en la calle y peor aún ¡con una mano delante y la otra detrás! Marco Antonio Méndez "el susodicho", ex esposo de la agraviada es un abogaducho de quinta con una labia tan convincente que aunque ¡es un bruto! para las leyes, padece una dicción terrible ¡sí! padece porque según Anna ya es una patología lo que sufre el animal (las palabras textuales de nuestra hero&iacut
El hombre quedó petrificado a causa de la noticia, Anna Margarita llevaba con él veinte años laborales y desde que llegó a la empresa se comportó como toda una señora casada - porque ya lo estaba por supuesto - nunca había hablado acerca de su matrimonio, lo que él sabía era porque la secretaria de Administración era la amante de su esposo o lo fue, y le dijo a alguien donde se veían y como siempre había tenido interés en ella lo había investigado pero nada más por chismoso, ya que Margarita nunca le había dado un motivo acertado para acercarse más que ahora. Mientras esta llora entre sus brazos, disfrutaba como un pervertido de su maravilloso olor a frutas, una mezcla dulce y cítrica que llenaba de vida sus fosas nasales y deleitaba sus papilas gustativas al solo pensar en tenerla para si mismo.&n
—¡Ya te dije que vas conmigo Margarita y no lo voy a repetir! – ahogó un jadeo frustrado y respiró profundo, Alejandro no se preocupó en subir la mirada.—¡Si señor! – se giró caminando malhumorada, su jefe la observó por encima de las gafas disfrutando de su bonito trasero.—¡No te pierdas Margarita, nos vamos en diez minutos! – la mujer cerró la puerta más fuerte de lo normal debido a su molestia y Alejandro sonrió negando con la cabeza.Bajaron en el ascensor, ella no le cruzó palabra ya que se sentía en desventaja obligándose a obedecer porque era su jefe. Alejandro sonreía encantado ante la renuencia de la mujer que tenía a su lado con los brazos cruzados y labios apretados, le pareció más bella que nunca, se dejaba la vista en sus rasgos fi
—¡Me fui de la cagada! – Confiesa a su amigo Carlos Andrade —la situación se me escapó y al parecer choqué de frente con la maldita pared – dice molesto antes de saborear el último trago al whisky que queda en el vaso y el hielo tintinea haciéndole cosquillas en los labios.—¡No entiendo! ¿Cómo se te ocurrió llevarla a ese almuerzo? – pregunta éste confundido.—¡Porque soy un idiota que aún piensa en su hija como una niña! – contesta a su amigo mientras este sube la mano llamando la atención de alguien, a quien reconoce como Humberto Larrazábal el Magnate hotelero.—¡Coño tío, pero que bien te ves! – expresa emocionado Alejandro, abrazando a su amigo que estuvo a punto de perder la vida. 
Anna Margarita salió de la empresa en su Peugeot 207 sport que aún no termina de pagar, pero es prácticamente lo que considera suyo, ya no entiende lo que quieren de ella y resopla enojada por la actitud tan extraña de su jefe ¿Qué problema tenía con ella? ¡La gente sufre todo el tiempo joder! Él lo tiene todo y no debería sufrir, aunque el divorcio o más bien el engaño de su ex esposa lo martirizó bastante. Bebió, se revolcó y tuvo mil caídas. Ella lo ayudó en lo que pudo tomando en cuenta su situación de casada y de pobreza por supuesto ¡ya estaba cansada de que le jodieran la vida! Se acabaron los hombres para ella.Sumida en sus pensamientos llega al frente de su casa en el barrio Amposta, al sur de Madrid, en el distrito de San Blas. Una zona no tan peligrosa, pero sí de cuidado, Anna había hecho buenas migas con l
—¡Joder! – su cuerpo cayó con un golpe seco sobre la cama, agotado por el esfuerzo físico del que fue objeto al pasar casi toda la noche teniendo sexo con esta chica atlética y vigorosa —¿Qué hora es? – escucha un gemido y luego un ronroneo. Sonríe —Por lo menos te di la talla hasta las… ¡oh mierda son las cuatro de la mañana – debía dormir un poco antes de irse a casa para salir al trabajo.La noche había estado tan movida y salvaje que no recordaba la última vez que había tenido un sexo tan bueno y satisfactorio, definitivamente esta chica sabía lo que era complacer al sexo opuesto de una manera primitiva y prosaica. Se sumió en un sueño profundo y placentero.Salió del baño cubierto con el albornoz a las siete con diez de la mañana, aún con su